(IAR-Noticias) 29-Julio-06
Informe especial
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Columna de humo de uno de los ataques israelíes sobre la
ciudad de Khiam en Líbano. (Foto EFE). |
Por Manuel Freytas
El fracaso del Plan B, el papel
de Washington y el lobby judío, y los emergentes en la política interna de
Israel. Causas y efectos de una agresión militar genocida cuyo resultado final, hasta
ahora, permanece en estado vegetativo y sin una clara estrategia de
desenlace. El mito del "triunfo" de EEUU en la conferencia de Roma.
N ingún analista del sistema (salvo IAR Noticias, que no es del sistema) enfocó
los resultados de la conferencia de Roma, el miércoles, como un fracaso
de la diplomacia de EEUU para imponer un plan previamente consensuado entre Rice
y la plana mayor del Estado judío, sino que, por el contrario, lo interpretaron
como "un triunfo" del lobby de presión norteamericano.
La mayoría, interpretó la no imposición de un alto el fuego como un éxito de
la presión de EEUU sobre los países y potencias presentes en la conferencia
de Roma, sin analizar la trama y el contexto general estratégico de la invasión
militar de Israel a Líbano, y el objetivo central que guía a la misma en su
desarrollo operativo.
En realidad hay un desarrollo secuencial de los acontecimientos que
prueban que el plan agendado por la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, no
triunfó, sino que, por el contrario, fracasó en la conferencia de Roma
del miércoles pasado.
Esto queda en evidencia cuando se analiza el desarrollo, paso por paso, de la
escalada militar israelí que ya dejó más de 700 muertos civiles, produjo la
destrucción de la infraestructura y de la economía de Líbano, y sumió al país
en una devastadora catástrofe humanitaria con cientos de miles de personas
huyendo de los bombardeos genocidas del Estado judío.
Veamos un breve desarrollo secuencial táctico de la invasión hasta el
momento:
1) El
fracaso del Plan A (la invasión militar)
El 12 de julio Israel lanzó una operación militar a alta escala en Líbano
(ataques aéreos masivos complementados, luego, por una invasión terrestre de
infantería y blindados) atendiendo a tres objetivos esenciales:
1) la destrucción de Hezbolá y de sus estructuras
militares y
políticas operativas en Líbano,
2) (como consecuencia de la derrota de Hezbolá) conseguir el
control territorial y político de Líbano mediante una ocupación "legal" con
las fuerzas de la ONU,
3) en control de Líbano, y destruida Hezbolá, proceder al
objetivo encubierto de la operación militar: utilizar a Líbano como
plataforma y cabecera de playa para un ataque militar a Siria, en una
segunda fase complementaria de la invasión.
(Ver:
Las claves ocultas de la invasión al Líbano: el objetivo
es Siria).
La operación fue diseñada y planeada por los sectores ultra-militaristas de
Tel Aviv, en sintonía con los tecnócrata del lobby judío que controla la Casa
Blanca y los resortes estratégicos e institucionales de la política exterior
norteamericana.
Esta banda de halcones militaristas de Tel Aviv,
con radio de influencia en el Likud, en las fuerzas armadas y en complejo
militar de Israel, cruza mayor "sintonía" con el
lobby judío que controla la Casa Blanca, la Reserva Federal y los
resortes claves de la política interna y exterior de EEUU.
Este lobby, dirigido políticamente desde la Casa Blanca
por el vicepresidente Dick Cheney, y liderado en la secretaría de Defensa
por su titular, Donald Rumsfeld, representa en esencia el interés
de las armamentistas, las petroleras
y los consorcios de servicios que operan
contratos millonarios con el Pentágono
estadounidense.
El grupo de neoconservadores (neocons), ejecutor de la línea matriz de
la política exterior norteamericana desde el 11-S, defiende abiertamente
la intervención militar en todo el mapa de Medio Oriente para eliminar "la
amenaza árabe a Israel".
Los neocons del lobby de Washington, como se dijo,
sintonizan en la misma frecuencia que el ministro de Defensa israelí,
Amir Peretz,
y sus
halcones militaristas, cuyo objetivo de máxima (en el cual Líbano
conforma solo una fase) es el llamado "plan de remodelación del Medio
Oriente".
