(IAR-Noticias) 02-Julio-07
Resulta que en 1960 la cabeza de
Fidel Castro costaba 150 mil dólares US, precio que propuso el servicio de
inteligencia norteamericano por la vida del líder cubano a asesinos de confianza
quienes generalmente no fallan, es decir, a la mafia de Chicago.
Por Vladímir Símonov, RIA Novosti.
P or encargo de la CIA, uno de sus capitostes, Johnny Roselli, encontró a dos
matones: "Sam Gold" y "Joe" capaces de cumplir esa delicada misión. En realidad,
bajo estos apodos se ocultaban los individuos tristemente célebres que figuraban
en la lista de los 10 más peligrosos gángsters de EEUU.: Sam Giancana, sucesor
de Al Capone en Chicage y su secuaz Santos Trafficante.
A lo largo de varios meses los matones intentaban, ayudados por sus contactos
cubanos, echar furtivamente 6 compromidos con veneno, recibidos de la CIA, en la
comida de Castro. Pero los intentos no tuvieron éxito por motivos diversos. El
nefasto maratón de atentados cesó solamente después de fracasada la incursión de
la CIA en la Bahía de Cochinos.
Esa lúgubre odisea de cómo, a despecho de todas las normas y cartas el servicio
secreto de EEUU encargó a la mafia el asesinato de un líder extranjero, figura
entre los 695 folios de los documentos de uso interno de la CIA hechos públicos
esta semana.
Naturalmente, sólo un reducido círculo de legisladores norteamericanos tuvieron
acceso a todos estos hechos. A mediados de los 70 los documentos, hechos
públicos hoy, fueron objeto de estudios de tres órganos encargados de investigar
los abusos cometidos por el servicio de inteligencia norteamericano: la Comisión
Rockefeller creada por el presidente Ford, el Comité del senador F. Church y el
Comité de la Cámara de Representantes del Congreso. Entonces los resultados de
las investigaciones efectuadas provocaron un gran escándalo.
Pero a veces los ecos producen más efecto que la explosión. Por primera vez se
nos presentó la posibilidad de echar un vistazo a los documentos rigurosamente
redactados por la censura, pero auténticos procedentes de las cajas fuertes de
Langley. Y esa farsa asombra por su menoscabo de las leyes, la profanación de
los derechos civiles y la inmoralidad cínica.
Dicen que precisamente por esto los profesionales de la comunidad de espionaje
de EEUU han bautizado irónicamente de "joyas familiares" dicha colección de
documentos de la CIA que asombra por su diversidad..
Las operaciones secretas de la CIA no se limitaban a los atentados a la vida de
Castro, ni a los asesinatos de Lumumba, Trujillo y otros líderes extranjeros.
Entre ellas figuran los experimentos con preparados secretos practicados en
ciudadanos norteamericanos inocentes de lo que eran objeto, capaces de manipular
su conducta; la vigilancia, escucha de conferencias telefónicas y registros
secretos en casa de defensores de derechos, activistas del movimiento contra la
guerra en Vietnam y relevantes periodistas; la intervención de la
correspondencia procedente de la Unión Soviética y China. Y hasta la
contratación de extremistas norteamericanos por agentes de la CIA y su envío al
extranjero en calidad de agentes a sueldo, lo que sólo puede ser calificado de
prólogo del terrorismo internacional. Al fin y al cabo ¿quién era Bin Laden si
no agente de la CIA?
La envergadura de operaciones de este tipo mencionadas en los documentos hechos
públicos hasta infunde cierto respeto a Langley. Allí la gente se mata
trabajando. He aquí varias cifras: resulta que de 1940 a 1973 en EEUU
funcionaron 12 programas de la CIA y el FBI relativos a la censura de la
correspondencia privada. Un solo programa de la CIA condujo a la apertura de 240
mil paquetes postales y a la creación de la base de datos sobre 1,5 millones de
destinatarios.
Mención aparte merece el proyecto orientado a utilizar a extermistas codificado
en documentos de la CIA como CHAOS. En los ordenadores de CHAOS se venían
acumulando datos secretos sobre 300 mil personas, entre ellas 7200
norteamericanos y 100 grupos locales de defensores de derechos y activistas de
los movimientos antibélicos.
¿A qué se deberá la inesperada publicacion actual de tan anticuados materiales
compromisorios, por supuesto con el visto bueno de la dirección de Langley? A mi
modo de ver, este acto de confesión pública está llamado a decir tanto a los
norteamericanos como a la comunidad mundial más o menos lo siguiente: Sí, hemos
pecado. Sí, lo confesamos en público, lo que atestigua que se puso cruz y raya
al pasado. Que Dios nos perdone y con él todos los demás.
Pero en realidad la CIA lanza un nuevo programa de desinformación mediante el
cual la Agencia Central de Inteligencia de EEUU busca distraer la atención de
sus numerosos pecados instantáneos que datan de hoy:
::los campos en
Guantánamo donde a los presos se les aplican métodos brutales de
interrogatorio, entre ellos la "postura de feto", la exposición a las altas
temperaturas y simulacros de ahogo bajo el agua (tortura submarina). En
Guantanamo fueron registradas 34 tentativas de suicidio;
:: la red de prisiones secretas creadas por la CIA en Afganistán, Tailandia,
Polonia y Rumania donde los presos están despojados de todos los derechos;
::el ensayo escrito el 25 de junio del corriente por Fidel Castro inculpando por
enésima vez a George Bush de "haber autorizado y ordenado" su asesinato;
::muchos otros actos de arbitrariedad, violencia y flagrante menoscabo de los
derechos humanos, los que un buen día también saldrán a flote en centenares de
documentos redactados por la censura.
En este sentido, la actual confesión pública de la CIA no es más que la
reflexión sobre el presente.
|