(IAR
Noticias)
23-Octubre-2012
Los US$ 1,460 billones de gastos
militares en el planeta y la expansión geométrica de las ganancias de los
consorcios de la guerra de Europa, EEUU y Asia, son la prueba más irrefutable de
la relación simbiótica establecida entre el sistema capitalista con los
conflictos armados y las ocupaciones militares. Uno se retroalimenta de los
otros, y ambos términos de la ecuación conforman la piedra angular de la
existencia misma del sistema imperial que hoy controla el mundo.
La
sumatoria interactiva de la rentabilidad comercial con las ocupaciones y
despliegues militares en alta escala,
marca a su vez el
escenario de la "guerra permanente" como una lógica de supervivencia
irrenunciable del sistema capitalista.
Por
Manuel Freytas (*)
manuelfreytas@iarnoticias.com
Informe especial
|
Fu ncionalmente,
el sistema capitalista (producto histórico de la dominación del hombre por el
hombre) no se alimenta de la paz sino de la guerra concebida como el
primer escalón de las políticas y estrategias de dominación (sustento de la
explotación económica) a escala global.
Es más, los propios procesos
históricos ya incorporaron la "economía de guerra" (emergente de la
industria de la guerra) como un segmento clave de la economía capitalista que en
caso de colapsar arrastraría consigo a todo el sistema a escala global.
El 11-S no
solamente instaló un nuevo sistema de control social por medio de la
manipulación mediática con el "terrorismo", sino que además inauguró un
"nuevo orden internacional" (sustitutivo de la "guerra fría") basado en la
"guerra contraterrorista" que sirve de justificación a las nuevas
estrategias expansionistas del Imperio norteamericano y de las trasnacionales
capitalistas.
Con la leyenda
mediática de Bin Laden y el peligro del "terrorismo internacional", a
partir del 11-S el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar del
capitalismo desde la caída de la URSS) se lanzó a nuevas conquistas militares
de mercados justificadas en la "guerra preventiva contra el terrorismo" y en
la nueva doctrina de seguridad de EEUU emergente tras los atentados del 11-S.
Con las llamadas "guerras preventivas" iniciadas por los
halcones tras el 11-S, no solamente se conquista militarmente sino que también
se abren nuevos ciclos de expansión y ganancia capitalista en los nuevos
mercados sometidos con el argumento de la "guerra contraterrorista.
Las nuevas hipótesis de
conflicto con el "terrorismo" generan facturación
billonaria
a la industria bélica constituida en la pata complementaria de la
rentabilidad capitalista trasnacional.
Esta realidad, entre una
multiplicidad de elementos interactivos, explica porqué el actual capitalismo
trasnacionalizado (hegemonizado por el eje USA-UE) está centralmente
determinado por la "guerra contraterrorista" como factor principal de
continuidad y preservación de su sistema de explotación económica.
El negocio de la guerra
La "guerra contraterrorista" y la carrera armamentista (nuclear
y convencional) USA están destinadas a alimentar los contratos y las ganancias
de los consorcios agrupados en ese monstruo llamado Complejo Militar
Industrial norteamericano.
La expansión geométrica de las
ganancias de los consorcios armamentistas del Complejo Industrial Militar
estadounidense es la prueba más irrefutable de la relación simbiótica de
supervivencia establecida entre el sistema capitalista sionista y los
conflictos armados y las ocupaciones militares.
La conquista
militar, a la vez, es la llave de entrada para un descomunal negocio
capitalista "multifuncional y diversificado", donde el Imperio (a través de
la "reconstrucción" de lo destruido) moviliza una maquinaria de ganancia
financiera, se apodera de recursos naturales (principalmente petróleo), vende
armas, tecnología, servicios, y modela hábitos consumistas en la población
pudiente del país invadido (clases altas, medias altas) que se integran al
negocio de las multinacionales del consumo.
Por medio de
sus departamentos de investigación y de sus lobbies estatales en la Casa Blanca,
el departamento de Defensa y el Congreso las corporaciones armamentistas
generan demanda y nuevas necesidades de tecnología armamentista a las
tropas ocupantes del Pentágono en todo el planeta.
Las líneas
directrices de este monumental negocio con las guerras de ocupación y el
sistema financiero imperial, nacen y se proyectan desde la Casa Blanca hacia
el resto de los estamentos del Estado norteamericano.
