"En una
región sin perspectivas de un conflicto armado serio, ¿tiene sentido que Chile
tenga cientos de tanques de guerra? ¿o que Venezuela compre 100.000 fusiles Kaláshnikov AK47? ¿y que Brasil planee la construcción de un submarino nuclear?
¿No es acaso una región pacífica?", se pregunta la cadena británica
BBC.
Para el
Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI), el
gasto militar fue de US$ 34.000 millones el año pasado, lo que representa
un aumento del 50% en los últimos diez años.
Este desembolso, no obstante,
empalidece frente a los US$ 1,2 millones de gasto militar anual en el
planeta, del cual solamente EEUU insume un presupuesto cuya última estimación
por el Pentágono asciende a US$ 730.000 millones (casi un 60% del total).
En tanto, de acuerdo al Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS,
por su sigla en inglés) con sede en Londres el gasto militar latinoamericano se incrementó un
91% entre 2003 y 2008, si se toma en cuenta a toda América Latina y el Caribe.
Pasó de US$ 24.700 millones a US$ 47.200 millones, de acuerdo al informe
Balance Militar 2009 del IISS.
Las cifras sorprenden, en una región donde alrededor de 200 millones de personas
viven en condiciones de pobreza, o por debajo de las líneas básicas de supervivencia.
Para el
IISS, en los últimos cinco años los países que más han incrementado el
presupuesto de Defensa han sido Venezuela, Colombia, Brasil y Chile.
Con un dato adicional:
Colombia es una llave de entrada y un virtual portaaviones del Pentágono
en Sudamérica, Brasil es un socio regional estratégico de Washington, y Chile es
un aliado privilegiado y una plataforma incomparable de proyección militar
USA en el Cono Sur.
En el caso colombiano, solamente en 2008 desembolsó unos US$ 5.500 millones para
sus compras militares, un 13,5% más que en 2007.
La
"amenaza de las FARC y la lucha contra el narcotráfico" aparecen como las
principales razones para el rearme de un país que, según Robert Munks, editor
para las Américas de la revista británica especializada en temas de Defensa,
Jane's Intelligence Weekly, es de los más avanzados militarmente en el
continente.
En tanto, al sur del continente, Argentina
(con su ejercito desmantelado después de Malvinas) y Uruguay mantienen un rol
casi accesorio para sus Fuerzas Armadas, no así Paraguay, que cobija en sus
territorio una base de despegue rápido que permite al Pentágono un control
efectivo sobre las mayores reservas de agua potable del mundo.
Argentina, en proporción, es una de
las naciones que menos gasta en equipamiento militar en América del Sur, aunque
sus fuerzas armadas (como el resto de América Latina) están alineadas en la
hipótesis de la guerra contra el "narcoterrorismo" y su gobierno suscribe
diversos convenios de cooperación y ejercicios conjuntos con Washington.
Si bien la
prensa del sistema señala a Hugo Chávez como el principal comprador de
armas (a Rusia), en realidad es Brasil el país sudamericano que más gasta
en Defensa, según el IISS.
Es el 12° país en el mundo con mayor gasto militar, de acuerdo a los datos del
SIPRI. El año pasado Brasil desembolsó US$ 23.000 millones, lo que
representa el 1,5% del Producto Interior Bruto.
La semana
pasada, los gobiernos de Brasil y Francia cerraron un pacto de cooperación y
transferencia de tecnología militar estimado en US$ 12.500 millones, que
incluye la compra brasileña de cinco submarinos, uno de ellos nuclear, de 50
helicópteros de transporte y posiblemente también de 36 aviones caza.
Entre 1999 y 2008 el presupuesto militar brasileño aumentó un 29,9%. Si se toman
en cuenta los años de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente, el incremento
fue del 50%.
Entre 2005
y 2008, Venezuela le ha comprado a Moscú unos US$4.400 millones en armamento.
Esto incluye 100.000 fusiles de asalto Kaláshnikov AK-47 y 24 aviones Sukhoi SU,
entre otros equipos militares.
.
Si se incluyen las compras a Bielorrusia, China y España, Venezuela ha gastado
casi US$ 7.000 millones en los últimos tres años.
Por otra parte, la semana pasada Rusia y Bolivia dieron a conocer un convenio
que permitirá al gobierno de Evo Morales comprar armas rusas y equipamiento para
las Fuerzas Armadas por US$100 millones.
El presidente boliviano
(que ha declarado públicamente su ambición de convertirse en Premio Nobel de la
Paz) lo justificó al asegurar: "La verdad, encontré a las
Fuerzas Armadas desarmadas". Y agregó que el equipamiento militar "no
será para provocar guerras, sino para defenderse y evitar provocaciones".
El
presidente venezolano, Hugo Chávez, informó por su parte este domingo que el
acuerdo, pactado durante su viaje a Moscú la semana pasada, incluye la compra de
tanques T71 y un número no determinado de sistemas antiaéreos S-300.
"Gracias al apoyo del presidente ruso (Dimitri Medvedev) y el primer ministro (Vladimir
Putin) se hizo viable la compra de armamento, para incrementar nuestra
capacidad de defensa", declaró el mandatario durante su programa semanal de
radio y televisión, "Aló Presidente".
"Sería
cauta con el tema de pensar que Venezuela está en una carrera armamentista. En
término de números, Chile compra mucho más que Venezuela", aseguró, por su
parte, Carina Solmirano, investigadora de América Latina para el Programa de
Gasto Militar del SIPRI.
"¿Qué
sentido tiene que las naciones sudamericanas se armen? ¿Para qué se usan las
Fuerzas Armadas en cada país? ¿Cuáles son las amenazas?", se preguntó Robert
Munks, editor para las Américas de la revista británica especializada en temas
de Defensa, Jane's Intelligence Weekly.
