Los tres países,
considerados "preocupantes" por Washington, son potencialmente vulnerables a las oscilaciones del mercado
energético mundial: los ingresos por crudo y gas representan entre 66% y 75%
de los ingresos de los gobiernos de Venezuela e Irán, y un poco menos de
Rusia, según el Journal.
Por lógica
consecuencia, una caída más abrupta en los precios del petróleo
desaceleraría el crecimiento económico y golpearía las finanzas de esos Estados
que utilizan el petróleo como arma estratégica de
posicionamiento en el campo internacional, enfrentados a la
hegemonía de Washington.
Putin (que tiene su
propia "guerra fría" con EEUU y el eje sionista) quiere
construir su propio "Imperio ruso-capitalista" y
recuperar el espacio perdido tras la caída de la URSS, Chávez
quiere concretar su (por ahora difusa) "revolución
socialista", y Ahmadineyad intenta consolidar su (también
difusa) "revolución islámica" con la teocracia que
controla las riendas de Irán desde hace tres décadas.
Favorecido por los altos precios
del petróleo, con $200.000 millones en reservas de oro y divisas duras, y con su
renovado sistema de armamento nuclear y convencional, el gobierno de Putin
comienza a desafiar a la hegemonía imperial estadounidense en relación
con Irán, Venezuela, Corea del Norte y los gobiernos situados
en el "eje del mal", según el decálogo de la "guerra
contraterrorista" lanzada por Washington tras el 11-S.
Rusia posee las mayores reservas de gas natural en el mundo a
la vez que posee las séptimas reservas petroleras en magnitud y
es el actual segundo productor mundial de petróleo.
A su vez, sus reservas gasíferas y petroleras de los
Urales y Siberia, al igual que las de Venezuela, son las únicas
grandes reservas mundiales de hidrocarburos fuera del
estratégico triángulo Mar Negro-Mar Caspio-Golfo Pérsico,
considerado el pulmón petrolero del mundo.
Dispuesto a imponer
su condición de gran potencia energética
del siglo XXI, el gobierno de Putin ha venido estableciendo acuerdos con otros países
para el desarrollo de una red de oleoductos y gasoductos que convertirán a Rusia en el
gran
árbitro del suministro de petróleo y gas para Europa y los
grandes centros económicos y demográficos del Asia oriental
(China, India, Japón, Corea del Sur).
Putin (quien
compite por áreas de influencia con el llamado "Imperio
unipolar") ya se posicionó en el mercado de la "carrera
armamentista" convirtiéndose en principal proveedor de
armamento y tecnología de guerra a los países situados en
el "eje del mal".
Chávez quiere
defender su "revolución socialista" (por ahora solo limitada
al "asistencialismo" a los pobres con mendrugos de la renta
petrolera) y amenaza a Washington con una "guerra asimétrica"
librada con las armas compradas a Putin, mientras que
Ahmadineyad quiere convertir a Irán en "potencia petrolera"
desafiando a EEUU con armamento y tecnología de última
generación también provista (a buen precio de mercado) por el
naciente "Imperio ruso" del ex jefe de la KGB soviética.
Dios los cría y
Washington los junta
La naciente "relación estratégica" entre Putin, Chávez y
Ahmadineyad se alimenta de petróleo, un recurso vital,
cada vez más escaso, de un valor estratégico incalculable para
construir poder, y que se cotiza como oro (negro) en los
mercados mundiales del sistema capitalista.
Según las estimaciones de los expertos, la demanda mundial de petróleo
pasó de 15 a 82 millones de barriles al día entre 1955 y 2005, un aumento
del 450%, mientras que la producción mundial crecía hasta ahora en una cantidad capaz de satisfacer esa
demanda.
Las proyecciones indican que la demanda mundial
seguirá creciendo en la misma proporción, o
más rápido, en los próximos años impulsada en gran medida por el creciente
consumo energético de China, India y otros países en pujante desarrollo
capitalista.
Pero, como contrapartida de esta demanda creciente de petróleo, una gran mayoría
de expertos cree que la producción mundial de crudo "convencional" (liquido)
pronto alcanzará un techo, en 2010 o 2015, y luego comenzará una
disminución irreversible de las reservas.
En este escenario, y con la
energía y el petróleo como herramientas decisivas de poder, el gobierno de Putin consolida su apuesta geopolítica de reposicionamiento de Rusia como
potencia mundial disputándole espacios y áreas de influencia a la potencia
locomotora del capitalismo y al eje sionista EEUU-Unión Europea.
Chávez y Ahmadineyad no tuvieron
mejor idea que sumar sus vagones a la gran locomotora energética de Putin,
y desde allí lanzarse a la aventura de desafiar al "Imperio unipolar" en Medio
Oriente y en el "patio trasero".
