Este
miércoles la secretaria de Seguridad Interna norteamericana, Janet Napolitano,
dijo que las amenazas de ataques terroristas contra EEUU están
posiblemente en su
"mayor nivel" desde los atentados del 11 de septiembre
de 2001.
"En
algunas maneras, la amenaza hoy puede estar en su mayor nivel desde los
ataques de hace casi diez años", agregó.
En una
presentación ante el comité de Seguridad Interna del Congreso, Napolitano
consideró que Al Qaeda "aún representa una amenaza para Estados Unidos a
pesar de la disminución de sus capacidades" y que su país también afronta
"amenazas de varios grupos que comparten la ideología extremista y violenta de
Al Qaeda.
Desde el
11-S hasta aquí, la recurrencia de denunciar la "amenaza terrorista" en
territorio de EEUU es casi un acto burocrático y periódico de los funcionarios
de la Casa Blanca.
En agosto
de 2009, el ex secretario de Seguridad Interior (en la era Bush), Tom
Ridge, confesó en un libro que las alertas con las amenazas de ataque
"terrorista" de Al Qaeda incrementaban el temor en la sociedad estadounidense
y subían la popularidad de Bush, cuya administración las utilizaba con fines
electorales.
La
revelación (más allá de ser una herramienta para publicitar el libro) trascendió
la administración Bush, y puso sobre el tapete la utilización del terrorismo en
operaciones psicológicas orientadas a generar consenso social y legitimación
política a la "guerra contraterrorista" lanzada con la conquista militar
de Afganistán e Irak tras el 11-S.
Develando
por primera el uso del "terrorismo" como herramienta de Estado (revelado
en infinidades de informes considerados hasta ahora como "conspirativos"), Tom
Ridge, afirmó que fue presionado por altos funcionarios de la Casa Blanca para
que elevara el nivel de la alerta nacional antes de las elecciones
presidenciales de 2004 para favorecer la reelección de George W. Bush.
Ridge relató que, como se negó a
hacerlo, lo convencieron de que había llegado la hora de renunciar al cargo (como
efectivamente lo hizo).
Estas confesiones aparecieron en un libro de Ridge "La prueba de nuestro tiempo: Estados Unidos
asediado... y cómo podemos estar nuevamente seguros" (The Test of Our
Times: America Under Siege ... and How We Can Be Safe Again) editado en
septiembre de 2009.
En el libro Ridge cuenta que pese a los pedidos del ex secretario de Defensa,
Donald H. Rumsfeld, y del entonces secretario de Justicia John Ashcroft, él se
opuso a elevar el nivel de alerta y, finalmente, no fue elevado, aunque le costó
el cargo.
Semanas antes de las elecciones habían sido difundidas dos grabacioness de
Al-Qaeda:
una con Osama Bin Laden y la otra con un hombre llamado "Azzam el
estadounidense''.
La CIA -como lo hace siempre-
reconoció la "autenticidad" de las amenazas y "reveló" que
detrás de la "conexión terrorista" se encontraba, Adam Gadahn, alias "Azzam el
estadounidense'' un californiano de 26 años buscado intensamente por el FBI.
El aumento de la "alarma
terrorista" en EEUU poco antes de las presidenciales de 2004 pretendía influir en los resultados y favorecer a George W. Bush, afirma Ridge en su
libro.
Bush y el candidato contrincante demócrata John Kerry -señala- estaban muy
igualados en las encuestas y los funcionarios claves de Bush afirmaban que
el video de Bin Laden, incluso sin elevar el nivel de alarma, contribuiría a una
victoria final de Bush por un resultado abrumante.
Pese a todo se tomaron grandes prevenciones de seguridad en edificios públicos y
en lugares claves de Nueva York, lo que ayudó a recrear el "clima terrorista"
que lo llevó a Bush a ganar las elecciones y ser reelecto en el cargo
presidencial.
En pleno despliegue del aparato de
seguridad para prevenir el "ataque terrorista", Ridge renunció el 30 de
noviembre del 2004.
Terrorismo de Estado imperial
Desde el punto de vista geopolítico y
estratégico, el "terrorismo" no es un objeto diabólico del fundamentalismo
islámico, sino una herramienta de la Guerra de Cuarta Generación que la
inteligencia estadounidense y europea vienen utilizando (en Asia y Europa) para
mantener y consolidar la alianza USA-UE en el campo de las operaciones, para
derrotar a los talibanes en Afganistán, justificar acciones militares
contra Irán antes de que se convierta en potencia nuclear, y generar un
posible 11-S para distraer la atención de la crisis recesiva mundial.
A nivel geoeconómico se registra otra
lectura: Si se detuviera la industria y el
negocio armamentista centralizado alrededor del combate contra el "terrorismo"
(hoy alimentado por un presupuesto bélico mundial de US$ 1,460 billones)
terminaría de colapsar la economía norteamericana que hoy se encuentra en
una crisis financiera-recesiva de características inéditas.
Esta es la mejor explicación de
porqué Obama, hoy sentado en el sillón de la Casa Blanca, ya se convirtió en el
"heredero forzoso" de la "guerra contraterrorista" de Bush a escala
global.
