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Manuel Rosales |
En Maracaibo, Zulia, donde radica la riqueza petrolera, el presidente
nunca ganó
Por Telma Luzzani
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enviada especial, Clarín
Mansiones y jardines, puentes y carreteras, casitas de chapas de los barrios
marginales y chozas todavía más pobres en el arrabal, todo descansa en Maracaibo
sobre un riquísimo y fabuloso mar de petróleo.
Esta es la tierra del candidato opositor, Manuel Rosales, un hombre poco
carismático que inició su carrera política en Acción Democrática
(socialdemócrata), fue 2 veces gobernador del estado de Zulia (Maracaibo es la
capital) y emergió en los últimos meses como el referente de los sectores más
conservadores y poderosos de la Venezuela tradicional.
Las encuestas no le auguran el triunfo. Un sondeo difundido por CNN
y realizado por AP-Ipsos da Rosales apenas 27% de la intención de votos
contra 59% para el presidente Hugo Chávez que busca su reelección. También la
firma Veneopsa, junto a profesores de la Universidad Complutense de
Madrid, dicen que Chávez va a ganar por 59,7% contra 39,6% que obtendría
Rosales.
Zulia, el estado más rico es también el más opositor. Hasta 1922, ni Zulia ni
Maracaibo existían en el mapa. Sólo tenían fama porque Américo Vespucio (ese
navegante por quien nuestro continente se llama América) dijo al ver a los
indios trasladarse en bote por el Lago Maracaibo que el paraje parecía una
"pequeña Venecia" y allí mismo el país fue bautizado Venezuela.
En 1922, con el reventón del pozo Barroso 2, el Lago Maracaibo pasó a ser no
sólo el mayor de Sudamérica sino uno de los más ricos del mundo. Poderosas
compañías extranjeras pusieron entonces proa hacia Venezuela. Hoy casi 80% del
petróleo venezolano se extrae de aquí.
"Con Rosales como candidato lo que se busca representar es a un combatiente",
explicó a Clarín el doctor en Filosofía Política, Alvaro Márquez
Fernández. "Se busca dar una imagen de fuerza que compita con la de Chávez. Por
eso la estrategia discursiva del candidato opositor alude a un posible fraude y
se escucha a Rosales decir cosas como: Estoy preparado para todo. Además en
este estado, Chávez nunca ganó. Esto también es utilizado por el marketing
electoral. Zulia aparece como un fortín de resistencia, como una reserva
política."
Rosales tiene, sin embargo, una mancha antidemocrática que el oficialismo
explota: firmó y avaló el decreto golpista que proclamaba a Pedro Carmona
como presidente tras el golpe de Estado contra Chávez el 11 de abril de
2002. Ausencia de carisma, acusaciones de corrupción, apoyo a un golpe de
Estado, aún con este lastre, Rosales aparece como el único contrincante de
Chávez en las presidenciales del 3 de diciembre.
"Aunque parezca una paradoja, yo creo que el chavismo está muy interesado en que
aparezca una figura de contraste". Según Márquez, al oficialismo le interesa que
aparezca, en el campo político, otro actor que se visualice como contrapeso al
presidente. En parte porque esta figura es necesaria en el juego democrático y
porque neutralizaría las recurrentes acusaciones de "autoritarismo" que se le
endilgan a Chávez.
"Es un momento muy importante. Todos por una razón u otra están interesados en
evaluar cuál es la composición de esta fuerza opositora que en este momento está
representada por la candidatura de Rosales", dice Márquez.
Muchos en Venezuela y en Argentina creen que lo de Chávez es pura labia pero que
todo sigue igual.
Chávez apunta a un cambio profundo. No tenga dudas. Le voy a dar un ejemplo.
Está haciendo fuertes inversiones para un proceso de industrialización masivo y
acelerado. Acá se importaba desde las cajitas de fósforos hasta los
medicamentos. Hay que recordar también que ese área fue abandonada por el sector
privado venezolano. Chávez quiere ampliar el mercado, que más gente entre en el
consumo y está ayudando financieramente para que crear progresivamente la
estructura productiva que satisfaga esa demanda.
Un aspecto muy interesante de este impulso industrializador reside en el nuevo
tipo de contrato que Venezuela firma con países (Rusia, China, etc.) o con
empresas inversoras.
Los contratos tienen tres "patas": la comercial (la inversión misma); la
tecnológica (el inversor se compromete a trasvasar la tecnología y capacitar
venezolanos en un tiempo determinado) y —la más novedosa— la social: es decir,
el inversor se compromete a construir un hospital, escuelas, o algún bien social
para la comunidad venezolana de menos recursos.