El año pasado, en dos oportunidades,
Chávez recibió al presidente de Irán como un "combatiente de
causas justas, hermano y revolucionario". "Compañero de
lucha", le retribuyó, por su parte, Ahmadineyad.
Por esas raras
paradojas del mercado y del rating, las propias cadenas de
prensa imperiales (controladas por el lobby sionista) los
convirtieron a ambos en próceres emblemáticos del
"antiimperialismo mediático" y de la "revolución verbal"
expandida con petróleo cotizante en Wall Street, el
templo sionista-financiero de Washington.
"La revolución
islámica y la bolivariana son una sola", asegura de tanto
en tanto Chávez.
Dos tipos audaces
|
Hugo Chávez y Mahmoud Ahmadineyad durante la
Cumbre en Caracas (Foto AFP) |
Irán y
Venezuela comparten unos 30 acuerdos de cooperación, que van
desde exploración petrolera a la producción de automóviles y
tractores, y sus presidentes anunciaron la creación de un
fondo de 2.000 millones de dólares para financiar proyectos en
países de Latinoamérica y África. Según Chávez, es "sólo el
preludio de lo que haremos".
Las dos cumbres
realizadas por ambos presidentes en Caracas, sumadas a la
reunión en La Habana de los "Países no alineados", el año
pasado, sirvieron a Chávez y Ahmadineyad para ratificar su
"hermandad" y acrecentar en ambos sus famas mediáticas
"antiimperialistas".
A Chávez esas
reuniones le permitieron apuntalar su liderazgo "petrolero"
internacional, y para Ahmadineyad significaron un
intento de rompimiento del bloqueo a su programa nuclear con
gobiernos cercanos a Chávez, tanto en el ámbito
latinoamericano como internacional.
El intercambio es
mutuo y recíproco: Chávez hace de "padrino" de Ahmadineyad en
el área de América Latina, y el presidente iraní hace los
mismo con el venezolano en Medio Oriente y en el mundo
islámico.
Pero en definitiva,
y enganchados a la locomotora energética de Putin, la gran
preocupación "estratégica" de ambos presidentes
"antiimperialistas" es que el precio del petróleo se mantenga
alto y "estable", cuanto más alto, mejor, aunque el
resto del mundo capitalista se desmorone en una crisis
económica.
Las
correspondientes "revoluciones" de Chávez y Ahmadineyad
dependen de los petrodólares.
Miles de millones
de dólares que alimentarán sus programas sociales
asistencialistas, la base de su cosecha de votos y poder
interno, y su arma estratégica fundamental para posicionarse
en el nuevo orden del poder mundial.
La ecuación "energética"
Curiosamente, tanto Chávez como Ahmadineyad, alimentan sus
proyectos "antiimperialistas y revolucionarios" dentro de una
ecuación comercial-energética controlada en sus engranajes
básicos, y en última instancia, por el eje
sionista-capitalista EEUU-Unión Europea.
El actual boom de
la demanda petrolera (que eleva el crudo a precios récord) es
impulsado por China, que se ha convertido en el segundo
consumidor mundial de crudo detrás de EEUU.
La
industrialización china y su acelerada conversión en
"potencia capitalista" (así como la de India, el otro gran
motor de demanda energética) está controlada por los bancos y
transnacionales capitalistas, con sus centrales situadas EEUU
o la Unión Europea, que fabrican y producen barato en la
economía de enclave China, y desde ahí hegemonizan el
control y el abastecimiento del mercado internacional.
Y como a su vez, la industrialización exportadora de China
depende en gran medida de la demanda estadounidense, allí, en
el Imperio del "diablo Bush", se cierra la ecuación petrolera
de las correspondientes "revoluciones antiimperialistas" de
Chávez y Ahmadineyad.
Paralelamente,
China es (junto a la Rusia de Putin) la principal aliada
comercial de Teherán, en tanto que el Imperio estadounidense
es el principal comprador del crudo venezolano, y sus
corporaciones petroleras intervienen en áreas decisivas de la
extracción y comercialización del crudo que impulsa la
"revolución socialista-bolivariana" de Chávez.
La Venezuela de
Chávez es el principal socio comercial de EEUU en América
Latina (según las cifras de su comercio bilateral), y en la
industria petrolera y en la economía iraní, en sus diversos
procesos, intervienen las corporaciones y bancos que
cotizan sus acciones en la bolsa de Wall Street, el templo del
capitalismo sionista a escala mundial.
En resumen, Chávez
y Ahmadineyad, construyen su proyecto "revolucionario"
dentro de una "ecuación energética" que nace y muere dentro
del Imperio (del Bush "diablo" o de "Satán") que dicen
combatir.
Una paradoja
"revolucionaria" difícil de explicar, aún en tiempos del
"doble discurso", que dejaría perplejos a Marx, a Lenín y al
mismísimo Che Guevara, para quienes la revolución solo era
posible eliminando al sistema capitalista y
construyendo "otro poder" en su lugar.