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(IAR
Noticias)
04-Agosto-2011
La gran disputa política sobre
la deuda y el déficit presupuestario de las semanas recientes en Washington
oculta algo sorprendente detrás del humo de discordia, ataques retóricos entre y
dentro de los dos partidos y tanta atención sobre la polarización política:
existe entre las cúpulas políticas un consenso que está a la derecha de la
opinión pública.
Por David Brooks - La Jornada, México
Por
ello, desde hace días, los expertos y analistas confiaban en que los adultos
de Washington lograrían poner fin a esta crisis fabricada (Estados Unidos no
está a punto de entrar en bancarrota, aún es el país más rico del mundo y
obviamente tiene los recursos para pagar las operaciones de su gobierno).
Desde hace más de una semana, líderes demócratas y republicanos han indicado
que no hay mucha diferencia entre sus propuestas, y que un acuerdo está al
alcance. Todas estas iniciativas incluyen severos recortes a programas
sociales y muy pocos recursos, si acaso, a medidas para incrementar el ingreso
(a través de impuestos a los más ricos, por ejemplo).
Algunos sugieren que la mejor manera de caracterizar esta coyuntura es con la
broma de que sí hay una luz al final del túnel, pero es la de un tren que
viene para aplastarnos a todos.
Washington es disfuncional, fue el coro entre observadores, ciudadanos y hasta
los mismos políticos que estaban en medio de la disputa que captó la atención
mundial al prolongarse el debate para elevar el techo de la deuda federal
hasta las últimas horas.
Sin embargo, detrás del escenario se estaba negociando algo más que el techo
de la deuda. Las cúpulas de ambos partidos elaboran un acuerdo que en esencia
es la receta neoliberal de reducir aún más el sistema de bienestar social a
cambio de satisfacer las demandas de Wall Street y los dueños del crédito
mundial. O sea, mayor austeridad a nombre de algo llamado responsabilidad
fiscal.
Cuando uno de cada seis estadunidenses está desempleado, hay mayor pobreza, la
crisis hipotecaria no tiene solución y nuevas estadísticas oficiales destacan
que la gran recesión de 2007 a 2009 fue más profunda y amplia de lo
sospechado, y la recuperación actual más frágil de lo pensado, prominentes
economistas como los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglitz advierten
que las recetas propuestas por la cúpula política para abordar el asunto de la
deuda y el déficit sólo empeorarán la situación. El empleo y estímulo
económico, argumentan, es la clave, no el déficit, en coyunturas como ésta.
Pero Barack Obama y los republicanos han definido el déficit como el punto
central del momento. La desaparición del desempleo en el discurso de la élite
política y su sustitución por el pánico del déficit es verdaderamente notable,
afirma Krugman en su columna del New York Times. Esto, señala, no es
compartido por el sentimiento público; encuestas recientes, como una de CBS
News/New York Times, registran que las mayorías identifican la economía y
empleo como las supremas prioridades; el déficit sólo es mencionado por un 7
por ciento.
El consenso de la cúpula política (de ambos partidos) en Washington es que
cualquier acuerdo debe centrarse en mayor austeridad, o sea reducciones en el
gasto público, muy parecido a lo que se está aplicando en Europa. Para
aquellos que conocen la historia de los años 30, esto es muy familiar,
advierte Krugman, y señala que si fracasan las negociaciones sobre la deuda se
puede repetir lo de 1931, con el colapso del sistema bancario que profundizó
la gran depresión. Pero, si las negociaciones son exitosas, estaremos listos
para repetir el gran error de 1937: el giro prematuro a la contracción fiscal
que descarriló la recuperación económica y aseguró que la recesión durara
hasta que la Segunda Guerra Mundial finalmente ofreció el impulso que
necesitaba la economía.
Stiglitz, en los meses recientes, ha subrayado que lo más importante para
abordar el déficit presupuestario es la generación del empleo y el crecimiento
económico. “Si uno está gastando fondos para inversiones que incrementan la
productividad de la economía –infraestructura, tecnología, educación–, eso
tiene dos efectos: impulsa el crecimiento económico hoy, pone a la gente a
trabajar, pero también incrementa el potencial futuro de la producción
económica… eso implica más ingreso de impuestos…. Hay que invertir en el
futuro y hacer crecer la economía hoy”, señaló a National Public Radio.
