(IAR Noticias) 22-Mayo-08
Samuel Farber y Saul Landau, dos conocidos y respetados analistas de
izquierda, han expuesto recientemente para la revista norteamericana Foreign
Policy Focus sus distintos puntos de vista sobre el presente y el futuro
político, económico y social de Cuba. Damos en esta entrega de SINPERMISO la
versión castellana de los artículos de Farber y Landau, reservando para la
próxima semana la reproducción de la interesante polémica entre ellos que
siguió a la publicación de sus respectivos análisis.
Por Samuel Farber
(*) - Revista SINPERMISO
(Ver Parte 1)
La renuncia oficial de Fidel Castro al puesto de jefe del estado cubano,
aunque esperada, ha sido un momento crucial que ha planteado grandes
interrogantes sobre el futuro de Cuba. Su hermano menor Raúl, que oficialmente
ya ha asumido el mayor puesto oficial del país, había antes sustituido
"temporalmente" al comandante en jefe el 31 de julio de 2006, después de que
Fidel Castro se retirara debido a una grave enfermedad, cuya naturaleza ha
sido declarada secreto de estado.
La decisión de los dirigentes cubanos de escoger a José Ramón Machado
Ventura, de 77 años, como sucesor de Raúl Castro, ha sido sorprendente pero
reveladora. La mayoría de los observadores, incluido quien esto escribe,
esperaban el nombramiento de Carlos Lage, un médico aún en la cincuentena, con
reputación de moderado, y que desde hace años ha jugado un papel relevante en
la dirección de la economía cubana. Los dirigentes cubanos han designado en
cambio a un partidario de la línea dura que se ha dedicado a preservar la
pureza ideológica del sistema. Machado Ventura también ha ayudado a consolidar
la influencia del ejército en las más altas esferas de poder del gobierno,
permitiendo con ello una sucesión del status-quo que aseguraría la continuidad
del actual sistema.
Existen diferencias políticas tanto en la jefatura como en la
intelligentzia del país sobre la cuestión del cambio político y económico,
dudas acerca de sus futuras relaciones con los círculos militares dominantes.
Al mismo tiempo, hemos podido ver signos de nuevas protestas desde abajo que
podrían frustrar los planes de la elite. Y existe además una presión exterior,
particularmente desde los Estados Unidos, que indudablemente tiene un
importante impacto en cualquier tipo de transición política que tenga lugar en
la isla.
Desintegración social
Las discusiones políticas sobre el futuro de Cuba están teniendo lugar con
una considerable desintegración social como telón de fondo. En un importante
discurso realizado en la Universidad de La Habana en noviembre de 2005, Fidel
Castro ya señaló que la corrupción se había extendido tanto, que temía que
pudiera destruir la revolución desde dentro. Buena parte de esta corrupción es
el resultado de graves penurias económicas. A pesar de que ha habido mejoras
materiales significativas, especialmente en la distribución de electricidad
–los apagones casi han desaparecido— y en el transporte público de La Habana,
el país no se ha recuperado completamente de la tremenda crisis que trajo
consigo la desaparición del bloque soviético.
Sanidad y educación, las áreas que fueron testimonio de un mayor progreso
desde los primeros días de la revolución, fueron gravemente perjudicadas por
la crisis. Ha habido una preocupante escasez de profesores, debida sobre todo
a los bajos salarios que prevalecen en el sector. Entre los efectos de esta
crisis del sistema educativo cubano destacan la sustitución de profesores por
clases televisadas y la cada vez mayor importancia de las clases particulares
remuneradas, una tendencia que fue observada con preocupación por el periódico
Juventud Rebelde el 30 de mayo. Hay una importante escasez de medicinas y
provisiones médicas en las clínicas y hospitales que atienden a la población
general (que contrasta con las instalaciones sanitarias disponibles para la
elite política y los "turistas sanitarios"). La crisis sanitaria se ha
agravado a causa del intercambio de médicos por petróleo con Venezuela, que ha
provocado una falta de médicos de cabecera en el otrora muy apreciado programa
de médicos de familia, así como entre los especialistas a los cuales estos
pacientes eran remitidos.
