Según informa The
Wall Street Journal este lunes, una nueva clase de carrera de
armas nucleares, los fondos de inversión compiten con las
energéticas para hacerse con el escaso uranio con calidad de
combustible, esperando sacar provecho del renovado interés
por la energía nuclear.
La intensa búsqueda de uranio por especuladores -afirma el
Journal- ha desatado un debate sobre si los inversionistas
privados están elevando el precio e incrementando la escasez
del recurso natural más sensible del mundo.
Desde que los grupos
de especuladores privados empezaron a penetrar el mercado
hace dos años, los precios del uranio han subido a US$85, frente
a US$75 en febrero.
El uranio no se transa en las bolsas, y las poco
frecuentes ventas de este commodity en el mercado abierto son
privadas, por lo que el precio depende de las condiciones de
cada transacción, señala el más influyente diario financiero del
sistema capitalista.
Según el Journal, los inversionistas financieros no tienen
licencia para poseer el mineral radioactivo que es sujeto
a estrictos controles del gobierno orientados a que "no
caigan en manos de terroristas".
En su lugar, muchos
de esos inversionistas han conseguido los derechos para acceder
al material almacenado en depósitos en América del Norte y
Europa.
Pero aunque sólo poseen estos derechos en papel, los fondos de
inversión están exacerbando lo que ya se había transformado en
el mayor cuello de botella en la provisión de este combustible
nuclear, según los datos de empresas eléctricas y mineras,
además de inversionistas institucionales, añade el Journal.
Según la definición
de la enciclopedia Wikipedia, el uranio es un elemento
químico de número atómico 92 (es decir, con 92 protones en
el núcleo). Su símbolo es U. Tiene diversos isótopos, incluidos
radiactivos empleados para la fabricación de armas nucleares y
la producción energética en centrales nucleares. Es una
sustancia radiactiva que se presenta de forma natural. Forma
parte de las rocas, tierra, aire y el agua y se halla en la
naturaleza en forma de minerales, pero nunca como metal.
El principal uso del
uranio en la actualidad es la obtención de combustible para
los reactores nucleares que producen el 17% de la
electricidad obtenida en el mundo.
El uranio
empobrecido es usado en la producción de municiones
perforantes y blindajes de alta resistencia.
El uranio enriquecido (con el cual se inicia el proceso
de fabricación de una bomba nuclear) es utilizado en los
reactores nucleares de fisión y pierde al cabo de un cierto
tiempo su capacidad de generar energía porque el U-235 se
consume, generándose otros átomos como plutonio (muy radiotóxico),
neptunio, americio y tecnecio así como el isótopo artificial del
uranio (U-236 también radiotóxico).
Irak y el uso militar
del uranio empobrecido
El uranio empobrecido
es un residuo obtenido de la producción del combustible
destinado a los reactores nucleares y las bombas atómicas.
El material que se
utiliza en la industria civil y militar nuclear es el uranio
U-235, que es el isótopo que puede ser fisionado.
Después de más de 50
años de producción de armas atómicas y de energía nuclear, EEUU
tiene almacenadas 500.000 toneladas de uranio empobrecido, según
datos oficiales. El uranio empobrecido es también radiactivo y
tiene una vida media de 4,5 mil millones de años.
Desde 1977 la
industria militar norteamericana lo emplea para revestir
municiones convencionales (artillería, tanques y aviones),
para proteger sus propios tanques, en aviones, en misiles
Tomahawk y con otros fines.
Por ello, estos
desechos han de ser almacenados de forma segura durante un
período de tiempo indefinido, un procedimiento extremadamente
caro. Para ahorrar dinero y vaciar sus depósitos, los
Departamentos de Defensa y de Energía ceden gratis el uranio
empobrecido a las empresas de armamento nacionales y extranjeras.
Además de EEUU,
países como Reino Unido, Francia, Canadá, Rusia, Grecia,
Turquía, Israel, las monarquías del Golfo, Taiwan, Corea del
Sur, Pakistán o Japón compran o fabrican armas con uranio
empobrecido.
Cuando un proyectil impacta contra un objetivo el 70% de su
revestimiento de uranio empobrecido arde y se oxida,
volatilizándose en micropartículas altamente tóxicas y
radiactivas. Estas partículas, al ser tan pequeñas, pueden ser
ingeridas o inhaladas tras quedar depositadas en el suelo o al
ser transportadas a kilómetros de distancia por el aire, la
cadena alimenticia o las aguas.
Un informe técnico de
1995 del Ejército norteamericano señala que "si el uranio
empobrecido penetra en el cuerpo tiene la potencialidad de
provocar graves consecuencias médicas. El riesgo asociado es
tanto químico como radiológico".
Depositados en los
pulmones o los riñones, el uranio 238 y los productos de su
degradación (torio 234, protactinio y otros isótopos de uranio)
emiten radiaciones alfa y beta que provocan muerte celular y
mutaciones genéticas causantes, al cabo de los años, de cáncer
en los individuos expuestos y de anormalidades genéticas en sus
descendientes.
En sus 110.000 ataques aéreos contra Irak, los aviones A-10
Warthog de EEUU lanzaron 940.000 proyectiles con uranio
empobrecido, y en la ofensiva terrestre sus tanques M60, M1 y
M1A1 dispararon otros 4.000 proyectiles también revestidos de
uranio.
Se estima que en la
zona hay 300 toneladas métricas de desechos radiactivos, que
podrían haber afectado ya a 250.000 iraquíes.
Tras la Guerra del
Golfo, investigaciones epidemiológicas iraquíes e
internacionales han permitido asociar la contaminación ambiental
debida al empleo de este tipo de armas con la aparición de
nuevas enfermedades de muy difícil diagnóstico
(inmunodeficiencias graves, por ejemplo) y el aumento
espectacular de malformaciones congénitas y cáncer, tanto en
la población iraquí como entre varios miles de veteranos
norteamericanos y británicos y en sus hijos, cuadro clínico
conocido como Síndrome de la Guerra del Golfo.
Síntomas similares al
de la Guerra del Golfo se han descrito entre un millar de niños
residente en áreas de la antigua Yugoslavia donde en 1996 la
aviación norteamericana recurrió también a bombas con uranio
empobrecido, al igual que durante la intervención de la OTAN
contra la Federación Yugoslava de 1999.