(IAR-Noticias)
19-Oct-05
Por Manuel
Freytas -
manuelfreytas@iarnoticias.com
El 11-S en EEUU, el 11-M en
España, y el 7-J en Gran Bretaña demostraron que ante los hechos
terroristas consumados de Al Qaeda, el sistema, las autoridades del mundo se
quedan sin respuesta.
Ningún especialista podría
explicar masivamente este nuevo tipo de inteligencia estratégica con el terror
(una metodología que ya es estadística y verificable), primero porque ningún
medio lo publicaría, y segundo porque estas estrategias mediáticas-terroristas
son calladas hasta por los propios adversarios de Bush.
Si los denunciaran no podrían probarlo: la CIA no deja marcas ni huellas
dactilares.
La
planificación y la concreción de las operaciones
terroristas son secretas y su
"éxito" -medido en
términos de resultados- depende fundamentalmente del factor sorpresa.
Así
como no existe un boletín oficial de la
CIA donde se pueda buscar o corroborar información
sobre sus infinitas redes de contactos,
operaciones especiales y tácticas
de infiltración en el mundo islámico, tampoco
los grupos radicalizados que utilizan el terrorismo como arma política
y militar "publican" las fechas de sus atentados en los
medios de comunicación.
Sólo
se publica o trasciende en los medios aquellos rumores
o información interesada que son manipulados por las propias organizaciones
terroristas o servicios de inteligencia con la finalidad de testear o
sondear previamente reacciones sociales e internacionales ante una
determinada operación en fase preparatoria para su realización.
Sólo queda el análisis del
beneficiario de los ataques. Bush, Bush, y más Bush, que de esta manera se
sale de las trampas políticas y del bajón en las encuestas, silencia las
acusaciones en su contra, y hace hablar al mundo en un mismo idioma: el terror.
El eje CIA-Al Qaeda-Talibán-Pakistán
Hay un conjunto de expertos que sostienen que los atentados terroristas de Nueva York, Madrid
y Londres fueron realizados por mercenarios islámicos infiltrados, entrenados
y financiados por la CIA, que en la mayoría de los casos desconocían para
quien trabajaban.
Son muchos los especialistas, entre ellos
Michel Chossudovsky, que sostienen que
históricamente la CIA infiltró los cuadros combatientes islámicos utilizando de
intermediario al servicio de inteligencia paquistaní
(ISI), que en la actualidad sigue actuando de nexo entre los grupos
terroristas que operan en Asia, los Balcanes y Medio Oriente, principalmente la
red Al Qaeda.
Reclutado y
entrenado por la CIA y el Istajbarat, que dirigía desde Riad el príncipe Turki
Al Faysal, desde 1980 el joven Osama Bin Laden tomó parte en la lucha contra los
soviéticos organizando campos de adiestramiento y de reclutamiento.
A su vez servía de nexo para la canalización de fondos y de armas para la
Jihad Islámica, procedentes de la red de droga y de dinero negro centralizada en
Arabia Saudita.
A partir de 1982
se estableció en Peshawar donde puso en marcha la entidad Al Maktab ul-Khidamat
Mujahideen, una oficina de servicios a los mujaidines contratados para combatir
contra los soviéticos.
Con su cuartel general instalado en Peshawar, en donde se dictaban clases de
adoctrinamiento político y de estudio religioso, Bin Laden estableció
estrechos contactos con ramas islamitas nacionales, como la Jihad Islámica
egipcia Al Jihad Al Islami, y con organizaciones de dimensión transnacional,
como los Hermanos Musulmanes, el histórico movimiento islamista fundado en
Egipto en 1928.
De todo este
conglomerado de mujaidines a su mando, entre 12.000 y 20.000 hombres, y del
contacto con grupos integristas del exterior surgió en 1988 Al Qaeda (La
Base), convertida más tarde en la columna vertebral de los movimientos
terroristas islámicos que operan por cuenta de la CIA en Asia y Medio Oriente.