Además, la cartilla de racionamiento oficial cubre solamente la mitad de
las necesidades alimenticias de la población. El resto debe obtenerse en el
mercado libre a precio de peso convertible (que es aún más caro que el dólar).
La Comisión Económica de las Naciones Unidas para Latinoamérica (ECLA, por sus
siglas en inglés) estima que el 62% de los cubanos tiene acceso a esta moneda
fuerte (en cantidades muy variadas), mientras que el 20% de la población
urbana de la isla se encuentra en riesgo de no ser capaz de cubrir sus
necesidades mínimas básicas (Cuba es actualmente urbana en un 75%). No es
ninguna sorpresa que el robo, sobre todo de la propiedad estatal (incluyendo
incluso partes del tendido eléctrico), y todo tipo de chanchullos se hayan
convertido en el pan de cada día para un buen número de cubanos. Últimamente,
la prensa cubana ha informado de un creciente número de incidentes que
sugieren una crisis social generalizada más allá de la corrupción y del
quebrantamiento de la ley con fines utilitarios. Estos incidentes van desde el
absentismo escolar, el alcoholismo y el declive del civismo a hechos mucho más
graves, como los ataques espontáneos a autobuses que recorrían barrios pobres
y algunos casos de gamberrismo sin precedentes en acontecimientos deportivos.
Las reformas de Raúl
Raúl Castro está tratando de incrementar a corto plazo su apoyo popular y
su legitimidad garantizando reformas económicas para eliminar las
restricciones actuales, particularmente en lo que se refiere a la vida
económica del país, mientras mantiene firmas las riendas con el objetivo de
prevenir cualquier viso de democratización de la sociedad cubana. Ésta parece
ser su respuesta, discrecional y selectiva, a las demandas populares
expresadas tras su llamada –en el discurso del 26 de julio de 2007— a la
organización de un debate franco y abierto de alcance nacional.
No es la primera vez que se hace una llamada de este tipo en la isla. Algo
parecido ocurrió en el periodo anterior al IV Congreso del Partido Comunista
en 1991. En aquella ocasión, sin embargo, la prensa oficial publicó
frecuentemente las propuestas hechas en reuniones de comunidades y lugares de
trabajo, aunque con escaso o ningún efecto práctico. Algunos cubanos describen
este tipo de apertura institucionalizada como la "cultura del montacargas":
las propuestas son enviadas hacia arriba, a las autoridades, y las respuestas
de éstos bajan sin que la gente pueda responder o actuar por otras vías. En
otras palabras, la gente tiene prohibido organizarse independientemente, fuera
de los canales oficiales, prohibición que tiene como fin prevenir la
confrontación directa con los dirigentes y cortocircuitar cualquier petición
de soluciones a sus problemas.
Así las cosas, Raúl Castro ya ha retirado la prohibición de comprar
teléfonos móviles, computadoras y otros electrodomésticos, así como
suministros y utensilios agrícolas. También ha retirado la prohibición a los
cubanos de hospedarse en los hoteles para turistas y de alquilar automóviles.
Estas concesiones sólo benefician, sin embargo, a los cubanos que tienen
acceso a la moneda fuerte. Raúl Castro ha retirado el tope de los salarios
estatales y está dispuesto a sentar las condiciones que permitan a más cubanos
establecerse laboralmente por su cuenta en las ciudades. Ha empezado también a
distribuir a los campesinos grandes porciones de tierra estatal sin cultivar,
la mayor parte de las cuales pasaron a estar disponibles con las pérdidas
drásticas que afectaron a la industria azucarera. Una medida como ésta, si
fuera considerablemente extendida, abriría la caja de Pandora, con
consecuencias políticas que merecen ser tenidas en cuenta. De él se espera en
el futuro próximo que relaje las duras restricciones de viajar al extranjero,
y que reduzca, o directamente elimine, las desorbitantes cantidades de dinero,
hogar y otras propiedades personales que los cubanos tienen que abandonar, si
quieren que se les permita emigrar. Por encima de todo, Raúl Castro mantendrá
su propio estilo de gobierno limitando la frecuencia de las manifestaciones
políticas que interrumpan las rutinas políticas, delegando funciones en vez de
librarse a la gestión del pequeño detalle, y reduciendo las repentinas y
arbitrarias improvisaciones en el campo de la economía. En otras palabras,
Raúl intentará formar, como base para sus reformas, una clase burocrática
"normal" que le permita poner fin, substituyéndolo, al caótico desorden
dimanante de un bonapartismo carismático.
