(IAR-Noticias)
28-Diciembre-06
El contenido fundamental de
la cumbre de la OTAN celebrada a fines de noviembre pasado en Riga se ha
resumido en argumentar la necesidad de que la OTAN adopte una estrategia nueva.
Por Sergei Karaganov - RIA
Novosti
L a esencia de esta estrategia resida en concentrarse en operaciones fuera de la
zona tradicional de responsabilidad de la alianza, mientras que el objetivo esté
en convertirla en una organización encargada de la seguridad y estabilidad
internacional que responda a los nuevos retos a esta seguridad en interés de sus
miembros.
Otro objetivo implícito de esta transición radica en tener una justificación
adicional de la existencia de la alianza a los ojos de la sociedad y la élite de
los países miembros, especialmente en las condiciones en que los viejos miembros
de la alianza se sienten ya cansados de la ampliación.
El tema principal de las discusiones era Afganistán. La operación que se lleva a
cabo allí para estabilizar la situación en el país choca con graves
dificultades. Los viejos miembros de la alianza, acostumbrados a una vida
tranquila al amparo de los EE.UU., envían con mucho desgano sus tropas,
condicionando su presencia a la negativa a participar en operaciones combativas.
Gracias a la cobertura que los medios de comunicación dieron a este evento, en
nuestro país puede formarse la impresión de que el problema de las relaciones
con Rusia era casi el tema predominante y en sentido más hostil respecto a
nosotros. Esto no es cierto. Las relaciones con Rusia se presentaban en tonos
correctos y constructivos en los documentos de la OTAN y los informes de las
personalidades oficiales. El problema de la participación de la OTAN en la labor
para garantizar la seguridad energética se mencionó sólo de pasada, y en los
pasillos los personeros de los Estados hablaron de esta participación únicamente
desde el punto de vista de la seguridad de las vías de comunicación marítimas,
oleoductos y gasoductos contra ataques terroristas. Rusia ni siquiera se
mencionó.
Sólo nos resta adivinar las causas de esta cobertura tan impropia en Rusia.
Quizás sea cuestión de pereza por que a uno no le da gana de leer los
documentos. Quizás sea el deseo de atraer mayor interés porque las malas
noticias siempre atraen más atención que las buenas. Mas, lamentablemente, las
causas parecen ser menos perdonables. Hay gente tanto aquí como en Occidente que
se sienten mal sin "guerra fría" y enemigos, y donde no los hay los crean. Otra
causa es de origen más reciente. No hemos podido deshacernos del complejo de
inferioridad surgido ya en tiempos de antaño y multiplicado durante la última
década del siglo pasado. De ahí, una mezcla de altanería excesiva de los éxitos
que se suben a la cabeza con gritos de pánico: "nos acosan y oprimen".
Claro que no acosan ni pueden hacerlo. Pero las relaciones con Occidente sí se
ponen complicadas. Siempre nos han criticado y acusado de "imperialismo". Tanto
en la época soviética, cuando el régimen soviético poseía un enorme poderío
militar pero se mantenía en defensa estratégica y se desintegraba por dentro,
como en la década pasada cuando apenas teníamos Estado. Pero la tensión actual
de la crítica no tiene precedente durante dos últimas décadas.
En el evento de Riga, en que se reunieron políticos y politólogos que no
expresan los criterios oficiales sí era evidente un crecimiento de ánimos
antirrusos. Destacaban, como era de esperar, los representantes de los países
bálticos, polacos y representantes de Georgia. Sus torpes invectivas, engendro
de fobias seculares, no podían por menos de despertar sonrisas por ser demasiado
obvio su carácter torpe e irrisorio.
Las críticas y hasta ataques a Rusia se deben sólo parcialmente a las fobias de
los novatos o al descontento de que Rusia se ha fortalecido para desengaño de
quienes esperaban que su deuda externa y debilidad interna la ataran por mucho
tiempo de pies y manos, cuando no para siempre. La competitividad de Rusia
provoca especial irritación teniendo por fondo los actuales descalabros de EE.UU.,
la negativa de Europa a desempeñar un papel de importancia global y el creciente
sentimiento de su vulnerabilidad, incluida la energética. Y, lo que es
principal, sobre el te fondo de las crecientes divergencias entre al Europa
"vieja" y EE.UU. Otra explicación es que los sectores políticamente activos en
Occidente se sienten realmente decepcionados con los procesos de desarrollo
internos en Rusia. Parece que nos hemos pasado de la raya cuando la
consolidación conservativa ya parece ser reaccionaria.
Mas, creo que la principal causa reside en que EE.UU. aprovechándose de los
mecanismos de la OTAN, intenta impedir que Europa se aísle de su defensor y
patrón de antaño.
Parte de reputados partidarios de esta actitud exige revisar las relaciones con
Rusia en el supuesto de que estas relaciones pueden sustentarse no sólo en la
cooperación y competición sino también en el enfrentamiento. De Rusia se trata
de hacer enemigo para disciplinar más a Europa y lograr que ésta vuelva a
apoyarse en EE.UU.
Será a estas razones a que pueda obedecer el bastante exótico discurso que el
senador Richard Lugar pronunció en una conferencia que se celebró paralelamente
a la cumbre de la OTAN. Como es sabido, el senador instó a convertir la OTAN en
un instrumento de presión sobre los países productores de energía, ante todo
sobre Rusia, para impedir que éstos puedan aprovechar "arma energética". En este
discurso el senador esgrimió a todas luces argumentos poco correctos que, dado
su alto nivel profesional, podrían ponerse en juego solamente para disimular las
causas reales de su llamamiento.
Entre éstas últimas estaban, por cierto, alusiones a la necesidad de presionar
para promover inversiones extranjeras en el sector energético, alusiones que
aquí pasaron casi inadvertidas y que salen del tono.
Es verdad, por otra parte, que las recomendaciones de Lugar respecto a la
participación de la OTAN en la labor para garantizar la seguridad energética de
Europa han sido altisonantes pero resultaron vanas y quedaron reducidas a la
exhortación de utilizar la alianza para indemnizar, en caso de ser interrumpidos
los suministros de energía a los países de la alianza, a los países víctimas.
Que se sepa, estos acuerdos ya se han logrado en la Unión Europea y entre Rusia
y la Unión Europea. En caso de ser interrumpidos los suministros, los países
víctimas tendrán que recibir gas a través de la red de gasoductos. Es sabido que
esta práctica ya se utiliza.
De hecho se persigue el objetivo de desplazar a la Unión Europea de la esfera de
seguridad energética dónde la misma desempeña el papel fundamental. Es decir se
trata de una política no tanto antirrusa como antieuropea.
No creo que las recomendaciones dadas por Richard Lugar se pongan en práctica si
es que los europeos no sean suicidas.
Pero si, pese a ser poco dables, estas exhortaciones pasan a constituir la base
de la nueva estrategia de la OTAN, cualquiera que sea el régimen político
interno, Rusia tendrá que construir gasoductos hacia Oriente y no suscribir más
contratos a largo plazo con los consumidores de Occidente. La libertad de opción
tiene que proteger al país contra un potencial chantaje político-militar de los
consumidores.
Pero en general, la reunión de la OTAN no era sino un evento intermedio en
cuanto a las relaciones con Rusia pues la política de cooperación quedó
aprobada. A Rusia se la intentó aprovechar como espantajo para restablecer la
disciplina y la unidad de la alianza. Pero es poco probable que este objetivo
pueda ser logrado. Puede ser factible si nosotros le hacemos juego a esta
política, hechos puro espantajo.
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