Sin tomar parte
casi en ningún combate, según la mayoría de sus biógrafos, la función de Bin
Laden consistió en acrecentar la financiación encubierta estadounidense y
saudita con fondos procedentes del tráfico de opio y morfina, y el
reclutamiento de miles de voluntarios árabes de otras nacionalidades,
como uzbecos soviéticos, moros filipinos o uigures de la región china de
Xinjiang.
Unos
35 mil extremistas musulmanes, provenientes de 40 países islámicos, se sumaron a
la lucha de Afganistán entre 1982 y 1992, entrenados y financiados por la red
encubierta del eje CIA-ISI-Arabia Saudita, y teniendo a Bin Laden como uno de
sus operadores centrales.
Según el
periodista especializado, Walter Goobar, de uno de los centros de reclutamiento
de Bin Laden en Brooklyn, los voluntartios pasaban a “La Granja”, nombre
con que se conocía en la jerga del espionaje a Camp Peary, un centro de
reclutamiento de la CIA en Virginia.
En “La Granja”, los reclutas musulmanes provenientes de todo el mundo
aprendieron las técnicas de sabotaje y de terrorismo dictadas por
oficiales y especialistas norteamericanos.
Entre sus
"egresados" más famosos se cuenta Ramzi Ahmed Yusuf, quien en la actualidad
cumple condena a cadena perpetua como principal implicado en el atentado contra
las torres gemelas el 11-S.
Otros
revistarían en el presente como miembros del
"estado mayor" de la organización Al Qaeda fundada por Bin Laden,
el guerrero de la CIA que hoy supuestamente se oculta en la zona de Pakistán que
fue devastada por el último terremoto que azotó Asia.
Las pantallas y los desplazamientos secretos de estas operaciones impedían que
la mayoría de los combatientes -salvo sus comandantes mayores- conocieran los
objetivos encubiertos que se montaban detrás de su causa religiosa.
En esta fase la CIA y su brazo de la inteligencia paquistaní estaban
concentrados en planes destinados a desestabilizar a los ex regímenes
socialistas en los Balcanes.
Tras la desaparición de la Unión Soviética las redes del terrorismo islámico,
incluída Al Qaeda, se habían extendido por las ex repúblicas musulmanas que
integraban la URSS antes de su desintegración.
El eje Talibán-Al Qaeda-Pakistán-Chechenia se solidificó y fue clave para
la construcción del régimen islámico radicalizado que imperaba en Afganistán
desde 1996.
EE.UU. comenzó a perder influencia sobre las redes islámicas que habían
tomado Afganistán en 1989 como base de despliegue para extender la guerra santa
a toda el Asia y Medio Oriente.
La CIA, con financiación encubierta de la mafia rusa ligada a la droga y
al contrabando de armas, comenzó a entrenar a los grupos antitalibanes nucleados
en la Alianza del Norte, que desestabilizaron al gobierno Talibán y
prepararon el terreno para la invasión militar.
Sin embargo, la Alianza del Norte también fue obra de
los servicios de inteligencia de Rusia y de los países que sostenían posiciones
contra el radicalismo talibán-checheno instalado en Kabul.
Los líderes guerrilleros islámicos se convirtieron en jefes de bandas armadas
que luchaban entre sí por el control de los negocios turbios que giraban
alrededor de la droga y el tráfico de armas, controlados secretamente por
la CIA y la ex burocracia corrupta del imperio soviético en los Balcanes.
Mientras que Arabia Saudita, Pakistán y Chechenia apoyaban y daban cobertura
logística a los talibanes; Irán, Rusia, India y cuatro repúblicas de Asia
Central -Kazajstán, Uzbekistán, Kirguizístán, Tajikistán- sostenían
abiertamente a la Alianza del Norte que intentaba derrocar al gobierno de
Kabul.
La administración Clinton y el Pentágono, a mitad de los 90, se habían propuesto expulsar a
la conexión Talibán-Al Qaeda-Chechenia del control de Afganistán.
Su independencia de poder y los planes propios que tenían para el mundo
islámico, los hacía inviables para la geopolítica de EEUU en la región.
Con la desaparición de la
Unión Soviética, a principios de los 90, las formaciones de mujaidines que
habían servido para combatir y desestabilizar a la URSS durante las
administraciones de Reagan y Bush padre, habían perdido su razón de ser
funcional.