¿Contra quien
pelean?
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Marines de EEUU en
tierras sudamericanas. |
La región
latinoamericana, como sucede históricamente, está bajo completo control
estratégico y operacional de las fuerzas militares-nucleares de EEUU, que a
través del Comando Sur ensambla la Cuarta Flota USA con una cadena de bases (de
despegue rápido) enclavadas en los puntos estratégicos de control de las fuentes
de energía y de recursos naturales.
A esto se
suma el dato de que
ningún ejército de los países regionales
cuenta con una hipótesis autónoma de conflicto con un "enemigo propio",
sino que se movilizan doctrinaria y operativamente en los marcos de la
"guerra contraterrorista" que EEUU utiliza como argumento de sus
estrategia de control geopolítico y militar de la región.
En lo político, los gobiernos de
América Latina (tanto de izquierda como de derecha, salvo Cuba) se rigen por dos principios
doctrinarios básicos establecidos por el Departamento de Estado USA en la
región:1) defensa irrestricta del "sistema democrático" como marco de
regulación política y social a nivel regional. 2) Programas de lucha contra
el "terrorismo", el "narcotráfico" y el "crimen organizado", mediante
convenios de cooperación suscriptos
con Washington.
Además, la estrategia USA de control económico,
político y social de América Latina, se complementa con la
estructura operativa del control militar en la cual se insertan -a
modo de satélites- los gobiernos, las fuerzas armadas y las policías de toda la región que operan bajo la acción coordinada de los planes de EEUU para
América Latina.
Esta
realidad -indiscutible- de hegemonía militar (además de económica y política)
dominante de EEUU en el continente contrasta con la carrera armamentista de
países cuyo único enemigo declarado es el "narcoterrorismo" impuesto y
nivelado por EEUU como lógica de conflicto continental.
En lo susbtancial, terminada la
guerra fría por áreas de influencia con la Unión Soviética, derrotados los
movimientos revolucionarios armados por las dictaduras militares setentistas,
sin huelgas salvajes ni conflictos sociales extendidos en la región,
Washington carece de un enemigo estratégico que amenace su sistema de dominación
en el teatro de América Latina.
El único conflicto armado que
susbsiste en América Latina es de carácter interno y se desarrolla desde 1962 en
Colombia, con guerrillas de izquierda enfrentadas al ejército y a grupos
paramilitares de extrema derecha, que sirven como justificación y nivelación
regional de la "guerra narcoterrorista" exportada por el Pentágono y el
departamento de Estado.
Además de
alimentar las ganancias de los complejos militares industriales (principalmente
de EEUU y Europa) la compra de armas no parece tener otro propósito fundante que la
justifique, en una región donde todos los gobiernos se rigen por el principio
aceptado (impuesto por EEUU) del mantenimiento de la paz, como condición
básica de la "gobernabilidad democrática" y la estabilidad económica y política.
Incluso
para los analistas del sistema, que esconden sistemáticamente la estructura
(económica, militar y política) de la dominación imperial capitalista en
América Latina, algo suena "raro" en esta carrera enloquecida por aumentar el poder
bélico de los ejércitos cipayos, cuyos oficiales de comando y cuadros
operativos continúan siendo entrenados y adoctrinados en EEUU.
Hipótesis
fundamentadas descartan, por otro lado, una guerra intercapitalista
(enfrentamiento entre países) dado que la misma no está en la estrategia y en
los planes de preservación de la "gobernabilidad" (léase dominio regional) de
EEUU, y ningún gobierno satélite de la región se atrevería a enfrentar la
maquinaria militar nuclear de EEUU creando un conflicto militar con países
vecinos.
Pero hay
una segunda hipótesis, no descartable, según la cual Washington podría promover
enfrentamientos regionales con la intención de justificar un aumento de su
dispositivo militar de control en áreas claves de reservas petroleras, de
agua potable o de "pulmones verdes".
Una
tercera hipótesis (de Chávez y de los gobiernos de izquierda) plantea que
EEUU busca un enfrentamiento armado Colombia-Venezuela para justificar una
intervención militar abierta en la estratégica región de las "cinco fronteras"
(Colombia, Venezuela, Ecuador, Brasil y Perú), que alberga un "bolsón petrolero"
compartido y los gigantescos recursos verdes de la Amazonia.
Una cuarta
hipótesis sostiene que Washington impulsa un rearme de los ejércitos cipayos
latinoamericanos atendiendo a un plan de "remilitarización regional" orientado a
sustituir las "democracias civiles" por "democracias armadas" (democracia
blindada) para enfrentar potenciales conflictos sindicales y sociales emergentes
de un desenlace de la crisis global en América Latina.
Las consideraciones se basamentan en
la neutralización de un posible "efecto dominó" regional de huelgas y
conflictos sociales que comenzarán a desarrollarse como consecuencia
de un desenlace continental de la
crisis económica global.
En ese escenario se plantea un cuadro
creciente de "perdida de gobernabilidad" de los gobiernos y un requerimiento del
uso de la fuerza militar para evitar el desmadre de los conflictos y
neutralizar posibles "focos subversivos" que se monten en los mismos, según los
sostenedores de la estrategia de control político y social con la "democracia
blindada".
Desde la derecha y la izquierda
gubernamental latinoamericana todos los días florecen hipótesis, mientras los
analistas del sistema siguen sin encontrarle respuesta a la feroz escalada
armamentista sudamericana.
Sobre todo en un escenario y en un
teatro operativo donde las fuerzas armadas continentales, de la misma forma que los
gobiernos regionales, son estructuras cipayas (verdaderos satélites operativos del Comando
Sur),entrenadas, armadas y controladas por
la maquinaria militar del Imperio estadounidense.
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