Obama,
Chávez, y el "doble discurso" en América Latina).
Las cámaras de la
televisión internacional registraban insistentemente los gestos de servidumbre y
de sumisión que expresaban los presidentes latinoamericanos (gerentes de enclave de
las trasnacionales capitalistas) ante la presencia del jefe imperial sentado y
participando como "uno más" del grupo.
El tiempo, como siempre, nos dio la razón: Obama, a más de tres meses
de instalado en la Casa
Blanca, ya ha demostrado ser una continuidad de Bush en los temas
que revisten mayor importancia interna y externa para los intereses
estratégicos de EEUU.
Desde el punto de vista de la
realidad estratégica imperial, el nuevo orden mundial "multilateral" proclamado
por Obama sólo se trata de ilusionismo fabricado para incautos.
La construcción conceptual y
discursiva de un EEUU "automoderado" que rompe con la "unilateralidad
militarista" de la era Bush, ya choca con la realidad de la gestión de Obama en
la Casa Blanca.
"Asombrados", sus apologistas y
creyentes de la izquierda, ven ahora como Obama ordena -sin miramientos-
masacres militares en Afganistán y Pakistán, retoma las políticas de masacre
israelí en Gaza, reanuda las amenazas y las sanciones contra Irán, reafirma la
"guerra contraterrorista" como base fundante de la política exterior de EEUU,
reanuda (por medio de las provocaciones de la OTAN) la guerra energética con
Rusia en Eurasia, y vuelve para atrás sus promesas de terminar con los juicios
militares a "terroristas" en Guantánamo, o de juzgar a los "torturadores" de la
CIA, su mayor bandera de seducción para captar a los sectores "progresistas".
Durante
sus primeros 90 días de gobierno, y mientras reafirmaba en sus discursos la
"renuncia de EEUU a su rol de potencia imperial dominante", Barack Obama
decidió
profundizar la ocupación militar enviando más tropas a Afganistán, elevar el
presupuesto militar estadounidense a niveles récord, e imponer (a través del
G-20 y el FMI) un nuevo plan de endeudamiento para hacer pagar la crisis
financiera imperial a los pueblos de Asia, África y América Latina.
Después de un bombardeo
norteamericano que asesinó a 147 civiles en Afganistán, Barack Obama se reunió el miércoles de la semana pasada con
los presidentes títeres de
Pakistán, Asif Ali Zardari, y de Afganistán, Hamid Karzai, para coordinar de
forma tripartita lo que definieron como "la lucha contra Al Qaeda y sus
aliados extremistas".
De acuerdo con lo que muchos ya
llaman la "nueva doctrina Obama" (que en realidad es la vieja doctrina
Bush) Washington impulsa como principal objetivo que Afganistán y Pakistán se
unan en la guerra contra Al Qaeda y los talibanes y que lo mejor es ayudarlos a
que "cooperen entre ellos".
"La confianza que se necesita para
que esta relación (entre Pakistán y Afganistán) se transforme en una
cooperación tangible ha comenzado a progresar", dijo el jueves de la semana
pasada la secretaria de Estado Hillary Clinton. "Y creo que las reuniones de hoy
serán un nuevo paso en ese camino.
Al asumir, Obama anunció la prohibición total de
la tortura, prometiendo
perseguir judicialmente a los responsables de autorizarla y practicarla
desde el 11-S, la
clausura de las prisiones utilizadas por la CIA en el extranjero, el
cierre de la prisión de Guantánamo y la suspensión por tres meses de los
juicios militares.
La realidad fue otra.
En la tercera semana de abril, Obama
señaló que aquellos que utilizaron la tortura como "método de interrogatorio"
durante los años de gobierno de George W. Bush no serán juzgados ni
perseguidos por la justicia, al cerrar lo que consideró "un oscuro y
doloroso capítulo" de la historia norteamericana.
"Es hora de reflexionar y no de
castigar", señaló el presidente en un comunicado y en una carta enviada a los
agentes de la CIA, en la que aseguraba que la nación debía proteger sus
identidades "tanto como ellos protegen nuestra seguridad".
El Departamento de Defensa
de Obama, pelearía poco después en los
tribunales para impedir que la Asociación Americana por las Libertades Civiles
(ACLU) lograra la desclasificación de decenas de fotografías sobre abusos y
torturas a prisioneros en Afganistán e Irak por parte de militares y agentes
estadounidenses.
