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INTERNACIONAL  

 

Terrorismo:
La otra amenaza

 
 

(IAR-Noticias) 09-Octubre-07

[foto de la noticia]

Militante del FLA, Frente de Liberación Animal

En junio de este año Daniel McGowen –antiguo militante de la organización Greenpeace- se convirtió en el primer neoyorquino nativo en ser condenado a siete años de prisión en un proceso por eco terrorismo luego de participar en el incendio intencional de una empresa maderera primero y luego de un laboratorio que trabajaba con árboles modificados genéticamente, ahora como parte de una de los principales grupos el Frente para la Liberación de la Tierra (ELF, son sus siglas en inglés).

Por Oscar Raúl Cardoso - Clarín

Las nuevas causas

No lo hay, pero si lo hubiese el manual de lugares comunes sobre la seguridad contendría, entre otras tonteras, sugerencias como la de mantenerse alejado de los vuelos comerciales que lleven pasajeros de países árabes o de apariencia religiosa islámica en general. Esta es una de las herencias del 11/S del 2001 que se ha vuelto omnipresente en el marco de la “guerra contra el terrorismo” declarada por entonces por George W. Bush.
Quizá haya que pensar todo de vuelta en breve. Porque ¿qué pasa cuando es detenido, juzgado y convicto un pelirrojo de innegable extracción anglosajona como Eric McDavid por intentar en California la sede del Instituto Genética Forestal del Servicio Forestal Estadounidense, la represa Nimbus, torres de telefonía celular y estaciones generadoras de electricidad?

¿Qué lecciones hay que extraer de alguien que nunca pensó en pertenecer a Al Qaeda, ni siente afección alguna por Osama bin Laden, ni está preocupado por la reconstitución de califato alguno y, en cambio, sostiene que la investigación genética y el uso de animales en los laboratorios (o aun como materia prima del alimento humano) está demandando “acciones directas” violentas para impedirlos?
Por lo pronto lleva a revisar seriamente de dónde vienen los enemigos de la seguridad pública. Sobre todo cuando las acciones definibles como terroristas efectuadas fuera del tradicional marco del supuesto enfrentamiento entre el Islam y Occidente está en aumento de acuerdo con las estadísticas. Fred Burton y Scott Stewart, dos analistas de la consultora Stratfor, especializada en la realización de prospectiva estratégica, están convencidos de que esa tendencia irá en aumento y pronto tendrá un impacto al menos similar al que ya gozan los grupos de extremismo islámico.

McDavid, de 29 años, fue condenado el pasado 27 de setiembre junto a dos asociados del delito de conspiración para cometer los delitos citados por un juzgado federal en Sacramento, en el estado en el que operaban. Aunque ninguno de sus planes llegaron a cuajar en atentados, lo cierto es que otros ejemplos similares están apareciendo en la escena criminal de Estados Unidos y otros países desarrollados como hongos después de la lluvia.

En junio de este año Daniel McGowen –antiguo militante de la organización Greenpeace- se convirtió en el primer neoyorquino nativo en ser condenado a siete años de prisión en un proceso por eco terrorismo luego de participar en el incendio intencional de una empresa maderera primero y luego de un laboratorio que trabajaba con árboles modificados genéticamente, ahora como parte de una de los principales grupos el Frente para la Liberación de la Tierra (ELF, son sus siglas en inglés).

Aunque en los casos por los que fue acusado McDavid no hubo ataques porque no lograron acumular los explosivos necesarios antes de ser delatados por un informante encubierto del FBI y en los de McGowen no hubo víctimas humanas los que siguen la evolución de estas prácticas llaman la atención acerca del modo en que los eco terroristas se están alejando de sus anteriores postulados de no agredir inocentes en sus acciones directas.

En el 2002, por ejemplo, el ELF anunció en un documento que “este movimiento revolucionario global ya no limitará su potencial revolucionario adhiriendo a…una ideología no violenta”. Pero añadió “aunque que la vida inocente jamás será dañada por nuestra acción, ya no dudaremos en esgrimir las armas para implementar justicia y proveer la necesaria protección para nuestro planeta que décadas de batallas legales, protestas y sabotaje económico han fracasado en lograr.”

Esta última afirmación –la relativa al presunto fracaso de los medios legales- es señalada por los expertos como una de las razones por las cuales los ecologistas se alejan hoy frustrados de la vía pacífica en la búsqueda de sus objetivos. Otra razón citada es la creciente difusión de estudios de diverso origen que describen, cada vez con mayor urgencia, el deterioro de los ecosistemas del planeta.

El ELF y otro grupo “Animal Liberation Front” (Frente de Liberación de Animales o ALF) son los dos principales que proponen de modo creciente la lucha armada. El ELF fue fundado en 1992 en Brighton, Inglaterra, por algunos antiguos militantes de la organización “La Tierra Primero” que se negaron a seguir la senda no violenta. El ALF tiene más historia –data de 1976- pero es también un desprendimiento de otra asociación no violenta. Ambos están activos al menos en Estados Unidos, Inglaterra y Canadá.

Tanto ELF como ALF ha sido declarados “terroristas domésticos” por la legislación estadounidense y, en especial desde el Acta Patriótica, la ley ómnibus de seguridad adoptada por Washington después del 11/S sus miembros están sujetos a penas mayores.

El problema es que ambas organizaciones son tan inasibles como Al Qaeda. No tienen adherentes formales ni dirigentes identificables y se organizan en pequeñas células que no mantienen contacto entre sí y solo usan las siglas para rubricar sus ataques. Sus fuentes de financiamiento son muy difícil de rastrear porque las operaciones que ejecutan y la forma de operar no precisan de grandes fondos y porque la recaudación es anónima de simpatizantes que muchas veces provienen del ámbito universitario.

Una faceta adicional para la preocupación es que los grupos de esta naturaleza se presentan a si mismos como “globalifóbicos” denunciantes del “capitalismo” y frecuentemente la emprenden contra grandes corporaciones. Estas, explicablemente, se han convertido en sus principales enemigos reclamando más acción punitiva a la ley. La idea de que, en un futuro cercano, ese sector utilice el eco terrorismo y la legislación represiva que logren generar para demonizar a todo el movimiento anti-globalizador y en especial a los de cuño ecológico. Algo de esto sucedió con el mundo islámico desde el 11/S.

Pero en cualquier caso esta es otra dimensión de la inseguridad que amenaza con crecer y recordarle al planeta que todo riesgo a la paz no se reduce a un enfrentamiento del cristianismo y el Islam.
 

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