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Por TV. Libaneses prestan atención al mensaje del líder de Hezbollah. Foto: AP |
Lo hará desde todo el país para "hacer caer al gobierno del premier
Fouad Siniora". Temor en el Líbano
a una guerra civil.
Por
María Laura Avignolo - Clarín, enviada especial
El escenario tan temido en Líbano se producirá hoy a partir de
las 3 de la tarde. Hezbollah, sus aliados shiítas de las milicias de Amal,
más los cristianos del general Michael Aoun, han decidido marchar sobre
Beirut desde todo el país, en una inmensa manifestación "para hacer
caer al gobierno del primer ministro Fouad Siniora". Las manifestaciones y
"acciones originales" continuarán hasta que consigan su objetivo.
El premier Siniora advirtió anoche que el sistema democrático está en
peligro en el Líbano y que "el gobierno protegerá la independencia con
las armas".
El gran miedo es "una acción de provocación" en la multitud, que puede ser
el detonante de la guerra civil libanesa. Un temor que forzó a
todos los políticos a negociar —y fracasar— para retrasar la marcha hasta
que la actual crispación interna se diluya.
La Organización de Liberación de Palestina denunció que "al menos 200
militantes árabes han llegado recientemente al Líbano como 'jidhajistas' y
han formado un nuevo movimiento llamado "Fatah Islámico" en el campo
palestino de Nahr al Bared, en las cercanías de Trípoli. Uno de sus
miembros se detonó en la frontera siria libanesa el miércoles, cuando
intentaba cruzar hacia el Líbano. Un escenario de violencia al estilo
Irak inquieta extremadamente a las fuerzas de seguridad y a los
políticos.
Más de dos millones de personas se esperan para hoy después de las
oraciones en la plaza de los Mártires, donde se encuentra la tumba del ex
premier asesinado Rafic Hariri, para tumbar al gobierno "independentista",
pro occidental y antisirio del "14 de Marzo", que quiere imponer un
tribunal internacional que investigue la muerte de Hariri. Hezbollah
argumenta que el texto de ese tribunal de la ONU no ha sido estudiado
suficientemente por los libaneses. Su temor es que sea una "trampa legal"
que permita a EE.UU. llevar a su milicia shiíta o a su jefe, el sheik
Hassan Nasrallah, a tener que declarar ante esta corte por otros casos, en
un país violento y con una larga historia de asesinatos políticos.
El atentado terrorista que costó la vida al ministro de Industria
antisirio Pierre Gemayel el 21 de noviembre fue la excusa que encontró
Hezbollah para negociar su pretendido "gobierno de unidad nacional",
después de que Nasrallah amenazara el sábado con el lanzamiento de la
marcha. El luto consiguió frenéticas negociaciones, donde ex
primeros ministros, el ex presidente Amin Gemayel —padre del ministro
asesinado— y ex mandatarios trataron de conseguir "una tregua", que impida
sumergir al Líbano en una temida nueva guerra civil.
Las elecciones anticipadas, el reemplazo del presidente Emile Lahoud y el
estudio profundo del tribunal internacional formaron parte del paquete
discutido. Todo fracasó: Hezbollah quiere mayor representatividad
en el gobierno y no parece dispuesto a ceder.
Cuando Nasrallah apareció en la televisión para anunciar la puesta en
marcha de la movilización, la gente corrió a los televisores en los bares
y las vidrieras. Largos embotellamientos se produjeron inmediatamente en
las estaciones de servicio para comprar nafta de reserva. Los
supermercados comenzaron a vender "stock de guerra", como arroz, azúcar,
té, leche en polvo y miles de botellas de agua.
Con voz calma, el fondo de una bandera de Hezbollah y otra del Líbano,
Nasrallah llamó "a todas las facciones y partidos libaneses a reunirse
pacíficamente" para participar hoy desde las 3 de la tarde libanesas (10
en Argentina). ¿El objetivo? "Protestar contra la ausencia de una
verdadera participación política y reclamar un verdadero gobierno de
unidad nacional, donde la prioridad es decidir una nueva ley electoral".
El ejército ya estaba desplazado en todo Beirut pero su presencia se
reforzó masivamente tras el anuncio. Tanques, tanquetas, soldados con
uniformes y mochilas nuevas se desplegaron en todas las esquinas de Beirut
y en el centro. Poco después, el centro de la ciudad se convirtió en un
desierto.