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Así quedó la sede de la AMIA, tras el
atentado de julio de 1994 que dejó 85 muertos. |
El 18 de julio de 1994 en Buenos Aires, un atentado volaba la
sede de la AMIA (mutual de la comunidad judía) produciendo
decenas de muertos y heridos. La investigación –que estuvo desde
el principio contaminada por oscuras intervenciones de los
servicios de EEUU y Israel– no ha logrado hasta ahora resultado
alguno.
Por
Marcelo Yunes -Socialismo o Barbarie, Argentina
Un juicio realizado en 2004 terminó con absolución de
todos los acusados, al demostrarse que el expediente de la causa
llevado adelante por el juez instructor Juan José Galeano, era
una burda falsificación. Hoy Galeano está procesado por ese
hecho. Pero, sorpresivamente, basándose en un “refrito” de ese
expediente hecho añicos en el juicio, el gobierno de Kirchner ha
impulsado un “pedido de captura internacional” de diversos
funcionarios de Irán... justo cuando EEUU (e Israel) están
enfrentados con ese país y la opinión pública mundial repudia
cada vez más los genocidios de Iraq, Palestina y Líbano. (SoB
internacional).
La resolución del fiscal Nisman y del juez Canicoba Corral de
pedir la captura internacional de nueve ex funcionarios iraníes,
incluido un ex presidente, se tomó a instancias del gobierno de
Kirchner. No busca avanzar un milímetro en la búsqueda de
“verdad” o “justicia” en relación al atentado a la AMIA, sino
satisfacer las exigencias políticas de EEUU y el lobby israelí.
Poniendo desodorante al “pescado podrido”
En la jerga periodística, se llama “pescado podrido” a
información de dudoso origen y/o imposible de verificar que
suele terminar revelándose como falsa, pero que tiene la ventaja
de beneficiar claramente a un sector político o de negocios.
Pues bien, la información sobre la que se basaron el fiscal
Nisman y el juez Canicoba Corral para dictaminar los pedidos de
captura de los ex funcionarios iraníes fue oficialmente
declarada pescado podrido por Interpol hace poco más de un año,
en agosto de 2005. En su momento, Interpol (¡que no es
precisamente un organismo “progresista”!) dijo que no daría
curso al pedido de captura por dos razones: a) el juez de la
causa –Galeano– estaba desplazado por irregularidades, y b) las
pruebas eran poco creíbles. Galeano ya no está; de nuevas
pruebas, ni noticias.
Pero hay más. En agosto de 2003, cuando Galeano todavía estaba a
cargo de la causa, fue detenido en Londres (por otras razones)
uno de los 12 iraníes a quienes el juez había pedido captura, el
ex embajador en Buenos Aires Hadi Soleimanpur. En septiembre, la
justicia inglesa liberó a Soleimanpur y declaró que la acusación
argentina no se sostenía. La lista de Canicoba Corral y Nisman
tiene nueve nombres: ocho ya estaban en la lista de 12 de
Galeano, y el que se agrega es nada menos que el ex presidente
iraní Rafsanjani.
Hasta la prensa más amiga del gobierno (y mucho más amiga de
EEUU y el lobby sionista) admite que no hay nada nuevo en la
causa, aparte de la hipótesis que el atentado a la AMIA no fue
una venganza por la participación argentina en la Guerra del
Golfo, sino por un supuesto incumplimiento de Menem de ayuda
para desarrollar un proyecto nuclear.
Al respecto, es como mínimo altamente sospechoso que esa
cuestión –la del plan nuclear iraní– se agite justo ahora que se
trata del caballito de batalla de Bush e Israel en su cruzada
contra Irán. ¡Desde 1994, jamás nadie había hecho la menor
conexión entre el atentado a la AMIA y las intenciones nucleares
de Irán, pero cuando ése es casi el único argumento que tiene
Bush para buscar “ayuda” internacional contra el régimen iraní,
ahora resulta que todo tenía que ver con eso! ¡Qué casualidad
tan oportuna!
A todo esto, las “pruebas” que esgrimen el juez y el fiscal son
de lo más objetables. ¿En qué consisten? Básicamente en
información proveniente de dos fuentes. La primera son cataratas
de invenciones de la CIA y el servicio secreto israelí, el
Mossad. Todo lo que salga de esas cuevas de bandidos,
mercenarios y torturadores merece de entrada, si no desprecio,
por lo menos una enorme desconfianza. En todo caso, le cabe a
esas venerables entidades la carga de demostrar que esta vez, a
diferencia de las mentiras que fabrican todos los días al
servicio de EEUU e Israel, la información que aportan vale más
que el papel en que están escritas. Mientras tanto, ningún
juzgado serio puede considerar semejante “evidencia” como prueba
válida en ninguna causa.
La otra fuente de la causa son los testimonios de cinco
“disidentes” iraníes, colaboradores a sueldo de cuanto servicio
secreto occidental anda por ahí, que viven en Europa y que dicen
–sin haber sido testigos presenciales ni revelar cómo se
enteraron– que el atentado a la AMIA se decidió en una reunión
de altas autoridades iraníes en agosto de 1993. Para tener una
idea de la confiabilidad de estos personajes, uno de ellos es el
famoso “Testigo C”; el mismo que acusó a Menem de quedarse con
un vuelto de un soborno iraní de varios millones de dólares.
¿Qué pasó con eso? Después de que el ex jefe de la SIDE Jaime
Stiuso –otro dechado de probidad y transparencia– se reuniera
con él en Berlín, en 2002, el “Testigo C” dijo que había sido...
malinterpretado.[1]
Alineamiento con la derecha mundial
Es sobre estas bases tan endebles que el gobierno se juega a
alinearse con EEUU e Israel no sólo contra Irán, sino contra
China y Rusia –que apoyan a Ahmadinejad–, contra Europa –que no
quiere sumarse a la cruzada bushista– y hasta contra lo que es
probablemente parte importante del establishment yanqui. En
efecto, el Partido Demócrata, tras su victoria electoral, sin
pretender ningún gran vuelco en la política exterior, ya dio
señales de que una de las jugadas para intentar salir más o
menos dignamente del pantano iraquí es olvidarse de jugar a la
guerra con Irán y, por el contrario, abrir una vía de
negociación con el régimen persa. Lo propio está intentando
hacer, de manera muy discreta, el gobierno británico, uno de los
mejores aliados de Bush.
En ese sentido, se puede decir que esta decisión judicial –que
es, por supuesto, una decisión del poder político; a ver si
todavía queda alguien que se cree la fábula de la “independencia
de poderes”–, además de tener un muy dudoso sustento técnico, va
totalmente a contramano de los tiempos políticos. Porque justo
en el momento en que el gobierno de Bush en general y muy en
particular su política en Medio Oriente están más cuestionados y
tienen menos consenso que nunca, incluso entre los propios
imperialistas, la “movida antiiraní” del gobierno argentino le
da una mano enorme.
Y esa mano no sólo es para Bush y la derecha republicana, sino
para Israel y el poderoso lobby pro israelí en EEUU, que venían
de capa caída desde la retirada sionista con pena y sin gloria
en el sur del Líbano. Así lo demuestran las alborozadas
declaraciones de la Casa Blanca, el Departamento de Estado
yanqui, las autoridades israelíes y las entidades sionistas de
EEUU y Argentina.
Hay que ser claros al respecto: la “Justicia” argentina dio este
paso bajo presión e instigación directa del gobierno argentino,
en particular de la senadora Cristina Kirchner. Y esto fue así
porque la esposa del Presidente fue quien asumió un compromiso
al respecto. Esto es, cedió a la presión de las entidades
sionistas con las que se reunió el 22 de septiembre de este año
en Nueva York.
Así lo dicen los propios interesados. Abraham Foxman, de la Liga
Antidifamación (entidad sionista de EEUU), declaró: “Yo creo que
la primera dama prestó atención a nuestra angustia. Quiero creer
que el fallo es resultado de eso” (Ana Barón en Clarín,
19-11-06). Y la directora para América Latina del poderoso
American Jewish Committee (Comité Judío Americano) sostuvo que
el anuncio del fiscal Nisman fue posible “gracias a la reunión
con Cristina Kirchner”, a lo que agrega el revés de Venezuela en
las Naciones Unidas, que contribuyó al aislamiento de Irán
(ídem).
Inclusive, Dan Mariaschin, de la B’Nai’ Brith, tuvo el cinismo
de decir que “la atención internacional sobre el tema nuclear en
Irán ayuda al caso argentino”. Por supuesto, políticamente el
orden es el inverso: es “el caso argentino” lo que ayuda a
sostener la cruzada yanqui-israelí contra Irán. De hecho, el
vocero sionista no puede menos que admitir que el gran
favorecido del anuncio es Bush. El colmo es la reflexión final
de Mariaschin: “Es un momento en que se está dando todo junto”,
dijo, como si todos fuéramos imbéciles que nos asombramos ante
las coincidencias que tiene la vida.
