Como dijo un analista de la
CNN:
"Para el gobierno "provisional" (al gobierno golpista ahora lo llaman
"provisional") restituir a Zelaya es como restituir a Chávez en el gobierno de
Honduras".
Este es el punto central que no
cierra en ninguna negociación para que, el hoy presidente errante, regrese al
gobierno aunque sea tan sólo por seis meses -como proponen Obama y los demócratas
USA-, tiempo en que expira su mandato constitucional.
El "diálogo" en Costa Rica fue
organizado por el Departamento de Estado para ganar tiempo y patear la pelota
afuera. El general Juan Domingo Perón, tres veces presidente de Argentina,
decía que cuando se quiere enfriar un conflicto hay que "armar una comisión"
de diálogo a la espera de que se desinfle el pico del enfrentamiento.
Y eso fue lo que hizo la inútil
canciller USA, Hillary Clinton, por mandato superior: Enviar a los dos
fósiles bananeros a Costa Rica con un "show" de diálogo montado por el
presidente Arias, algo así como un mini-Uribe centroamericano premiado con un "Nobel
de la Paz".
Y aunque Micheletti (el golpista), y
Zelaya (el golpeado) son viejos camaradas de lucha de la estructura oligárquica
del poder hondureño, hoy están fatalmente cruzados por destinos
diferentes: Uno es empleado del Pentágono y el otro es empleado de Chávez.
Es interesante puntualizar que Zelaya
no es el Che Guevara ni tampoco nació de un repollo.
Zelaya, un especie de "Fox
centroamericano" (el ex presidente de México) es un terrateniente
exitoso y una figura emblemática de las cámaras empresariales que controlan el
Estado capitalista hondureño.
Antes de ingresar a la política, el ahora presidente errante amasó
millones US$ con negocios forestales y ganaderos, y en 1987 fue nombrado
directivo del poderoso Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) y
presidente de la asociación gremial de los madereros.
El hoy "socialista" bolivariano, se afilió en 1970 al Partido Liberal
Hondureño (PLH), de probada ideología y trayectoria anticomunista
y con sólidas conexiones con el "anticastrismo cubano", con el que se consagró
diputado en varias oportunidades (durante 25 años) y desde donde ocupó diversos
cargos públicos hasta llegar a la presidencia de Honduras.
Como presidente, Zelaya apoyó el
Tratado de Libre Comercio (TLC) entre República Dominicana, Centroamérica y
Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés),lo que le generó protestas
masivas en su contra de los mismos sectores de izquierda hondureños que hoy se
manifiestan por su retorno.
Aunque el Departamento de Estado, al
tomar la iniciativa de armar el "show del diálogo" en Costa Rica, concretó una operación para "despegarlo" a Zelaya de Chávez, la maniobra no
alcanzó para convencer al sector golpista, jurásico y gusano de Micheletti, un
títere del Pentágono y de los republicanos conservadores.
"Los intentos por hallar una salida
rápida a la crisis desatada en Honduras por un golpe de Estado fracasaron
cuando el presidente interino, Roberto Micheletti, partió de un encuentro
especial en Costa Rica sin reunirse con el depuesto mandatario, Manuel Zelaya,
informa la agencia Reuters.
"Como mediador, el presidente costarricense y premio Nóbel de la Paz, Oscar
Arias, recibió en su país a Micheletti y a Zelaya, con quienes se reunió por
separado pero no logró sentarlos en la misma mesa para cerrar acuerdos y
superar la peor crisis política en Centroamérica en dos décadas", añade la
agencia..
El "presidente provisional"
(como ahora lo llama la prensa internacional) acudió a Costa Rica sólo para firmar su
presencia formal, y una vez que se reunió con el "mediador" Arias se tomó un jet
y regresó a Honduras advirtiéndole a Zelaya que si regresa a su país será
detenido por "traidor a la patria".
En Costa Rica -y siguiendo la lógica
distractiva del "show"- quedaron las dos "comisiones" hablando de
bueyes perdidos, mientras en Washington (el dueño del circo) republicanos y
demócratas negocian salidas alternativas a la "crisis hondureña", que en
realidad es la expresión de una guerra interna entre conservadores republicanos
y demócratas liberales, con visiones estratégicas enfrentadas respecto del manejo de
las colonias del patio trasero.
La guerra, que antes se mantenía
entre bambalinas, estalló con Obama, al que los gusanos golpistas bananeros
llaman "negrito ignorante", y al que los conservadores USA del "destino
manifiesto" señalan como un "presidente débil" que pone en riesgo la
seguridad nacional de EEUU.
