"El enemigo usa la manipulación y la
provocación para actuar contra nosotros”, anota la reportera de la revista
alemana Spiegel. Son las
palabras de Tatjana, una joven rusa. Con sólo 22 años y en un país que se
esfuerza por validar ante Occidente su condición de democrático, Tatjana habla
del “enemigo”. De los “enemigos” de su patria.
Tatjana
pertenece a Nashi, que significa “los nuestros”, un grupo organizado de
jóvenes de entre 16 y 26 años cercanos al Kremlin: los cachorros de Vladimir
Putin. Mientras que las manifestaciones de la oposición son duramente
reprimidas, cuando Los Nuestros salen a la calle, la policía se retira.
Los Nuestros enarbolan el principio de la “democracia soberana” acuñada por
Rusia Unida, el partido de Putin. Los Nuestros están en contacto directo vía
telefónica con el Kremlin, por si tuvieran que avisar al Gobierno de algún
indicio de revolución. Los elegidos entre Los Nuestros, 10.000 jóvenes, pasan
el verano en un campamento en el que aprenden todo lo que necesitan saber
sobre el mejor modo de servir a la Gran Rusia.
Nadie cuestiona a la madre patria
En las calles del campamento de verano cuelgan las imágenes de los líderes de
la oposición: miembros de La Otra Rusia, como el que fuera campeón mundial de
ajedrez, Gary Kaspárov, vestidos como prostitutas. Ellos son los enemigos de
los que Tatjana le hablaba a la periodista alemana. “Malignos” son también el
estadounidense George Bush y la ucraniana Yulia Timoshenko, y todos los que
desde el área ex soviética se presenten hoy ante Rusia con excesiva seguridad
en sí mismos.
Al fin y al cabo, el concepto de la “democracia soberana” no fue más que la
respuesta nacionalista del Kremlin a la pérdida de influencia de Moscú tras
las revoluciones de Georgia en 2003 y de Ucrania en 2004. Y Los Nuestros creen
firmemente en la grandeza de su nación y en el derecho a que nadie la ponga en
duda.
Hace unos meses, Rusia y Estonia vivieron un duro enfrentamiento a causa de un
monumento de la época soviética que el Gobierno estonio había ordenado retirar
de las calles de su capital. La presión de Los Nuestros a las instalaciones
diplomáticas estonias en Moscú, ante la inoperancia de la policía, fue tal que
el Gobierno de Tallín decidió enviar a su embajadora de vacaciones: una
victoria para Los Nuestros, festejaron los jóvenes.
Para Rusia en cuerpo y alma
En algunos campamentos, Los Nuestros reciben formación militar propiamente
dicha. Pero el que los congrega estos días a las orillas del lago Seliguer, en
el noroeste de Rusia, tiene como objetivo el espíritu. Discusiones,
conferencias, visitas de renombrados miembros de Rusia Unida, de cargos del
Gobierno, clases de historia, de sociología, ayudan a formar a los chicos. Un
teatro de títeres en el que se parodia a la oposición sirve para relajar la
mente.
Pero el cuerpo también es importante, eso ya lo sabían los viejos romanos. En
el campamento, Los Nuestros se levantan a las ocho de la mañana y antes de
empezar el día, los chicos corren 10 kilómetros y las chicas hacen una hora de
aerobic. Todos ellos uniformados, idénticos los unos a los otros.
El alcohol está prohibido a las orillas del lago Seliguer, el tabaco también.
Con un chip implantado en la insignia de Los Nuestros, los jóvenes están
controlados en todo momento. El deporte es obligatorio, así como la asistencia
a las actividades del día.
Para los chicos de la nueva Rusia esto no supone ningún esfuerzo: es su regalo
a la patria. También tendrán hijos para mantenerla joven y fuerte, algunos
incluso se han comprometido con ella a ofrecerle por lo menos 10 retoños. Y la
protegerán: de cualquiera que quiera humillarla o venderla, como pretende la
oposición a Putin.
Los Nuestros se mantienen alerta. Son los ojos y los oídos del Kremlin entre
la juventud: se hablan de tú con los miembros de Rusia Unida y el Gobierno les
ha repartido tarjetas de teléfono móvil para que puedan localizar a su cúpula
política en todo momento. “La gente tiene que saber qué hacer para defender a
la patria en caso de que la televisión y la radio no funcionen. Nos estamos
preparando para defendernos de una posible revolución pro occidental”, explica
Tatjana.