Durante décadas, el economista de la Universidad de Princeton Alan S.
Blinder ha argumentado junto a otros colegas que el libre comercio enriquece a
Estados Unidos y sus socios comerciales, a pesar de los daños que genera para
algunos trabajadores.
Por David Wessel y
Bob Davis - The Wall Street Journal
"Como el 99% de los economistas desde
los días de Adam Smith, soy un libremercadista a ultranza", escribió en 2001
Blinder, que también fue vicepresidente de la Reserva Federal y un constante
asesor de los candidatos presidenciales del Partido Demócrata. Como asesor de
Bill Clinton ayudó a promover la idea del tratado de libre comercio con México y
Canadá (Nafta).
Los políticos han seguido estos consejos y, en general, han desmantelado poco a
poco las barreras comerciales. Pero ahora Blinder ha cambiado de mensaje. Junto
a un creciente grupo de economistas y políticos argumenta que en la economía
actual las desventajas del libre comercio son más grandes de lo que pensaba al
principio.
Blinder, de 61 años, sigue siendo un enemigo acérrimo de los aranceles y las
barreras comerciales. Pero ahora admite que una nueva revolución industrial
--tecnologías de la comunicación que permiten que los servicios se entreguen
electrónicamente desde cualquier lugar del mundo-- podría llevar a que al menos
40 millones de empleos en EE.UU. se trasladen al extranjero en las próximas dos
décadas. Eso es más que el doble del número total de gente que el sector
manufacturero de EE.UU. emplea hoy. La inseguridad laboral que enfrentan esos
trabajadores "sólo es la punta del iceberg", explica Blinder.
Estas críticas llegan en momentos en que el escepticismo estadounidense respecto
al libre flujo de bienes, servicios, personas y dinero está en aumento, tanto
entre los demócratas como los republicanos. Este replanteamiento ha reforzado a
los adversarios del libre comercio y subraya la necesidad de ayudar a aquellos
que se ven afectados por la globalización. Además, ha intensificado un ardiente
debate en EE.UU.: ¿Debería el gobierno fomentar las fuerzas que impulsan la
globalización o debería tratar de frenarlas?
Algunos críticos del libre comercio señalan que el desempeño económico de
América Latina en general ha sido decepcionante desde que la región comenzó a
reducir sus aranceles en los años 80 y 90. Al mismo tiempo, regiones más
proteccionistas, como China y el sudeste asiático han prosperado.
Algunos han revelado públicamente las dudas que han venido incubando desde hace
tiempo. El Premio Nobel Paul Samuelson condena "la complacencia simplista que
los economistas tienen respecto a la globalización". En un ensayo de 2004, que
sorprendió a sus colegas, afirmó que los trabajadores de los países ricos no
siempre son los ganadores del libre comercio. Lawrence Summers, uno de los
grandes defensores del libre comercio cuando era secretario del Tesoro en el
gobierno de Bill Clinton, dice que quienes argumentan que la globalización es
inevitable y que basta con reentrenar a la gente ofrecen un "pobre consuelo" a
una clase media con síntomas de ansiedad.
Ahora, el debate se está acercando a posiciones que algunos han mantenido
durante años. Dani Rodrik, un economista de la Universidad de Harvard, afirma
que las negociaciones sobre el comercio global deberían centrarse en erguir
nuevas barreras en contra de la globalización y no en desmontarlas. Esto
ayudaría a los países pobres a desarrollar sus industrias locales y les daría
más tiempo a las naciones acaudaladas a reentrenar a sus trabajadores.
La solución de Blinder no es el proteccionismo, una palabra que pronuncia con un
desprecio evidente.
En vez de ello, Blinder todavía cree en los principios que el economista
británico David Ricardo introdujo hace 200 años: las naciones prosperan cuando
se concentran en lo que hacen mejor --"su ventaja comparativa"-- y comercian con
naciones que tienen otras fortalezas.
Así, Blinder acepta la lógica económica que dice que el comercio entre EE.UU. y
países de bajos costos productivos como China e India beneficiará, en algún
momento, a todos los involucrados. También reconoce que el comercio puede crear
empleos en EE.UU. y mejorar el crecimiento de la productividad.
Sin embargo, el daño causado cuando miles de empleos se trasladan al extranjero
es mucho más doloroso y perjudicial de lo que los defensores del libre comercio
quieren reconocer. Blinder y otros críticos no tienen propuestas concretas, pero
el economista piensa que el sistema de educación de EE.UU. debe renovarse para
crear empleos que no se puedan transferir con facilidad al extranjero. También
piensa que el sistema tributario podría recompensar a las empresas que generan
empleos que se quedan en EE.UU.
La postura de Blinder sigue siendo minoritaria entre los economistas. La mayoría
enfatiza las enormes ganancias provenientes del comercio. "Está completamente
equivocado", dice Jagdish Bhagwati, un economista de la Universidad de Columbia,
en Nueva York. Bhagwati dice que en empleos de alto nivel educacional, como
medicina, leyes y contabilidad, "no tengo ninguna duda de que estamos creando
muchos más empleos de los que perdemos".
Blinder dice que ése no es el punto. Él dice que, igual que ocurrió con la
Revolución Industrial, los enormes cambios producidos por las tecnologías y
comunicaciones cambiarán la manera en que la gente vive, dónde vive, cómo educa
a sus hijos, las formas de organizar las empresas y las prácticas de gobierno.