Sobre la base de un
presupuesto billonario (destinado al sector de Defensa) este macronegocio,
hoy gerenciado por el lobby demócrata que controla la Casa Blanca, abarca
desde la venta de armas y de tecnología de punta, hasta construcción de
infraestructura y de prestación de servicios privados a las bases militares y
fuerzas de ocupación.
Como producto de la "integración bélica" de
los nuevos ciclos de ganancias y expansión capitalista trasnacional, las
corporaciones de la industria de la guerra han pasado a ocupar un lugar clave
en los nuevos planes de conquista militar del Pentágono.
Los US$1,460 billones de gastos
militares actuales en el planeta y la expansión geométrica de las ganancias
de los consorcios armamentistas de Europa y EEUU, son la prueba más irrefutable
de la relación simbiótica de supervivencia establecida entre el sistema
capitalista con los conflictos armados y las ocupaciones militares.
De
esa cifra, el actual presupuesto de Defensa de EEUU ya estaría superando el
50% del total del gasto armamentista en el mundo.
Uno se retroalimenta de los
otros, y ambos términos de la ecuación conforman la piedra angular de la
existencia misma del sistema que hoy controla el mundo. En sólo una década los
gastos militares aumentaron en un 50% dentro de una creciente "militarización"
del planeta.
EEUU, Rusia, Alemania, Francia y Reino Unido, los mayores exportadores de armas
del mundo
El comercio mundial de armas convencionales aumentó un 24% en 2007-2011
con respecto al lustro anterior, según un informe difundido por el Instituto
Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI).
EEUU mantiene su hegemonía mundial como principal exportador, mientras
que la India fue el país que más armamento compró en ese quinquenio, seguida por
otros cuatro países asiáticos.
Los cinco mayores exportadores mundiales -EEUU, Rusia, Alemania, Francia y Reino
Unido- acapararon el 75 por ciento de las ventas totales en 2007-2011.
El caso más notorio es el de China, principal importador mundial en 2002-2006 y
ahora cuarto, y que en el último lustro aumentó sus exportaciones un 95%
hasta convertirse en el sexto principal vendedor de armas en el mundo, aunque
debido sobre todo a varios contratos con Pakistán.
El informe del SIPRI destaca además “aumentos significativos” en el comercio de
armas en zonas como el este y el norte de África, el sudeste Asiático y el sur
del Cáucaso, y que los principales exportadores continúan suministrando armas
a países que se han visto afectados por las revueltas árabes.
"La crisis financiera global
todavía no ha repercutido en los ingresos y beneficios de las grandes empresas
armamentistas", señala el SIPRI.
Finalmente el "sueño
americano" de Obama (el sucesor de Bush) se materializó en números: El
presupuesto destinado al área de la Defensa (Pentágono) que incluye las guerras
militares y las políticas de ocupación rondan los US$ 730.000 millones
para el ejercicio fiscal 2011.
Al mismo tiempo, las ocupaciones
militares de EEUU en Irak y Afganistán "generaron un gasto suplementario de
903.000 millones de dólares sólo para EEUU" en el periodo 1999-2008, agregó Sam
Perlo-Freeman, director del Proyecto de SIPRI sobre gasto militar.
La primera potencia imperial es,
sin sorpresa, el país con mayores gastos en armamento del mundo, según el SIPRI.
Los gastos EEUU representan casi
un 42% del total, más que los 14 países siguientes reunidos, en un legado
de la política del ex presidente George W. Bush, según el SIPRI.
El sideral presupuesto de la
Defensa engorda la expansión geométrica de las ganancias de las corporaciones
que figuran como contratistas del Pentágono.
Las contratistas del Complejo
Militar Industrial no solo proveen armas y servicios de seguridad privada, sino
que también proveen la logística completa (ropa. comida, alojamiento, etc) a los
soldados, no solamente en las áreas de ocupación sino también en la red de bases
distribuidas por todo el planeta y dentro de EEUU.
De esta manera
se verifica la directa relación de la "guerra contraterrorista" con las
ganancias y la expansión de los consorcios armamentistas, que resultan, juntos
con las petroleras y las corporaciones de servicios (que incluyen a las
compañías de "seguridad privada"), los beneficiarios principales de las
invasiones y ocupaciones militares, tanto en Irak y Afganistán, como de los
conflictos actuales y potenciales en Medio Oriente y en todo el planeta, entre
los que se incluyen las planificadas acciones militares contra Irán y Siria.
