egún los expertos de Washington,
se necesitaba un negro, pero no tanto. Mitad negro, mitad blanco (padre
negro de Kenia, madre blanca norteamericana de Kansas), para que no desatara el
pánico entre el mayoritario electorado blanco conservador.
Había que recrear la mística del
"nuevo sueño americano" y generar una nueva expectativa del reciclamiento
democrático del Imperio USA en la figura de un "afroamericano"
llegando a los máximos niveles de decisión de la Casa Blanca. "Somos tan
democráticos, que hasta un negro nos puede gobernar", casi rezaban los
eslóganes
de campaña.
La "guerra contraterrorista", las
ocupaciones imperiales a cara descubierta, la crisis económica USA-exportada a
nivel global y la decadencia acentuada del "comandante" Bush pegaron fuerte:
Desde el propio frente aliado europeo comenzó a hablarse de la "pérdida de
influencia" del Imperio norteamericano.
Había que recomponer la unidad de
comando y restaurar la desgastada imagen de EEUU potencia imperial.
Había que decirles a los agoreros del "final del Imperio": Pueden seguir
creyendo en la solidez del sistema estadounidense. Sigan invirtiendo en dólares,
bienvenidos a los bonos-refugio del Tesoro de EEUU. Somos como el Ave Fénix:
Renacimos de nuestras propias cenizas, más democráticos que nunca y con un negro
como presidente.
Y Obama tenía lo que hay tener:
Apariencia amable y tranquila, voz de negro "educado", ambicioso, advenedizo,
sin equipo y sin experiencia de gestión empresarial estatal. Su perfil le
acreditaba en la función para la que fue elegido: Firmar sin chistar los
expedientes y resoluciones imperiales que le acerquen sus directores
generales plantados a su lado por el lobby sionista que controla el
paquete accionario de la empresa EEUU S.A.
A no confundirse: Obama no fue
contratado para ejercer el poder real (de eso se encargan los directores
operativos del lobby judío que controla la Casa Blanca) sino para desempeñarse
como CEO (Director Ejecutivo) de la "gran empresa" imperial USA,
cuyo directorio accionario detenta no solamente la mayor concentración de dinero
volátil y efectivo del planeta, sino que además se encarga de que el "sistema
democrático" funcione como un reloj en todo el mundo globalizado, resguardado y
custodiado por sus bien equipados arsenales de armas nucleares y
convencionales.
En
realidad, el tránsito de Bush a Obama, solo define una guerra interna por el
control de la Casa Blanca y de los negocios derivados del mismo (tanto del
presupuesto nacional como de las políticas de ocupación externas) entre un
sector del lobby sionista mimetizado dentro del Partido Republicano, y otro que
actúa en el Partido Demócrata, que hoy controla al "presidente negro".
En
términos concretos, con la llegada de Obama sólo se produjo un "cambio" a
destacar en la Casa Blanca: Llegó el lobby judío de Clinton y se marchó el
lobby judío de Bush. Lo demás es solo herencia de lo mismo. La continuidad
de la misma política imperial por otras vías.
Terminado el show, el
"presidente negro" debió entregar su ropa de fiesta y abocarse a la tarea para
la que fue elegido: Habilitar los negocios del lobby sionista demócrata de Wall Street y
firmar los cheques del Imperio.
Que, para no desentonar con la crisis y con la decadencia USA, también
vienen sin fondos.
La campaña marketinera para
imponer el producto "Obama Presidente del Cambio" costó más de US$ 1000
millones, y ahora los pulpos sionistas de Wall Street van por su recupero con
creces en control de la Casa Blanca.
Los US$ 1000 millones no son nada
frente al control de las decisiones de la Casa Blanca, del Tesoro, de la
Reserva Federal, del Pentágono y del Complejo Militar Industrial donde se
decide y ejecuta el destino de los US$ 3,2 billones del presupuesto anual
de EEUU.