De esta manera se dividió y se rompió la coalición islámica que expulsó a
los soviéticos de Afganistán.
Tras la derrota de la Unión Soviética en Afganistán la sociedad de la CIA
con los grupos fundamentalistas islámicos entró en
contradicción.
Una parte de la Jihad (caso del eje Talibán-Al Qaeda-Chechenia) intentó
construir poder propio al margen de los intereses económicos y
geopolíticos de Estados Unidos a partir de tomar el gobierno de Afganistán.
La CIA, que permanecía infiltrada, tanto en la Alianza del Norte como en el
régimen talibán, por medio de la inteligencia pakistaní, comenzó a diseñar la
operación que culminaría con la invasión militar norteamericana a Afganistán
tras la voladura de las Torres Gemelas.
El gobierno fundamentalista de los talibanes -con Bin Laden como virtual
ministro de Defensa- terminaría en el 2001 a causa de las múltiples operaciones
de la CIA sobre los enemigos internos y externos de los talibanes, que culminó
con la invasión militar norteamericana a Afganistán.
Y cuyo factor de desenlace principal fue el apoyo de Pakistán y de su
estructura de inteligencia a la invasión militar contra el régimen talibán, tras los atentados del
11-S en Nueva York
El 11-S y el
terrorismo "tercerizado de la CIA"
Para el profesor
Michel Chossudovsky los
ataques del 11 de septiembre no fueron un acto de "terrorismo individual"
organizado por una célula aislada de Al Qaeda, sino que más bien fueron parte de
una operación coordinada de inteligencia militar, que surge del servicio
secreto paquistaní (ISI).
Dice el profesor Michel Chossudovsky, de la Universidad de Ottawa:
"Según el
informe de inteligencia del gobierno de India los perpetradores de los ataques
del 11 de septiembre tenían vínculos con el ISI paquistaní, el cual a su vez
tiene vínculos con agencias del gobierno estadounidense. Lo que esto sugiere es
que personas clave dentro de la institución de la inteligencia militar
estadounidense podrían haber sabido de los contactos del ISI con el líder del
grupo terrorista del 11 de septiembre, Mohamed Atta, y no actuaron".
Según
Chossudovsky,
el jefe de
los espías paquistaníes, el teniente general Mahoud Ahmad, "estaba en Estados
Unidos cuando los ataques ocurrieron", y según informó entonces The
New York Times, "dio la casualidad de que estaba por acá en una habitual visita
de consulta".
Al examinar los supuestos
vínculos entre los terroristas y el ISI, debe comprenderse que el teniente
general Mahmoud Ahmad, como cabeza del ISI, tenía un "nombramiento aprobado por
Estados Unidos", apunta el profesor.
Como líder de la inteligencia
paquistaní desde 1999,
estaba en relación con sus contrapartes en la CIA, la Agencia de Inteligencia de
Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) y el Pentágono.
También hay que tener en
cuenta que el ISI paquistaní se mantuvo, desde el fin de la guerra fría hasta
ahora,
como la base de despegue para las operaciones encubiertas de la CIA en el Cáucaso, Asia
Central y los Balcanes", señala
Chosudowsky ".
Ralph Shoenman, activista y autor
estadounidense, en una entrevista en La Jornada, en enero de 2002,
afirma que
"los eventos del 11 de
septiembre reflejan una operación que fue anticipada y prevenida por agencias de
inteligencia de distintas partes del mundo".
"De
hecho, las circunstancias del 11 de septiembre reflejan claramente lo que se
denomina un stand down (es decir que deliberadamente se bajó la
guardia) de la fuerza aérea,
porque los edificios fueron atacados en Nueva York una hora y quince minutos
antes del ataque al Pentágono", apunta.
Para Shoenman
"la gente que se encargó de
obtener un departamento, proveer los fondos y rentar la camioneta resultó ser la Mossad. Ese
atentado fue una operación del FBI y la Mossad y este es el
fondo de la operación del 11 de septiembre".
