Develando
por primera el uso del "terrorismo" como herramienta de Estado (revelado
en infinidades de informes considerados hasta ahora como "conspirativos"), Tom
Ridge, afirma que fue presionado por altos funcionarios de la Casa Blanca para
que elevara el nivel de la alerta nacional antes de las elecciones
presidenciales de 2004 para favorecer la reelección de George W. Bush.
Ridge relata que, como se negó a
hacerlo, lo convencieron de que había llegado la hora de renunciar al cargo (como
efectivamente lo hizo).
Estas confesiones aparecen en el
nuevo libro de Ridge "La prueba de nuestro tiempo: Estados Unidos
asediado... y cómo podemos estar nuevamente seguros" (The Test of Our
Times: America Under Siege ... and How We Can Be Safe Again) que saldrá a la
venta el 1° de septiembre. próximo
En el libro Ridge cuenta que pese a los pedidos del ex secretario de Defensa,
Donald H. Rumsfeld, y del entonces secretario de Justicia John Ashcroft, él se
opuso a elevar el nivel de alerta y, finalmente, no fue elevado, aunque le costó
el cargo.
Semanas antes de las elecciones habían sido difundidas dos grabacioness de
Al-Qaeda:
una con Osama Bin Laden y la otra con un hombre llamado "Azzam el
estadounidense''.
La CIA -como lo hace siempre-
reconoció la "autenticidad" de las amenazas y "reveló" que
detrás de la "conexión terrorista" se encontraba, Adam Gadahn, alias "Azzam el
estadounidense'' un californiano de 26 años buscado intensamente por el FBI.
El aumento de la "alarma
terrorista" en EEUU poco antes de las presidenciales de 2004 pretendía influir en los resultados y favorecer a George W. Bush, afirma Ridge en su
libro.
Bush y el candidato contrincante demócrata John Kerry -señala- estaban muy
igualados en las encuestas y los funcionarios claves de Bush afirmaban que
el video de Bin Laden, incluso sin elevar el nivel de alarma, contribuiría a una
victoria final de Bush por un resultado abrumante.
Pese a todo se tomaron grandes prevenciones de seguridad en edificios públicos y
en lugares claves de Nueva York, lo que ayudó a recrear el "clima terrorista"
que lo llevó a Bush a ganar las elecciones y ser reelecto en el cargo
presidencial.
En pleno despliegue del aparato de
seguridad para prevenir el "ataque terrorista", Ridge renunció el 30 de
noviembre del 2004.
Terrorismo de Estado imperial
Desde el punto de vista geopolítico y
estratégico, el "terrorismo" no es un objeto diabólico del fundamentalismo
islámico, sino una herramienta de la Guerra de Cuarta Generación que la
inteligencia estadounidense y europea vienen utilizando (en Asia y Europa) para
mantener y consolidar la alianza USA-UE en el campo de las operaciones, para
derrotar a los talibanes en Afganistán, justificar acciones militares
contra Irán antes de que se convierta en potencia nuclear, y generar un
posible 11-S para distraer la atención de la crisis recesiva mundial.
A nivel geoeconómico se registra otra
lectura: Si se detuviera la industria y el
negocio armamentista centralizado alrededor del combate contra el "terrorismo"
(hoy alimentado por un presupuesto bélico mundial de US$ 1,460 billones)
terminaría de colapsar la economía norteamericana que hoy se encuentra en
una crisis financiera-recesiva de características inéditas.
Esta es la mejor explicación de
porqué Obama, hoy sentado en el sillón de la Casa Blanca, ya se convirtió en el
"heredero forzoso" de la "guerra contraterrorista" de Bush a escala
global.
La misma interpretación se puede
inferir para las potencias de la Unión Europea que adhieren a los planes
globales de la "guerra contraterrorista", así como para China, Rusia y las
potencias asiáticas cuyos complejos militares facturan miles de millones con
armas y tecnología destinadas al combate contra el "terrorismo".
Como
se sabe, los "planes contraterroristas" son el principal rubro de facturación
de los presupuestos armamentistas a escala global y conforman la mayor tasa
de rentabilidad de las corporaciones de la guerra que giran alrededor de los
complejos militares industriales de EEUU, Europa y Asia.
