(IAR-Noticias)
12-Dic-05
Llamó
poderosamente la atención el reportaje sobre Canadá ("Paz, orden y
gobierno bamboleante", 01/12 05) de la revista The Economist, portavoz de la
desregulada globalización financiera feudal, vinculada a las trasnacionales
petroleras.
Por Alfredo Jalife Rahme - La
Jornada
La publicación británica resalta el
"caos político" de Canadá, que generó una "segunda elección general en menos de
dos años", y plantea tres escenarios de "sistemas perturbadores", entre los que
destacan las tendencias centrífugas tanto de las regiones occidentales
anglófilas (Columbia Británica, Alberta, etcétera) como las conocidas de la
francófila Quebec. El tercer escenario lo constituyen las tensas relaciones con
Estados Unidos a lo largo de 8 mil 900 kilómetros (casi tres veces la frontera
de México con el vecino avasallante). Con una Canadá balcanizada, ¿cuál sería el
destino del ASPAN (el TLC plus) al que apostó el neoliberalismo degradado del
foxismo salinista?
Ei "auge desproporcionado de las materias primas en las regiones occidentales"
es susceptible de "provocar nuevas presiones en la habilidad de Ottawa para
preservar unido el extenso territorio de Canadá (sic)". Las condiciones geoeconómicas estarían dadas para estimular la balcanización de Canadá, que
parece azuzar la elite globalista de Londres: "uno de los pocos países que ha
disparado sus exportaciones a China en 40 por ciento el año pasado. En los
próximos años se espera que se acelere más el crecimiento económico de la
Columbia Británica, Saskatchewan y, especialmente (sic), Alberta. Pero el centro
de la base manufacturera de Canadá no forma parte de esta bonanza. En el futuro
el centro de gravedad (sic) empezará a cargarse al oeste conforme la parte
occidental forja lazos más estrechos (sic) con una Asia creciente".
Son tiempos de las materias primas y el vasto territorio de Canadá posee las
cartas triunfadoras en el inicio del tercer milenio cristiano: petróleo, gas
natural, oro, plata, carbón y agua. The Economist, que por cierto se equivocó al
"bajar" el precio del petróleo (como sus caricaturas neoliberales de México, las
cuales sin la menor sindéresis utilizan a la revista londinense como Biblia de
cabecera), pone en relieve el auge del alza energética: el desarrollo Hibernia
en Newfoundland y el petróleo bituminoso en el norte de Alberta. "Aunque Canadá
es ya el principal abastecedor de petróleo y gas de Estados Unidos, estas nuevas
fuentes no convencionales de Alberta revelan que la aburrida (sic) Canadá ahora
posee la segunda reserva de petróleo detrás Arabia Saudita". The Economist se
equivoca otra vez y, justamente, The Financial Times (que posee la mitad de las
acciones del Grupo The Economist) coloca en primer lugar a Venezuela, antes que
a Arabia Saudita, si se contabiliza el petróleo no convencional que se calcula
en Canadá. ¡Qué tramposos!
Lo esencial radica en el enfoque petrolero de The Economist para balcanizar a
Canadá: "la complicación es que las provincias occidentales, sobre todo Alberta,
se han sentido remotas y abandonadas por el gobierno federal. La Columbia
Británica, aislada detrás de las montañas rocosas, está orientada al océano
Pacífico con un interés disminuido de lo que ocurre a lo largo de la planicie en
la distante Ottawa. Las empresas de Alberta están invirtiendo de manera
importante en China, en proyectos de petróleo y gas (sic)".
Nopodía faltar la manipulación mental de las encuestas, la nueva arma mendaz de
destrucción masiva anglosajona y sus caricaturas globalizadas: las "encuestas de
la Fundación Asia Pacífico de Canadá hallaron que mientras 70 por ciento (¡súper
sic!) de la población de la Columbia Británica y 39 por ciento de Alberta
consideran que Canadá es parte de la región Asia Pacífico, sólo 28 por ciento en
Ontario y 20 por ciento (obviously!) en Quebec están de acuerdo". Las "mentes
en-cuestadas" se han pronunciado así veladamente por la balcanización de las
regiones occidentales; falta ahora aplicar la "voluntad ciudadana".
El "segundo sistema perturbador se encuentra en Quebec", donde, pese a su
derrota en el referéndum de 1995, el "sentimiento separatista arde intensamente
(sic)". Como que The Economist retroalimenta las corrientes balcanizadoras del
oeste al este. Se creía que después de una tranquila década en Quebec se habían
atemperado las veleidades separatistas, pero ahora la revista las resucita,
quizá con el propósito de atizar rescoldos en favor de las regiones occidentales
que poseen pletóricos yacimientos petroleros, que en última instancia benefician
a la corona británica.
El "tercer sistema climático perturbador" no es menos balcanizador ni
vulcanizador: la frontera de 8 mil 900 kilómetros con Estados Unidos, cuyas
"relaciones en los años recientes han tenido muchos declives". Además de Gran
Bretaña, Israel y la isla de Tonga, ¿con quién mantiene excelentes relaciones el
repelente unilateralismo bushiano? Viene la amenaza a las libertades que se ha
tomado Canadá, cuya cuarta parte del PIB proviene del comercio bilateral: "el
cierre de la frontera sería una catástrofe (sic)", cuando la seguridad se
convirtió en la obsesión de Estados Unidos desde el 11 de septiembre. Las
"relaciones se han complicado" sobre el contencioso delicado de la madera y, más
que nada, en referencia a sus cosmogonías antagónicas sobre valores, política y
medio ambiente.
