El 8 de enero de 1995, en
Teherán, fue firmado el contrato de concluir la construcción del primer bloque
de la electronuclear en Bushire.
Por Piotr Goncharov
- RIA Novosti
Rusia se comprometió a suministrar el reactor de agua ligera, el combustible
nuclear para éste y preparar especialistas iraníes. De entonces a esta parte,
la central electronuclear de Bushire acapara detenida atención de EE UU y la
UE que con anterioridad a la Revolución Islámica en Irán (febrero de 1979)
tenían relación directa con esa obra. Francia, Alemania y EE UU fueron
iniciadores y ejecutores del proyecto de la electronuclear en Bushire. Pero la
revolución interrumpió sus actividades.
En Rusia mucha gente conoce la palabra "Bushire". Para unos "Bushire"
simboliza la confianza exclusiva que Irán profesa a Rusia. Para otros, desde
hace mucho, "Bushire" es el sinónimo de un culebrón con el inevitable happy
end. Pero éste no ha dejado de traer dolor de cabeza a Moscú.
En realidad, hace tiempo que el proyecto de la electronuclear en Bushire que
construye el Atomostroiexport ruso, rebasó el marco de relaciones bilaterales
y de puro negocio. Ya en el proceso de elaboración de la resolución 1737
relativa al programa nuclear iraní (aprobada el 23 de diciembre del año
pasado), Rusia fue blanco de críticas, ya que "se oponía al endurecimiento de
las sanciones contra Irán" que podrían afectar sus intereses relacionados con
la construcción de la electronuclear en Bushire.
Entretanto, ahora, desde el punto
de vista de beneficios líquidos y teniendo en cuenta el carácter "cumplidor"
de la parte iraní, para Rusia sería más provechoso revender ese contrato.
La planta electronuclear de Bushire es objeto de "especulaciones" para EE UU,
la UE y propio Irán, y sería ingenuo creer que Moscú esté al margen de ese
juego. Baste recordar que el rotativo parisino "Le Monde" (fue el primero en
reprochar a Moscú de "oponerse al endurecimiento de las sanciones contra
Irán") mucho antes expresó inquietudes de que Teherán chantajeara a Moscú
valiéndose de la electronuclear de Bushire, que Rusia, temiendo perder el
ventajoso contrato, se dejara llevar de la rienda por la parte iraní. La
respuesta de Moscú descolló por su carácter singular.
Cuando Teherán intentó valerse de
la devolución de residuos nucleares (la parte rusa lo adelantó como condición
indispensable de la construcción de la electronuclear), Rusia declaró que las
obras en Bushire se llevan a cabo bajo el control de la OIEA y que la capital
rusa "no ve obstáculos" para continuar la cooperación. En aquel entonces
fueron resueltos todos los problemas relativos a la repatriación de residuos
nucleares y a las inquietudes de "Le Monde".
Ahora la situación es distinta. Durante su visita a Teherán realizada en el
pasado mes de diciembre, el jefe de la Agencia Federal de Energía Atómica,
Sergei Kirienko, advirtió de forma perentoria a la parte iraní que la
terminación de las obras de la electronuclear depende directamente del
financiamiento, dicho con más precisión, de la capacidad de Teherán de superar
el subfinanciamiento de las labores previstas por el contrato que devino
crónico.
No obstante, a trancas y barrancas, "Bushire" entró en su fase final. Según
declaró la compañía "Atomstroiexport", en marzo de 2007 comenzarán suministros
de combustible nuclear; en septiembre, la puesta física en explotación de la
electronuclear, y en noviembre, la energética.
Con motivo del próximo comienzo de
suministros de combustible nuclear, Bushire acapara todas las miradas. Moscú
se mantiene en sus posiciones anteriores respecto a la solución del problema
nuclear. Para la capital de Rusia la OIEA sigue siendo la autoridad máxima en
lo referente a la No Proliferación del Arma Nuclear.
Está claro que en esta situación Moscú no tiene que darse prisa con el
cumplimiento de lo acordado en materia de suministros de combustible nuclear.
No se sabe aún cómo podrá ser el desenlace del culebrón internacional "Bushire".
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