(IAR
Noticias)
23-Noviembre-2012
Analistas de Estados Unidos reflexionan sobre si el segundo periodo de gobierno
de Barack Obama seguirá caracterizándose por la cautela en política exterior o
si el mandatario aprovechará esta nueva oportunidad para tomar riesgos.
Por
Jim Lobe - IPS
Por
ahora, la atención se centra en Medio Oriente, región que ha dominado la
agenda internacional de Estados Unidos desde los atentados terroristas
del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Eso frustra a algunos miembros de la administración que, en cambio,
quieren fortalecer la presencia estadounidense en Asia Pacífico,
especialmente a la luz de las crecientes tensiones entre China y Japón, y
de la actual transición política en Beijing.
Otros esperan que Obama esté dispuesto a invertir una cantidad justa del
capital político adicional que obtuvo en su reciente victoria electoral
en reavivar los esfuerzos internacionales contra el cambio climático,
aprovechando la conciencia creada por el huracán Sandy, que azotó la
costa noroeste de Estados Unidos, incluido Manhattan.
De hecho, grupos ambientalistas interpretaron la alusión de Obama al
"destructivo poder de un planeta recalentado" en su discurso de victoria
del miércoles 7 en Chicago como una señal esperanzadora.
El presidente prácticamente había marginado el tema del recalentamiento
planetario en su campaña para evitar incomodar a algunos de los llamados
"estados péndulo", decisivos para el triunfo electoral y que son grandes
emisores de carbono, en particular el nororiental de Ohio.
"El legado del presidente dependerá de su habilidad para afrontar grandes
desafíos, incluyendo el cambio climático, la energía limpia, la
protección ambiental y la sostenibilidad", dijo Andrew Steer, presidente
del World Resources Institute (WRI).
Sin embargo, al igual que en otros temas con grandes implicaciones
internas, Obama estará limitado por varias realidades políticas,
especialmente el hecho de que el opositor Partido Republicano aún tendrá
una sólida mayoría en la Cámara de Representantes y 45 asientos en el
Senado, lo que le permitirá bloquear con efectividad cualquier
legislación a la que se oponga.
"Tuvimos unas elecciones que más o menos preservaron el statu quo en la
Cámara", señaló Charles Kupchan, experto en política exterior del Consejo
de Relaciones Exteriores.
"No estoy seguro de que veamos una gran iniciativa en materia de cambio
climático, ya que la prioridad de Obama es hacer que siga marchando la
economía", sostuvo.
Aunque el mandatario obtuvo una sólida mayoría de votos electorales, no
habría logrado un amplio margen de sufragios populares respecto de su
contrincante republicano, Mitt Romney. Esto quiere decir que el
equilibrio de poder sigue siendo prácticamente el mismo que antes de los
comicios.
Además, el hecho de que la política exterior no jugara un papel
importante en la campaña, claramente dominada por temas económicos,
sugiere que Obama no podrá esgrimir el argumento de que tiene el mandato
de realizar grandes cambios en las relaciones internacionales de Estados
Unidos.
No obstante, Romney abandonó su discurso neoconservador conforme se
acercaban las elecciones y esencialmente coincidió con el enfoque de
Obama en política exterior, incluso en temas de Medio Oriente, lo que fue
interpretado por analistas como un reconocimiento a la intuición del
presidente en asuntos internacionales.
"La campaña electoral, y no solo su resultado, debe ser vista como la
derrota del neoconservadurismo que caracterizó al desastroso periodo de
2001-2006, bajo la administración de (George W.) Bush, y la consolidación
de un amplio consenso bipartidista en política exterior", escribió Marc
Lynch, analista sobre Medio Oriente y ocasional consejero en la Casa
Blanca, en su blog Foreignpolicy.com.
El experto predijo "cautela y pragmatismo" de Obama en Medio Oriente. El
mandatario reelecto seguirá apoyando en general las transiciones
democráticas, buscando vías para acercar a israelíes y palestinos,
incluyendo también a islamistas moderados, y persiguiendo a la red
radical islámica Al Qaeda y a sus grupos afiliados, sostuvo. En
particular, la administración debe iniciar "serios esfuerzos en
verdaderas conversaciones con Irán", señaló.
El analista coincidió con el creciente consenso entre los llamados
"realistas" (el ala más moderada en Washington en materia de política
exterior) de que Obama mostrará una mayor flexibilidad para lograr un
acuerdo con Teherán.
En las últimas dos semanas circularon informes de conversaciones
indirectas entre Washington y Teherán en preparación para una nueva ronda
de negociaciones entre el gobierno iraní y el llamado P5+1 (los cinco
miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las
Naciones Unidas -China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia-
más Alemania).
Además, Lynch llamó a Washington a promover la unificación de las dos
principales facciones palestinas y a revivir la llamada "solución de los
dos estados", una recomendación también hecha por muchos otros analistas
desilusionados con la actual falta de presión de Obama sobre Israel para
que detenga la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y
Jerusalén oriental.
Desde 2010, Obama y sus correligionarios demócratas han eludido la
confrontación con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu (quien no
ocultó su apoyo a Romney), pues consideraban que sus posibilidades de
reelección dependían en gran medida de caer en gracia frente al poderoso
lobby judío-estadounidense.
Sin embargo, esos cálculos demostraron ser erróneos. A pesar de que la
Coalición Judía Republicana y el Comité de Emergencia para Israel
gastaron decenas de millones de dólares en publicidad en los estados
péndulo, y de que Romney acusó a Obama de haber "arrojado a Israel debajo
del autobús", 70 por ciento de los votantes judíos apoyaron al
presidente.
Este resultado sugiere que los elementos de línea dura y neoconservadores
dentro del grupo de presión israelí, que mantiene estrechos vínculos con
Netanyahu y con el movimiento de colonos judíos, no tienen tanta
influencia como se creía.
Si es así, Obama podría tener más espacio para maniobrar, tanto en el
conflicto palestino-israelí como en la crisis con Irán
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