Esta
es la razón principal que impulsa una guerra intercapitalista (por ahora
larvada) entre el eje de potencias emergentes, por un lado, y el eje de las
potencias hegemónicas occidentales, por el otro.
Los países que concentran recursos
estratégicos esenciales para la supervivencia de la civilización capitalista
(como es el caso de Irán y de las naciones petroleras del mundo islámico) van a
ser el teatro de operaciones de esos conflictos que hoy permanecen
latentes y a la espera de un detonante.
Este escenario (con desenlace en
un corto plazo) convierte a Irán en un país clave para el futuro inmediato
del sistema capitalista donde las potencias buscan posicionarse para
supervivir en un planeta donde el petróleo y los recursos estratégicos se
agotan.
Un nuevo estallido militar de la guerra energética, tanto en el Cáucaso (con
Rusia como protagonista) como en Medio Oriente va a tener a Irán como un
protagonista central.
Por las líneas geopolíticas de
Irán, se trasmiten y retransmiten los teatros de conflicto que atraviesan la
escala comprendida entre Eurasia y Medio Oriente, cuyos desenlaces impactan
directamente en las fronteras energéticas ubicadas entre el Mar Caspio y el
Golfo Pérsico, las llaves estratégicas del petróleo y la energía mundial.
Irán, un
gigante que comparte fronteras con Irak, Turquía,
Afganistán y Pakistán, que limita al noreste con el Mar Caspio
y toca al suroeste sus fronteras con el Golfo Pérsico, se convierte en la
caja de resonancia estratégica de cualquier conflicto que estalle en el
Cáucaso o en los corredores euroasiáticos del gas y petróleo.
Tanto Pakistán (un gigante islámico
con poder nuclear) y Afganistán (dominado por un conflicto armado con los talibanes) conforman una llave estratégica para el dominio y control militar del llamado "triángulo petrolero" (Mar Negro-Mar
Caspio-Golfo Pérsico), donde se concentra más del 70% de la producción petrolera y gasífera mundial, un elemento clave para la supervivencia futura de las
potencias capitalistas del eje USA-UE.
Irán, que controla el
Estrecho de Ormuz, por donde pasa el 40% de la producción mundial petrolera,
además -con su posibilidad de tener un bomba nuclear- pone en peligro la supervivencia del Estado de Israel y la
supremacía del control económico, geopolítico y militar estratégico del poder
imperial USA-UE en la decisiva región del Medio Oriente y del Golfo Pérsico.
Así como Rusia representa para el eje
USA-UE la
"barrera" geopolítica y militar a vencer para la conquista de Eurasia y de sus
recursos energéticos (vitales para la supervivencia futura del eje USA-UE), Irán
es la piedra que hay que remover para complementar el control sobre las rutas y las reservas energéticas del Medio Oriente.
En estas líneas matrices,
y
no como resultante de una disputa electoral, hay que buscar la resolución de la
trama y el desenlace del conflicto iraní que la prensa internacional y sus
analistas presentan como una pelea electoral en "fundamentalistas" y
"reformistas".
En
Irán (a diferencia de lo que informa y analiza la prensa del sistema) no hay un
enfrentamiento por un resultado electoral, sino que se utiliza el resultado
electoral para dirimir un conflicto más profundo que, por su importancia
estratégica, trasciende las fronteras de Irán.
En el tablero iraní (como razón de
fondo) se disputa una proyección de la guerra energética trasladada al escenario
del poder interno que controla la República Islámica de Irán.
Las coordenadas de la
desestabilización y el enfrentamiento con la "protesta social" no parten de la
sociedad iraní dividida -como el resto del planeta capitalista- en ricos y
pobres, sino que forma parte de una guerra entre dos facciones del poder
teocrático con visiones contrapuestas en el plano internacional.
Pongamos blanco sobre negro: El
que controla el poder en Irán, controla las decisiones y el alineamiento
internacional del gigante islámico en el teatro de la guerra
intercapitalista por el petróleo y los recursos estratégicos.
Y hoy, ese poder está en manos de los ayatolas de Jameini (el máximo Guardián de la
Revolución Islámica), que
plantean un abierto desafío a la supervivencia del eje occidental sionista
EEUU-Unión Europea-Israel.
Por lo tanto, y por razones
obvias, cualquier movimiento de desestabilización interna del actual régimen
iraní y del gobierno administrado por Ahmadineyad (como el que se ejecutó con
las protestas callejeras) impacta en beneficio de EEUU y de las potencias
occidentales que intentan que las decisiones pasen a manos de sus aliados
pro-occidentales internos.
En ese marco, la "revolución
reformista" que se proyecta desde los sectores políticos y
universitarios vinculados a una estrategia de "occidentalización" de Irán, se
motoriza y sustenta desde un sector "pragmático" del poder teocrático de los
ayatolas (encabezado por Rafsanayani) que impulsa la inserción de Irán dentro del
"orden internacional" controlado por EEUU y las potencias hegemónicas del sistema capitalista.
De manera tal, que la operación
del eje USA-UE (utilizando como "caballo de troya" a un sector del poder y de la
población iraní) no responde al esbozo de una teoría conspirativa sino a un
emergente lógico de la batalla por el control de las decisiones estratégicas
del estado islámico dentro del contexto de la "guerra energética".
En la actual estructura del poder
iraní dominado por los ayatolas de Jamenei -y como ya está demostrado por el
proceso histórico- son casi nulas las posibilidades de apertura y de una
salida negociada del conflicto de Irán con las potencias del eje capitalista
USA-UE.
Tampoco se presentan condiciones
objetivas para una apertura irrestricta del mercado iraní a los bancos,
corporaciones trasnacionales y petroleras que disputan en el centro de la guerra
intercapitalista por los recursos estratégicos del planeta.
Por lo tanto, las posibilidades de
revertir las decisiones políticas y militares "anti-occidentales" del Irán
controlado por el régimen teocrático en manos de los Guardianes de
Jamenei, también son casi nulas por la propia dinámica de los intereses
estratégicos que persiguen.
En resumen,
en el tablero iraní no
hay un conflicto político-electoral por el control del gobierno, sino una
guerra por el control de las decisiones internacionales del Estado Iraní.
De como se resuelva esa guerra en
el escenario interno, dependerá el desenlace y la resolución de los conflictos
militares latentes en Eurasia y Medio Oriente, las llaves estratégicas que abren
o cierran la posibilidad del estallido de una tercera guerra mundial
intercapitalista.
Como se puede apreciar, Irán es
algo más que un enfrentamiento electoral entre "fundamentalistas" y
"reformistas" como lo presentan los analistas (ignorantes
estratégicos) de la prensa
internacional utilizados como piezas de la guerra psicológica por la CIA y los
servicios occidentales.
En resumen, por las líneas
fronterizas de Irán hoy se escriben a corto plazo los ejes matrices y las
coordenadas de un
desenlace internacional de la guerra intercapitalista por el petróleo y los
recursos estratégicos.
"Reformistas" y "fundamentalistas"
son solo piezas funcionales de ese tablero en Irán.
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Informes complementarios: