(IAR Noticias) 21-Mayo-08
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Cuba hoy: El recuerdo del Che estampado en la
remera de un joven cubano. |
Samuel Farber y Saul Landau, dos conocidos y respetados
analistas de izquierda, han expuesto recientemente para la revista
norteamericana Foreign Policy Focus sus distintos puntos de vista
sobre el presente y el futuro político, económico y social de Cuba. Damos en
esta entrega de SINPERMISO la versión castellana de los artículos de Farber
y Landau, reservando para la próxima semana la reproducción de la
interesante polémica entre ellos que siguió a la publicación de sus
respectivos análisis.
Por Saul Landau
(*) - Revista SINPERMISO
Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, los
cubanos han vivido un "periodo especial". Este eufemismo significa no sólo el
declive drástico de la media de vida, sino también una violenta alteración de
los valores sociales. La ayuda soviética se desvaneció junto con el comercio
ventajoso con el bloque soviético. A medida que declinaba la economía soviética
en Cuba, el estado rompió parte de su contrato social: no cubrió las necesidades
materiales básicas de los cubanos, ni les proporcionó suficiente comida ni
vestir. La sanidad básica y la educación pública permanecieron, pero fueron
recortadas. El gobierno recortó todavía más las raciones a más de la mitad de
las que existían, y la comida barata desapareció. Para sobrevivir, cada cubano
tuvo que transformarse a sí mismo de los valores del comunismo (compartir) a los
valores del individualismo (sálvese quien pueda).
A principios de los noventa, expertos del gobierno
estadounidense y otros prestigiosos entendidos predijeron la caída inminente del
gobierno de Fidel Castro. Las oficinas de los departamentos de la burocracia de
seguridad nacional de Washington empezaron a hacer quinielas (¿qué día o semana
caerá Castro?). El premio Pulitzer Andrés Oppenheimer escribió en 1992 un libro
titulado La hora final de Castro (dando un nuevo significado a las
palabras "final" y "hora").
Diecisiete años después de la desaparición de la
URRS, Cuba permanece como el único estado socialista del mundo. Sus críticos lo
tildan de "estado fallido" o "caso perdido", pero tras la última década el nivel
de vida de los cubanos ha crecido rápidamente. Los corredores de apuestas han
cerrado la timba sobre la fecha de su desaparición.
Supervivencia milagrosa
Los dirigentes cubanos admiten en privado que es un
milagro que hayan sobrevivido. La razón de ello puede descansar en la política
maquiavélica de Castro de exportar a sus enemigos a los Estados Unidos (casi un
millón). Incluso sus detractores más militantes envían regularmente dinero a sus
familiares en la isla, dando así vida un tesoro público casi vacío con casi mil
millones de dólares al año en remesas.
La agilidad política de Castro, sin embargo, no ha
ayudado a desarrollar su quijotesca visión de convertir a Cuba en un espejo en
el que otros países del tercer mundo busquen reflejarse en su búsqueda de los
caminos más adecuados para el desarrollo. En vez de eso, los cubanos siguen
abandonando la isla peligrosamente en balsas o barcos ilegales, en busca de
mayores oportunidades en Florida. Ingenieros, científicos y doctorados en
literatura eligen no desperdiciar sus vidas, y se disponen a hacer pizzas o
cajas de cartón, o a enseñar en las escuelas primarias.
Los cubanos también quieren ganar dinero suficiente
para sobrevivir. Durante el "periodo especial" los adultos se buscaron
"chanchullos" para ganar lo suficiente para la supervivencia de sus familias. Lo
que significaba quebrantar la ley, comprar o vender ilegalmente o pergeñar
alguna pequeña trampa ocasional. También significó perpetración de robo en
propiedades estatales y búsqueda de la prosperidad en las operaciones del
mercado negro.
En 2006, sin embargo, China y Venezuela empezaron a
inyectar cientos de millones de dólares de inversión en los recursos minerales y
petrolíferos de la isla. Además, el descubrimiento de petróleo costero atrajo
nuevos inversores a Cuba. Con el dinero recibido, Cuba empezó a reconstruir su
deteriorada infraestructura. A mediados de los noventa, los apagones de verano
duraban hasta veinte horas los peores días; en 2008, la renovada red eléctrica
permite al gobierno vender electrodomésticos al público y elevar gradualmente el
nivel de vida.
Rechazo de otros modelos
En 2007, los dirigentes cubanos empezaron un debate público
para encarar algunos de los problemas aparecidos en el periodo post-soviético.
