De
nada le sirvió a Chávez y al eje de "gobiernos izquierdistas" (sostenes de
Zelaya) el inédito apoyo internacional recibido de las potencias,
gobiernos e instituciones capitalistas aliadas de EEUU en el control
imperial del planeta.
Pese a aislar a Honduras,
estrangularla económicamente, de avalar a Zelaya como el "único presidente
constitucional", la Unión Europea, la ONU, la OEA (vagones de la locomotora
imperial) resultaron impotentes para restaurar en el gobierno al
mediático presidente derrocado del sombrero blanco.
Una tras otras las operaciones de
presión internacional para restaurar al "chavista" Zelaya (incluidas las de
Obama y el Departamento de Estado), se desmoronaron como un castillo de naipes
ante la acción de sostener al gobierno golpista de Micheletti emprendida por el
Pentágono y los sectores ultraconservadores USA.
La decisión final de la Casa Blanca
con Obama (presionado por el poder real del Imperio) de reconocer las elecciones hondureñas, sepultó a Zelaya dividiendo y paralizando la maniobra
internacional para restaurar al peón de Chávez en la gerencia hondureña.
Como nunca, y en los términos
concretos y matemáticos de la realidad, quedó en claro quién domina y quién
lidera (con mano de hierro) el sistema capitalista a escala global, y la
condición de satélites USA que revisten, tanto las potencias centrales
como la ONU y la OEA, herramientas de ejecución de los intereses del
capitalismo trasnacional dominante.
Patéticamente, Honduras (más allá del
doble discurso político y las posiciones "anti-EEUU" para la prensa) demostró
el nivel de subordinación a las decisiones de EEUU que practican los gobiernos
regionales de "izquierda" y de "derecha", abroquelados en la defensa común del
"sistema democrático" aplicado según el decálogo de los dueños reales y
efectivos del Patio Trasero.
Como nunca, quedó en evidencia
la farsa de la OEA, la parodia de la "unidad" y la falsa autonomía de
las gerencias latinoamericanas del Imperio: Los hechos demostraron que sólo
Washington tiene potestad (y decisión) para
instaurar la "democracia" o
legitimar un golpe de Estado mediante elecciones, y sin que vuele una mosca en
América Latina.
Después de Honduras, nadie puede
sostener en forma lógica y probada, que los gobiernos regionales (fuera del
discurso formal de "independencia" en los foros y cumbres continentales)
tienen poder de decisión propia en la articulación geoeconómica y política
estratégica de América Latina.
Los gobiernos latinoamericanos de
"izquierda" y de "derecha", además de tener sus sistemas económicos productivos
controlados por los bancos y corporaciones imperiales, no tienen ningún poder
efectivo y real para oponerse al sistema de dominio militar (el poder real
que determina el dominio económico) de EEUU en América Latina.
El tablero hondureño reveló (con
crudeza inédita) quién es el dueño real de la "toma de decisiones" tanto en el
patio trasero como en el resto del planeta controlado desde Wall Street y
el complejo militar industrial, asentados sobre el más poderoso arsenal nuclear
militar del planeta.
La región latinoamericana, como
sucede históricamente, está bajo completo control estratégico y operacional
de las fuerzas militares-nucleares de EEUU, que a través del Comando Sur
ensambla la Cuarta Flota USA con una cadena de bases (de despegue rápido)
enclavadas en los puntos estratégicos de control de las fuentes de energía y de
recursos naturales.
A esto se suma el dato de que
ningún ejército de los países
regionales cuenta con una hipótesis autónoma de conflicto con un "enemigo
propio", sino que se movilizan doctrinaria y operativamente en los marcos de
la "guerra contraterrorista" que EEUU utiliza como argumento de sus
estrategia de control geopolítico y militar de la región.
En lo político, los
gobiernos de América Latina (tanto de izquierda como de derecha, salvo Cuba) se
rigen por dos principios doctrinarios básicos establecidos por el Departamento
de Estado USA en la región:1) defensa irrestricta del "sistema democrático"
como marco de regulación política y social a nivel regional. 2) Programas de
lucha contra el "terrorismo", el "narcotráfico" y
el "crimen organizado",
mediante convenios de cooperación suscriptos con Washington.
Además, la estrategia USA de control
económico, político y social de América Latina, se complementa con la
estructura operativa del control militar en la cual se insertan -a modo
de satélites- los gobiernos, las fuerzas armadas y las policías de toda la
región que operan bajo la acción coordinada de los planes de EEUU para América
Latina.
En lo susbtancial, terminada la
guerra fría por áreas de influencia con la Unión Soviética, derrotados los
movimientos revolucionarios armados por las dictaduras militares setentistas,
sin huelgas salvajes ni conflictos sociales extendidos en la región,
Washington carece de un enemigo estratégico que amenace su sistema de dominación
en el teatro de América Latina.
Hipótesis fundamentadas
descartan, por otro lado, una guerra intercapitalista (enfrentamiento entre
países) dado que la misma no está en la estrategia y en los planes de
preservación de la "gobernabilidad" (léase dominio regional) de EEUU, y ningún
gobierno satélite de la región se atrevería a enfrentar la maquinaria militar
nuclear de EEUU creando un conflicto militar con países vecinos.
Este es la realidad (estadística y
verificable) que se reveló nuevamente con el proceso hondureño.
Y la resolución final en Honduras
demostró la farsa "independentista" de los gobiernos e instituciones
capitalistas sometidos a la maquinaria imperial de Washington en América Latina.