(IAR-Noticias) 13-Julio-07
No hay otra religión en el planeta, que posea un aparato de
Estado como El Vaticano. Su existencia territorial y características operativas,
ratifican el carácter de religión política propio de la católica (1).
Formalmente reducido a una extensión de 40 hectáreas enclavadas dentro de
Italia, tiene entre sus peculiaridades poseer una red doctrinal y económica
extendida por 2.684 diócesis en todo el mundo. En paralelo, su patrimonio
económico mostrable, se estimaba “en unos 1.000 millones de euros” de 2004 (87
veces el PIB de Colombia tasado por hectárea territorial). Vale aclarar, que no
hay estimaciones conocidas del valor de sus activos artísticos, lo que le hace
aparecer como un Estado con “poca liquidez en medio de una gran riqueza
artística” (2). Y para terminar de perfeccionar su imaginario hobbesiano, el
Estado Vaticano ejerce el monopolio de la fuerza mediante una estrategia global
para el ejercicio de un vasto poder militar; una institución vaticana denominada
“obispado castrense” u “Ordinariato Militar” constituida formalmente bajo el
gobierno de Juan Pablo II, existe como un sistema mediante el cual los gobiernos
catolizados pactan con el Vaticano la formación de militares o policías que
fungen como sacerdotes, hasta llegar a convertir en Diócesis las guarniciones
armadas. Tal institución posee de suyo una fuerza de control sobre los ejércitos
y aparatos policiales de varios países católicos en todo el mundo por lo que se
hace forzoso ponderar sus dimensiones e implicaciones políticas
Por
Bernardo Congote -
Le Monde Diplomatique
E n septiembre de 1996, se reunió en Buenos Aires el
“Simposio internacional de ordinarios militares”. El acto, presidido por el
Cardenal Gantin a su vez Prefecto de la Congregatio Pro Episcoposis del
Vaticano, convocó entre otros a los obispos castrenses de Argentina, Bolivia,
Brasil, Chile, Colombia, Dominicana, Ecuador, El Salvador, Paraguay, Perú, y
Venezuela, con el ánimo de fortalecer doctrina sobre la institución del obispado
castrense. En dicho simposio participaron en total 35 países del mundo, los
mismos donde opera este curioso mecano eclesial creado el 21 de abril de 1986
“para la asistencia espiritual de los militares” (3).
A primera vista, tanto su carácter multinacional
como su regulación por parte del Vaticano, hacen de este sub aparato de Estado
una estructura afín al de las centenas de diócesis enclavadas en los Estados
católicos del planeta. Ello evidencia, que el Obispado Castrense es un mecanismo
cuya existencia ha sido sesudamente programada por el aparato estatal católico,
lo que se confirma leyendo de Gantin en el discurso inaugural del simposio
citado que “...la capellanía castrense no es... un medio... cerrado... se ubica
“in medio mundo”,... que aspira a ser mejor... por la cruz gloriosa de Cristo
resucitado” hasta el punto de que es el Papa quien confirma el Estatuto y nombra
la cabeza de cada “Ordinariato Militar” (4).
El denominado Obispo Castrense, posee igual rango al
de sus pares nacionales de modo que forma parte de la respectiva Conferencia
Episcopal lo que hace de éstas, un escenario donde amén de rezarle a la Virgen
María se discuten estrategias y tácticas militares y policiales. En paralelo, la
doctrina militar vaticana es taxativa al afirmar que “Los cuarteles y […]
lugares reservados a los militares, están sometidos […] a la jurisdicción del
Ordinario Militar; subsidiariamente a la jurisdicción del Obispo Diocesano y a
la del Párroco” y que el obispo castrense, bajo previa aprobación del Vaticano,
puede “erigir su propio seminario y promover (al) ‘Ordinariato’ a sus alumnos
[…]“ (5). En el mismo sentido, el numeral X del estatuto establece que
pertenezcan “[…] al ‘Ordinariato’ […] todos los fieles […] militares y los
empleados […] que sirven a las fuerzas armadas […].Todos los miembros de sus
familias […]; los que frecuentan centros militares y... se encuentran en
hospitales militares […]”, para concluir en su artículo 26, que “Los […]
estatutos (del Obispado) establecidos por la Santa Sede, no podrán ser
modificados sin su explícita aprobación”.