Este lobby defiende abiertamente la intervención militar en todo el mapa de
Medio Oriente para eliminar "la amenaza árabe a Israel" e impulsa
"la guerra total" y el cambio de régimen en Irán y Siria bajo el
marco de la "guerra contraterrorista· lanzada tras los ataques del 11 de
septiembre de 2001.
Después de planificar la
invasión a Afganistán (bajo el pretexto de destruir a la red "Al Qaeda"), y
de la ocupación militar de Irak (bajo el pretexto de terminar con las
armas de destrucción masiva de Saddam Hussein) el lobby judío y los halcones norteamericanos,
fortificados por la reelección de Bush,, han puesto la mira en tres países
claves: Siria, Líbano e Irán.
Siria
-como ya anticipó el año pasado IAR Notticias- es un objetivo aún más "inmediato" que Irán, dado que el Pentágono
necesita neutralizar una posible convergencia masiva de los guerrilleros
islámicos (provenientes de Siria y el Medio Oriente) a Irán en caso de que éste
sea atacado militarmente por EEUU.
IAR Noticias, en sucesivos
informes, viene adelantando que el verdadero objetivo de la escalada militarista
de Israel en Líbano es la destrucción de Hezbolá y la preparación de una
plataforma de lanzamiento de un ataque a Siria, con una "cabecera de playa"
situada en Líbano, Jordania e Irak (las tres fronteras).
(Ver: objetivo
Siria)
Las ideas
fuerza de "Siria protectora del terrorismo de Hezbolá", lanzadas masivamente por medio de consignas periodísticas
desde las cadenas norteamericanas, "cierran" con
el plan madre del sionismo judeo-norteamericano de Washington fogoneado por la troyka
de expertos neoconservadores del lobby judío de la Casa Blanca y el Pentágono.
En esa fuentes y objetivos estratégicos abrevan los halcones
israelíes que lanzaron la operación militar de exterminio en Líbano, el 12 de
julio pasado, lo que demuestra que la escalada militar a Líbano no fue
improvisada ni coyuntural, fue parte de un plan estratégico diseñado a largo
y mediano lazo, y cuyo objetivo es el control político y militar de Medio
Oriente.
Después de 16 días de bombardeos consecutivos que causaron más de 700 civiles
muertos, la devastación de la economía y de la infraestructura
libanesa, y una
crisis humanitaria que ya suma cerca de un millón de personas huyendo de sus
hogares, Israel no pudo conseguir sus objetivos.
No obstante esa masacre militar, los halcones de Tel Aviv no pudieron
lograr los dos objetivos prioritarios del Plan A de invasión militar:
Destrucción de Hezbolá y control político y militar de Líbano.
Por lo que hubo que implementar un Plan B, que buscaba alcanzar los
mismos objetivos, pero por vía diplomática.
2) El
fracaso del Plan B (la vía diplomática)
Tras el enpantanamiento de la
invasión militar, la estrategia del eje Washington-Tel Aviv intentó imponer
sus objetivos primero, ejerciendo una presión directa sobre el gobierno de
Beirut, y segundo por medio de un "lobby de presión" diplomática en la
conferencia de Roma, el miércoles pasado, a través de EEUU y Gran Bretaña (aliado estratégico principal de la dupla
Washington - Tel Aviv).
En Beirut, esta semana, Rice ejecutó la primera fase del plan que fracasó con
la negativa del gobierno libanés de suscribir un acuerdo del cese del fuego
con la aceptación de los tres puntos centrales descriptos del Plan B, que
representaban una capitulación de Líbano y una derrota de Hezbolá que no
fue
aceptado por los propios interesados: Hezbolá y el gobierno de Líbano.
Ante el fracaso de la presión "diplomática" sobre Beirut, Rice y Tel Aviv
pasaron a la segunda fase del plan B, diseñando una estrategia para imponerlo
en la conferencia de Roma, el miércoles pasado.