Al respecto, la corresponsal de Clarín en Washington, que recabó
estos testimonios, no puede menos que preguntarse: “¿Sabía el
gobierno de Kirchner lo importante que era esta resolución para
Estados Unidos? ¿Tuvo alguna influencia el gobierno de Bush? Al
menos, la dirigencia judía de Nueva York parece creer que sí”
(Clarín, 19-11-06).
Y así nomás es la secuencia: el lobby sionista presionó, exigió
y obtuvo compromisos del gobierno argentino en el sentido de
culpar a Irán por el atentado a la AMIA, lo que le vino de
maravillas al alicaído gobierno de Bush y su no menos alicaída
política en Medio Oriente. El nexo entre el lobby yanqui-israelí
y la Justicia argentina –que ahora, según los yanquis, es “un
ejemplo para el mundo”– fue la senadora Cristina Kirchner.
¿Dónde quedó el supuesto “antiimperialismo” K?
Que estas decisiones contribuyan o no a esclarecer los
verdaderos autores y móviles del atentado a la AMIA es lo que
menos les importa al gobierno yanqui y al lobby israelí. Hay que
decir las cosas como son: si en una guerra la primera víctima es
la verdad, acá se trata de una guerra entre EEUU y su aliado
Israel, por un lado, y los pueblos de Medio Oriente, por el
otro. Y ni al gobierno de EEUU ni a las entidades sionistas les
importa un rábano llegar a la verdad del caso AMIA o proteger a
los “ciudadanos judíos”, que en este caso son rehenes de las
instituciones que dicen defenderlos. Lo que sí les importa, y
para eso se embarcan en estas operaciones políticas y
judiciales, es salvaguardar sus intereses políticos y de Estado,
incluyendo las relaciones con otros Estados. A EEUU y a Israel
les conviene que el autor del atentado haya sido el gobierno
iraní, y en ese sentido vienen manipulando datos e inventando
pruebas desde 1994.
Si Irán tuvo o no responsabilidad sobre el atentado, es algo que
nosotros no sabemos ni podemos discernir con los datos reales y
confiables que hoy existen. Por otra parte, es un despropósito
poner las manos en el fuego por el gobierno reaccionario de
Ahmadinejad, como hacen Luis D’Elía y Hebe de Bonafini.
Por supuesto, defendemos incondicionalmente a Irán de todas las
maniobras y agresiones (diplomáticas y también militares) de
EEUU e Israel. Pero eso no significa otorgarle un cheque en
blanco a un gobierno y un régimen que, más allá de sus roces
reales con el imperialismo, son enemigos de los trabajadores y
el pueblo iraní. Y no sólo iraní, porque Ahmadinejad ya se ha
manifestado proclive a un acuerdo con EEUU y Europa si preserva
los intereses “nacionales” de Irán. Esto demuestra, de paso, que
la causa palestina sólo puede confiar en la movilización
independiente de los pueblos árabes, y nada se puede esperar de
la política de “acuerdos de Estado” entre gobiernos burgueses
(lo que incluye al de Irán… y al de Venezuela).
En todo caso, respecto del atentado a la AMIA lo único que se ha
probado hasta ahora es que los gobiernos y servicios secretos de
EEUU, Israel y Argentina hicieron todo lo que pudieron para
embarrar la causa, a punto tal que se está ahora más lejos de la
verdad que antes.
El gobierno “progresista” de Kirchner se está cargando una
mochila muy pesada sobre sus espaldas que puede tener gravísimas
consecuencias. Al mejor estilo Menem, está comprometiendo al
país no en una acción “antiimperialista”, sino en una cruzada
contra una nación independiente de los yanquis.[2] Y no lo hace
en pos de la “justicia”, sino en aras de un objetivo mucho más
mezquino y rastrero. Que no es otro que cerrar filas con los
principales responsables de la opresión, la violencia y las
masacres que se viven en Medio Oriente: el imperialismo
norteamericano, Israel y sus voceros.
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Notas:
1. Gerardo Young, Clarín, 19-11-06.
2. No es la primera vez que lo hace: ya hemos denunciado en su
oportunidad la voluntad del gobierno de hacer un Tratado de
Libre Comercio con Israel, e incluso de venderle armas al Estado
sionista.