Ya sobreviva Raúl a su hermano mayor, ya continúe el ejército manteniendo
su supremacía actual tras la muerte de Fidel, los dirigentes cubanos adoptarán
probablemente alguna variante del modelo vietnamita o chino que Raúl tanto
admira. Este modelo reduciría la apertura democrática a una economía
capitalista de libre mercado bajo la dirección de un estado autocrático de
partido único controlado en su mayor parte por el ejército. La base material
para un modelo como éste prácticamente ya existe, si tenemos en cuenta el
papel dominante en la economía que las Fuerzas Armadas Cubanas, a menudo en
conjunción con capital extranjero, han jugado al menos desde principios de los
noventa tras el desplome de la Unión Soviética. El ejército ha estado
coordinando sus actividades económicas a través de una corporación llamada
GAESA; uno de sus holdings, Gaviota, es probablemente la mayor empresa
turística en Cuba. Oficiales del ejército de alto rango han estado dirigiendo
otros importantes sectores de la economía, como la industria azucarera.
Resulta significativo que Raúl Castro haya promocionado recientemente a otro
miembro de la vieja guardia, el comandante general Julio Casas Regueiro, a
Ministro de Defensa. Casas perfeccionó el rendimiento empresarial y la
eficacia basada en métodos de organización capitalistas en las compañías
dirigidas por el ejército (los mismos métodos también han sido empleados en
algunas empresas civiles). Las actividades económicas del ejército han creado
un importante estrato de técnicos militares y directores ejecutivos, "hombres
de negocios en uniforme" que, junto a sus homólogos civiles en iniciativas
empresariales con capital extranjero, constituyen la base social principal
para el posible surgimiento de un modelo sino-vietnamita en Cuba.
Comunistas liberales versus Talibanes
Desde hace cierto tiempo, una tendencia comunista liberal apoyada por la
mayoría de los intelectuales, académicos y artistas de la isla, ha venido
actuando con cautela, y seguirá jugando, según parece, un papel importante en
el futuro inmediato. Recientemente, este grupo hizo notar su presencia en el
congreso de la UNEAC –Unión de Escritores y Artistas Cubanos— que tuvo lugar a
primeros de abril. Esta tendencia tiende a favorecer una apertura de mercado,
pero no según pautas neoliberales, sino más cercana a las reformas moderadas
de mercado que se intentaron llevar a cabo en Europa del Este antes de la
caída del Muro en la década de los 80, e incluso antes. Además de estas
reformas económicas, a los comunistas liberales también les gustaría ver
reformas democráticas que condujeran a una Cuba más pluralista, quizá
incluyendo incluso la presencia de diferentes fracciones políticas en el seno
del Partido Comunista Cubano. Estos puntos de vista son publicados y
predominan en publicaciones de relativamente escasa circulación, como La
Gaceta de Cuba, Temas, Revolución y Cultura.
Aunque estas reformas democráticas no serían aceptables para un futuro
grupo dirigente "sino-soviético", los liberales de mercado y los autócratas de
mercado forjarían una alianza temporal, ya que la introducción del mercado
acarrearía una liberalización en el terreno social. Este hecho podría llevar a
reformas que están actualmente bajo consideración y pronto podrían ser
anunciadas, como una reducción de las restricciones para viajar al extranjero,
una mayor libertad para las pequeñas empresas, el derecho a alquilar, comprar
y vender la propia casa y un mayor acceso a Internet, aun dentro de las
limitaciones de la censura. Cualquier concesión material que un régimen como
el cubano sea capaz de proporcionar a los intelectuales (la base social de los
actuales comunistas liberales) prolongará la vida de semejante alianza.