Por
su parte, el ex
ministro de Defensa de Alemania,
Andreas von Bulow, durante una entrevista en el programa radial
de Alex Jones señaló:
"Osama
Bin Laden, como Al Qaeda, como el Taliban, incluso
Saddam Hussein, todos son
figuras que en tiempos anteriores fueron captados por la CIA".
"Así probablemente ellos han sido reciclados en el sistema como los tipos
malos. Antes, ellos fueron los tipos buenos que sacaban a Rusia de
Afganistán y se ocupaban de esto, consiguiendo así el dinero. Y
ahora son pagados para ser usados como los tipos malos",
afirma ex titular de la Defensa alemana.
Un informe de la Oficina del Inspector General del
FBI, difundido el 9 de junio de 2005, revela por
primera vez como la CIA encubrió datos y protegió la
presencia de dos de los autores del 11-S, antes de los
ataques, dando nuevos indicios de que detrás de los
atentados estuvo la "mano negra" del poder norteamericano.
El estudio interno del FBI provee varias revelaciones importantes acerca de como
la CIA y el resto de las agencias de inteligencia estadounidenses ignoraron y
aún suprimieron las advertencias en el período que se prepararon los ataques
contra las torres y el Pentágono.
El
capítulo más
probatorio en el informe del Inspector General del FBI está
relacionado con Khalid al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, dos de los presuntos secuestradores del
11-S quienes vivieron la mayor parte del 2000 y 2001 en el área de San Diego.
De
acuerdo al informe del FBI:
"...ellos no intentaron esconder sus identidades.
Usando los mismos nombres de sus documentos de viaje y con algún contacto, al
menos, en la comunidad de inteligencia, alquilaron un departamento,
obtuvieron su licencia de conducir del Departamento de Vehículos del estado de
California, abrieron una cuenta bancaria y recibieron tarjetas de crédito. Compraron y usaron
automóviles y seguros, tomaron lecciones de vuelo en una
escuela local, y obtuvieron un teléfono figurando el nombre de Hazmi en la guía".
Según el documento del FBI, los
secuestradores de los aviones que impactaron en las Torres Gemelas
no se manejaban como ocultos
conspiradores, tratando de evadir al más poderoso aparato
de espionaje del mundo, sino como personas indiferentes a las amenazas a su
seguridad, lo que da la pauta de que la CIA los tenía bajo control.
Según un informe aparecido en The New
York Times, que citaba como fuente un antiguo miembro de los servicios de
inteligencia de defensa y un representante republicano en el Congreso, más de un año antes del 11-S, una unidad militar de inteligencia identificó al
supuesto jefe de los secuestradores de aviones del 11-S, Mohamed Atta, y a otros tres
"terroristas" como posibles miembros de una
célula de Al Qaeda operativa en Estados Unidos.
En el verano de 2000, el equipo militar preparó un informe que incluía
fotografías de los cuatro hombres y recomendó al Comando de Operaciones
Especiales Militares compartir la información con la Oficina Federal de
Investigación (FBI), según afirmaron el congresista Curt Weldon y el ex
miembro de la inteligencia, quien habló bajo condición de anonimato. La
recomendación fue rechazada.
El arsenal de pruebas sobre la
vinculación de los grupos operativos islámicos que secuestraron los aviones con
la CIA suma decenas de informes y miles de páginas, que de citarlos
habría que construir un sitio especial.
Los "eslabones celulares" y el 7-J en
Londres
A
la luz de la experiencia, los expertos señalan que en las operaciones del
terrorismo "tercerizado" de la CIA es común que actúen varios grupos
operativos infiltrados, sin conexión entre sí, pero que responden a la
consecución de un mismo objetivo terrorista impidiendo que
aparezca el verdadero organizador y beneficiario.
Según lo que se desprende de las
distintas investigaciones sobre los grupos operativos del 11-S en Nueva
York, 11-M en Madridy el 7J en Londres, toda la metodología de reclutamiento,
entrenamiento y preparación de los ataques terroristas está "tercerizada" y sus
verdaderos objetivos son desconocidos por sus ejecutores, quienes actúan
motivados principalmente por el dinero que reciben y no por convicción
religiosa.
Aunque en algunos casos -así lo
reconocen los especialistas- la alienación religiosa pudo (y puede) jugar algún
papel gravitante en los grupos infiltrados.
