Tras la desaparición de la Unión Soviética las redes del terrorismo islámico, incluída Al Qaeda, se habían extendido por las ex repúblicas musulmanas que
integraban la URSS antes de su desintegración.
El eje Talibán-Al Qaeda-Pakistán-Chechenia se solidificó y fue clave para
la construcción del régimen islámico radicalizado que imperaba en Afganistán
desde 1996.
EE.UU. comenzó a perder influencia sobre las redes islámicas que habían
tomado Afganistán en 1989 como base de despliegue para extender la guerra santa
a toda el Asia y Medio Oriente.
La CIA, con financiación encubierta de la mafia rusa ligada a la droga y
al contrabando de armas, comenzó a entrenar a los grupos antitalibanes nucleados
en la Alianza del Norte, que desestabilizaron al gobierno Talibán y
prepararon el terreno para la invasión militar.
Sin embargo, la Alianza del Norte también fue obra de
los servicios de inteligencia de Rusia y de los países que sostenían posiciones
contra el radicalismo talibán-checheno instalado en Kabul.
Los líderes guerrilleros islámicos se convirtieron en jefes de bandas armadas
que luchaban entre sí por el control de los negocios turbios que giraban
alrededor de la droga y el tráfico de armas, controlados secretamente por
la CIA y la ex burocracia corrupta del imperio soviético en los Balcanes.
Mientras que Arabia Saudita, Pakistán y Chechenia apoyaban y daban cobertura
logística a los talibanes; Irán, Rusia, India y cuatro repúblicas de Asia
Central -Kazajstán, Uzbekistán, Kirguizístán, Tajikistán- sostenían
abiertamente a la Alianza del Norte que intentaba derrocar al gobierno de
Kabul.
La administración Clinton y el Pentágono, a mitad de los 90, se habían
propuesto expulsar a la conexión Talibán-Al Qaeda-Chechenia del control de
Afganistán.
Su independencia de poder y los planes propios que tenían para el mundo
islámico, los hacía inviables para la geopolítica de EEUU en la región.
Con la desaparición de la
Unión Soviética, a principios de los 90, las formaciones de mujaidines que
habían servido para combatir y desestabilizar a la URSS durante las
administraciones de Reagan y Bush padre, habían perdido su razón de ser
funcional.
De esta manera se dividió y se rompió la coalición islámica que expulsó a
los soviéticos de Afganistán.
Tras la derrota de la Unión Soviética en Afganistán la sociedad de la CIA con
los grupos fundamentalistas islámicos entró en contradicción.
Una parte de la Jihad (caso del eje Talibán-Al Qaeda-Chechenia) intentó
construir poder propio al margen de los intereses económicos y
geopolíticos de Estados Unidos a partir de tomar el gobierno de Afganistán.
La CIA, que permanecía infiltrada, tanto en la Alianza del Norte como en el
régimen talibán, por medio de la inteligencia pakistaní, comenzó a diseñar la
operación que culminaría con la invasión militar norteamericana a Afganistán
tras la voladura de las Torres Gemelas.
El gobierno fundamentalista de los talibanes -con Bin Laden como virtual
ministro de Defensa- terminaría en el 2001 a causa de las múltiples operaciones
de la CIA sobre los enemigos internos y externos de los talibanes, que culminó
con la invasión militar norteamericana a Afganistán.
Y cuyo factor de desenlace principal fue el apoyo de Pakistán y de su
estructura de inteligencia a la invasión militar contra el régimen talibán, tras
los atentados del 11-S en Nueva York
El
11-S y el terrorismo "tercerizado de la CIA"
Para el profesor
Michel Chossudovsky
los
ataques del 11 de septiembre no fueron un acto de "terrorismo individual"
organizado por una célula aislada de Al Qaeda, sino que más bien fueron parte de
una operación coordinada de inteligencia militar, que surge del servicio
secreto paquistaní (ISI).
Dice el profesor Michel Chossudovsky, de la Universidad de Ottawa:
"Según el informe de inteligencia del gobierno de India los perpetradores de los
ataques del 11 de septiembre tenían vínculos con el ISI paquistaní, el
cual a su vez tiene vínculos con agencias del gobierno estadounidense. Lo que
esto sugiere es que personas clave dentro de la institución de la inteligencia
militar estadounidense podrían haber sabido de los contactos del ISI con el
líder del grupo terrorista del 11 de septiembre, Mohamed Atta, y no actuaron".
Según Chossudovsky, el jefe de los espías paquistaníes, el teniente general Mahoud Ahmad, "estaba
en Estados Unidos cuando los ataques ocurrieron", y según informó entonces
The New York Times, "dio la casualidad de que estaba por acá en una habitual
visita de consulta".