El caso de Colombia
En Colombia, el mecano forma parte del instrumento
concordatario vigente entre ambos Estados desde 1887. Este obispado “[…] fue
ratificado por el Concordato vigente, en su artículo XVII mediante acto del 12
de julio de 1973” (6), y establece que entre los seminarios haya diferencias que
los orienten a la “formación de sacerdotes seculares castrenses (para trabajar
en brigadas, batallones, policía y ejército)” instrumentos legalizados en el
artículo 19 del Estatuto para Colombia (7). Se estima en 75 el número de
capellanes castrenses que, por estatutos, son a la vez militares o miembros de
la policía nacional y de la máxima cúpula armada.
En efecto, como parte de su mecánica el obispado
colombiano por debajo de un pretexto “evangelizador” de las Fuerzas Armadas se
inserta en la organización del Ministerio de la Defensa Nacional. Su grado de
compromiso administrativo es tal, que el Obispo tiene como facultad solicitarle
al Ministerio la incorporación del obispado dentro de su reglamento interno,
teniendo como ejercicio de su jurisdicción “[…] primaria y principalmente en las
guarniciones y lugares reservados a los miembros de las Fuerzas Armadas” (8).
El papel político del obispado castrense en
Colombia, evidencia qué tanto la Iglesia está comprometida militarmente con una
violencia reconocida globalmente como secular, atroz y auto reproductiva (9). Se
puede comprobar que el compromiso evangelizador de las fuerzas militares tiene
un poder ideológico sobre el modus operandi de la guerra interna, lo que en
palabras del Obispo Castrense se traduce en que “[…] con la experiencia de la
guerra, los militares se acercan a Dios y encuentran en Él fortaleza para el
desarrollo de su misión”. Este fenómeno alerta al máximo acerca de la manera
mediante la cual la ideología católica resulta simbiótica a las manifestaciones
sociales violentas, hecho que ha confrontado el autor en su recorrido
investigativo sobre el tema (10). La cercanía factual de Ejército e Iglesia, se
confirma anecdóticamente en una nota de prensa que señala cómo el capellán
castrense de entonces, recorría al lado del Comandante General de las fuerzas
armadas todas las “[…] dependencias militares del país y los pueblos que ataca
la guerrilla […] el padre Manuel –añade la nota– no abandona al general Mora. Su
oficina está […] a unos cuantos metros de la oficina del Comandante” sin olvidar
que, en calidad de lo cual, el capellán castrense pertenece al Estado Mayor del
Ejército con voz y voto (11). Resultaría ingenuo, por lo menos, asumir que en
las reuniones del Estado Mayor el susodicho capellán se reduce a la tarea de
evangelizar al generalato, a sabiendas de que en ese cuerpo se discuten y
aprueban estrategias y tácticas para ejecutar la manera limpia y sucia de la
guerra.
El asunto del espíritu católico inmerso en la
guerra, trasciende las fronteras del aparato represivo del Estado colombiano. En
paralelo con el fenómeno del Obispado Castrense, hay pruebas fehacientes de que
facciones del aparato político vaticano han aparecido involucradas como
aportantes de logística e inspiradoras intelectuales del Ejército de Liberación
Nacional (12). Así mismo, la Iglesia Católica es considerada por las Farc como
su mejor representante ante el Estado y, léase bien, funge como conductora
espiritual de los grupos paramilitares del Estado (13). No es gratuito, por
tanto, que algunos en Colombia hayamos invitado a examinar el grado de
responsabilidad de la Iglesia Católica en el desangre violento que ha
significado el ejercicio de la política en el país durante nuestros dos primeros
siglos de vida republicana (14).
Sin “asepsia política”
Lo anotado nos permite, por tanto, poner en duda la
presunta “asepsia política” vaticana ya confirmada en el boato cesarista que
suele rodear la posesión de sus Papas como autoridades de Estado ó en el
reciente paseo de colonizador impune por las tierras del Brasil del Papa
Ratzinger afirmando con ignorancia dolosa que la evangelización de América no
fue impuesta por la violencia ni que sea cierto que la Iglesia haga proselitismo
político (15).
Reflexión que nos confirma la acción de la Iglesia
como aparato de Estado, que ejerce el poder ya no sólo en lo económico
–usufructuando plusvalías específicas–, y en lo propiamente partidista
–iluminando las bases doctrinarias mediante su Doctrina Social– sino, además,
penetrando e influyendo en el ejercicio monopólico de la fuerza por parte del
Estado. Va siendo la hora por tanto de exigirle a la Iglesia romana
responsabilidades políticas por el ejercicio de su poder político multinacional,
superando la distracción que producen sus eufemismos metafísicos. Posee visos de
alto riesgo político, ya no a escala nacional sino global, que el Estado
Vaticano se haya infiltrado en un bloque de ejércitos y fuerzas policiales que
por acción u omisión terminan ejerciendo sus funciones represivas bajo el
dictamen ideológico de Roma y su poder autocrático monarquista. Dictamen y
autocracia que como lo muestran las evidencias no han evitado sino contribuido a
estimular un clima de violencia permanente que algunos estudiosos han dado en
llamar “guerra teológica” (16).