Lo que sí es seguro es que los fidelistas de línea dura se resistirán a los
cambios liberalizadores en la economía y lucharán contra cualquier intento de
democratizar la política. En Cuba se les llama "talibanes", y en el grupo se
incluye a gente como Felipe Pérez Roque, el jefe del estado mayor de Fidel
Castro y actual Ministro de Exteriores. El centro principal del poder "talibán"
se encuentra en el Grupo de Apoyo a Fidel Castro y entre algunos sectores del
aparato del Partido Comunista, sobre todo en las provincias, que incluyen a
personas que fueron personalmente formadas por el comandante en jefe. El Grupo
de Apoyo, constituido por figuras como Carlos Valenciaga, el secretario
personal de Fidel Castro, han sido marginadas por Raúl Castro. Apodados
jocosamente "los huerfanitos", han jugado un papel clave en la "Batalla de
Ideas" de Fidel Castro. Esta "batalla" implicó no sólo luchas políticas e
ideológicas acompañadas de manifestaciones masivas, sino también la
realización de proyectos económicos que a menudo se desviaban de los planes
preestablecidos y usurpaban el poder y las funciones de los departamentos y
ministerios gubernamentales.
Los "talibanes" no tienen ningún futuro político mientras el ejército esté
bajo el liderazgo de Raúl Castro, o quienquiera le suceda, y permanezca unido
y capaz de llevar a cabo importantes reformas económicas a corto plazo que
incrementen su legitimidad y popularidad entre la mayoría de la población. La
transición China es un buen ejemplo con el que comparar el papel jugado por
los "talibanes": sus equivalentes asiáticos fueron la "Banda de los Cuatro" y
quienes permanecieron apegados al viejo sistema estalinista. Ninguno de ellos
fue rival para Deng y lo que prometió: una mejora del nivel de vida y un
alivio de las arbitrariedades y mobilizaciones sin cuento de Mao.
Tendencias políticas
Como en muchas otras transiciones post-comunistas que han tenido lugar
desde los ochenta, hay un apoyo muy poco significativo en Cuba a una economía
y a una sociedad de tipo colectivista controlada desde la base mediante una
política abierta y democrática. El panorama político parece limitarse a tres
puntos de vista: dos de éstos apoyan la existencia de un estado de partido
único aun difiriendo entre sí en lo tocante al grado en que debería Cuba
abrirse a una economía de mercado. Un tercer punto de vista, influyente entre
intelectuales y académicos, apoya la liberalización y la democratización de la
sociedad, pero dentro del contexto de un giro hacia el mercado de impronta
poco menos que neoliberal. Sin embargo, el sentir popular en Cuba es tal, que,
aun a pesar del creciente de personas tenadas a pensar que el capitalismo es
el mejor sistema para producir bienes y servicios, la mayoría defiende
ferozmente la sanidad, la educación y otros servicios sociales públicos y
gratuitos que ganaron en los primeros años de la revolución.
Las abundantes historias ya conocidas de transición al capitalismo sugieren
que una transición capitalista en Cuba estaría muy lejos de adoptar una forma
relativamente benigna. Más bien seremos testigos de varias "terapias de shock"
y agudas reducciones en el gasto y las instituciones del "estado del
bienestar", reducciones impuestas por el dominio dictatorial del ejército en
colaboración con el capital extranjero y el emergente capital nacional.
También podemos esperar un papel determinante de los EEUU. en los asuntos
internos de la isla con un ajuste estructural del estilo del FMI,
privatización y políticas de austeridad que tendrían un efecto devastador,
particularmente entre los pobres y la población negra cubana. Las
posibilidades de un cuarto punto de vista, el de las políticas democráticas
anticapitalistas, hay que cifrarlas en la oposición popular a una transición
como la mencionada.
Precisamente, los acontecimientos recientes en la isla parecen sugerir la
aparición de una tendencia en este tipo. El año 2007 puede que haya sido
testigo del incipiente arranque de una transición de las políticas de queja
individual –que ganaron una difusión particularmente relevante con la crisis
provocada por la caída del bloque soviético a principios de los noventa— a
políticas de resistencia colectiva. El año empezó con la protesta de los
intelectuales y artistas cubanos contra la reaparición pública de tres
individuos asociados con las viejas políticas culturales represivas, quienes
purgaron a numerosos intelectuales y artistas destacados en el periodo más
oscuro de los 70: Luis Pavón Tamayo, Armando Quesada y Jorge "Papito"
Sergueras. La protesta fue políticamente limitada, ya que nunca desafió a la
censura ni planteó preguntas acerca de quién había dado las órdenes de que
volvieran estos funcionarios de la represión cultural; pero era inédita en
Cuba, pues empezó de manera espontánea por correo electrónico y permitió a los
artistas e intelectuales poner a prueba su músculo político y su independencia
frente al control del estado de partido único. El gobierno trató de contener
la protesta, pero los manifestantes consiguieron obtener con éxito una
declaración oficial de reafirmación de las relativamente tolerantes políticas
culturales actuales.
