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Ehud Olmert y George W. Bush |
Hacia el abismo. Confusamente, se percibe que los sufrimientos padecidos por los
palestinos, las solidaridades cada vez más audaces que ese tormento les atrae en
Oriente Próximo, y las violentas reacciones de defensa de Israel, corren el
riesgo de llevar al mundo hacia el abismo.
Por Ignacio Ramonet -
Le Monde Diplomatique
El enfrentamiento entre dos
poblaciones, la palestina y la israelí, que con razón o sin ella se temen
mutuamente, no puede durar. Porque este miedo "justifica" una escalada represiva
por una parte y el recurso a la violencia de los grupos radicales por la otra.
En uno y otro campo, según lo confirman las encuestas, la mayoría de los
ciudadanos aspira a la paz. Pero también en uno y otro campo se incrementan los
odios y los extremismos. Ambas partes hablan ya de "guerra a muerte" y de
"aniquilamiento total".
La no derrota de las milicias del Hezbolá libanés el verano pasado ante las
tropas israelíes, y la no victoria de las fuerzas estadounidenses en Irak frente
a los insurgentes, devolvieron la esperanza a los grupos palestinos, que vuelven
a creer en las posibilidades de una "guerra popular prolongada". Después de
capturar al soldado Gilad Shalit el pasado 25 de junio (al que todavía retienen)
esos grupos multiplican los lanzamientos de cohetes sobre Sderot y Ashkelon. En
seis años mataron a seis personas. En el mismo periodo la represión en los
territorios ocupados provocó 4.500 muertos.
Pero la amenaza de los cohetes incentiva el deseo de represalia de los
israelíes. El campo de los "duros" en el poder, alentado por la pasividad
internacional, parece tener carta blanca para castigar sin límites a la
población palestina.
En los últimos cinco meses las fuerzas israelíes, a las que ya nada parece
frenar, abatieron a más de 400 personas, la mitad de ellas civiles. El pasado 3
de noviembre los militares no vacilaron en matar a mujeres desarmadas en Beit
Hanun. La misma ciudad donde cinco días más tarde obuses israelíes matarán a
veinte civiles, entre ellos varios niños.
Ese crimen, resultado de un exceso según las autoridades israelíes, ha
conmocionado a la opinión pública en todo el mundo. Y, a instancias de Francia,
llevó a la Asamblea General de las Naciones Unidas a adoptar por 156 votos
contra 7 una resolución que reclamaba el fin de las operaciones israelíes en
Gaza y el cese de todos los actos de violencia.
Seguimos muy lejos de tal situación. El Gobierno de Ehud Olmert no vaciló
recientemente, a pesar de la valiente renuncia del ministro de Cultura, el
laborista Ophir Pines-Paz, en recibir en su seno con el rango de viceprimer
ministro a cargo de la cartera de "Amenazas Estratégicas" a Avigdor Lieberman,
jefe del partido extremista Yisrael Beytenu (Israel Nuestro Hogar), cuyos
militantes son en su mayoría emigrados procedentes de la antigua Unión
Soviética, a menudo acusados de xenofobia.
El ingreso en funciones de Lieberman en un gabinete desorientado y tentado por
el recurso desordenado a la fuerza representa un peligro para el conjunto de la
región. En primer lugar para Israel y sus poblaciones. Los grandes medios de
comunicación europeos, más dispuestos a denunciar la llegada de otros
extremistas a los Gobiernos de la Unión, no lo han subrayado suficientemente.
Más lúcidos, algunos diarios israelíes como Ha'aretz lanzaron enseguida una
advertencia: "Elegir al dirigente más irresponsable y desprovisto de contención
para ocupar la función de ministro de Amenazas Estratégicas constituye en sí
misma una amenaza estratégica. La falta de moderación de Lieberman y sus
declaraciones intempestivas, sólo comparables a las del presidente de Irán,
corren el riesgo de provocar un desastre en toda la región" (1).
En cuanto al politólogo israelí Zeev Sternhell, historiador del fascismo
europeo, fue muy claro: a sus ojos, Lieberman tal vez sea "el político más
peligroso de la historia de Israel", porque representa "un cóctel de
nacionalismo, autoritarismo y mentalidad dictatorial" (2).
El contexto regional empeora el riesgo. La reciente derrota electoral de George
W. Bush y la constatación del fracaso militar en Irak podrían llevar a un vuelco
de la política de Estados Unidos en la región. Ya parecen esbozarse contactos
con Siria (a pesar de las acusaciones que pesan sobre Damasco después del
reciente asesinato de Pierre Gemayel). E incluso con Teherán, cuya contribución
podría resultar decisiva si Washington quiere retirarse del atolladero iraquí.
Por último, en Palestina parece aproximarse la perspectiva de un gobierno de
unidad nacional.
Nada de esto cuenta en Israel para quienes, como Lieberman y sus amigos, siguen
apostando por el enfrentamiento y la supremacía de la fuerza. No cabe excluir un
gesto irresponsable de su parte. Perciben que en las cancillerías
internacionales se impone poco a poco una evidencia: no habrá paz en la región
si los palestinos no salen de su laberinto.
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Notas:
(1) Ha'aretz , Tel Aviv, 24 de octubre de 2006.
(2) The Scotsman , Edimburgo, 23 de octubre de 2006.