Valerie Plame Wilson, la ex agente de
la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), acusó este viernes a
principales funcionarios de la administración Bush de haber revelado su
identidad de una manera "negligente e imprudente".
El "caso Plame" ha desatado una espectacular tormenta política contra la
administración republicana de George W. Bush que ya golpea en las oficinas del
propio presidente de EE.UU.
En un proceso que ya ha complicado a los principales medios y periodistas del
país, la ex espía rubia, quién inició acciones judiciales contra la Casa
blanca y el propio vicepresidente Cheney, acusa al gobierno republicano de
pergeñar mentiras con su nombre para justificar la guerra en Irak.
El escándalo del "Cia-Gate", como se
recordará, está centrado en la filtración a la prensa de
la identidad de Valerie Plame como agente de la CIA en julio de 2003. En EEUU dar a
conocer la identidad de un agente secreto es considerado un delito federal.
La revelación del nombre de la espía
se habría realizado en venganza contra su esposo, el ex embajador Joseph
Wilson, que luego de constatar en una misión a Nigeria a pedido de la CIA la
inexistencia de tráfico nuclear con Irak, acusó al gobierno de haber
exagerado la amenaza representada por el régimen de Saddam Hussein para entrar
en guerra.
El viernes el escándalo volvió a cobrar intensidad, cuando la blonda ex espía ,
supuesta víctima de esta conjura, testimonió ante la Cámara de Diputados y
denunció con dureza a la administración de George Bush.
"Mi nombre e identidad fueron revelados imprudentemente y sin cuidado alguno por
altos funcionarios de la Casa Blanca", sostuvo con tono calmado, hablando a los
legisladores.
Plane sostiene que su vida fue puesta en peligro al revelarse públicamente
su identidad como agente encubierta de la CIA, por parte de funcionarios del
gobierno irritados porque su marido, diplomático, había desbaratado una de
las mentiras de la guerra defendidas por Washington.
La ex agente de 43 años de edad, recordó con dramatismo la mañana del 14 de
julio de 2003, cuando ella y su esposo Joseph Wilson fueron citados en un
artículo por el columnista conservador Robert Novak, lo que supuso el fin de su
carrera en la CIA.
"Me enteré por la mañana, muy temprano, cuando llegó mi marido, lanzó el
periódico sobre la cama y dijo 'fue él'", declaró. "Me sentí como si me hubieran
golpeado en el estómago. En un instante todo pasa por tu mente. Ya no podría
realizar más el trabajo para el que había sido entrenada", agregó.
El marido de Plame había viajado a Niger para corroborar si efectivamente ese
país estaba vendiendo uranio elaborado a Irak para construir bombas nucleares.
El diplomático logró establecer que la información era una patraña, pero
de todos modos la citó como cierta el presidente en un mensaje al país. A los
pocos días, Wilson escribía una columna en The New York Times revelando su
información. Ese fue el origen del escándalo.
"Lamento profundamente (...) la politización rastrera e insidiosa de nuestro
proceso de inteligencia", sentenció la ex agente. "Es imperativo que cualquier
presidente sea capaz de tomar decisiones basadas en inteligencia que sea
imparcial".
Pero el escándalo del "CIA-gate" no es solo de uso privativo de la rubia
ex espía que le quiere sacar una millonaria "indemnización" al Estado
norteamericano, sino que además el caso se ha convertido en un poderoso
caballito de campaña electoral, con vistas a a las presidenciales del
2008, para el Partido Demócrata.
Precisamente, el viernes Plame testificó a petición de los demócratas,
que ya han lanzado una "investigación" contra la conducta de la administración
de Bush desde que ganaron las elecciones al Congreso el año pasado, y ahora van
por más con vistas a a las presidenciales de 2008.
Pero lo que más concita la atención
de la opinión de los centros de poder norteamericano es la versión que circula
en la prensa norteamericana de que el fiscal especial Patrick Fitzgerald podría
presentar cargos criminales contra Cheney, en una iniciativa que
podría dañar seriamente el golpeado prestigio de la Casa Blanca.
Cheney se vio implicado además por
haber asegurada públicamente que no sabía nada de Wilson. El New York
Times, por el contrario, afirma que Cheney habría hablado con Libby sobre la
pareja Plame-Wilson bastante antes que de que estallara el escándalo.
Abogados próximos al caso, también
conocido como "Plamegate", esperan que el Gobierno de EEUU se enfrente a
cargos criminales por revelar el nombre de una espía, lo
que podría privar a la Casa Blanca de sus más preciados "arquitectos".
En otras palabras, además del protagonismo de la dolida y "perjudicada" ex espía
de la CIA (que piensa lavar la "ofensa" con varios millones arrancados a la Casa
Blanca), el escándalo del "CIA-gate" está alimentado mediáticamente por la feroz
guerra por el poder que mantienen demócratas y republicanos por el
control de la Casa Blanca.
Para los analistas más "conspirativos",
el escándalo con el "caso Plame", y sus derivaciones en la justicia, levanta nuevamente versiones de
que detrás de la acusación contra los funcionarios de la Casa Blanca hay un plan
encubierto para destituir a Bush y a su vice antes de la finalización de su
mandato.
No faltan los que predicen
que EEUU está al borde de una
crisis presidencial y constitucional, que en última instancia llevará a hacer
parecer minúscula la destitución de Richard Nixon en 1974.