Todo
el proceso de "terrorismo mediático" con Al Qaeda y Bin Laden, desde el
11-S en adelante, se desarrolla en los medios de comunicación, principalmente en
las cadenas televisivas, que trasmiten en vivo las imágenes de destrucción que a
través de un ida y vuelta -feed baack- generan masivamente la psicosis
terrorista a escala planetaria.
Sin la
"globalización de la imagen", a Washington y a la CIA les hubiera sido
imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico "enemigo número uno de la
humanidad" tras la voladura de las Torres Gemelas, iniciando así la era de la
utilización del terrorismo mediatizado como estrategia y sistema avanzado de
manipulación y control social.
Bin Laden y la red
Al Qaeda
fueron fabricados de acuerdo a las necesidades del "nuevo enemigo",
que el imperio necesitaba (tras la caída de la URSS) mostrar a la sociedad
después de los atentados del 11-S, y que la inteligencia norteamericana
utilizó para conseguir consenso local e internacional a sus nuevas políticas de
invasión militar.
Los
intelectuales y los periodistas rentados se encargaron de construirle un
"perfil" a tono con los gustos consumistas de la opinión pública, y sin
mostrar las redes vinculantes de su biografía con la CIA y con las políticas
colonizadoras de EEUU en el mundo árabe y musulmán.
La impunidad y el uso intensivo del
"terrorismo mediático" se
posibilita y potencializa por la complicidad de la prensa del sistema y de
sus "analistas" que sólo difunden las noticias y la "versión oficial"
de las amenazas y los atentados terroristas desde el 11-S hasta aquí.
Además, el aparato mediático sionista
de la prensa internacional y local silencia sistemáticamente las
investigaciones y testimonios que prueban la relación histórica de Bin
Laden y Al Qaeda con la CIA, además del carácter de "autoatentado" que
revistió el ataque contra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de
septiembre de 2001.
En este contexto (y sin ningún
análisis que le otorgue comprensión totalizada) una noticia sobre terrorismo
sólo puede ser tapada con otra noticia sobre terrorismo.
La "psicosis terrorista" es alimentada a su vez, y
como si fuera una novela de espionaje, por rumores de nuevos ataques de Al
Qaeda, cacería de supuestos culpables, e imaginarias "pistas árabes"
o "conexiones islámicas" salidas de misteriosos archivos "secretos" de
los servicios de inteligencia.
Los niveles de comprensión masiva sobre el
"terrorismo de Al Qaeda" son pobres y lamentables: los analistas y
periodistas del sistema comentan los acontecimientos según los principios
y explicaciones de la "investigación oficial" de turno.
Repiten como monos parlantes lo que la CIA, el
FBI, el M-16, Scoltland Yard y las usinas mediáticas de Washington les trasmiten
a través de las "fuentes" y los comunicados oficiales.
Así como los atentados del 11-S en EEUU sirvieron
para argumentar y justificar las invasiones de Irak y de Afganistán, el
11-M español y el 7-J británico sirvieron -en distintas etapas-
para frenar caídas abruptas de la imagen de Bush, tanto en la campaña
electoral para su reelección en 2004 como cuando
se ha encontrado acorralado por denuncias y cuestionamientos a la ocupación militar
de Irak.
Esta situación
particular del "terrorismo mediático" como arma de manipulación política
y social determina que sus causas y objetivos sólo puedan ser leídos en el plano
mediático, y no en el marco del análisis político o estratégico convencional.
Esta manipulación,
ha generado la dinámica política de la administración imperial (la de Bush,
y también lo hará con la que le siga) que ha convertido el uso mediático del "terrorismo" en
herramienta estratégica de Estado orientada a legitimar la conquista militar de
países y de recursos estratégicos en nombre la "guerra contraterrorista".
En términos estratégicos, con
la leyenda mediática de Bin Laden y el peligro del "terrorismo internacional"
a partir del 11-S el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar del
capitalismo) define dos aspectos claves de su supervivencia como Estado
imperial:
A) Lanzamiento de nuevas
conquistas militares de mercados justificadas en la "guerra preventiva contra
el terrorismo" y en la nueva doctrina de seguridad de EEUU emergente tras
los atentados del 11-S.