Se trata, a nuestro juicio, del choque entre barbarie (el bushismo unilateral) y
civilización (Canadá). Este año Canadá, un país pacifista, rechazó su adhesión
al "sistema misilístico de defensa" del bushismo, y el recién defenestrado
primer ministro Paul Martin se dio el lujo de fustigar a su vecino, al que
calificó de obstáculo en la lucha contra el calentamiento global durante la
conferencia del Protocolo de Kyoto celebrada en Montreal, lo que puso furioso al
gobierno bushiano (CBC, 09/12/05). En vísperas de las elecciones de enero,
criticar a Baby Bush deja muchos dividendos en las urnas, y Martin, apuntalado
por Clinton, no dejó pasar la oportunidad.
Canadá es integrante del Commonwealth, el bloque de países vinculados a Gran
Bretaña, y su jefe de Estado formal es la reina de Inglaterra, por lo que nadie
conoce mejor sus vulnerabilidades y ventajas como Londres, lo que concede enorme
relevancia oracular al reportaje balcanizador de la revista neoliberal The
Economist, que se da el lujo de proporcionar un mapa con la población y el PIB
per cápita de cada provincia, cuya suma total es 32.2 mi-llones de habitantes
(2005), con un ingreso promedio anual de 40 mil 400 de dólares canadienses
(2004). La cotización actual del dólar estadunidense frente canadiense es de
1.18.
En las provincias polarizadas lingüísticamente descuella el oeste con mayores
ingresos y menor población frente a la parte francófona más poblada y con menor
PIB per cápita del este, lo cual atiza los rescoldos balcanizadores.
Al oeste, Columbia Británica, con 4.25 millones de habitantes y un PIB per
cápita de 37 mil 400 dólares canadienses; Alberta con 3.26 millones y 58 mil 400
(¡súper sic!); Saskatchewan con 990 mil habitantes y 40 mil 200 dólares;
territorio Yukon con 30 mil y 45 mil 800 dólares; los territorios del
noroccidente con 30 mil y 97 mil 400, respectivamente (¡extra súper sic!).
Al este resalta la francófona Quebec a fuerza de densidad demográfica, con 7.6
millones y 35 mil 100 dólares per cápita, seguida por Newfoundland (520 mil
habitantes y 37 mil 600 dólares, respectivamente), New Brunswick (750 mil y 30
mil 500), Nueva Escocia (940 mil y 31 mil 900) y Prince Edward Island (140 mil
habitantes y 29 mil 200 dólares). En la parte oriental solamente se salvaría
Newfoundland, debido al desarrollo petrolero de Hibernia.
En el centro: la región relativamente mixta de Ontario (12.54 millones de
habitantes y 41 mil 700 dólares), donde se ubica la capital Ottawa, es la más
densamente poblada y poderosa en manufactura y servicios, que comenzarán a
palidecer frente al ascenso impresionante de las materias primas de la región
occidental: Manitoba (1.18 millones y 34 mil 200) y Nunavut (30 mil habitantes y
35 mil 600 dólares). La colindancia de Nunavut con el polo Artico, donde se
encontrarían inmensas reservas de gas y petróleo, le concede un sitio prominente
en el esquema balcanizador británico, que, al parecer, busca aislar a la
provincia francófila de Quebec de la "bonanza" de las materias primas que tienen
las regiones occidentales anglófilas (además de la parte oriental de
Newfoundland y su proyecto petrolero Hibernia), cuando Gran Bretaña
(correctamente Reino Unido: un archipiélago diminuto de 244 mil 820 kilómetros
cuadrados, es decir, 118 kilómetros cuadrados menor a Chihuahua) empieza a
sufrir amargamente el agotamiento petrolero y gasero en el mar del Norte que le
ha obligado a arrojarse a los brazos del futuro gasoducto ruso-alemán (cuya
compañía con sede en Suiza será presidida por el anterior canciller alemán
Gerhardt Schroeder), que trastocará la geopolítica de Europa del Norte: la peor
pesadilla contra la que combatió las dos guerras mundiales y la guerra fría de
todo el siglo XX, lo que obliga a preguntarse con la visión de un siglo en
retrospectiva: ¿quién finalmente "venció" a quién?
Habría que realizar un ensayo sobre la decadencia de las viejas islas dominantes
(Gran Bretaña y Japón), que utilizaron la balcanización ajena como arma de prevalencia hegemónica frente al retorno de los grandes países en los vastos
continentes como el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), no se diga Canadá,
segundo país más extenso del mundo -detrás de Rusia- con casi 10 millones de
kilómetros cuadrados y con casi 41 veces el tamaño del Reino Unido (Gran Bretaña
además de Irlanda del Norte).
¿No será que Estados Unidos (en la etapa bushiana) representa también una isla
conceptual en el contexto universal de las naciones posmodernas, que se extravió
al imitar la lúdica sicopatología financierista anglosajona, que llevó a su
ruina al imperio británico al haber abandonado los teoremas manufactureros
antiespeculativos de Alexander Hamilton que le dieron su añeja grandeza y
prosperidad?
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