Citamos al final, a manera de anécdota, la arenga de
un obispo durante la Guerra de los Mil Días colombiana que, al ritmo de las
arengas eclesiales, cobró la muerte del tres por ciento de la población en el
salto de los siglos XIX al XX: “[…] nuestros soldados, esos soldados que rezan y
se preparan para el combate con confesión y comunión, saben dar muy duro y de
veras al bulto y no al aire” (17).
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Notas
1 Bernardo Congote, “El laicismo y la
religión política”, en Le monde diplomatique, edición Colombia, abril 2005, p.p.
12 - 14.
2 Gauldoni, “El Vaticano, saldo en rojo”,
especial de El País para el semanario El Espectador, Colombia, 2005-04-24, p. 15
A.
3 Obispado castrense de Colombia, 2002,
“Documentos”, Imprenta Fondo Rotatorio de la Policía, Bogotá, Editorial, p. 5.
4 El mismo documento, señala que en
Colombia la Iglesia ha estado en los ejércitos desde la Independencia y que este
obispado existía ya en los años 40 del siglo XX, erigido el 13 de octubre de
1949 por decisión directa del Vaticano. Ver: “Simposio internacional de
ordinarios militares”, discurso de apertura Cardenal Gantin, Prefecto
Congregatio Pro Episcoposis, Buenos Aires, Sept. 4 de 1996, en Obispado, cit.,
p.p. 24 y 35 respectivamente.
5 Constitución Apostólica “Spirituali
Militum Curae”, 1986-04-21, ratificada por el Estatuto del Ordinariato en su
numeral III, Artículo 6, No. V y No. VI, respectivamente. Ver: Obispado, cit.,
p. 18.
6 Obispado, p. 17.
7 Diario El Espectador, Colombia, 2004-08-
01 , Sección E2, p. 3.
8 Obispado, cit., Artículos 3, 9 y 25 del
Estatuto Castrense.
9 Bernardo Congote, “Anatomía religiosa de
la guerra”, Cap. V, “La ética católica y el espíritu de la guerra en Colombia”,
2004.
10 Bernardo Congote, “La ética católica y el
espíritu de la guerra en Colombia”, Ponencia XII Encuentro de
Latinoamericanistas Españoles, Santander, España, 2006. (htpp://www.halshs.archives-ouvertes.fr/REDIAL)
11 La Revista, Diario El Espectador, 2001, p.
21. (Sin fecha exacta en pie de página. Textos de Glenda Martínez). En su
trabajo investigativo, el autor ha intentado infructuosamente, por lógica, tener
acceso a los reglamentos militares que pueden evidenciar entre otros, este
privilegio eclesial dentro de las fuerzas armadas colombianas.
12 Carlos Medina, “Aproximación a las ideas
políticas del Eln”, en Corporación observatorio para la paz, 2001, “Las
verdaderas intenciones del Eln”, Ed. Intermedio, Bogotá, pp. 120 a 157.
13 Bernardo Congote, “La religión en
Colombia, ¿una invasora de la política?”, Le Monde diplomatique, edición
Colombia, marzo 2005, pp. 30 - 31. (El obispo de Montería (Córdoba), Monseñor
Vidal, ha sido llamado a declarar por la Corte Suprema de Justicia para que
aporte su versión libre sobre el proceso paramilitar colombiano).
14 Bernado Congote, cit., 2004, 2006.
15 “Indígenas arremeten contra el Papa”,
Diario El Tiempo, Bogotá, 2007-05-15, p.p. 2-8 y “La Iglesia no hace
proselitismo”, Diario El Tiempo, Bogotá, 2007-05-14, pp. 1-6.
16 Carlos Perea, “Porque la sangre es
espíritu. Imaginario y discurso político de las élites capitalinas (1942-1949)”,
Ed. IEPRI/Aguilar, Bogotá, 1ª Edición, 1996.
17 Rodolfo de Roux, “Santas y justas lides.
La guerra y el Dios cristiano en suelo americano”, Ponencia presentada en el
XIII Congreso de la Asociación de Colombianistas, Universidad del Norte,
Barranquilla, agosto 2003. Aparte tomado de la Tercera Circular del Obispo
Ezequiel Moreno, fechada en Colombia el 25 julio del año 1900.
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