B
)
Aplicación de una nueva lógica represiva y de control político y social
(sustitutiva de las "dictaduras militares" setentistas) en los países
dependientes bajo el argumento del "combate contra el terrorismo".
En otras palabras, en un planeta sin
"comunismo", sin golpes de estado militar ni guerras ínter-capitalistas, la
leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirven de
justificación para el desarrollo expansivo de la industria militar y de las
trasnacionales y bancos capitalistas que extraen su principal tasa de
rentabilidad comercial de las guerras y los conflictos armados.
Osama
y el perro de Pavlov
En la agenda de
la inteligencia militar estadounidense Bin Laden obedece a dos tipos de
construcciones.
Una verdadera,
asociada con las redes secretas del terrorismo, y otra fabricada para
consumo mediático.
En la primera,
se indica que su formación de soldado terrorista proviene de los sótanos
históricos de entrenamiento de la CIA.
Y en la
segunda, las evidencias lo señalan como un espectro fantasmal sobre el cual
se montan las campañas de la prensa sionista internacional con el
"terrorismo mediático".
En consecuencia, Bin
Laden, un producto "terrorista" salido de los laboratorios de la CIA tomó
consistencia "mediática" a partir de su difusión masiva y planetaria repetida
hasta el cansancio desde el 11-S hasta aquí.
Desde el punto
de la comunicación estratégica, el líder de Al Qaeda fue fabricado de acuerdo a
las necesidades del "nuevo enemigo", que el imperio necesitaba (tras la
caída de la URSS) mostrar a la sociedad después de los atentados del 11-S,
y que la inteligencia norteamericana utilizó para conseguir consenso local e
internacional a sus nuevas políticas de invasión militar.
Bin Laden
representa el producto acabado de la acción psicológica mediática
orientada a direccionar conducta colectiva con fines políticos y de control
social que los halcones de la Casa Blanca utilizaron en los momentos que la
imagen de Bush decaía o que los problemas políticos estrangulaban a su
administración.
Este costado
mediático de la "leyenda Bin Laden" no fue suficientemente analizado o
explorado por la prensa alternativa ni por los intelectuales críticos, más
obsesionados por la figura "terrorista" de Bin Laden que por el uso
mediático que hicieron EEUU, Europa y sus trasnacionales capitalistas de su
leyenda y de las apariciones de Al Qaeda posteriores al 11-S.
El uso
mediático-político de la figura de Osama por parte de la CIA, lo convirtió
en la estrella de la psicosis de terror montada masivamente alrededor de
su figura y de la "Red Al Qaeda" en los años que siguieron a los atentados del
del 11-S.
A lo máximo que han llegado
los críticos y analistas de Bin Laden y del 11-S es a lanzar acusaciones o a
deslizar sospechas sobre el aprovechamiento político (y/o la participación como
ejecutora) de la administración Bush en los atentados contra las Torres Gemelas
y el Pentágono.
Si bien el objetivo esencial de esos
ataques fueron la invasión a Irak y Afganistán, Bin Laden y la "guerra
contraterrorista global" sirvieron luego para un rediseño estratégico de
las políticas de conquista militar de mercados y obraron como un nuevo marco
de expansión y ganancias para los bancos y trasnacionales del sistema
capitalista en su conjunto.
Tras el 11-S las
"reapariciones" periódicas de Osama Bin Laden "amenazante" fueron un clásico
en la prensa internacional.
Sus modus operandi fueron siempre los mismos:
Aparece, amenaza
a Europa y a Estados Unidos con la guerra santa, promete atentados,
asesinatos en masa con armas químicas y biológicas, y luego desaparece tan
misteriosamente como había llegado.
Su imagen,
recreada hasta el cansancio por las pantallas de TV., ya resulta tan "familiar"
como la del Che o la de Jesucristo.