Desde entonces han tenido lugar varios acontecimientos que confirman que
algo se mueve en el país. En septiembre de 2007, algunos cientos de
estudiantes se manifestaron abiertamente en la Universidad de Oriente de
Santiago de Cuba en protesta por las precarias condiciones de vida y
educativas, así como por la falta de seguridad para las estudiantes. La
protesta estudiantil debe de haber sido importante, pues el gobierno consideró
necesario organizar una gran contramanifestación oficial en Santiago de Cuba a
primeros de octubre de reafirmación del apoyo al régimen. Hay noticias sin
confirmar de que muchos de los manifestantes fueron expulsados de la
universidad; pero los medios de comunicación controlados por el gobierno han
mantenido un silencio absoluto respecto de este asunto. En enero de 2008 lo
que puede calificarse sin reservas como un casi-motín interrumpió una reunión
en la que funcionarios del gobierno informaban a los trabajadores de compañías
extranjeras de que, a partir de ahora, se les cobraría un impuesto por los
suplementos salariales en moneda fuerte otorgados bajo cuerda por sus
empleadores extranjeros. Los trabajadores estaban particularmente indignados
porque el gobierno cubano ya recibía en moneda fuerte sus salarios en estas
compañías para luego pagárselos en pesos.
A principios de febrero, en un vídeo profusamente distribuido por Internet,
estudiantes de la Universidad de Ciencias de la Información, situada en lo que
en su día fue el puesto de escucha soviético en Lourdes, se encararon con
Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional Cubana. Protestaban por
las restricciones para viajar, la prohibición de visitar instalaciones
turísticas en Cuba, los efectos injustos del sistema de doble moneda, una
falta de información sobre los candidatos a las elecciones parlamentarias y
sus respectivos programas, y contra la censura que impide acceder a motores de
búsqueda como Yahoo. Los estudiantes realizaron sus reivindicaciones
libertarias y democráticas desde un punto de vista explícitamente
revolucionario. En su hipócrita respuesta, Alarcón contestó que la mayoría de
gente en el mundo carece de los medios para viajar, y que si todo el mundo
pudiera viajar, no habría recursos bastantes para satisfacer la demanda.
Confundió deliberadamente el derecho político y legal a viajar con la
capacidad para permitírselo. También omitió el hecho de que en Cuba, por
razones exclusivamente políticas, algunas personas tienen más derecho a viajar
que otras.
El papel de los EEUU.
Desde hace casi 50 años, el imperialismo estadounidense ha impuesto un
bloqueo económico que ha violado el derecho de Cuba a su autodeterminación y
empeorado considerablemente la vida del pueblo cubano. El bloqueo también ha
proporcionado una base anti-imperialista al régimen que le ha ayudado a
asegurar su supervivencia. El fin de la Guerra Fría redujo considerablemente
la importancia de Cuba en la política exterior norteamericana, como lo
atestigua la ausencia de Cuba en prácticamente todos los análisis estratégicos
de amenazas y desafíos internacionales a los que se enfrenta el gobierno
estadounidense. Sin embargo, el régimen de Castro ha alimentado el miedo a una
invasión cada vez que lo ha considerado conveniente por razones de política
interior y exterior, con el fin de desviar la atención de los escándalos
nacionales, como cuando impuso fuertes condenas de prisión a 75 disidentes
pacifistas en la primavera de 2003.
