Claramente
el golpe se desarrolló en tres tiempos:
En la fase A, las fuerzas
armadas hondureñas (un apéndice del Comando Sur de EEUU), el viernes 26 de
junio, lo sacaron de la cama al presidente Zelaya y lo depositaron
cómodamente en Costa Rica. Luego, sin disparar un solo tiro, el ejército
se convirtió en sostén callejero del gobierno de facto encabezado por Micheletti.
Barack Obama , la Unión Europea y el
"izquierdismo" presidencial latinoamericano iniciaron una poderosa ofensiva
de presión internacional que hizo pensar que a los golpistas sólo le
quedaban horas. Zelaya, un terrateniente con mostachos exuberantes, fue paseado
como el "gran vencedor" de la mano de Chávez y los gerentes políticos del ALBA,
mientras se anunciaba un triunfal "regreso a casa".
Pero algo pasó camino del foro.
En la fase B, los días
posteriores al golpe, el gobierno de facto de Micheletti no
solamente desoyó todas las "advertencias" sino que subió la apuesta
anunciando que si Zelaya pisaba territorio hondureño sería detenido y
encarcelado.
Lo que, al principio, parecía un tour
"democrático" para sofocar el golpe (el regreso triunfal de Zelaya con la OEA)
se fue desinflando con el correr de los días, y Barack Obama, el gerente
imperial en Washington, pasó de sostener una posición de decidida
"condena" al golpe a una actitud esquiva y fluctuante.
Con un detalle sugestivo: Washington
en ningún momento suspendió la ayuda económica, no retiró su embajador ni
tampoco ordenó un bloqueo contra el gobierno golpista.
Chávez y su aliados del ALBA olieron
que "algo raro" estaba pasando y notaron que se habían quedado "solos"
en los planteos de restituir sin más trámite a su aliado Zelaya. Obama y la UE,
fueron cambiando de la condena y de la "orden" para restituir a Zelaya a
apoyar
una "salida consensuada" que restituya la legalidad sin vencedores ni vencido.
La fase C, comenzó este
viernes cuando el gobierno de Micheletti prácticamente
expulsó
a la OEA y anunció su retiro de esa organización. El gobierno de facto y la
Corte Suprema de Justicia de Honduras rechazaron el ultimátum de la Organización
de Estados Americanos sobre el restablecimiento en el poder del depuesto
presidente hondureño, Manuel Zelaya, y anunciaron el retiro inmediato del país
centroamericano de esa organización.
"Por este medio, comunico a usted que (Honduras) denuncia la carta de la OEA de
conformidad con lo previsto en el artículo 143, con eficacia inmediata", afirmó
la vicecanciller hondureña Marta Lorena Alvarado, durante una intervención por
la televisión en la noche del viernes, en compañía del presidente de Panamá,
Ricardo Martinelli.
Este capítulo -coinciden analistas de
cadenas europeas y estadounidense- indica una clara señal de la presencia
activa del poder republicano y conservador en el sostenimiento de los golpistas.
The Washington Post destacó las vinculaciones de Micheletti y del staff civil del gobierno golpista con las
usinas del poder republicano y conservador en Washington, y señaló la lealtad
que profesan al Pentágono la camarilla de jefes militares hondureños que
sostienen la asonada en las calles.
¿Con Obama, o sin Obama?
Ahora el punto, como sostienen
veladamente algunos analistas de la BBC y la CNN, está en saber cual es el
papel que juega (y jugó) Obama en el proceso golpista. En otras palabras, si el
golpe se hizo con Obama, o con desconocimiento de Obama.
Una primera lectura -surgida de las
usinas conservadoras- indica que el golpe fue ejecutado sin el consentimiento
de la administración demócrata en el gobierno, que trató luego de hacer un
aprovechamiento político de la situación apoyando la restitución de Zelaya.
Posteriormente, en una segunda fase,
el golpe habría desatado una sorda guerra entre republicanos y demócratas
que todavía no trascendió para preservar la investidura de Obama.