Repasemos nuevamente los objetivos,
esta vez del Plan B:
1) establecimiento de un cese el fuego ordenado
por la ONU,
2) creación de una "franja de seguridad" en la
frontera de Líbano con Israel, y despliegue de una fuerza multinacional
bajo control operativo de la OTAN,
3) desarme y retiro del sur de Líbano de la guerrilla de
Hezbolá ordenado por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Si la estrategia de Rice para conseguir los tres puntos del plan
(consignados más arriba) triunfaba por vía diplomática en la conferencia de Roma, el
Plan B judeo-norteamericano (que sustituía al Plan A del mando militar
israelí) hubiera alcanzado su objetivo: Washington y Tel Aviv se
hubieran apoderado de Líbano sin disparar un solo tiro más.
Como se sabe, la conferencia de Roma,
en su comunicado resolutorio, solo consiguió consenso para un "abstracto"
pedido de cese el fuego a
futuro, y un, también pedido a futuro, de despliegue de una fuerza
multinacional en el sur de Líbano, además de "ayuda humanitaria" para las
víctimas.
La decisión de la conferencia no precisó nada sobre el punto esencial,
de interés prioritario para la dupla Washington-Tel Aviv:
el
desarme y retiro del sur de Líbano de la guerrilla de Hezbolá ordenado por el
Consejo de Seguridad de la ONU.
Esta es la prueba más fehaciente de que la estrategia diplomática de EEUU no
salió victoriosa de la conferencia en Roma, sino que fracasó estrepitosamente
al no poder imponer el objetivo prioritario y central que guió la invasión
militar a Líbano.
Esta situación, a su vez, detonaría
(a partir del jueves) un nuevo marco de situación internacional en torno a
Líbano, y un nuevo escenario de correlación de fuerzas en Israel, donde, a
raíz del fracaso militar, comenzó un proceso de guerra interna entre halcones
y moderados por el control de los resortes políticos de decisión.
Los emergentes del fracaso militar
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Un soldado israelí en la frontera israelí con el Líbano. (Foto:AFP) |
El objetivo prioritario del fracasado Plan B en la conferencia de Roma, buscaba
conseguir el repliegue "honroso" de las fuerzas israelíes tras el llamado
del Consejo de Seguridad a un cese del fuego, convirtiendo la derrota militar
(la no consecución del objetivo central de destruir a Hezbolá en 16 día de
ataques y bombardeos) en un triunfo militar por vía diplomática.
En el actual cuadro de situación tres
causas principales enmarcan la crisis israelí que surgió como consecuencia del
fracaso militar y diplomático:
1) El empantanamiento de sus fuerzas terrestres en el sur de
Líbano (infantería y blindados), donde han fracasado en el operativo de
destrucción de las fuerzas, búnkeres y refugios de la guerrilla de Hezbolá, y
están sufriendo severas bajas a mano de la guerrilla irregular.
2) el impacto social, político y económico que están produciendo
en la población y en el gobierno israelí los ataques con cohetes de Hezbolá.
3) Las presiones y condenas
internacionales que están produciendo las muertes civiles y la destrucción
de Líbano por los bombardeos israelíes.
Desde el punto de vista social los
cohetes de Hezbolá sobre ciudades israelíes fronterizas está generando entre la
población israelí el pánico a los ataques con cohetes
que hasta el momento han producido más de 70 muertos entre civiles y soldados.
La oposición política culpa de esta situación a la ofensiva militar en alta escala desatada
por los halcones militaristas en Líbano, el 12 de julio.
En lo político, el fracaso militar, la no destrucción militar de Hezbolá y
su estructura, así como la enorme presión internacional en contra que están
generando los asesinatos a civiles, creó una fisura entre los halcones
militaristas
encabezada por el ministro de Defensa, y la franja moderada de los políticos
del Likud y del partido de Olmert.
Los moderados buscan un repliegue honroso de sus tropas en Líbano
antes de que sufran más bajas y se empantanen definitivamente en ese país como le está sucediendo
a las fuerzas norteamericanas
en Irak.
Los halcones militaristas intentan aprovechar el no establecimiento de un
alto el fuego en Roma interpretando que la situación representó una "luz verde"
para una ampliación de la ofensiva aérea y terrestre orientada a la destrucción
de Hezbolá por la vía militar.
Sobre este punto central, profundizar la ofensiva o buscar un repliegue
"honroso" gira la actual interna política en Tel Aviv, corazón estratégico del poder
israelí.