Al examinar los supuestos
vínculos entre los terroristas y el ISI, debe comprenderse que el teniente
general Mahmoud Ahmad, como cabeza del ISI, tenía un "nombramiento aprobado por
Estados Unidos", apunta el profesor.
Como líder de la inteligencia
paquistaní desde 1999, estaba en relación con sus contrapartes en la CIA, la
Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) y el
Pentágono.
También hay que tener en
cuenta que el ISI paquistaní se mantuvo, desde el fin de la guerra fría hasta
ahora, como la base de despegue para las operaciones encubiertas de la CIA en el
Cáucaso, Asia Central y los Balcanes", señala Chosudowsky ".
Ralph Shoenman, activista y autor estadounidense, en una entrevista en La Jornada, en enero de
2002, afirma que "los eventos del 11 de septiembre reflejan una
operación que fue anticipada y prevenida por agencias de inteligencia de
distintas partes del mundo".
"De hecho, las circunstancias
del 11 de septiembre reflejan claramente lo que se denomina un stand
down (es decir que deliberadamente se bajó la guardia)
de la fuerza aérea, porque los edificios fueron atacados en
Nueva York una hora y quince minutos antes del ataque al Pentágono", apunta.
Para Shoenman
"la gente que se encargó de obtener un departamento, proveer los fondos y rentar
la camioneta resultó ser la Mossad.
Ese atentado fue una operación del FBI y la Mossad
y este es el fondo de la operación del 11 de septiembre".
Por
su parte, el ex
ministro de Defensa de Alemania, Andreas von Bulow,
durante una entrevista en el programa radial de Alex Jones señaló: "Osama
Bin Laden, como Al Qaeda,
como el Taliban, incluso Saddam Hussein,
todos son figuras que en tiempos anteriores
fueron captados por la CIA".
"Así
probablemente ellos han sido reciclados en el sistema como los tipos malos.
Antes, ellos fueron los tipos buenos que sacaban a Rusia de Afganistán y se
ocupaban de esto, consiguiendo así el dinero. Y ahora son pagados
para ser usados como los tipos malos",
afirma ex titular de la Defensa alemana.
Un informe de la Oficina del
Inspector General del FBI, difundido el 9 de junio de 2005, revela por primera
vez como la CIA encubrió datos y protegió la presencia de dos de los autores
del 11-S, antes de los ataques, dando nuevos indicios de que detrás de los
atentados estuvo la "mano negra" del poder norteamericano.
El estudio interno del FBI provee
varias revelaciones importantes acerca de como la CIA y el resto de las agencias
de inteligencia estadounidenses ignoraron y aún suprimieron las advertencias
en el período que se prepararon los ataques contra las torres y el Pentágono.
El capítulo más probatorio en
el informe del Inspector General del FBI está relacionado con Khalid al-Mihdhar y
Nawaf al-Hazmi, dos de los presuntos secuestradores del 11-S quienes vivieron
la mayor parte del 2000 y 2001 en el área de San Diego.
De acuerdo al informe del FBI:
"...ellos no intentaron esconder sus identidades. Usando los mismos
nombres de sus documentos de viaje y con algún contacto, al menos, en la
comunidad de inteligencia, alquilaron un departamento, obtuvieron su licencia de
conducir del Departamento de Vehículos del estado de California, abrieron una
cuenta bancaria y recibieron tarjetas de crédito. Compraron y usaron automóviles
y seguros, tomaron lecciones de vuelo en una escuela local, y obtuvieron un
teléfono figurando el nombre de Hazmi en la guía".
Según el documento del FBI, los
secuestradores de los aviones que impactaron en las Torres Gemelas no se
manejaban como ocultos conspiradores, tratando de evadir al más poderoso
aparato de espionaje del mundo, sino como personas indiferentes a las amenazas a
su seguridad, lo que da la pauta de que la CIA los tenía bajo control.
Según un informe aparecido en The New
York Times, que citaba como fuente un antiguo miembro de los servicios de
inteligencia de defensa y un representante republicano en el Congreso, más de un
año antes del 11-S, una unidad militar de inteligencia identificó al supuesto
jefe de los secuestradores de aviones del 11-S, Mohamed Atta, y a otros tres
"terroristas" como posibles miembros de una célula de Al Qaeda operativa en
Estados Unidos.
En el verano de 2000, el equipo
militar preparó un informe que incluía fotografías de los cuatro hombres y
recomendó al Comando de Operaciones Especiales Militares compartir la
información con la Oficina Federal de Investigación (FBI), según afirmaron el
congresista Curt Weldon y el ex miembro de la inteligencia, quien habló bajo
condición de anonimato. La recomendación fue rechazada.
El arsenal de pruebas sobre la
vinculación de los grupos operativos islámicos que secuestraron los aviones con
la CIA suma decenas de informes y miles de páginas, que de citarlos
habría que construir un sitio especial.