La actitud de apoyo tácito y
sobreentendido al golpe por parte del poder republicano, condicionó las
decisiones de Obama que luego viró -junto con la Unión Europea- hacia la
búsqueda de una "salida consensuada" entre los sectores en pugna.
En suma, en un primer tramo el golpe
se hizo con Obama, y en un segundo tramo, el actual presidente imperial viró y
se sumó al golpe para no desatar una crisis institucional dentro de EEUU.
Los gobiernos
latinoamericanos -principalmente los que se incluyen en el ALBA chavista- presionaron a la OEA a lanzar un ultimátum y a presentarse -por medio de su secretario general, el
chileno Insulza- en Honduras para hacer efectiva la orden de restituir a Zelaya
en el poder.
El gobierno golpista, le hizo pasar
un ostensible papelón al "Ministerio de las Colonias" de Washington,
desconociendo la orden y retirándose del organismo.
Ahora, como afirman los expertos, la
cuestión de Honduras queda por definirse dentro de la propia dinámica interna
del Imperio norteamericano, dividido entre un apoyo incondicional a los
golpistas sin Zelaya (los republicanos y conservadores) y una posición de
"salida consensuada" para restaurar a Zelaya a fin de que termine su mandato
(los demócratas y liberales).
Para los que leen "entrecomillas", el
golpe bananero centroamericano no fue nada más que una resolución (en un primer
capítulo) de la interna estadounidense marcada por una guerra por el
poder entre demócratas y republicanos.
El crisol del golpe hondureño
Claramente, el proceso hondureño
volvió poner en el tapete la guerra electoral comenzada durante la pasada
campaña presidencial en EEUU.
Los que compitieron por la Casa
Blanca, Obama, por los demócratas, y McCain, por los republicanos, expresaban
dos líneas excluyentes de política exterior norteamericana.
McCain, en el discurso, se
presentaba como una clara continuidad de la política militarista de Bush,
mientras que Obama, también en el discurso, se presentaba como una expresión de
"apertura negociadora" en la política exterior del Imperio.
Ganó Obama, y los republicanos -fuera
del discurso público- nunca lo aceptaron ni apoyaron como presidente, mientras
que los líderes ultraconservadores y los halcones del Pentágono siempre lo
tuvieron en la mira y denunciaron su "debilidad" frente a la izquierda
latinoamericana de Chávez.
Este el punto clave, la matriz
generadora del golpe en Honduras.
Claramente, Obama no es el presidente
del complejo militar industrial y de las corporaciones armamentistas sino el
presidente de Wall Street y de la reserva Federal.
Obama, no se rodea del lobby militar
del Pentágono sino del lobby bancario hoy conducido por el secretario del Tesoro, Timothy Geithner.
El lobby judío financiero que rodea y
controla a Obama no está para hacer la guerra, sino para hacer negocios.
Mientras
los halcones del lobby sionista conservador ponen el acento en la preservación
del Estado Nacional imperial, los liberales del lobby sionista financiero ponen
el acento en la preservación y expansión de los negocios trasnacionales.
En eso se fundan sus intentos "aperturistas" con Irán y el Medio Oriente.
Obama para
los halcones, como señalaban en campaña los republicanos, es un "débil sin
experiencia" en materia de seguridad nacional y de política militar exterior
(el corazón del Imperio).
Así como
los halcones sionistas afirman en la intimidad que el lobby bancario de Obama
entregaría la seguridad nacional de EEUU por una "porción de mercado", el
lobby bancario de Obama afirma que Cheney y los republicanos conservadores sólo
saben "hacer negocios a los cañonazos".
Estos "detalles" funcionales de la
guerra interna por el poder, terminó marcando la dinámica y el desarrollo del
golpe bananero ejecutado por el Pentágono a través de sus generales
subordinados en Honduras.
El que crea que el desenlace del
golpe hondureño se resuelve en Honduras y en América Latina, está equivocado.
El golpe hondureño nació y se
cocina a fuego lento en Washington.