Sus
"apariciones" en videos de dudoso origen, y en cadenas falsamente opositoras a
EEUU como Al Jazzeera, siempre generan inquietud y estados de "alerta
rojo" en EE.UU. y en las metrópolis europeas.
El desarrollo
secuencial de sus apariciones tras el 11-S siempre obedecieron a un mismo
patrón.
Al Jazeera
muestra los videos con sus comunicados y amenazas, las cadenas estadounidenses y
europeas los difunden por todo el mundo, y la CIA -con el resto de los servicios
de inteligencia de las potencias centrales- anuncia todo tipo de catástrofes
terroristas en ciernes, principalmente en Estados Unidos o Europa.
Después
sólo hay que "relacionar" el recuerdo real de las masacres explosivas del
11-S, el 11-M, o el 7-J con la "imagen terrorista" de Bin Laden puesta en la
pantalla.
Salvo
excepciones (11-M y 7-J), ya casi no se necesita mostrar las huellas sangrientas
del terrorismo real en vivo y en directo.
La sola
presencia mediática del hombre del turbante (como ya se demostró en los comicios
presidenciales de 2004 en EEUU) alcanza para producir los efectos
psicológicos buscados.
Tras el 11-S la
verificación material de los atentados, es sustituida por el temor a los
atentados producido por los videos con la imagen de Osama Bin Laden o los
íconos mediáticos de la "Red Al Qaeda".
Como el perro de
Pavlov, los norteamericanos y europeos (y el mundo colonizado mediáticamente)
segregan adrenalina y consumen terrorismo condicionado, como si fuera
verdadero gracias al sistema de inducción mediática con Bin Laden y Al Qaeda que
taladra constantemente en sus cerebros.
Si bien en
Europa, se había manifestado un cierto "escepticismo"
respecto de Bin Laden y Al Qaeda, los atentados en Londres del 7 de julio de
2005, sirvieron para avivar el temor a la presencia real del terrorismo en el
mundo.
En el mundo real
no
hay datos precisos de la existencia o de la muerte de Bin Laden, y
todavía nadie reveló como pudo escapar del cerco militar y de los misiles en
Afganistán.
No hay quien se
interrogue por qué la CIA, con sus infinitas redes de infiltración dentro del
terrorismo islámico, no lo haya podido detectar ni asesinar. Porqué Osama
desapareció sin dejar rastros, a pesar de que oficialmente lo buscan
noche y día todos los servicios de inteligencia del mundo.
Los videos
difundidos por Al Jazeera son de dudoso origen, y la mala calidad de su
imagen y su audio no permiten determinar su veracidad ni la fecha de su
filmación, no obstante la CIA y las cadenas mediáticas le otorgan veracidad
difundiendo los comunicados sin ningún análisis.
Esta falta de
análisis estratégico sobre el uso mediático-terrorista de la imagen
de Osama, no se debe ni a la inocencia ni a la casualidad.
La tácita
complicidad de la prensa internacional con las operaciones de la CIA, es un
hecho que se revela en la dinámica de su propia estructura empresarial.
Sus intereses y
negocios están asociados -por medio de complejos
vasos comunicantes a las transnacionales y a los megagrupos
financieros que operan en Wall Stret y en el Complejo
Militar-Industrial.
Los grandes
diarios, las grandes cadenas televisivas de EE.UU. y de Europa, forman parte del
exclusivo club de las 200 multinacionales que se benefician de las conquistas
militares-capitalistas por todo el planeta.
La leyenda
terrorista-mediática de Bin Laden esta construida a la medida de la nueva
lógica expansiva del capitalismo transnacional.
Detrás de ese
nuevo mito, Estados Unidos desarrolla su estrategia de conquista militar
en Asia, Africa, América Latina y Medio Oriente.
Bin Laden -como
ayer lo fue el comunismo soviético- es el nuevo legitimador social de las
políticas de conquista militarista emergentes de la Nueva Doctrina de Seguridad
norteamericana.