Los análisis del Consejo Nacional de Inteligencia (NIC por sus
siglas en inglés), divulgados el viernes 25 por el Comité de
Inteligencia del Senado, advirtieron que la invasión,
materializada en marzo de 2003, y la posterior ocupación
beneficiarían a la red extremista internacional Al Qaeda y
expandirían el islamismo político en toda la región de Medio
Oriente.
"Los sectores internos (de Iraq) podrían enfrascarse en un
violento conflicto a menos que la fuerza ocupante se los
impida", agregaban esos textos.
Además, el NIC previó la aparición de una insurgencia compuesta
de ex miembros del entonces gobernante Partido Baas, "quienes
podrían aliarse con organizaciones terroristas o actuar de modo
independiente en una guerra de guerrillas contra el nuevo
gobierno o las fuerzas de la coalición" invasora.
"Lamentablemente, la negativa del gobierno a escuchar esas
advertencias y, peor aún, de utilizarlas, ha conducido a las
trágicas consecuencias por las que nuestra nación paga un
terrible precio", dijo el presidente del Comité del Senado, Jay
Rockefeller, al presentar los dos estudios, reunidos en un
reporte de 226 páginas.
Los textos tratan, respectivamente, de los desafíos de la
posguerra iraquí y de las consecuencias regionales del cambio de
régimen en ese país. Fueron encargados por la Oficina de
Planificación Política del Departamento de Estado (cancillería),
dirigida por uno de los principales asesores del entonces
canciller Colin Powell, Richard Haas, quien renunció pocos meses
después de la invasión.
Ex funcionarios del Departamento de Estado y de la Agencia
Central de Inteligencia se quejaban por entonces de que sus
evaluaciones y recomendaciones fueron ignoradas en la
preparación de la guerra, por la hegemonía que ejercían sobre la
Casa Blanca el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, promotores entusiastas de la invasión.
El reporte incluye una lista con los nombres y cargos a los que
fueron dirigidos los dos estudios, que sin embargo asumieron
algunos escenarios optimistas, como que Iraq mantendría su
integridad territorial y que el gobierno colocado por Estados
Unidos lograría devolver el completo control del poder a los
iraquíes en un plazo de cinco años, acompañado por un retiro
progresivo de las tropas extranjeras en el mismo lapso.
El documento sobre la posguerra expresaba serias dudas de una
democracia rápidamente enraizada en la sociedad iraquí.
"La construcción de la democracia iraquí será un proceso largo,
difícil y turbulento, con potencial de regresar a la tradición
autoritaria", afirmaba y añadía que la oposición en el exilio al
entonces dictador Saddam Hussein (1975-2003) carecía "de
capacidad popular, política o militar para jugar un papel tras
la partida de Saddam sin un significativo apoyo económico,
político y militar exterior".
Debido a la necesidad de mantener una "autoridad firme y
central" para evitar que la población se volcara a líderes
"tradicionales, regionales, tribales o religiosos" en busca de
guía, el informe recomendaba mantener en funciones al ejército
iraquí, una vez purgados sus altos mandos.
Pero el Departamento de Defensa dispuso la casi inmediata
disolución del ejército iraquí apenas comenzada la ocupación.
El texto preveía que el cambio de régimen habilitaría que el
"Islam político eche raíces en el Iraq de la posguerra, sobre
todo si la recuperación económica es lenta y las tropas
extranjeras permanecen por mucho tiempo".
Además, Al Qaeda "probablemente intentará explotar la transición
repitiendo sus tácticas usadas en Afganistán el año pasado
(2002) para organizar operaciones contra el personal
estadounidense", afirmaba el reporte.
En el plano regional, Al Qaeda y otros grupos similares también
podían beneficiarse, preanunciaba la inteligencia
estadounidense. Esta organización "intentaría aprovechar la
atención de Estados Unidos en la posguerra iraquí para
restablecer su presencia en Afganistán", señalaba.
El estudio también ponía en duda las afirmaciones de los
neoconservadores acerca de que una victoria estadounidense en
Iraq persuadiría a otros estados de la región a abandonar sus
programas de armas de destrucción masiva. Al contrario, la
invasión llevaría a algunos países a "acelerar sus planes con la
esperanza de desarrollar capacidad (bélica) disuasoria antes de
que sus programas fueran destruidos preventivamente".
"Cuanto más permanezcan las fuerzas estadounidenses en Iraq, más
se convencerá Teherán de que Estados Unidos quiere cercarlo y de
que podría ser blanco de operaciones militares", añadía el
informe.
Siria, por su parte, mantendría su cooperación con Washington
para combatir a Al Qaeda, pero también cooperaría con Irán para
"influir en los acontecimientos dentro de Iraq y para mantener a
Israel fuera del Líbano, como un recordatorio a Washington de
que no abandona sus objetivos regionales, en especial la
devolución de los Altos del Golán", ocupados por los israelíes,
concluía el texto.
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