Los "eslabones
celulares" y el 7-J en Londres
A la luz
de la experiencia, los expertos señalan que en las operaciones del terrorismo
"tercerizado" de la CIA es común que actúen varios grupos operativos
infiltrados, sin conexión entre sí, pero que responden a la consecución de un
mismo objetivo terrorista impidiendo que aparezca el verdadero organizador y
beneficiario.
Según lo que se desprende de las
distintas investigaciones sobre los grupos operativos del 11-S en Nueva
York, 11-M en Madridy el 7J en Londres, toda la metodología de
reclutamiento, entrenamiento y preparación de los ataques terroristas está "tercerizada"
y sus verdaderos objetivos son desconocidos por sus ejecutores, quienes
actúan motivados por convicción religiosa y por dinero .
Aunque en algunos casos -así lo
reconocen los especialistas- la alienación religiosa juega (y puede jugar) un
rol clave y gravitante esencial en los grupos infiltrados.
De cualquier manera, la conformación
"celular" de los grupos operativos terroristas, donde cada integrante
solo se conecta con el resto por medio de su "control" (un agente encubierto de
la CIA) hace imposible que los ejecutores de los ataques conozcan la
planificación general y el verdadero objetivo de los mismos.
Curiosamente, y como generalidad, los
mercenarios o alienados religiosos que ejecutan los atentados generalmente
sólo descubren la dimensión de su "obra" destructiva por la televisión.
Y esto sucede por el carácter cerrado
y "celular" de las operaciones terroristas de la CIA, donde cada parte no se
comunica con la otra, aunque el efecto funcional de las piezas arrojan un
"resultado general".
Según
el sitio web Prison Planet, una agencia de consultoría (supuestamente
vinculada con el gobierno británico) estaba ejecutando un ejercicio que
simulaba un ataque con explosivos en el tren subterráneo de Londres
exactamente en el mismo momento y en el mismo área donde sucedían los ataques
terroristas del 7-J en Londres.
En una entrevista en la radio BBC 5
que fue emitida en la tarde de ese día 7, el conductor entrevistó a Peter
Power, Director Gerente de
Visor Consultants.com,
que factura como una compañía asesora en "manejo de crisis".
Peter Power es un ex un oficial de
Scotland Yard, que se desempeñó alguna vez en la sección Anti-Terrorista Rama.
Power le dijo al conductor del
programa que en el momento exacto que sucedían las explosiones de Londres, su
compañía estaba ejecutando un gran ejercicio con 1,000 personas que ponía
como escenario ataques al tren subterráneo de Londres, en la misma zona y en el
momento exacto que que sucedían los ataques en la vida real.
Según Prison Planet, el ejercicio comprendía varias metas diferentes. Entre
ellas, llevar a cabo la operación sin que el gran despliegue del servicio de
seguridad se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, y luego, si eran
capturados durante el ataque o después de este con cualquier evidencia
incriminatoria, ellos podrían demostrar que formaban parte del el ejercicio.
Prison Planet parangona el hecho sucedido el 7-J en Londres con lo que sucedió
en la mañana del 9/11/2001, durante los ataques terroristas en Nueva York cuando
una agencia del gobierno controlada por la CIA estaba llevando a cabo
ejercicios de volar aviones secuestrados contra el WTC y el Pentágono, a las
8:30 de esa mañana.
Los gran cantidad de "puntos" en las pantallas del NORAD (la Comandancia de
Defensa Aerospacial Norteamericana por sus siglas en inglés) que desplegaron
tanto los aviones realmente secuestrados como los aviones de los simulacros,
explican por qué los confusos informes de prensa surgidos horas después del
ataque señalaban que eran por lo menos 8 los aviones secuestrados.
Para Prison Planet, las bombas de Londres tuvieron la misma firma que las bombas
de Madrid del 11 de marzo de 2004. Ambos atentados explosivos son similares al
atentado explosivo en Bolonia en 1980 que asesinó a más de 80 personas.
El nivel de alerta de terrorismo de Londres se bajó antes que los ataques
explosivos del 7-J tuvieran lugar. Esto proporcionó una protección extra a
los perpetradores para planear y ejecutar el ataque sin tener que evadir una
seguridad más severa, apunta el informe.
Los simulacros de ataque en el tren subterráneo de Londres, realizados
paralelamente a los atentados reales, fueron usados como el soporte alternativo
de encubrimiento para llevar a cabo el ataque (se utilizaron los argumentos del
simulacro para desactivar las alertas de seguridad durante los taques
reales).
Esto demuestra, como sostienen los expertos, que en cada ataque de Al Qaeda, el
terrorismo "tercerizado" diversifica las operaciones en compartimentos
celulares que no se tocan entre sí.