La misma interpretación se puede
inferir para las potencias de la Unión Europea que adhieren a los planes
globales de la "guerra contraterrorista", así como para China, Rusia y las
potencias asiáticas cuyos complejos militares facturan miles de millones con
armas y tecnología destinadas al combate contra el "terrorismo".
Como
se sabe, los "planes contraterroristas" son el principal rubro de facturación
de los presupuestos armamentistas a escala global y conforman la mayor tasa
de rentabilidad de las corporaciones de la guerra que giran alrededor de los
complejos militares industriales de EEUU, Europa y Asia.
Este escenario, con las potencias
centroasiáticas (que compiten por áreas de influencia con el eje USA-UE)
adhiriendo a la "guerra contraterrorista" liderada por EEUU, marca con claridad
como Al Qaeda y Bin Laden (un invento histórico de la CIA) ensambla en un
solo bloque al sistema capitalista más allá de sus diferencias sectoriales.
La "simbiosis" funcional e
interactiva entre Bush y Al Qaeda tiñó ocho años claves de la política imperial
de EEUU. A punto tal, que a los expertos les resulta imposible pensar
al uno sin el otro.
Durante ocho años de gestión, Bin
Laden y Al Qaeda se convirtieron casi en una "herramienta de Estado" para
Bush y los halcones neocon que convirtieron al "terrorismo" ( y a la "guerra
contraterrorista") en su principal estrategia de supervivencia en el poder.
Hay suficientes pruebas históricas
en la materia: El 11-S sirvió de justificación para las invasiones de
Irak y Afganistán, el 11-M en España preparó la campaña de reelección de
Bush y fue la principal excusa para que EEUU impusiera en la ONU la tesis de
"democratización" de Irak legitimando la ocupación militar, el 7-J en
Londres y las sucesivas oleadas de "amenazas" y "alertas rojas" le
sirvieron a Washington para instaurar el "terrorismo" como primera hipótesis de
conflicto mundial, e imponer a Europa los "planes contraterroristas" hoy
institucionalizados a escala global.
Decenas de informes y de
especialistas -silenciados por la prensa oficial del sistema- han
construido un cuerpo de pruebas irrefutables de que Bin Laden y Al Qaeda son
instrumentos genuinos de la CIA estadounidense que los ha utilizado para
justificar las invasiones a Irak y Afganistán y para instalar la "guerra
contraterrorista" a escala global.
La "versión oficial" del 11-S
fue cuestionada y denunciada como "falsa y manipulada" por un conjunto de ex
funcionarios políticos y de inteligencia, así como de investigadores tanto de
EEUU como de Europa, que constan en documentos y pruebas presentados a la
justicia de EEUU que nunca los investigó aduciendo el carácter "conspirativo"
de los mismos (Ver:
Documentos e informes del 11-S. /
Al Qaeda y el terrorismo "tercerizado" de la CIA
/
La CIA ocultó datos y protegió a los autores del 11-S /
Ex ministro alemán confirma que la CIA estuvo implicada en los atentados del
11-S
/
Informe del Inspector General del
FBI: Más evidencias de complicidad del gobierno con el 11-S
/
Atentados del 11-S: 100 personalidades impugnan la versión oficial
)
El aparato de la prensa sionista
internacional, a pesar de su marcada tendencia "anti-Bush", jamás se hizo eco de
estas investigaciones y denuncias que se siguen multiplicando, mientras que sus
analistas sólo toman como valida la "versión oficial" instalada en la
opinión pública a escala global.
El establishment del poder demócrata
que hoy controla (y que ejerce la alternancia presidencial con los republicanos en la Casa Blanca)
jamás mencionó la existencia de estas investigaciones y denuncias en una
complicidad tácita de ocultamiento con el gobierno de Bush.
Simultáneamente, y durante los ocho
años de gestión de Bush, los demócratas no solamente avalaron las invasiones de
Irak y de Afganistán y votaron todos los presupuestos de la "guerra
contraterrorista", sino que también adoptaron como propia la "versión
oficial" del 11-S.
Este pacto de silencio y de
encubrimiento entre la prensa y el poder imperial norteamericano preservó
las verdaderas causas del accionar terrorista de Bin laden y Al Qaeda, cuyas
"amenazas" periódicas son publicadas sin ningún análisis y tal cual la
difunden el gobierno y sus organismos oficiales como la CIA y el FBI
Obama,
el heredero
La
administración Bush, tras el 11-S, no solamente instaló un nuevo sistema
de control político y social por medio de la manipulación mediática con
el "terrorismo", sino que además inauguró un "nuevo orden
internacional" (sustitutivo de la "guerra fría" con la ex URSS)
basado en la "guerra contraterrorista"
que sirvió de
justificación a las nuevas estrategias expansionistas del Imperio
norteamericano y de las trasnacionales capitalistas.
En términos geopolíticos y
militar-estratégicos, con la utilización de la leyenda mediática de Bin Laden y
el peligro del "terrorismo internacional", a partir del 11-S el Imperio
norteamericano (potencia locomotora unipolar del planeta desde la caída de la
URSS) sustituía aspectos claves de su supervivencia como Estado imperial.
