Este fin de semana ocho
palestinos murieron y 100 resultaron heridos en una nueva ola de
enfrentamientos entre seguidores de Hamás y Al-Fatah en Gaza y Cisjordania, del
enfrentamiento entre el Gobierno de Ismail Haniye y la Presidencia de Mahmoud
Abbas .
La violencia cundió en la capital administrativa de Cisjordania, en Ramala,
donde un grupo de militantes de Al Fatah trató de incendiar la sede del Consejo
Legislativo (Parlamento) y atacó varios edificios gubernamentales.
Centenares de seguidores de Al-Fatah habían tomado poco antes las calles de
Ramala quemando neumáticos y exigiendo a Hamás que se marche del Gobierno de
inmediato.
La chispa del enfrentamiento se desató luego de que Hamás se negara al
reconocimiento del Estado de Israel tal cual lo planteara Abbas como
condición para formar un "gobierno de unidad".
Ante este panorama no faltan los que se preguntan:
¿Andan
la CIA y el Mossad armando una guerra civil entre las facciones armadas de Hamás
y Al Fatah enfrentadas por el poder en el seno del gobierno palestino?
La posibilidad -para los expertos- siempre estuvo latente desde que
Hamás ganó las elecciones en enero pasado y quebró el stau quo del gobierno de
Abbas y sus "buenas relaciones con Israel".
Para los expertos, Una guerra civil en Palestina sería
el argumento ideal para una intervención militar justificada de Israel y EEUU como una
salida para para evitar la anarquía y el caos, que rompería las
negociaciones de unidad entre Hamás y Al Fatáh esbozadas luego de los 33 días de
genocidio israelí en Líbano.
El triunfo electoral de Hamas, el pasado enero, produjo
un flanco de debilidad en la estrategia remodelación del Medio Oriente de
los halcones ultraderechistas de Washington y el Pentágono.
Tal como sucedió en Afganistán y en
Irak (territorios ocupados militarmente) la zaga imperial Bush-Sharon, tras la
muerte de Arafat, llamó a elecciones para "democratizar" al ocupado territorio
palestino, siguiendo la tendencia de colocar a gobiernos títeres
colaboradores de la ocupación, en este caso el de
Mahmud Abas.
El proceso "democratizador" se
lanzó en Palestina después de que, en mayo de 2004, y en el marco de la
Operación Arco Iris, que los militares israelíes denominaron de
"limpieza", el ejército sionista de Sharon asesinó a
70 palestinos en tres días de incursión aérea y terrestre
en la región de Rafah, al sur de la franja de Gaza, según estimaciones
palestinas.
Luego de terminar con la vida de
Arafat (todas las hipótesis y estudios médicos sugieren que fue envenenado) el
eje Washington Tel Aviv consiguió -mediante comicios- instalar a su conocido
doble agente, Mahmud Abas,
quien respondía sumisamente al plan de "pacificación" impuesto tras el
exterminio militar.
La nueva estrategia consistía en el
repliegue de las fuerzas israelíes delegando la represión en la policía
"colaboracionista" de Abas, en tanto el ejército israelí -tal como lo hace
el ejército norteamericano en Irak- mantenía su poderío invasor convertido, paradojalmente, en el custodio armado de la "democracia" palestina.
La "paz" forzosa sellada entre el Estado de Israel y la administración palestina
de Mahmud Abas fue frágil y
débil debido a los enfrentamientos que suscitó, tanto entre
los israelíes como del lado palestino donde las organizaciones armadas
encabezadas por Hamás resistían un acuerdo con los ocupantes judíos.
Imprevistamente, el demoledor
triunfo electoral de Hamás, en enero, modificó el tablero y las relaciones de fuerza: Hamás, por imperio de su victoria en las urnas, pasó de ser minoría
"extremista" a "mayoría democrática" en el territorio palestino conquistado
por los tanques israelíes.
En Washington y en Tel Aviv saltaron
todos los tapones: la situación quebraba las reglas establecidas y creaba un
nuevo escenario donde los "malos" (el "terrorismo" de Hamás) pasaban a
ocupar el lugar de los "buenos" (el gobierno de la ANP controlado por Al
Fatah, alumno aplicado y maleable de la estrategia judeo-norteamericana.)
