La
capital de Libia está inmersa en una verdadera carnicería humana, con caos,
anarquía, incertidumbre, y sin puntos precisos de las posiciones enemigas.
Se habla de una guerra urbana
sangrienta y sin parámetros, con ejecuciones, torturas y "cacerías"
nocturnas de aliados civiles, tanto del gobierno como de los mercenarios. Los
hospitales están colapsados por los heridos y mutilados que no alcanzan a ser
atendidos.
Los muertos (como ya sucedió en Irak)
permanecen horas en las calles sin ser recogidos. Ya casi no hay energía, no hay
servicios esenciales, la actividad económica está paralizada, y se vaticina una
catástrofe alimentaria. Las cifras de muertos y heridos en las últimas 72
horas se suman por miles, algunas hablan de 3.000 muertos y otros duplican
esa cantidad.
La confusión y la manipulación
mediática para favorecer a los invasores, tocan extremos increíbles. Lo que
parecía un "paseo" para la coalición imperial invasora USA-OTAN que diseñó y
coordina a los grupos mercenarios golpistas, se complicó y se desmadró.
Kadafi, en una jugada táctica, se
convirtió en una "fantasma" que está en todos lados y no está en ninguno.
Con lo que queda en pie de su línea de comando, el líder libio concentró su
logística y sus tropas en los puntos más fuertes.
Con tropas, tanques y baterías que
parecían emerger de los sótanos, lo que queda del ejército del presidente libio
bombardeaba y atacaba este miércoles a los grupos mercenarios en
distintos puntos de Trípoli.
La realidad, descripta en parte por
los corresponsales extranjeros, echa por tierra el supuesto control que se
atribuyen las fuerzas sediciosas sobre la capital de Libia.
Lo que antes era un enemigo "visible"
(Kadafi y su Ejército) se ha convertido en un enemigo "invisible" que ataca y
desaparece.
Paralelamente, un comando de guerra
asimétrica, desplegado entre la población leal, realiza emboscadas, atentados y
acciones de guerrilla urbana contra los grupos mercenarios y contra los comandos y oficiales de fuerzas
especiales y de inteligencia de EEUU, Reino Unido e Israel, que diseñan y
coordinan los operativos de toma y control de Trípoli.
En 24 horas (luego de la toma del
bunker presidencial por los sediciosos) la situación, entre los jefes
mercenarios y los líderes de las potencias invasoras, varió de la euforia
triunfalista a la incertidumbre.
Analistas europeos y
estadounidenses ya hablan de una "ratonera" para los invasores.
Paralelamente, la
prensa internacional (columna vertebral de "información" de la coalición
invasora USA-UE) pide casi abiertamente que EEUU y la OTAN desplieguen sus
tropas en Libia.
Desde el martes, comentaristas y
analistas de algunas cadenas como la CNN
piden una "intervención internacional" para evitar que Libia caiga en el caos
de los "grupos fundamentalistas" que integran el comando "rebelde" de la CNT.
La percepción
generalizada entre los mandos imperiales de EEUU y Europa es que los llamados "rebeldes" son un
mosaico casi delincuencial de grupos mercenarios fundamentalistas de
distinta extracción, que una vez en el poder van a luchar entre sí por el
reparto del botín de guerra.
Este es el punto central que
ensombrece y torna impracticable la estrategia de conquista de Libia sin
sacrificio de soldados y sin costo político para las potencias de la
coalición USA-OTAN.
Ningún analista del sistema le
concede futuro a un gobierno títere (como en Irak o Afganistán) conformado por
grupos de mercenarios formados por la CIA, cuya única experiencia es
guerrear por encargo o entre sí por dinero y prebendas.
En este escenario, se afirma la posibilidad de que los "bombardeos humanitarios" de la OTAN
(léase destrucción de Libia y masacre de decenas de miles de civiles en 5 meses)
se conviertan en una "invasión terrestre humanitaria" para
controlar el petróleo y restaurar la gobernabilidad en el país.
Y son incontables las
versiones, salidas principalmente de los búnkeres del poder estadounidense y
europeo, que dan por sentado que ya hay un plan militar y un calendario de las potencias invasoras (con EEUU
a la cabeza) para imponer la "paz" en Libia con bases y soldados como
en Irak y Afganistán.
Mientras tanto, los objetivos y
mecanismos económicos que alimentaron la operación militar de
despedazamiento de Libia y la masacre de su población civil, ya se pusieron en
marcha.
Mientras los líderes y funcionarios
imperiales preparan un gobierno colaboracionista de "transición", las
corporaciones, bancos e industria de guerra USA-europeas preparan su desembarco
en Libia bajo el clásico argumento de "reconstruir" la infraestructura y
la economía del país destruida por los bombardeos de las mismas potencias que
llegan en calidad de "salvadores".
EEUU y las potencias de la OTAN ya
decidieron descongelar los activos libios en el exterior, para que la administración
entrante compre armas a las armamentistas, las petroleras reconstruyan la
industria del petróleo y el mercado libio, y las trasnacionales y los
grupos financieros participen activamente del botín de la "reconstrucción" de Libia.
Y Libia, al costo de su destrucción,
masacre colectiva y crisis humanitaria, pone nuevamente en vigencia
el principio liminar de Rothschild que guía históricamente a las
operaciones imperiales de conquista: "Donde no hay guerra, hay que inventarla
para hacer negocios".
(*) Manuel
Freytas es periodista, investigador, analista de estructuras del poder,
especialista en inteligencia y comunicación estratégica. Es uno de los autores
más difundidos y referenciados en la Web.
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