En un planeta sin guerras inter-capitalistas,
ya casi sin conflictos armados (al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente),
la leyenda de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirvió (y sirve) para
alimentar y justificar las estrategias expansionistas del Imperio
norteamericano, para crear nuevos y potenciales mercados a la trasnacionales
capitalistas de EEUU y Europa, y para mantener en funcionamiento a los complejos
militares industriales que han encontrado en la "guerra contraterrorista"
su nueva tajada ganancial en el negocio armamentista.
A diferencia de Bush, que inventaba
conspiraciones con el "terrorismo islámico" para perseguir y espiar a sus
enemigos internos, Obama preparó el terreno para la utilización de la
conspiración de "derecha" antisemita con el mismo objetivo.
La estrategia no es nueva: Durante
la pasada campaña electoral que lo consagró presidente de EEUU, Obama denunció
en varias oportunidades potenciales ataques supuestamente planeados por grupos
"extremistas de derecha" orientados a la persecución racial.
Como señalan los adoradores de
Maquiavelo: Si no hay enemigo ni peligro a la vista, hay que inventarlo para
generar consenso.
Bush y el lobby judío de halcones
neocon, edificaron consenso y apoyo interno agitando y denunciando el peligro
del "terrorismo islámico" como amenaza permanente a la "seguridad
nacional" de EEUU. Dentro de esa bolsa metían a todos los que se le oponían.
Obama y el lobby judío liberal que
lo secunda iniciaron otra práctica no menos peligrosa: El peligro acechante de
la "derecha antisemita" que amenaza con el odio racial y la
desintegración social de EEUU.
De esta manera la "derecha
antisemita" se complementa en lo interno con la "amenaza terrorista" del
"terrorismo islámico" en el plano internacional.
¿Y quienes son los amenazados?
Judíos, inmigrantes y negros: La clientela electoral de Obama.
¿Y quienes son los malos que
amenazan? Los que promueven la "ola antisemita" que amenaza la "seguridad
nacional" de EEUU. En esa bolsa van a meter a todos los que se opongan al
gobierno de Obama, incluidos los musulmanes "antisemitas" que alimentan las
redes del "terrorismo islámico".
No bien asumió en su cargo de
presidente de EEUU, Obama prometió "barrer a los terroristas" de sus
refugios en Pakistán y advirtió que Al Qaeda está planeando nuevos ataques, al
dar a conocer su nueva estrategia para la guerra de ocupación contra los
talibanes en Afganistán.
El presidente USA afirmó que las
conflictivas regiones fronterizas de Pakistán son "el lugar más peligroso del
mundo" para los norteamericanos y describió a la red Al Qaeda como un
"cáncer" que podría devorar a Pakistán, a más de siete años de los ataques del
11 de septiembre.
Bien empleada, la herramienta
"terrorismo" (un arma que combina la violencia militar con la Guerra de
Cuarta Generación) tiene como objetivo central: Generar una conflicto (o
una crisis) para luego aportar la solución más favorable a los intereses
del que la emplea.
Por ejemplo: El 11-S
(activado por la CIA infiltrada en los grupos islámicos) en EEUU fue el
detonante del conflicto, y la "guerra contraterrorista" posterior, y las
invasiones a Afganistán e Irak, fueron parte de la alternativa de solución.
Entre los varios objetivos
encubiertos de la campaña con la "amenaza terrorista internacional" lanzada en
los últimos días por la Casa Blanca y las potencias centrales europeas,
sobresale nítidamente el de preparar el "clima" y la justificación para iniciar
operaciones militares en alta escala en Medio Oriente,Yemen, Sudán y Somalía.
Tanto Washington como las potencias
de la Unión Europea han mantenido históricamente denuncias constantes de
"ataques terroristas islámicos" en planes de ejecución, pero que
efectivamente no han sucedido, desde el 7 de julio de 2005, fecha del atentado
terrorista al metro de Londres.
En una versión degradada (marcada
por la decadencia del Imperio), Barack Obama ya recita casi textualmente la
"doctrina Bush" de las guerras preventivas contra el "eje del mal" como
estrategia de apoderamiento de mercados y de recursos estratégicos que el
Imperio y sus corporaciones necesitan para renovar sus ciclos de expansión
capitalista.
Terminado el marketing electoral,
con un Imperio USA colapsado por la crisis económica y las contradicciones
internas, el presidente negro comenzó a aplicar a rajatabla la "guerra
contraterrorista" como estrategia imperial de Estado en el marco de la
política exterior.
Obama y el lobby judío liberal que
lo secunda renuevan constantemente la "amenaza terrorista" como una estrategia
continuista de la era Bush reciclada en los marcos del "progresismo" imperial.
Y esto reafirma una tendencia ya
probada: La "guerra contraterrorista" no fue unapolítica coyuntural de Bush y
los halcones neocon, sino una
estrategia global del Estado imperial
norteamericano diseñada y aplicada tras el 11-S en EEUU, que ya tiene una
clara
línea de continuidad con el gobierno demócrata de Obama.