En abril pasado el propio Pentágono anunciaba
que aceptaba el fallo y que el 28
de mayo haría públicas las fotografías. El malestar creció
--no sólo en las filas republicanas sino ttambién en el seno de las Fuerzas
Armadas--, y las diferencias se reflejaron en el propio gabinete.
Finalmente,
el flamante presidente dio marcha atrás y este miércoles se anunciaba que había
dado instrucciones para recurrir la decisión judicial e intentar evitar la
revelación de esas imágenes, por temor a que afectara a la seguridad de sus
soldados en los países ocupados.
A esta realidad se agrega otro dato:
El reciente nombramiento del teniente general Stanley McChrystal como
comandante en jefe de las tropas de EEUU y de la OTAN. Durante su jefatura
del Comando Conjunto de las Fuerzas Especiales (JSOC), se
protagonizaron los mayores escándalos de torturas en Irak y Afganistán,
mereciendo los elogios de Rumsfeld, Bush y Cheney.
De la misma manera, la realidad
del Imperio (más allá de sus eventuales administradores) desmontó las promesas
de Obama de terminar con Guantánamo y el juicio militar a sospechados de
"terrorismo".
Este el viernes el sucesor de Bush
anunció la vuelta de los juicios en
tribunales militares especiales para sospechosos de "terrorismo" a cambio
de mejorar sus garantías legales.
Barack Obama
anunció el restablecimiento de los tribunales militares creados por
su predecesor George W. Bush para juzgar a presos sospechosos de "terrorismo"
retenidos en Guantánamo.
En un comunicado, Obama afirmó que "éste es el mejor camino para proteger nuestro
país al tiempo que respetamos nuestros valores más queridos".
Estos tribunales, llamados también 'comisiones militares', se establecieron
durante la administración Bush para juzgar a los sospechosos detenidos en la
base de Guantánamo.
Según lo reveló el senador
republicano Lindsey Graham, Barack Obama está estudiando la posibilidad de
mantener en prisión de forma indefinida y sin juicio previo a sospechosos
de "terrorismo" en suelo americano como parte de un plan para revisar y
actualizar los comisiones militares creadas por la Administración Bush para los
prisioneros de la base naval de Guantánamo (Cuba).
En cuanto al cierre de la prisión en
un año, el tema se complica ante la resistencia tenaz del Partido Republicano
--el senador Kit Bond, de Misuri, dijo quee "los estadounidenses no quieren a
esos terroristas en nuestros barrios"-- y el rechazo de la mayoría de los
estados a que sean trasladados a prisiones de EEUU.
Lindsey Graham, quien tras reunirse esta semana con uno de los asesores legales
del presidente Obama, el consejero de la Casa Blanca Greg Craig, explicó que
entre las propuestas que están encima de la mesa se baraja la posibilidad de
autorizar detenciones con carácter indefinido con el consentimiento de un
nuevo tribunal de seguridad nacional.
Las
decisiones de Obama en sus primeros tres meses de gobierno (contradiciendo sus
promesas) es la mejor prueba de que las políticas estratégicas de
supervivencia imperial del Estado USA están por encima de la voluntad
personal (o del discurso electoral) del eventual gerente que ocupe la Casa
Blanca.
Como ya está probado en forma
histórica y estadística: En EEUU, la potencia locomotora del capitalismo
sionista a escala global, no gobiernan los presidentes o los partidos, sino la
élite económica-financiera (el poder real) que controla la Reserva
Federal, el Tesoro, Wall Street, el Complejo Militar Industrial y Silicon Valley.
Terminada las luces artificiales de
la campaña electoral, demócratas y republicanos dejan de agredirse y se
complementan en un diseño de política estratégica de Estado en defensa de los
intereses de las grandes corporaciones económicas que marcan el accionar de
las políticas internas y de la conquista de mercados encubierta en las "guerras
preventivas" contra el "terrorismo".
Y en la práctica, esas políticas
imperiales (y su continuidad en el tiempo) no tienen nada que ver con el
discurso y los nuevos preceptos "doctrinarios" expresados por el gerente de
turno en la Casa Blanca.
Una realidad estadística y
verificable que se cumple acabadamente con Obama.
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