Pat Mooney dijo que en este tipo de reuniones de la FAO siempre están presentes firmas como
la Dupont y Monsanto, con patentes monopólicas de producción y expresó que por
encima de los representantes de los gobiernos, son ellas las que dicen la
última palabra.
Entre los primeros pulpos
trasnacionales de la alimentación, se encuentran la empresa suiza Nestlé SA.,
la francesa Groupe Danone SA. y la Monsanto Co., que lideran
mundialmente la comercialización de alimentos y que, además de controlar la
comercialización y las fuentes de producción, poseen todos los derechos a
escala global sobre semillas e insumos agrícolas.
Despojados de su condición de "bien
social" de supervivencia, esos recursos se convierten en mercancía capitalista
con un valor fijado por la especulación en el mercado, y los precios no
se fijan sólo por la demanda del consumo masivo, sino básicamente por la demanda
especulativa en los mercados financieros y agro-energéticos.
Por lo tanto, no hay "crisis
alimentaria" (como sostienen la FAO, la ONU, el Banco Mundial, y las
organizaciones del capitalismo como el G-8) sino un incremento de la hambruna
mundial por la especulación financiera y la búsqueda de rentabilidad capitalista
con el precio del petróleo y los alimentos.
El control de las fuentes, de la
producción, de la comercialización internacional y de la masa de recursos
financieros emergentes por las corporaciones trasnacionales, tornan
impotentes a los gobiernos dependientes (sin poder de gerenciación sobre
esos recursos) para resolver los problemas de la hambruna que aqueja a sus
pueblos.
Y por más apelaciones que hagan las
instituciones "asistencialistas" del sistema capitalista como la ONU y la FAO
(que suceden a la caridad religiosa) las corporaciones transnacionales
establecen su dinámica productiva a partir de la relación costo-beneficio.
Esto es, y atendiendo a la lógica
esencial que guía el desarrollo histórico del capitalismo, sólo producen
atendiendo a la ley de la rentabilidad, a la ley del beneficio privado,
y no atendiendo a la lógica del beneficio social.
Por otra parte, los fondos que
destinan la ONU, el Banco Mundial y demás organizaciones del capitalismo
trasnacional, son mendrugos comparados con la ganancias multimillonarias
de los pulpos petroleros y de la alimentación y el crecimiento de las fortunas
personales de sus directivos y accionistas.
Según
analistas especializados de Wall Street, un 60% del precio del petróleo
crudo y de las materias primas alimentarias tiene como causal a la
especulación en futuros no regulada, de fondos precisamente autodenominados
"especulativos", bancos y grupos financieros que utilizan las bolsas de futuros
ICE de Londres y NYMEX de Nueva York y el comercio inter-bancos.
En este tercer frente del negocio
agro-energético financiero (productor directo de la hambruna y la inflación
mundial) se encuentran en primera línea Goldman Sach y Morgan Stanley,
súper-gigantes de la especulación financiera en alta escala del capitalismo
trasnacional sionista con asiento en Wall Street.
En este escenario, los precios no se
fijan sólo por la demanda del consumo, sino básicamente por las necesidades
comerciales y la demanda especulativa en los mercados financieros
agro-energéticos.
De este accionar monopólico y de la
acción especulativa en los principales mercados de materias primas, entre cuyas
herramientas financieras se encuentra el ICE [Intercontinental Exchange] de
Londres y las bolsas mercantiles de Nueva York y Chicago, provienen
principalmente las ganancias siderales del mega-consorcio financiero Goldman
Sach.
En el 2008, los grandes pulpos
concentrados huyeron de la crisis financiera y comenzaron la especulación en
alta escala con los alimentos y materias primas convertidos en estrellas de la
rentabilidad financiera.
El mercado del hambre
Los acuerdos internacionales a través
de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los Acuerdos de Libre Comercio (FTA)
y los Acuerdos de Asociación Económica (EPA), impulsados por programas del
Banco Mundial y del FMI, permiten que el apoyo incondicional a los agro negocios
sea una prioridad en las políticas alimentarias y agrícolas de los
gobiernos en el mundo subdesarrollado.
Los subsidios gubernamentales destinados a las transnacionales agroalimentarias
están orientados a la agricultura industrial, eliminando granjas en el Norte y
en el Sur por medio de precios bajos de dumping.
Mediante la "revolución verde", las
transnacionales de agro negocios excluyen los conocimientos locales en la
agricultura e imponen nuevas tecnologías e insumos agrícolas artificiales
que los campesinos tienen que comprar, dependiendo de ellos de forma
permanente.
En su búsqueda de rentabilidad a
cualquier costo, las transnacionales buscan controlar el mercado mundial de los
alimentos y convertir la producción campesina en producción industrial,
controlando la fijación de precios a escala global.
En su rapacidad las
transnacionales de la agroalimentación se apoderan de tierras para convertirlas
en monocultivos de agro combustibles.
O sea, cultivan alimentos para los
automóviles mientras la mitad de la población mundial vive en estado de
pobreza y de desnutrición.
Y los gobiernos, al no tener poder de
gerenciación sobre sus recursos agroenergéticos se convierten en títeres de las
corporaciones que los controlan y que se apoderan de la renta del producido
por el trabajo social de esos países.
Y como el capitalismo trasnacional
(las corporaciones que controlan el petróleo y los alimentos) sólo produce para
quien está en capacidad de comprar esos productos, la falta de poder
adquisitivo de las mayorías empobrecidas del planeta, lleva su vez a que las
corporaciones reduzcan la producción para achicar costos y preservar la
rentabilidad vendiendo menos pero más caro.
El mundo atraviesa por una
sobredemanda de alimentos y de petróleo que, a su vez, multiplica la rentabilidad
de los grupos que hegemonizan el poder sobre la producción y comercialización, y
sobre los mercados de la especulación financiera de las materias primas.
De esta manera, a los pulpos
petroleros y alimentarios no les interesa producir más, sino ganar más
produciendo lo mismo con baja de costos de personal e infraestructura.
En consecuencia, controlados por las
corporaciones trasnacionales, y despojados de su condición de "bien social", los
alimentos se convierten en mercancía capitalista con un valor fijado por la
especulación financiera, convirtiéndose en la causa principal de las
hambrunas y conflictos sociales que azotan a muchos regiones del planeta.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador,
analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.
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