A este
escenario se suma el negocio con las armas nucleares. A principios de 2012, ocho estados —los Estados
Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán e Israel—poseían
aproximadamente 4.400 armas nucleares operativas. Casi 2.000 de ellas se
mantienen en un estado de alta alerta operacional. Si se tienen en cuenta todas
las cabezas nucleares, estos estados poseen conjuntamente un total de
aproximadamente 19.000 armas nucleares , comparado con los 20.530 de principios
de 2011.
Al mismo tiempo, los cinco estados nucleares legalmente reconocidos
—China, Francia, Rusia, el Reino Unido y los Estados Unidos —están también
implementando nuevos sistemas de entrega de armas nucleares o han anunciado
programas para hacerlo, y parecen determinados a conservar sus arsenales
nucleares indefinidamente. Mientras, la India y el Pakistán continúan
desarrollando nuevos sistemas capaces de entregar armas nucleares y están
ampliando sus capacidades de producir material fisible para propósitos
militares.
A pesar del reavivado interés del mundo en los esfuerzos de desarme, ninguno de
los estados que poseen armas nucleares no ha mostrado, hasta ahora, más que una
voluntad retórica de abandonar sus arsenales nucleares. Mientras el número
general de cabezas nucleares está disminuyendo, los programas activos de largo
plazo de modernización en estos estados sugieren que las armas nucleares se
consideran todavía un indicativo de status y poder internacionales,’ afirma el
investigador sénior del SIPRI, Shannon Kile.
Corporaciones y privatización de la guerra
A nivel de las armamentistas
-según un informe de Project on Governmenttt Oversight- entre los consorcios que
se benefician en primer lugar de este multimillonario negocio se cuentan
Lockheed Martin, la gigante aeroespacial Boeing, Northrop
Grumman, contratista de la Fuerza Aérea, Raytheon, y
General Dynamics.
Las tres grandes corporaciones
armamentistas (Lockheed Martin, Boeing, y Northrop Grumman)
tienen conexiones con otras numerosas fuentes de contratación federal para todo,
desde seguridad aeroportuaria hasta vigilancia doméstica, en nombre de lo que
hoy la Casa Blanca llama GWOT (Global War on Terrorism), guerra global
contra el terrorismo.
Además, durante la era Bush,
los halcones de la Casa Blanca y los operadores de negocios del lobby
armamentista, siempre a tono con "los negocios de la guerra",
observaron la nueva veta comercial que se abría con la contratación de servicios
de ejércitos privados para las áreas ocupadas o bajo influencia del ejército de
EEUU.
En su planificación de "guerras futuras" el Pentágono extendió la
privatización a más áreas de la ocupación militar, y las corporaciones militares
privadas ya han comenzado a intercambiar información orientada a fusionar sus
servicios en rubros determinados, a fin de competir con mayor posibilidad en el
logro de próximos contratos.
La
privatización del aparato militar, fue impulsada en 1991, después de la Primera
Guerra del Golfo, por el entonces ministro de Defensa y vicepresidente de la
administración Bush, Dick Cheney.
Bajo la
influencia de Cheney y Rumsfeld el gobierno de EEUU comenzó a subcontratar con
las corporaciones militares privadas, gran parte de las funciones operativas que
tradicionalmente venían desarrollando las Fuerzas Armadas.
EEUU (hoy
gerenciado por Obama y el lobby sionista liberal) se ha constituido, junto con
el Reino Unido y Sudáfrica, en el centro mundial de la industria privada
militar, que debe su crecimiento al nuevo orden internacional
lanzado por George Bush padre tras el desplome de la Unión Soviética, y
continuado por su hijo W al comando de la "guerra contra el terrorismo".
Obviamente, y
según apuntan todos los especialistas, sólo los conglomerados trasnacionales
(bancos, petroleras, tecnológicas, armamentistas, ejércitos privados, etc) que
integran la órbita "selecta" del lobby de negocios manejado desde la Casa
Blanca y el Pentágono tienen acceso a los más jugosos contratos en los
países ocupados.
De acuerdo con
el Centro para la Integridad Pública, el Pentágono ha gastado 300.000
millones de dólares en 3.016 contratos de servicios militares que han ido a
parar a 12 empresas entre 1994 y 2002 (las cifras excluyen los contratos de
armamento).