Para muchos medios y analistas
árabes, el abrumante resultado electoral resultó claramente un "castigo del
pueblo palestino" a la condescendencia y sometimiento de Abas (un reconocido
ex agente judeo-norteamericano de la CIA) y de Al Fatah a las reglas impuestas
por el invasor sionista y su protector norteamericano.
Con Hamás en el gobierno palestino, y
su decisión de "no negociar" se desmorona la estrategia de dominación que tenía
como actor central a la relación ANP-Al Fatah con el eje Washington-Israel,
que se proyectaba como "modelo a imitar" en todo el espectro del Medio Oriente.
Las cadenas mediáticas expandieron el
triunfo de Hamás al mundo, y comenzó la operación de presión internacional para
que Hamás "abandone las armas" y se pliegue a un proceso de
convivencia en paz con su vecino (invasor) israelí, de la cual pasó a formar
parte el gobierno de Abbas.
La operación "guerra civil"
Tras ganar las elecciones, la organización Hamás
rechazó la presión internacional
encabezada por EEUU, Israel y sus socios europeos para que "abandone la lucha
armada" y anunció en Damasco (Siria) que pensaba continuar con la resistencia
a la ocupación israelí.
Esto implicaba -según su propia
declaración- que la organización armada iba a proseguir con la lucha
armada contra Israel, pese a las presiones de EEUU y las potencias europeas
para que abandone la violencia y reconozca al Estado judío.
Esta postura, y por el contexto donde
se la expresó (Siria) quebraba el stau quo de las "negociaciones de paz" en la
que se basaba la relación de Israel, EEUU y Europa con el Estado palestino
controlado por el gobierno de Abas y Al Fatah, tan empeñado en combatir
al "terrorismo" de Hamás como las propias potencias imperialistas
capitalistas.
¿Cómo terminar con Hamás sin romper
las "formas democráticas" impuestas en los territorios ocupados militarmente?
La pregunta del millón que, desde el
triunfo electoral de Hamás, deberían responder frente a los estados mayores de
Washington y Tel Aviv los comandantes estratégicos de la CIA y del Mossad, que
ahora andan buscando "soluciones adecuadas" en el nuevo teatro de operaciones.
¿Y
que mejor que un enfrentamiento armado entre Hamás y Al Fatah, el tradicional
aliado de Israel?
La disputa entre Hamás y Abas estalló a fines del mes pasado cuando la
organización anunció la creación de un nuevo organismo de seguridad en la ANP,
que competía con la estructura oficial conducida por Al Fatah.
La invasión militar de Israel a Gaza el 26 de junio pasado, y las operaciones
genocidas contra el Líbano, congelaron la operación para enfrentar a Hamás y
a Al Fatah en una guerra civil y crearon un proceso de búsqueda de unidad
para enfrentar la nueva ola represiva judía en los territorios palestinos.
Ese proceso se quebró nuevamente cuando Abbas (un servil agente judeo-norteamericano)
anunció en la asamblea anual de la ONU la formación de un "gobierno de unidad"
que reconocería al Estado de Israel y pondría fin a la resistencia armada.
Hamás desautorizó inmediatamente a Abbas anunciando que no reconocía al estado
de Israel ni renunciaba a la lucha armada, lo que catapultó nuevamente el
enfrentamiento interno de este fin de semana con mayor virulencia y cantidad de
muertos y heridos.
Una situación de caos, anarquía y
enfrentamiento entre Hamas y Al fatah, y resume más que nada una
situación buscada tanto por Israel como por EEUU que tienen en la división sus
carta de triunfo para controlar y destruir militarmente a Hamás.
Con los palestinos matándose entre
sí, con el territorio sumido en una crisis económica terminal (los empleados de
la administración llevan dos meses sin cobrar el sueldo), la Palestina de Hamás
y Al Fatah se convierte en el escenario ideal para una intervención militar que
termine con el gobierno y la vida de los dirigentes de Hamás.