La trama mediática

Todo el proceso de
terrorismo mediático con Al Qaeda y Bin Laden , desde el 11-S en adelante, se
desarrolló en los medios de comunicación, principalmente en las cadenas
televisivas, que trasmiten en vivo las imágenes de destrucción que a través de
un ida y vuelta -feed baack- generan masivamente la psicosis terrorista a
escala planetaria.
Sin la
"globalización de la imagen", a Washington y la CIA les hubiera sido
imposible crear la figura de Bin Laden como el mítico "enemigo número uno de la
humanidad" tras la voladura de las Torres Gemelas, iniciando así la era de la
utilización del terrorismo mediatizado como estrategia y sistema avanzado de
manipulación y control social.
De esta manera, las
operaciones terroristas de la CIA con Al Qaeda, con sólo cuatro bombas detonadas
sincronizadamente a distancia (como ocurrió en Londres) pueden multiplicar
infinitamente (casi como una bomba nuclear) los efectos políticos y sociales
de la destrucción por medio de la difusión mediática manipulada y nivelada
masivamente para todo el planeta.
El proceso de
"miedo al terrorismo" es alimentado a su vez por las grandes agencias y
cadenas internacionales que se encargan de difundir por todo el planeta, y como
si fuera una novela de espionaje, versiones, trascendidos, comunicados,
cartas, videos con nuevas amenazas, "información secreta" sobre grupos
terroristas, pistas "árabes", etc., etc., cuya usina matriz, en la mayoría de
los casos, se encuentra en los sótanos de planificación de la CIA o del resto de
la estructura de inteligencia norteamericana, o israelí.
Esta situación
particular del "terrorismo mediático" como arma de manipulación política
y social determina que sus causas y objetivos sólo puedan ser leídos en el plano
mediático, y no en el marco del análisis político o estratégico convencional.
El 7-J en Londres sirvió para
reinstalar nuevamente la "guerra contraterrorista" en el centro de la
escena mundial, manipular gobiernos con "planes antiterroristas", y mantener
latente el "terrorismo de Al Qaeda" como una carta en la manga a sacar cuando la
coyuntura internacional (o local) lo requiera.
El libreto con el 7-J fue casi
lineal al desarrollado tras los ataques del 11-M en Madrid: cacerías
encarnizadas de musulmanes, "psicosis terrorista" recorriendo Europa, gobiernos
embarcados en "planes contraterroristas", "pistas árabes", supuestos
participantes apresados o en la mira, paranoia sin fin amplificada noche y día
por las cadenas internacionales, amenazas de "nuevos ataques", y los
habituales megaoperativos de control y alertas de "máxima seguridad" que
confieren más dramaticidad al clima de "miedo al terrorismo".
En síntesis, en este
circuíto perverso de mercado, oferta y ganancia capitalista, hay que
encontrar la razón de la existencia del "terrorismo de Al Qaeda", y su inmediata
contrapartida: la "guerra contraterrorista" con la que Washington justifica sus
invasiones imperialistas, de las que luego se benefician económicamente sus
corporaciones y consorcios financieros transnacionales.
De esta
manera,
queda en claro que las acciones de Al Qaeda, un
monstruo de mil cabezas
inventado por la CIA, y sobre cuyas redes y entramado logístico no existe
información verificable y confiable, sólo
se las puede evaluar con un adecuado análisis y procesamiento que empiece por lo
particular y termine por lo general, o sea
por el
"beneficiario principal"
de las acciones terroristas de Al Qaeda.
Y queda en claro
también, que el promocionado "fundamentalismo militar" del ex presidente
Bush, su mediatizada "obsesión" con la "guerra contra el terrorismo", no
es nada más que una cáscara encubridora de un monumental negocio y saqueo
capitalista de recursos estratégicos montado sobre una aceitada maquinaria
mediática de manipulación psicológica y aprovechamiento militar-económico
de las amenazas y los ataques terroristas.
La lógica del
"nuevo enemigo" de EEUU, identificada con el terrorismo tras el 11-S, se
articula operativamente a partir de la "guerra antiterrorista", una estrategia
de dominio imperial-militar que compensa la desaparición del "enemigo
estratégico" en el campo internacional de la Guerra Fría: la Unión Soviética.
Obama, el mediocre
gerente negro que sucede a Bush, solo continúa, en otra escala, la misma
estrategia de Estado, y el asesinato por encargo de Bin Laden no es nada que un
reciclamiento de la "guerra contraterrorista".
De manera tal, que
la "guerra contra el terrorismo" no fue un "capricho" pasajero de Bush", sino
una política de Estado del Imperio norteamericano, y una estrategia
central en el marco de la expansión y de las ganancias del capitalismo
transnacional, más allá de quien ocupe eventualmente el sillón de la Casa
Blanca.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador,
analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.
Ver sus trabajos en
Google y en
IAR Noticias