De cualquier manera, la conformación
"celular" de los grupos operativos terroristas, donde cada integrante solo se
conecta con el resto por medio de su "control" (un agente encubierto de la CIA)
hace imposible que los ejecutores de los ataques conozcan la planificación
general y el verdadero objetivo de los mismos.
Curiosamente, y como generalidad, los
mercenarios que ejecutan los atentados sólo descubren la dimensión de su "obra"
destructiva por la televisión.
Y esto sucede por el carácter cerrado
y "celular" de las operaciones terroristas de la CIA, donde cada parte no se
comunica con la otra, aunque el efecto funcional de las piezas arrojan un
"resultado general".
Según el sitio web
Prison Planet,
una agencia de consultoría (supuestamente vinculada con el gobierno británico)
estaba ejecutando un ejercicio que simulaba un ataque con explosivos en el tren
subterráneo de Londres exactamente en el mismo momento y en el mismo área donde
sucedían los ataques terroristas del 7-J en Londres.
En una entrevista en la radio BBC 5
que fue emitida en la tarde de ese día 7, el conductor entrevistó a Peter
Power, Director Gerente de
Visor Consultants.com,
que factura como una compañía asesora en "manejo de crisis".
Peter Power es un ex un oficial de
Scotland Yard, que se desempeñó alguna vez en la sección Anti-Terrorista Rama.
Power le dijo al conductor del
programa que en el momento exacto que sucedían las explosiones de Londres, su compañía estaba ejecutando un gran ejercicio con 1,000 personas que ponía
como escenario ataques al tren subterráneo de Londres, en la misma zona y en el
momento exacto que que sucedían los ataques en la vida real.
Según Prison Planet, el ejercicio comprendía varias metas diferentes. Entre
ellas, llevar a cabo la operación sin que el gran despliegue del servicio de
seguridad se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, y luego, si eran
capturados durante el ataque o después de este con cualquier evidencia
incriminatoria, ellos podrían demostrar que formaban parte del el ejercicio.
Prison Planet parangona el hecho sucedido el 7-J en Londres con lo que sucedió
en la mañana del 9/11/2001, durante los ataques terroristas en Nueva York cuando
una agencia del gobierno controlada por la CIA estaba llevando a cabo
ejercicios de volar aviones secuestrados contra el WTC y el Pentágono, a las
8:30 de esa mañana.
Los gran cantidad de "puntos" en las pantallas del NORAD (la Comandancia de Defensa Aerospacial Norteamericana por sus siglas en
inglés) que desplegaron tanto
los aviones realmente secuestrados como los aviones de los simulacros, explican
por qué los confusos informes de prensa surgidos horas después del ataque
señalaban que eran por lo menos 8 los aviones secuestrados.
Para Prison Planet, las bombas de Londres tienen la misma firma que las bombas
de Madrid del 11 de marzo de 2004. Ambos atentados explosivos son similares al
atentado explosivo en Bolonia en 1980 que asesinó a más de 80 personas.
El nivel de alerta de terrorismo de Londres se bajó antes que los ataques
explosivos del 7-J tuvieran lugar. Esto proporcionó una protección extra a
los perpetradores para planear y ejecutar el ataque sin tener que evadir una
seguridad más severa, apunta el informe.
Los simulacros de ataque en el tren subterráneo de Londres, realizados
paralelamente a los atentados reales, fueron usados como el soporte
alternativo de encubrimiento para llevar a cabo el ataque (se utilizaron los
argumentos del simulacro para desactivar las alertas de seguridad durante
los taques reales).
Esto demuestra, como sostienen los expertos, que en cada ataque de Al Qaeda, el
terrorismo "tercerizado" diversifica las operaciones en compartimentos celulares
que no se tocan entre sí.
La trama mediática
Todo el proceso de
terrorismo mediático con Al Qaeda y Bin Laden , desde el 11-S en adelante, se
desarrolló en los medios de comunicación, principalmente en las cadenas
televisivas, que trasmiten en vivo las imágenes de destrucción que a través de
un ida y vuelta -feed baack- generan masivamente la psicosis terrorista a
escala planetaria.