Robert Reich, ex secretario de Trabajo de Bill Clinton y profesor de políticas
públicas en la Universidad de California, recuerda que el déficit
presupuestario no tiene ninguna relación económica con el límite de deuda. Los
republicanos han vinculado las dos cosas y el gobierno de Obama ha jugado ahí,
y acusó que los republicanos están usando una votación técnica de rutina sobre
el techo de la deuda como manera para tomar como rehén a la nación con su
objetivo político de reducir el tamaño de gobierno federal.
Subrayó: “en realidad estamos en una crisis de ‘empleo y crecimiento’, no una
crisis del presupuesto. Y la mejor manera de generar empleo y crecimiento es
que el gobierno gaste más ahora mismo, no menos”.
Hasta el New York Times está sorprendido y alarmado. En su editorial de este
domingo afirmó: dejaremos a los historiadores que expliquen cómo ambos
partidos políticos, y muchos estadunidenses, se convencieron de que la
austeridad es el camino a la recuperación. Agregó que la situación económica
actual requiere de asistencia del gobierno, pero está ocurriendo lo opuesto, y
agrega: con una economía débil y tasas de interés bajas, la austeridad no
tiene sentido.
Las nuevas estadísticas del gobierno dadas a conocer la semana pasada
registraron que la gran recesión fue más grande de lo pensado, y que la
recuperación ha sido más anémica de lo reportado inicialmente. También
informan que las empresas tuvieron más ganancias, mientras a los trabajadores
les fue aún peor.
Las utilidades antes de impuestos de las empresas se incrementaron 264.9 mil
millones de dólares a lo largo de los pasados tres años: las más prosperas
fueron las del sector financiero.
A la vez, el ingreso personal promedio ajustado por inflación sólo se
incrementó 0.6 por ciento entre 2008 y 2010, la mitad de lo antes calculado.
Por cierto, el ingreso personal promedio se desplomó 2.3 por ciento en 2009
(se había calculado anteriormente que se había incrementado 0.6 por ciento):
fue la primera vez que disminuyó desde 1974 y el desplome más grave desde
1947, informó la agencia Bloomberg.
Los ricos se están haciendo más ricos. Su tasa de impuesto efectivo, en años
recientes, se ha reducido al punto más bajo en la historia moderna. De hecho,
enfermeras, maestros y bomberos pagan una tasa más alta que algunos
multimillonarios, escribió el senador Bernie Sanders en el Wall Street Journal,
donde criticó a los republicanos por defender los intereses de los más ricos,
y también la decisión de Obama y otros líderes demócratas de proceder en la
misma dirección con sus propuestas de recortes para los más necesitados, todo
opuesto a la opinión pública mayoritaria.
“En otras palabras, el Congreso está en un camino de hacer justo lo que el
pueblo estadunidense no quiere… No es sorprendente, por ello, que el pueblo
estadunidense esté tan furioso con lo que pasa en Washington. Yo también.”
Todo esto es producto de lo que Stiglitz llama un sistema del uno por ciento
por el uno por ciento y para el uno por ciento, o sea, un sistema político y
económico dominado por la capa más rica.
Señala que ese uno por ciento capta ahora casi una cuarta parte del ingreso
nacional, y controla 40 por ciento de la riqueza, y los de en medio han visto
nulo crecimiento. Todo el crecimiento económico en décadas recientes se ha
concentrado en el segmento más rico, resumió en Vanity Fair hace un par de
meses. Eso, dice, implica que ejerce un enorme poder sobre la toma de
decisiones en este país, y por ello no sorprenden las propuestas de política
económica que se están promoviendo en Washington.
Ahí viene el tren.
Cede Obama ante republicanos
Después de una intensa negociación de última hora entre el liderazgo político
supremo del país, el presidente Barack Obama anunció en la Casa Blanca, en un
mensaje trasmitido en vivo al mundo:líderes de ambos partidos en ambas cámaras
han logrado un acuerdo que reducirá el déficit y evitará el incumplimiento (de
pagos), que hubiera tenido un efecto devastador sobre nuestra economía.
Apenas 48 horas antes de que el gobierno había advertido que dejaría de poder
cumplir con sus obligaciones financieras, Obama informó que el acuerdo eleva
el techo de la deuda (actualmente de 14.3 billones de dólares) y propone
aproximadamente 2.5 billones en recortes del gasto público a lo largo de los
próximos 10 años. Aunque, dijo, no es el acuerdo que hubiera deseado, logra
poner fin a un proceso que fue demasiado largoy desordenado.