Este escenario, con las potencias
centroasiáticas (que compiten por áreas de influencia con el eje USA-UE)
adhiriendo a la "guerra contraterrorista" liderada por EEUU, marca con claridad
como Al Qaeda y Bin Laden (un invento histórico de la CIA) ensambla en un
solo bloque al sistema capitalista más allá de sus diferencias sectoriales.
Y esto reafirma una tendencia ya
probada: La "guerra contraterrorista" no es una política coyuntural de Bush y
los halcones neocon, sino una estrategia global del Estado imperial
norteamericano diseñada y aplicada tras el 11-S en EEUU, que ya tiene una
clara
línea de continuidad con el gobierno demócrata de Obama.
La "simbiosis" funcional e
interactiva entre Bush y Al Qaeda tiñó ocho años claves de la política imperial
de EEUU. A punto tal, que a los expertos les resulta imposible pensar
al uno sin el otro.
Durante ocho años de gestión, Bin
Laden y Al Qaeda se convirtieron casi en una "herramienta de Estado" para
Bush y los halcones neocon que convirtieron al "terrorismo" ( y a la "guerra
contraterrorista") en su principal estrategia de supervivencia en el poder.
Hay suficientes pruebas históricas
en la materia: El 11-S sirvió de justificación para las invasiones de
Irak y Afganistán, el 11-M en España preparó la campaña de reelección de
Bush y fue la principal excusa para que EEUU impusiera en la ONU la tesis de
"democratización" de Irak legitimando la ocupación militar, el 7-J en
Londres y las sucesivas oleadas de "amenazas" y "alertas rojas" le
sirvieron a Washington para instaurar el "terrorismo" como primera hipótesis de
conflicto mundial, e imponer a Europa los "planes contraterroristas" hoy
institucionalizados a escala global.
Decenas de informes y de
especialistas -silenciados por la prensa oficial del sistema- han
construido un cuerpo de pruebas irrefutables de que Bin Laden y Al Qaeda son
instrumentos genuinos de la CIA estadounidense que los ha utilizado para
justificar las invasiones a Irak y Afganistán y para instalar la "guerra
contraterrorista" a escala global.
La "versión oficial" del 11-S
fue cuestionada y denunciada como "falsa y manipulada" por un conjunto de ex
funcionarios políticos y de inteligencia, así como de investigadores tanto de
EEUU como de Europa, que constan en documentos y pruebas presentados a la
justicia de EEUU que nunca los investigó aduciendo el carácter "conspirativo"
de los mismos (Ver:
Documentos e informes del 11-S. /
Al Qaeda y el terrorismo "tercerizado" de la CIA
/
La CIA ocultó datos y protegió a los autores del 11-S /
Ex ministro alemán confirma que la CIA estuvo implicada en los atentados del
11-S
/
Informe del Inspector General del
FBI: Más evidencias de complicidad del gobierno con el 11-S
/
Atentados del 11-S: 100 personalidades impugnan la versión oficial
)
El aparato de la prensa sionista
internacional, a pesar de su marcada tendencia "anti-Bush", jamás se hizo eco de
estas investigaciones y denuncias que se siguen multiplicando, mientras que sus
analistas sólo toman como valida la "versión oficial" instalada en la
opinión pública a escala global.
El establishment del poder demócrata
(que ejerce la alternancia presidencial con los republicanos en la Casa Blanca)
jamás mencionó la existencia de estas investigaciones y denuncias en una
complicidad tácita de ocultamiento con el gobierno de Bush.
Simultáneamente, y durante los ocho
años de gestión de Bush, los demócratas no solamente avalaron las invasiones de
Irak y de Afganistán y votaron todos los presupuestos de la "guerra
contraterrorista", sino que también adoptaron como propia la "versión
oficial" del 11-S.
Este pacto de silencio y de
encubrimiento entre la prensa y el poder imperial norteamericano preservó
las verdaderas causas del accionar terrorista de Bin laden y Al Qaeda, cuyas
"amenazas" periódicas son publicadas sin ningún análisis y tal cual la
difunden el gobierno y sus organismos oficiales como la CIA y el FBI