Hay que recordar
que tras la euforia de las elecciones en Irak, Bush, Rumsfeld y los políticos
chiíes y kurdos que hoy disputan encarnizadamente para repartirse los cargos del
nuevo gobierno, había afirmado que la "democracia electoral" había reducido
notablemente el accionar de la guerrilla, a punto tal, que tendía a
desaparecer.
Luego de un receso
-según parece realizado para evaluar estrrategias a seguir- la resistencia iraquí
retomó su ofensiva con más virulencia que antes, y desde hace ocho semanas
viene realizando una escalada mortal de atentados y ataques dirigidos
principalmente contra las fuerzas norteamericanas, la policía colaboracionista y
las mezquitas e instituciones chiíes.
Otro punto observado
por los oficiales jefes, fue el incremento notable de las operaciones rebeldes
contra convoyes y
patrullas militares, que llegaron en los últimos días a superar en magnitud a los
tradicionales atentados contra la policía y el ejército colaboracionista iraquí.

No hay precisión de inteligencia si
los rebeldes aumentaron su número de afectivos, pero sí hay evidencias del
incremento de sus acciones contra las fuerzas militares estadounidenses
revelando una mayor ambición de objetivos en sus ataques.
Estos ataques habían
precipitado, a principios de año,
medidas de prevención como el incremento del traslado por vía aérea del
material de guerra e insumos a las bases estadounidenses en Irak, en tanto
que se aumentaron en número de efectivos a las patrullas de marines en las
ciudades del triángulo suní de "alta peligrosidad" como Ramadi, Mosul y Faluya.
En
declaraciones a
la prensa realizadas la semana pasada
algunos generales negaron que el actual cuadro de
situación en Irak permita -como estaba previsto- la retirada de una
parte considerable de los 138.000 soldados estadounidenses
a fines de este año o principios de 2006. Un general llegó
a decir que la intervención militar de EEUU
podría durar “muchos años".
Los
altos oficiales, en declaraciones separadas realizadas en el Pentágono y en
Bagdad, así como en un intercambio de mensajes de correo electrónico entre
Bagdad y un periodista de Washington, han abordado con una sinceridad y un
detalle poco habituales los problemas a los que se enfrenta el esfuerzo bélico,
señaló The New York Times.
Según John F. Burns y Eric Schmitt, analistas del New York Times,
los jefes militares norteamericanos reconocen que la violencia de ataques
rebeldes que se vive en el país invadido impide reducir el
número de tropas ocupantes.
En sus
declaraciones en Washington el general
Abizaid -máximo
jefe del mando militar invasor- señaló que pese al desmantelamiento de
células rebeldes, que han supuesto la detención de 1.100
sospechosos en Bagdad en los últimos 80 días, la
consecución de los objetivos estadounidenses en Irak no
está garantizada. "En mi opinión, aún podemos fracasar",
añadió el alto militar estadounidense.
Según Abizaid, todo depende de hasta qué punto el nuevo
gobierno consiga reforzar la confianza de los iraquíes. Luego citó sondeos recientes de la Universidad de
Bagdad, donde se señala que la confianza en el nuevo
gobierno iraquí (títere de Washington) ha decaído
del 85% registrado inmediatamente después de las
elecciones, a sólo el 45%.
“Para que los rebeldes triunfen, es
preciso que la gente crea que el gobierno no puede
sobrevivir", señaló Abizaid.
La mayoría de
los altos jefes militares con mando en Irak afirman que el aumento del número
y capacitación de fuerzas
locales no arrojó los resultados esperados, y que ésa -y
no otra- fue la causa de la ausencia de
soldados iraquíes la semana pasada, cuando un contingente de
combate de 1.000 marines emprendió una ofensiva contra
varios bastiones rebeldes junto a la frontera con Siria.
En esa operación los portavoces militares de EEUU
informaron que murieron 125 insurgentes
y 14 soldados estadounidenses, en tanto voceros de la
resistencia suní elevan la muerte de norteamericanos a 40.
Otra certeza inquietante -según los
jefes militares en Irak- es que parte de la cadena de información y comando de los rebeldes que
funcionaba en Faluya, ahora se encuentra operando en Mosul.
Esta gran ciudad de casi 1,8 millones de
habitantes en la rivera del Tigris, todavía está
controlada por un 70% de la población compuesto por árabes
suníes, y sigue siendo el epicentro del nacionalismo
árabe y una gran base logística para la guerrilla.

Recientes informes
de la inteligencia militar, citados por The Washington Post y The New
York Times, señalaban que la rama baazista de la guerrilla iraquí dispone
de financiación por medio de
dinero acaparado antes de la caída de Saddam Hussein.
Sus cuadros combatientes están compuestos por ex integrantes de los cuerpos de
elite de la Guardia Republicana además de ex miembros de la inteligencia y del
aparato de seguridad del ex régimen de Saddam Hussein.
Según esos informes, la guerrilla
iraquí cuenta con al menos 40.000 miembros activos, más 80.000
en la reserva, y dispone de un flujo de
financiación canalizado desde Siria y Arabia Saudí, además
de contar con miles de voluntarios provenientes del Golfo y otros países
árabes.
Incluso, durante esta semana,
llegaron a manejarse versiones que indicaban que el mando militar estadounidense
en Irak estaba planificando una operación militar a gran escala en Mosul,
que incluirían bombardeos "selectivos" sobre posible refugios y bases rebeldes,
de la misma manera como se hizo en Faluya.
Después del ataque a la base militar de Mosul, a fines de diciembre pasado, muchos
medios y comentaristas norteamericanos señalaban como probable que los "insurgentes"
se estuvieran preparando para lo único que les faltaba por hacer: tomar por asalto
una base militar norteamericana.
Esa preocupación,
que ronda permanentemente en la cabeza de los jefes castrenses,
alimentó versiones que señalaban que el mando estadounidense
en Irak estaba planificando una operación militar a gran escala en Mosul,
que incluirían bombardeos "selectivos" sobre posible refugios y bases rebeldes,
de la misma manera como se hizo en Faluya.
Fuentes de la
resistencia iraquí, citadas por medios árabes, no descartan que las
declaraciones "pesimistas" de los generales norteamericanos estén
orientadas a presionar sobre Washington y el Pentágono para que autoricen otra
operación militar a gran escala, esta vez contra Mosul, a la que
consideran como el nuevo bastión de los rebeldes suníes.
Y estas
especulaciones se basan en que -según los jefes suníes- la Casa Blanca y el
Pentágono difícilmente van a abandonar las reservas de petróleo iraquí sin
agotar nuevas alternativas de exterminio militar de la guerrilla iraquí.