Mientras tanto, los embajadores del sexteto para Irán ante la ONU (Gran Bretaña,
Alemania, China, Rusia, EE.UU. y Francia) que discuten el proyecto en cuestión
todavía no han podido acordar las sanciones concretas a imponer a Irán. Igual
que antes, el proyecto elaborado por la troika europea que en nombre de la UE
celebra negociaciones con Irán, difieres sustancialmente de la postura rusa.
Moscú opina que las sanciones contra Irán deben tener carácter concreto y
afectar sólo a los ámbitos de actividad que suscitan preocupación de la AIEA:
enriquecimiento de uranio, reprocesamiento químico, proyectos en que figuran
reactores agua-agua y producción de vectores de arma nuclear.
Estos días, Vladimir Putin ha vuelto a expresar en la entrevista por escrito al
editor mexicano Mario Vázquez Raña la postura de Rusia respecto al expediente
nuclear iraní. El primer mandatario ruso plantea: la política rusa de arreglo de
la situación en torno al programa nuclear de Irán busca que Teherán le aclare a
la AIEA las cuestiones pendientes y de este modo restablezca la confianza hacia
el carácter civil de sus desarrollos nucleares.
Según se ve, la lógica de esta postura es bien comprensible. El proyecto europeo
supone sanciones más amplias, tales como la prohibición de comerciar con Irán en
cualesquiera ámbitos, relacionados con su programa nuclear y misilístico, así
como la negativa a extender visados a varios altos cargos iraníes y el embrago
de sus activos financieros en el extranjero. Esta última medida afecta también a
varias compañías iraníes.
Es dudoso que Moscú dé su consentimiento para imponer tales sanciones. Antes que
nada, porque una definición tan amplia puede conducir a que, en caso de
necesidad, fácilmente se hagan extensivas también al proyecto ruso de
construcción de la central electronuclear de Bushire (Irán) y a muchos otros
ámbitos.
Pero el consenso es algo que el sexteto necesita muchísimo. Y no sólo para
redactar el proyecto de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre
Irán.
La propia reputación de este organismo está puesta en duda.
Para ser más precisos, las reuniones del sexteto cada vez más semejan un
sainete. Ya pasaron más de tres meses después del 31de agosto, fecha hacia la
cual Teherán debía haber cesado bajo la amenaza de sanciones (según lo
establecido por el Consejo de Seguridad de la ONU) el enriquecimiento de uranio
en la primera cascada de las 164 centrífugas. Durante este espacio de tiempo,
Irán puso en funcionamiento (aunque con dos meses de retraso) la segunda cascada
de 164 centrífugas.
No queda mucho hasta el Año Nuevo iraní: Nauruz. Las autoridades de Teherán ya
aseveraron a los medios sociales del mundo de que hacia este día, el 21 de
marzo, planean concluir el programa de investigaciones nucleares. Se trata de
concluir el montaje de una cascada de 3.000 centrífugas.
Tal cantidad, según las autoridades de Teherán, les permitirá enriquecer uranio
en el régimen industrial. En opinión de varios expertos, los rusos incluidos,
estas centrífugas le proporcionarán a Irán la posibilidad de construir 5 ó 7
cargas nucleares durante un año.
El primer mandatario iraní Mahmud Ahmadineyad menciona la posibilidad de obtener
el primer lote de uranio enriquecido una vez puestas en servicio operacional 60
mil centrífugas.
El complejo nuclear de Natanz, donde es enriquecido uranio, a decir verdad, está
calculado para 54 mil centrífugas. Pero, según piensan los expertos, disponiendo
de tal cantidad de centrífugas, Irán tardará dos semanas como mucho en crear
bomba atómica. ¿Cuánto tiempo necesitará Irán para que el complejo de Natanz
alcance su plena capacidad de producción? Los expertos afirman que de 5 a 7
años.
Sin embargo, muchos expertos rusos creen que Irán exagera afirmando que en marzo
próximo pondrá en servicio operacional tres mil centrífugas. Esto es posible a
condición de que las centrífugas ya estén disponibles, lo que es poco probable.
A todas luces, Teherán abulta sus posibilidades técnicas.
De todas formas, según opina el experto ruso Alexei Arbatov, no cabe la menor
duda de que Irán dominará la tecnología de enriquecimiento de uranio. El proceso
ya es irreversible. En tal caso, ¿posiblemente valdría la pena negociar con
Teherán las proporciones y el nivel tecnológico del enriquecimiento? ¿Tal vez,
mientras hay tiempo, tendría sentido proponerle a Teherán limitar el número de
centrífugas a mil unidades? Tal fórmula de compromiso, de una parte, le
permitiría a Irán continuar los trabajos I + D en el ámbito nuclear y, de otra,
eliminaría las preocupaciones relacionadas con el carácter de su programa
nuclear.
Pero no son más que hipótesis. Por ahora, mientras tanto, en respuesta a las
posibles sanciones y a las insinuaciones de tales sanciones, Irán hace alarde de
la voluntad de dominar la energía nuclear cueste lo que cueste. "La nación iraní
ha tomado su gran decisión y avanza con dignidad por el camino elegido", según
ha manifestado Ahmadineyad en relación con el programa nuclear de su país.
Y, según agregó, la nación iraní no sólo "impulsará el desarrollo de Irán y
alcanzará las cima del éxito sino que desbrozará el camino de la libertad para
otros pueblos".