Algunos de esos problemas echaban sus raíces en el mismo modelo soviético. La
cúpula dirigente, sin embargo, no tenía ninguna intención de convertirse al
capitalismo. Quienes apostaron por los modelos chino o vietnamita no lograron
imponerse cuando, el último 26 de julio, Raúl Castro habló de resolver los temas
más urgentes, como las adversidades cotidianas, la escasez de comida y la baja
productividad agrícola, en el marco de un modelo socialista.
El gobierno ha respondido así a un descontento
popular, a la alienación y a un descomunal cinismo, y en los últimos dos años ha
importado un 35% más de comida. Raúl ha admitido que "los salarios son
claramente insuficientes para satisfacer las necesidades del pueblo." Esta
afirmación no significa lo que por lo común informan los periodistas
estadounidenses cuando comentan con sorna que el salario medio cubano alcanza
los veinte dólares al día. No tienen en cuenta la gratuidad del sistema de
sanidad público, ni de la educación desde la guardería hasta los programas de
doctorado; la ausencia de impuestos y alquileres; la gratuidad de prácticamente
todos los medios de transporte o el entretenimiento y la comida subvencionados.
Pero todo ello aún se encuentra lejos de la seguridad desde la cuna a la tumba
que experimentaron los cubanos antes de la desaparición de la Unión Soviética.
Muchos periodistas extranjeros también omiten lo
obvio: que los dirigentes cubanos toman sus decisiones según las necesidades de
más de 11 millones de personas, destacando el carácter básico de la sanidad y la
educación. Los periodistas mantienen como axiomas los valores de las sociedades
de consumo de las que provienen, en las que tiendas y supermercados están
abastecidos con productos de varias marcas. Si los cubanos desean mantener la
igualdad como un valor irrenunciable, un modelo como ése no debería asomarse por
la isla. A pesar de que el comercio cubano se ha incrementado, especialmente con
Venezuela y China, está muy lejos de ser competitivo. Su fuerza de trabajo ha
permanecido poco productiva, lo que se explica parcialmente como resultado de
las leyes laborales que dificultaban el despido o incluso la disciplina de los
trabajadores.
Permitir la venta de más bienes de consumo no
significará una explosión de las ventas, porque la mayoría de los cubanos no
posee en exceso moneda extranjera para comprarlos. Los cubanos tendrán que
escoger entre los nuevos productos disponibles, incluyendo las estancias en
hoteles de postín. Los cubanos que reciben remesas de miembros de sus familias
en el extranjero, o pagan en moneda fuerte, continúan disfrutando con la compra
de privilegios –desigualdad institucionalizada—, crispando con ello a la mayoría
de la población. Pero la libertad para comprar no puede ser el pilar de un país
socialista, sobre todo en una nación del tercer mundo construida sobre cimientos
de justicia e igualdad.
Las nuevas inversiones de Cuba se han destinado
también al transporte público, especialmente los autobuses y los trenes urbanos
y de largo recorrido. Las reformas también han dado mayores libertades a los
pequeños campesinos, que han rendido mejor que los grandes establecimientos
agrícolas estatales. Más comida, mejor transporte, y menos apagones significan
mucho en la vida cotidiana de los cubanos.
La revolución en peligro
El nuevo sentir se ha extendido más allá de lo
material. Los artistas e intelectuales han manifestado que no tolerarán más la
censura. La cúpula dirigente se ha mostrado de acuerdo. Todas las aperturas y
reformas significan progreso, pero medidas positivas aparte, la revolución está
en peligro. En los primeros meses de este año, miles de cubanos abandonaron la
isla en dirección a Florida. No abandonaron su país por la falta de libertad de
expresión, sino por imposibilidad de ejercer sus profesiones y en búsqueda de
mayores posibilidades para ellos y para sus hijos.
Fidel Castro alertó de que, aunque la revolución
cubana haya desafiado con éxito al imperialismo, los cubanos pueden ser los
responsables de perder su propia revolución. En su carta del 3 de abril al
presidente de la Unión de Escritores y Artistas Cubanos, Miguel Barnet, escribió
Castro que "todo lo que éticamente fortalezca a la revolución es bueno; todo lo
que la debilite es malo". Algo similar dijo a los intelectuales cubanos en 1961:
"Todo dentro de la revolución, nada fuera de la revolución." La revolución
significaba soberanía e independencia, justicia social e igualdad. Pero si uno
está de acuerdo con este programa y simpatiza con él, por fuerza tiene que
estremecerse cuando ve cómo actúan los dirigentes cubanos de manera que o
contradice o ignora ese punto de partida.