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Presidente de facto Roberto Micheletti, con el general Romeo Vázquez, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. (Foto AP) |
En suma, lo que parece una interna
bananera entre dos sectores de la oligarquía hondureña (uno conservador, y otro
vestido de "socialista") en realidad no lo es tanto, y sienta el primer
precedente histórico de un enfrentamiento interno en EEUU entre republicanos y
demócratas luego de un golpe de Estado avalado por el Pentágono en el patio
trasero.
Los conservadores (demócratas y
republicanos) y los halcones militaristas (alianza del sionismo judío con
la derecha cristiana) que controlan los resortes de decisión del Pentágono y del
Complejo Militar Industrial (capitalismo de guerra), están convencidos de que las
políticas de "diálogo y tolerancia" que propicia Obama conducen a una
pérdida del poder militar de EEUU y a una fortificación de sus enemigos situados
en el "eje del mal".
Esta situación, marcadamente
acentuada con la llegada de Obama a la Casa Blanca, produjo, incluso, una
(increíble) fisura entre los halcones israelíes (que planean junto con los
halcones USA un ataque sin más trámite a Irán) y la administración imperial de
Obama, que hace "equilibrio" entre las masacres militares de Afganistán,
Irak y Pakistán y sus llamados formales a la "pacificación de Medio Oriente".
El golpe hondureño, trasladó esta
guerra interna a Centroamérica, cambiando a Ahmadineyad por Chávez en el
tablero.
Los halcones judeo-estadounidenses
(que manejan las políticas militares y las hipótesis de conflicto externo de
Washington) no miran ni analizan a Chávez desde una perspectiva
exclusivamente latinoamericana.
El presidente venezolano mantiene una
alianza estratégica (de orden comercial y militar) tanto con Irán como con Rusia
y China, potencias capitalistas emergentes que compiten con el eje USA-UE por el
control de las redes energéticas y las reservas petroleras del triángulo Eurasia-Cáucaso-Medio
Oriente, en una versión aggiornada de la "guerra fría" por áreas de influencia,
esta vez protagonizada a niveles intercapitalistas.
En el decálogo analítico (cerrado y
prehistórico) de los halcones y gusanos del Pentágono y del Departamento de
Estado USA, tenerlo a Chávez en Venezuela, es como tenerlo a Ahmadineyad
controlando el petróleo de Venezuela y comprando aliados regionales con oro
negro a precio preferencial.
Chávez (en la cosmovisión
conservadora) es una pieza funcional de Irán y Rusia en el tablero
latinoamericano y, por más que coquetee con la administración Obama, su
destino está atado a la geopolítica petrolera enfrentada a los intereses del eje
USA-UE que hace del oro negro su máximo objetivo de supervivencia.
De las misma manera (y por el mismo
mecanismo de conversión), tenerlo a Zelaya en la gerencia de Honduras, es
como tenerlo a Chávez regenteando poder político en la principal "base
terrestre" del Pentágono en América Latina.
En este escenario, cuando Micheletti
(léase el Pentágono) habla de suprimir a Zelaya, en realidad está hablando de
suprimir a Chávez.
Y el punto
de fricción se vuelve innegociable: La guerra no es entre MIcheletti y
Zelaya (los títeres) sino entre Chávez (el representante del "eje del mal") y el
sector sionista ultramilitarista que lo tiene en la mira para derrocarlo en la
primera oportunidad que se le presente.
Así funciona la mente sedimentada de
los halcones del Pentágono, y así vislumbran, en una proyección geopolítica y
estratégica, la presencia de Chávez como actor central del retorno de Zelaya a
la presidencia de Honduras.
Para los halcones sionistas
militaristas USA, expulsar militarmente a Zelaya (en realidad, Chávez) de
Honduras es un objetivo de máxima, y un primer escalón de ensayo hacia
un golpe con la "democracia blindada" en Venezuela.
El golpe
hondureño, en realidad, es sólo la punta del iceberg de un proceso
geopolítico militar más profundo impulsado por el poder conservador de EEUU,
que intenta sustituir a una estrategia de dominio que consideran "demasiado
blanda" (el "sistema democrático" de poderes civiles) por una alternativa de
mayor control militar de la región adaptado a las crisis y a los conflictos
intercapitalistas que se avecinan en el planeta.
El escenario hondureño, además de los
objetivos coyunturales con la destitución de Zelaya, conforma un laboratorio de
ensayo experimental de "cambio de régimen regional" que tiene a Chávez y a
Venezuela como objetivo central.
Venezuela
(desde el punto de vista económico) no es Honduras, pero ambas tienen algo
en común: La mayoría de los oficiales de la cúpula militar venezolana han sido
formados doctrinariamente y entrenados en el Comando sur de EEUU.
Un antecedente que a Chávez no lo
debe tener muy tranquilo en Miraflores.