Obama instó a los legisladores a aprobar la propuesta negociada en los
próximos días. El acuerdo tendrá que ser sujeto a un voto en las dos cámaras
del Congreso y después promulgado por Obama, proceso que comenzará este lunes.
Qué tanto dure el proceso dependerá de las dificultades en negociar
suficientes votos para la aprobación del acuerdo, sobre todo en la Cámara de
Representantes. Ahí, tanto legisladores demócratas liberales como algunos
republicanos ultraconservadores han expresado su renuencia a votar en favor
del acuerdo.
El acuerdo incluye una primera etapa de recortes de poco menos de un billón de
dólares en el gasto federal, y establece una comisión bipartidista para
recomendar otros 1.5 billones de dólares más en recortes al presupuesto, que
serán aplicados más tarde por acción legislativa o de manera automática (si el
Congreso falla en actuar), los cuales afectarán desde el gasto militar hasta
los programas sociales.
Pocas horas antes, con indicios de un acuerdo inminente, cambió el clima en
Washington y Wall Street al percibirse que la cúpula política estaba
finalmente a punto de resolver lo que se convirtió casi en una crisis
nacional. Los mercados financieros empezaron a responder de manera positiva
ante la expectativa del anuncio de un acuerdo y una votación legislativa sobre
el asunto.
Pero las consecuencias políticas continuarán manifestándose de aquí en
adelante. Después de semanas de intensa disputa sobre el asunto, que alarmó a
los mercados financieros y fastidió a los ciudadanos, el espectáculo político
en Washington podría tener severas consecuencias electorales tanto para el
presidente Obama como para el liderazgo republicano.
De hecho, para algunos analistas, todo esto fue más teatro político con fines
electorales que una disputa por el asunto de la deuda. Elevar ese techo es
casi siempre un procedimiento automático, y se ha hecho en promedio casi dos
veces al año desde 1940 sin nada parecido a lo que ocurrió en esta ocasión,
señalan.
Más bien, demócratas y republicanos aceptaron vincular el tema de la deuda con
el asunto siempre espinoso del presupuesto federal.
A lo largo de la disputa siempre había un consenso básico entre líderes
demócratas y republicanos sobre una receta de recortes masivos al gasto
público para abordar el tema del déficit presupuestario. El desacuerdo fue más
bien sobre el tamaño y rubros de la reducción del gasto.
El propio presidente Obama demostró, desde hace semanas, su disposición a
ceder ante demandas republicanas de reducciones incluso en programas sociales
para los más necesitados, como el Medicare y el Seguro Social, y no insistir
en un incremento sustancial de los impuestos de los más ricos para abordar el
déficit (esto a pesar de que 72 por ciento de los estadunidenses favorece
justo lo opuesto: más impuestos sobre los más ricos para abordar el déficit,
según una encuesta reciente del Washington Post/ABC News).
Con ello, Obama ha provocado ira entre sus propias bases. Críticos señalan que
las concesiones de Obama y el liderazgo demócrata están a laderecha hasta de
algunos republicanos moderados, tanto así que uno de los encargados de
política económica del presidente Ronald Reagan, Bruce Bartlett, expresó su
sorpresa y concluyó que en los hechos Obama es en esencia un conservador
moderado.
Pero el liderazgo republicano también enfrentó problemas con un sector de su
base cada vez más poderoso, la corriente ultraconservadora identificada con el
llamado Tea Party, que casi logró derrotar la iniciativa del propio líder en
la Cámara, John Boehner, y puso en jaque su autoridad.
Los aproximadamente 80 legisladores ligados al Tea Partydefendieron su
principio ideológico de reducir al máximo el gobierno y los programas de
bienestar social, a tal punto que descarrilaron las negociaciones entre las
cúpulas de ambos partidos durante semanas.
Paul Krugman escribió en su columna del New York Times que lo que está
ocurriendo es una crisis donde la derecha está haciendo demandas locas,
mientras el presidente y los demócratas en el Congreso se doblan hacia atrás
para acomodarlos, ofreciendo planes que son todo recorte de gastos y nada de
impuestos, planes que están muy a la derecha de la opinión pública.
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