Algunos acontecimientos recientes son especialmente
perturbadores. A principios de abril de 2003, funcionarios de seguridad del
estado cubano arrestaron a tres hombres que habían intentado secuestrar un
ferry de pasajeros y matado al piloto cuando se resistió. El tribunal los
condenó a la pena de muerte, dando a los condenados sólo unos cuantos días para
apelar la sentencia. El Tribunal Supremo Cubano y el Consejo de Estado
confirmaron las sentencias, y el 11 de abril fueron ejecutados los tres. Los
funcionarios cubanos afirmaron que la rapidez del proceso "resultaba ejemplar"
para otros secuestradores potenciales. Una avalancha de robos de barcos y
aviones permitió antes a los cubanos huir a los Estados Unidos, y los
funcionarios ni castigaron a sus autores ni reclamaron el retorno de las
embarcaciones. Pero la pena de muerte sin prácticamente tiempo para apelar la
sentencia, lo que indica es más bien pánico, si se compara con las respuestas
razonadas que los dirigentes cubanos suelen dar a las crisis.
Un mes antes, en marzo, Cuba arrestó a 75
disidentes, escandalizando a buena parte del mundo y entristeciendo a algunos de
los partidarios de Cuba. En el juicio subsiguiente, los testigos declararon que
los disidentes acusados habían recibido bienes y servicios de diplomáticos
estadounidenses en La Habana. Doce testigos eran supuestos disidentes,
incluyendo a algunos de los miembros más concienzudos y mejor conectados, como
el periodista Néstor Baguer, que presentó documentos describiendo las
transacciones de los acusados, que eran una violación de la legislación cubana
concebida para responder al Acta Helms Burton, hostil a Cuba. En 1998, Baguer
dirigía la Agencia de Prensa Independiente de Cuba. Con unos pocos periodistas,
envió por fax informes a Reporteros Sin Fronteras y al gobierno estadounidense,
y fundó Radio Martí. En el juicio de abril de 2003, Baguer se reveló como uno de
los doce topos infiltrados por el servicio de seguridad del estado. Las pruebas
convincentes que se presentaron al tribunal no disuadieron a los críticos, que
creían que Cuba no debería castigar a la gente que mantiene puntos de vista
disidentes, ni siquiera en caso de aceptar dinero de representantes de un
gobierno enemigo.
¿Por qué abroquelarse recurriendo a la pena de
muerte y arrestar a quienes habían sido neutralizados ya por agentes
infiltrados? ¿Y por qué exponer a esos agentes a la luz pública?
Los funcionarios cubanos, algunos de ellos medio
excusándose, me explicaron que tenían que mostrar a los Estados Unidos que no
podrían actuar impulsivamente contra Cuba como lo habían hecho en Afganistán e
Irak. Ejecutando a los secuestradores y arrestando a los disidentes, el gobierno
mostró su determinación: será implacable –y hasta sangriento— contra las
provocaciones estadounidenses. Estas explicaciones no me satisficieron, aunque
creo que los funcionarios cubanos me contaron la verdad.
Cuba duele
"La revolución cubana tenía que haber sido
diferente", escribió en una ocasión el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
"Atacada por el incesante acoso del imperio por el norte, sobrevivió como pudo y
no como quiso. El pueblo, valiente y generoso, sacrificó una gran oportunidad
para seguir de pie en un mundo de servilismo rampante. Pero año tras año los
procesos sacudieron a la isla, y la revolución empezó a perder la espontaneidad
y la frescura que había tenido en sus comienzos."
No exagera. En 1960 pude comprobar hasta qué punto
la vida cotidiana cubana estaba dominada por un torrente de creatividad. Y como
Galeano, he tenido ocasión de ver cómo en estos 48 años "la virtud
revolucionaria" iba transformándose en "obediencia a las órdenes que vienen de
arriba."
Ese es el resultado, casi como si de una ley de la
naturaleza política se tratara, de medio siglo de agresiones estadounidenses. El
crimen de Cuba: la desobediencia. Castigando a este advenedizo, escribió Galeano,
los Estados Unidos habían bloqueado de manera efectiva "el desarrollo de la
democracia en Cuba, alimentando la militarización del poder y proporcionando una
coartada para la rigidez burocrática."
"La revolución que fue capaz de sobrevivir a la
furia de 10 presidentes estadounidenses y 20 directores de la CIA", continua
Galeano; "necesita la energía que proviene de la participación y la diversidad
para enfrentarse a los oscuros tiempos por venir que seguro le aguardan. Siempre
digo con tristeza que Cuba duele."