Las
corporaciones militares privadas (PMC, por sus siglas en inglés) mantienen en
secreto sus actividades y carteras de clientes al no estar reguladas por
ninguna normativa internacional, a pesar de su condición de ejércitos sin
fronteras.
Los consorcios privados
ofrecen servicios que van desde el personal de seguridad y el mantenimiento de
armamentos hasta la interrogación de prisioneros.
Estas firmas han operado en más de 50 países y han sido
contratadas por todo el mundo, desde el Departamento de Defensa de Estados
Unidos hasta dictadores y gobiernos de las áreas dependientes del llamado mundo
subdesarrollado de Asia, África y América Latina.
Según la revista
norteamericana Monthly Review, "las corporaciones privadas del
capitalismo siempre han estado implicadas con la promoción de la guerra,
pero su acción directa ha sido tradicionalmente limitada". Lo preocupante
-señala la revista- es si estas multinaciooonales ingresan a una distorsión
capitalista y, atendiendo a la ley de la oferta y la demanda, deciden ampliar
sus lucros aprovechando sus excelentes contactos con los jefes políticos y
militares que deciden la guerra.
En territorios ocupados
como Irak y Afganistán, la "veta de negocios" de los ejércitos privados
incluyen servicios de custodia a empresas privadas, operaciones de seguridad,
programa de interrogatorios (torturas), espionaje y entrenamientos militares, o
ejercitación de escuadrones especiales (de la muerte) que operan en la
clandestinidad.
También pueden ser
contratados para tareas como recolección de cadáveres, investigación de
secuestros, custodia de pozos petroleros, controles fronterizos, protección de
importantes directivos, o para cuidar las espaldas de los periodistas y
ejecutivos de los consorcios mediáticos que construyen la "información oficial"
de la situación en Irak.
En Irak y
Afganistán estos consorcios privados de la guerra han desempeñado un papel
esencial para el ejército estadounidense, complementando a su personal cuando
necesitan refuerzos y haciendo los trabajos "sucios" que los propios
militares estadounidenses prefieren no hacer.
Capitalismo de guerra
En resumen, la actividad comercial del capitalismo de guerra
(armamentistas, petroleras, empresas de servicios y ejércitos privados), como
cualquier empresa, depende de "la demanda", principalmente de las guerras
de conquista militar lanzadas por EEUU en el planeta de las cuales nacen nuevos
y jugosos contratos y oportunidades de expansión comercial.
A esta tajada super-millonaria hay que agregar otro segmento complementario: El
negocio billonario de los grandes consorcios bancarios que financian
desde la "reconstrucción" de los países conquistados, venta de armamentos y de
tecnología bélica, hasta construcciones de bases militares y todo tipo de
infraestructura relacionadas con el alojamiento de las fuerzas de ocupación.
El propio Estado USA alimenta la "burbuja financiera" con el armamentismo
endeudándose (con los grandes consorcios financieros sionistas) para mantener
los gastos de su multimillonario presupuesto militar que es pagado -a través de
los impuestos- por toda la sociedad estadounidense.
Los gobiernos títeres de los países ocupados o satélites, a su vez, toman
créditos y se endeudan (con las corporaciones militares y financieras de la
potencia ocupante) para financiar y proveer de armamentos y de tecnología
bélicas a sus fuerzas armadas ciapayas que colaboran con el invasor.
Además, y como es el caso de Irak, Afganistán y Pakistán, los países satélites u
ocupados utilizan la "ayuda militar" provista por el Estado imperial
(producto de los impuestos públicos) para adquirir armamento y tecnología a las
corporaciones del complejo militar industrial, convirtiendo la ayuda estatal
en ganancia privada.
De esta manera (y de la misma forma
que los pulpos financieros de Wall Street y las bolsas mundiales reciclan una
nueva "burbuja" ganancial con los fondos de los "rescates" no ya con dinero
especulativo proveniente del sector privado, sino con dinero público) la
"burbuja financiera" billonaria del negocio armamentista es solventada con
impuestos pagados por toda la sociedad norteamericana.
Esta sumatoria interactiva de la
rentabilidad comercial con las ocupaciones y despliegues militares en alta
escala, marca a su
vez el escenario de la "guerra permanente" como una lógica de
supervivencia irrenunciable del sistema capitalista.
(*) Manuel
Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder,
especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores
más difundidos y referenciados en la Web.
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