Esos US$ 3,2 billones alimentan un
descomunal negocio capitalista "interno" del lobby sionista donde
intervienen armamentistas, petroleras, tecnológicas, laboratorios,
empresas de servicios y de otros rubros vinculados a las políticas de ocupación
y de expansión militar a escala global del Imperio estadounidense.
Los US$ 1000 millones invertidos
en la fabricación del "fenómeno Obama", empalidecen frente al control de
los más de US$ 700.000 millones del presupuesto armamentista anual de EEUU.
En cada una de las áreas donde se
decide el destino de los US$ 3,2 billones del presupuesto anual de EEUU, no
controla el CEO Obama, sino los directores generales operativos del lobby
liderados por Hillary Clinton, Joe Biden, y con Bill Clinton comandando en las
sombras a todos sus "muchachos" dentro del gabinete.
Los US$ 1000 millones invertidos
en el marketing de construcción de Obama son insignificantes frente al control
del macro-negocio financiero con los "rescates"(bancarios, comerciales e
industriales) que solamente en el curso de este año (con lo nuevo y el acumulado
de Bush) podrían superar la descomunal cifra de US$ 5 billones.
Desde el Tesoro y la
Reserva Federal, se desprenden todas las líneas de decisión y ejecución del
macro-negocio financiero de los bancos y entidades financieras (sobre todos
de los integrantes del sistema privado de la Fed) con deuda emitida por el
Estado norteamericano. Un negocio que se incrementó en grados notables con los
"rescates estatales" a bancos y empresas quebradas por la crisis
financiera-recesiva. (
Ver:
Quiénes controlan el negocio del plan de rescate financiero: El papel de Goldman Sach).
Para apreciar la
magnitud de este negocio del lobby sionista con el Estado USA, baste citar
que en el 2008 y lo que va del 2009 los (fondos) acumulados y los proyectados
destinados al rescate ya superan los US$ 3 billones, el equivalente del
presupuesto anual de EEUU.
Desde el sector de
Defensa (y posibilitado por la relación comercial Pentágono-contratistas del
Complejo Militar Industrial, se desprenden todas las líneas de decisión y
ejecución del macro-negocio con el armamentismo y la infraestructura
operativa de las ocupaciones (como Irak y Afganistán) y bases
militares norteamericanas (se calculan en casi 1000) diseminadas por el planeta.
Sobre la base de un
presupuesto de US$ 700.000 millones (destinado al sector de Defensa) este
macronegocio hegemonizado por el lobby sionista abarca desde la venta de armas y
de tecnología de punta, hasta la construcción de infraestructura y de prestación de
servicios privados a las bases militares y fuerzas de ocupación.
Obama no tiene que pensar ni
ejecutar (para eso está el lobby), sólo tiene que ejercitar mediáticamente su
rol de "presidente negro" preocupado por desarrollar la nueva imagen "humanista
y solidaria" de un Imperio que está a punto de decirle "adiós a la armas".
Obama -en los términos del nuevo
marketing discursivo- tiene por misión demostrar que el Imperio
estadounidense ya no genera guerreros militares (del tipo de los que
bombardean "terroristas" con música de Wagner de fondo) sino "apóstoles de la
paz" que, de ahora en más, van a adornar con palomas blancas y frases de Luther King a los miles de bombarderos, buques y submarinos nucleares
estadounidenses que apuntan hacia los cuatro puntos cardinales del
planeta tierra.
Y seguramente, las casi mil bases
militares norteamericanas que rodean como un anillo de muerte las áreas de
recursos estratégicos del planeta (energía, agua, alimentos y biodiversidad) ya
no van funcionar con órdenes castrensess sino con máximas del Mathama Gandi.
Y a lo mejor (si prospera el
marketing 2009 del CEO Obama), los 50 bancos y empresas transnacionales
imperialistas que cotizan en el índice Dow Jones de Wall Street, van
dejar de controlar gobiernos y de depredar los países a escala planetaria, para
dedicarse a las filantropía y a la solidaridad.
Pero el "sueño americano" de Obama
no da para tanto.
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