La estrategia que Rice llevó agendada a la conferencia de Roma, fue
consensuada con el primer ministro Olmert y los sectores políticos más moderados, y contó con la
resistencia de los sectores ultraderechistas del Likud y de las fuerzas armadas israelíes.
Esto explica porque, el jueves a primera hora, el
ministro de Defensa,
Amir Peretz,
anunció un ampliación de la ofensiva militar en Líbano, aduciendo
(falsamente) que la conferencia de Roma
le había dado "luz verde" a Israel para continuar hasta el fin con sus
operaciones de exterminio de Hezbolá.
Horas después, y como producto de las
contradicciones internas entre partidarios de la contraofensiva y partidarios del
repliegue militar, surgió otro comunicado oficial, esta vez del gabinete de
seguridad de Olmert, anunciando que no se iba a
ampliar la ofensiva.
De esta manera, en horas de la tarde
del jueves en Tel Aviv,se desmentía el primer comunicado emitido por el sector
de los halcones militaristas que hablaba de una contraofensiva a a escala global
para acabar con Hezbolá por la vía militar.
Fue un triunfo de la línea "moderada"
del Estado judío, en base a una
evaluación de las reacciones internacionales de condena y rechazo que está generando la
"opción militar" de los ultra halcones, incluso entre países aliados en la ONU, como es
el caso de Francia y Alemania, cuyos gobiernos han expresado posturas críticas
a la ampliación de la escalada militar.
Y en escenario se plantea la disyuntiva principal: si Israel produce
un repliegue unilateral de sus tropas, concede tácitamente la victoria a
Hezbolá
y a todo el espectro de la resistencia en Medio Oriente y en Gaza, además de fortalecer a
Irán y a Siria, países claves en los futuros objetivos de Israel y del lobby
judío de la Casa Blanca.
Si, por el contrario, Israel no repliega sus tropas
y amplia la ofensiva difícilmente va conseguir los objetivos que en 16 días de
bombardeos y acciones militaresde destrucción no pudo conseguir.
Finalmente, y como consecuencia de la
lucha interna, el Estado judío parece haber adoptado una posición intermedia:
mantener la ofensiva invasora dentro de un statu quo, sin ampliar las
operaciones militares, hasta la consecución de una nueva estrategia y un Plan C,
que por estas horas los arquitectos judíos de Washington y Tel Aviv parecen no
tenerlo.
Estratégicamente las
condiciones internacionales variaron hacia dos ejes principales:
1)
el fracaso militar y diplomático de la invasión militar fortaleció en lo político interno y en
el plano internacional a Hezbolá, que, hasta ahora, emergió como la
gran triunfadora enarbolando la causa y la bandera de la resistencia de Líbano
invadido por las fuerzas sionistas.
2) A la luz del fracaso de la
estrategia diplomática en Roma, ya se conformó un bloque de potencias, por ahora
"críticas" a la invasión, que rechazan puntualmente la ampliación de la invasión por aire y por tierra,
y cuyos líderes en
la conferencia de Roma fueron claramente, Rusia, Francia y Alemania, quienes
frenaron el plan de Condoleezza Rice para establecer un inmediato cese del fuego, el
desarme y el aislamiento de Hezbolá.
Y aquí hay que aclarar un detalle: ese
bloque de potencias occidentales no se opone a un alto el fuego (de hecho lo
solicitaron) sino al punto complementario del plan diplomático presentado por
Rice en Roma: el desarme y la
destrucción de Hezbolá y el establecimiento de una "franja de seguridad" en el
sur de Líbano que favorecía la expansión imperial de Israel.
De cualquier manera, ni en Israel ni
en el campo internacional existe hoy una estrategia y un plan claro para
salir del genocidio militar que ha asesinado indiscriminadamente a
civiles y creado una catástrofe humanitaria y económica de dimensiones siderales
en Líbano.
Habíamos señalado que una
extensión del tiempo en la destrucción militar de Hezbolá iba perjudicar el
plan de conquista militar de Israel, con su consecuente derrota en el plano
internacioanal. (Ver: Cuál es el plan y qué puede pasar en la invasión
terrestre de Israel a
Líbano).
Y ese es el marco estratégico que engloba la
actual situación de empantamiento de los tanques y la infantería israelí que está
viviendo la sensación de estar en una ratonera.
Y las evidencias muestran que están en una ratonera.
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