Sin la
"globalización de la imagen", a Washington y la CIA les hubiera sido
imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico "enemigo número uno de la
humanidad" tras la voladura de las Torres Gemelas, iniciando así la era de la
utilización del terrorismo mediatizado como estrategia y sistema avanzado de
manipulación y control social.
De esta manera, las
operaciones terroristas de la CIA con Al Qaeda, con sólo cuatro bombas detonadas
sincronizadamente a distancia (como ocurrió en Londres) pueden multiplicar
infinitamente (casi como una bomba nuclear) los efectos políticos y sociales
de la destrucción por medio de la difusión mediática manipulada y nivelada
masivamente para todo el planeta.
El proceso de
"miedo al terrorismo" es alimentado a su vez por las grandes agencias y
cadenas internacionales que se encargan de difundir por todo el planeta, y como
si fuera una novela de espionaje, versiones, trascendidos, comunicados,
cartas, videos con nuevas amenazas, "información secreta" sobre grupos
terroristas, pistas "árabes", etc., etc., cuya usina matriz, en la mayoría de los casos, se
encuentra en los sótanos de planificación de la CIA o del resto de la estructura
de inteligencia norteamericana, o israelí.
Esta situación
particular del "terrorismo mediático" como arma de manipulación política y
social determina que sus causas y objetivos sólo puedan ser leídos en el plano
mediático, y no en el marco del análisis político o estratégico convencional.
El 7-J en Londres sirvió para
reinstalar nuevamente la "guerra contraterrorista" en el centro de la escena
mundial, manipular gobiernos con "planes antiterroristas", y mantener latente el
"terrorismo de Al Qaeda" como una carta en la manga a sacar cuando la coyuntura
internacional (o local) lo requiera.
El libreto con el 7-J fue casi
lineal al desarrollado tras los ataques del 11-M en Madrid: cacerías
encarnizadas de musulmanes, "psicosis terrorista" recorriendo Europa, gobiernos
embarcados en "planes contraterroristas", "pistas árabes", supuestos
participantes apresados o en la mira, paranoia sin fin amplificada noche y día
por las cadenas internacionales, amenazas de "nuevos ataques", y los
habituales megaoperativos de control y alertas de "máxima seguridad" que
confieren más dramaticidad al clima de "miedo al terrorismo".
En síntesis, en este
circuíto perverso de mercado, oferta y ganancia capitalista, hay que
encontrar la razón de la existencia del "terrorismo de Al Qaeda", y su inmediata
contrapartida: la "guerra contraterrorista" con la que Washington justifica sus
invasiones imperialistas, de las que luego se benefician económicamente sus
corporaciones y consorcios financieros transnacionales.
De esta
manera,
queda en claro que las acciones de Al Qaeda, un
monstruo de mil cabezas
inventado por la CIA, y sobre cuyas redes y entramado logístico no existe
información verificable y confiable, sólo
se las puede evaluar con un adecuado análisis y procesamiento que empiece por lo
particular y termine por lo general, o sea
por el
"beneficiario principal"
de las acciones terroristas de Al Qaeda.
Y queda en claro
también, que el promocionado "fundamentalismo militar" de Bush, su
mediatizada "obsesión" con la "guerra contra el terrorismo", no es nada
más que una cáscara encubridora de un monumental negocio y saqueo capitalista
de recursos estratégicos montado sobre una aceitada maquinaria mediática de
manipulación psicológica y aprovechamiento militar-económico de las amenazas
y los ataques terroristas.
La lógica del
"nuevo enemigo" de EEUU, identificada con el terrorismo tras el 11-S, se
articula operativamente a partir de la "guerra antiterrorista", una
estrategia de dominio imperial-militar que compensa la desaparición del "enemigo
estratégico" en el campo internacional de la Guerra Fría: la Unión Soviética.
De manera tal, que
la "guerra contra el terrorismo" no es un "capricho" pasajero de Bush",
sino una política de Estado del Imperio norteamericano, y una estrategia central
en el marco de la expansión y de las ganancias del capitalismo transnacional,
más allá de quien ocupe eventualmente el sillón de la Casa Blanca.
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