¿Podría yo o cualquiera que yo conozca haberlo hecho
mejor? Fidel asegura que la CIA ha tratado de asesinarle en 638 ocasiones. La
CIA sostiene que exagera levemente. La Agencia admite que lanzó miles de ataques
terroristas contra Cuba y los cubanos. En medio siglo, los Estados Unidos han
atacado a la isla económica, psicológica y, acaso, hasta química y
bacteriológicamente. Trataron de aislar a Cuba diplomáticamente, y siguen
haciendo una propaganda agresiva desde Radio y TV Martí.
Apertura democrática
Cuba resistió y sobrevivió; mas salió herida del
combate. En marzo de 2008, sin embargo, la apertura democrática que Galeano y
otros viejos simpatizantes esperaban, comenzó. Por encima y más allá de la tan
cacareada libertad de los cubanos para comprar electrodomésticos y teléfonos
móviles y para poseer sin mayores problemas su propia casa, Cuba ha firmado la
cláusula de las Naciones Unidas de los derechos humanos y laborales, que la ata
a los principios de estos acuerdos. Eso significa que los sindicatos no pueden
ser parte del gobierno, y que las libertades de expresión y de prensa, y también
las políticas, tendrán que ser respetadas. Ya se verá que pasa.
Un ciudadano explicó al Vicepresidente Carlos Lage,
con ocasión de una conferencia de éste, que el gobierno carecía de sensibilidad
para las necesidades sociales de la gente y para sus problemas psicológicos,
cosas que el dinero no puede resolver. Lage se disculpó. Los cubanos lo vieron
por televisión. A principios de este año, en Juventud Rebelde, un
periódico oficial, el gobierno fue acusado de amañar las estadísticas de
desempleo. Los cambios han empezado, pero los contrabandistas permanecen en la
isla. Los barcos también marchan llenos.
Echemos un vistazo histórico a la revolución cubana.
Ha sido un éxito. Ha conseguido soberanía e independencia para el país; ha
educado y mejorado la salud de su población; ha cubierto sus necesidades básicas
y instruido a su pueblo para que tenga un papel en el escenario de la historia
mundial, sin limitarse a ser un mero espectador de la misma. Los cubanos
alteraron el destino de Sudáfrica cuando sus tropas ayudaron a derrotar a los
ejércitos del apartheid en Cuito Cuanavale en 1987-88. Mandela abrazó a
Fidel en su nombramiento como presidente: "Tú hiciste esto posible", dijo al
mundo para que escuchara. Los cubanos han jugado un papel vital ayudando a
Angola a mantener su independencia, y a Namibia a obtener la suya. Han jugado un
papel importante en las guerras de Vietnam y del Yom Kippur, y liderado el
cambio para terminar de una vez por todas con la Doctrina Monroe.
Hace cincuenta años, Washington controlaba
Latinoamérica y ningún dirigente se atrevía a desafiar su hegemonía o sus
políticas económicas. Hoy, cuatro de los hijos ideológicos de Fidel gobiernan
países (Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua), y muchos de sus primos
gobiernan otros tantos (Brasil, Chile, Argentina y Panamá).>
Médicos y científicos cubanos, artistas y
bailarines, escritores y cineastas han dejado estampados sus nombres en los
frontispicios de innumerables países con su excelente trabajo. La revolución
cubana ayudó a formarlos a todos ellos.
Todos esos triunfos pertenecen al pasado. La
cuestión ahora es: ¿puede Cuba sobreponerse a la herencia del periodo especial,
cuando el individualismo erosionó el espíritu colectivo? ¿Puede superar las tres
décadas del modelo soviético que tuvo que adoptar para sobrevivir? Sus
dirigentes han vivido en y para la revolución, y han difundido sus valores entre
la población. ¿Responderán los cubanos recogiendo su iniciativa y preservando
unos logros enormes, o sucumbirán al brillante atractivo del consumo de masas?
Ya veremos.
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(*)Saul Landau
es un reconocido académico, escritor y cineasta que ha tratado cuestiones
nacionales e internacionales. Es miembro del Institute for Policy Studies desde
1972. Ha escrito 13 libros y miles de artículos y críticas para la prensa y ha
realizado más de 40 películas y reportajes de televisión sobre cuestiones
sociales, políticas, económicas e históricas. Es profesor emérito en la Cal Poly
Pomona University y colaborador de Foreign Policy in Focus.
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