Han pasado varias décadas desde que los EEUU contemplaron seriamente una
invasión de la isla. No obstante, el gobierno estadounidense, y en particular
la administración Bush, han continuado con una política de intimidación, con
un creciente acoso que tiene como objetivo el empeoramiento de las condiciones
de vida en la isla, acelerando así el colapso del régimen desde dentro sin
necesidad de emprender una invasión. Al mismo tiempo, han dado refugio a
terroristas como Luis Posada Carriles y Orlando Bosch –responsables de la
muerte de 73 civiles inocentes en el atentado a un avión cubano cerca de
Barbados, en 1976— e intentado comprar apoyo político dentro de la isla. La
actual estrategia del gobierno estadounidense hacia Cuba parece estar basada
en la idea de que los individuos y los grupos de la isla que apoyan las
políticas e intereses estadounidenses tomarán el poder con la ayuda del
gobierno estadounidense y sus asociados cubano-americanos del sur de Florida.
Esta gente implantaría entonces una transición capitalista "democrática" en
Cuba. Aparte del hecho de que semejante transición precisaría de una dictadura
feroz, la idea pertenece al desacreditado género de la política-ficción que
predijo que las tropas norteamericanas serían recibidas como libertadores en
Bagdad.
Desde el desplome del bloque soviético, la política económica de bloqueo y
acoso político ha sido mantenida más por razones políticas y electorales que
por el deseo de la clase empresarial norteamericana, la cual, de hecho, no ha
dejado de mostrar un creciente interés en emprender negocios con Cuba. Muchos
directores de empresa y destacados políticos – señaladamente los de la costa
Oeste y del Medio Oeste, que han facturado cientos de millones de dólares al
año vendiendo comida y productos manufacturados a Cuba bajo las excepciones
"humanitarias" que garantizaba el bloqueo desde noviembre del 2001— han
visitado la isla estos últimos años. Este creciente interés se ha reflejado en
el Congreso estadounidense. Durante los años en que Bush júnior ha ocupado su
cargo, el Congreso ha estado muy cerca de aprobar una legislación, con el
apoyo republicano, que hubiera supuesto un serio revés para el bloqueo; pero
Bush supo actuar a través de los lobbies con éxito, sacarla de la agenda
política del Congreso. Propuestas legislativas de este tipo puede que sean
aprobadas por el nuevo Congreso que será elegido en noviembre. Si terminará o
no siendo vetado por quienquiera sea el nuevo presidente, es pregunta que está
por ahora todavía en el aire.
Lo cierto es que una transición "sino-vietnamita" en Cuba, sobre todo si
viniera de la mano de un dirigente que no se apellidara Castro, dividiría a la
derecha cubana de Florida, debilitándose así el principal apoyo político con
que cuenta el bloqueo estadounidense. Llegados a ese punto, los dirigentes de
la isla podrían invitar a los capitalistas cubano-americanos de Florida a
viajar, invertir y enriquecerse en Cuba, siempre que pudieran acreditar que se
mantienen al margen de toda cuestión política. Sería el equivalente a lo que
el gobierno chino ha hecho con los empresarios chinos de ultramar y al decreto
que ha impuesto Putin a la oligarquía empresarial rusa.
Las perspectivas para una Cuba post-Castro son preocupantes, tanto si se
inclina por el modelo "sino-vietnamita", como si continúa con el mismo régimen
(aun con cambios liberalizadores). Los progresistas norteamericanos pueden
contribuir a la posibilidad de una transición democrática, humana y socialista
en Cuba exigiendo una restauración inmediata de las relaciones económicas y
políticas de EEUU con la isla. Para hacerlo, no es necesario crear ilusiones
sobre la naturaleza del régimen cubano. Hacerlo, sería, de hecho,
contraproducente, porque minaría la credibilidad de las fuerzas que luchan por
un cambio en la política estadounidense. La normalización de las relaciones
con Cuba haría avanzar la causa de la autodeterminación de las naciones y
sería una buena alternativa práctica para casi cincuenta y cinco años de
fallida política de bloqueo económico y acoso político. No puede haber un
mejor momento que éste para traer todo ello a colación y presionar a favor del
cambio en el contexto de las elecciones de este 2008.
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(*)Samuel Farber nació y se crió en Cuba. Su libro más reciente es The
Origins of the Cuban Revolution Reconsidered [Una revisión de los orígenes de
la revolución cubana] (University of North California Press). Colabora
regularmente con Foreign Policy in Focus. De Farber puede leerse en
castellano, en el número 3 de SinPermiso (en papel), una larga reseña del
libro de entrevistas de Ignacio Ramonet a Fidel Castro.
Traducción de Ángel Ferrero
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