(IAR
Noticias)
18-Abril-2011
Si el presidente estadounidense Barack Obama quiere ubicarse
"en el lado correcto de la historia" durante la actual Primavera Árabe, su
reacción ante la situación en Bahrein no es la más adecuada para lograrlo,
coinciden analistas y comentadores en Washington.
Por Jim Lobe - IPS
Su
administración ha condenado abiertamente la represión en Siria y en Yemen –sin
mencionar a Libia, donde Obama directamente pidió un cambio de régimen—, pero
permanece llamativamente reservada en el caso de las duras medidas aplicadas por
la monarquía sunita de Bahrein contra la mayoría chiita y prominentes figuras
pro-democráticas.
Las únicas críticas llegaron luego de varias semanas en boca de la secretaria de
Estado (canciller), Hillary Rodham Clinton, quien el martes llamó a un "proceso
político" que defendiera "los derechos y las aspiraciones de todos los
ciudadanos de Bahrein". También señaló que "la seguridad por sí sola no podía
resolver los desafíos" que afrontaba la monarquía.
Más de una veintena de personas han muerto en Bahrein a manos de las fuerzas de
seguridad desde que el gobierno declaró la ley marcial el 15 de marzo, mientras
que otras 400 han sido arrestadas o están desaparecidas, según grupos
internacionales de derechos humanos. Tres detenidos murieron bajo custodia, al
menos uno aparentemente por "horrendos abusos", señaló el martes Human Rights
Watch (HRW).
El fin de semana pasado, HRW acusó al régimen de crear un "clima de temor",
particularmente en barrios y aldeas chiitas donde se realizan redadas nocturnas,
al parecer destinadas a infundir miedo entre los residentes, en su mayoría
pobres.
Médicos, abogados y activistas por los derechos humanos no se han librado de la
represión. La prensa crítica al gobierno ha sido silenciada, administradores de
blogs detenidos, periodistas locales llevados a juicio y reporteros extranjeros
desterrados.
Incluso estrellas de fútbol han sido expulsadas del equipo nacional y arrestadas
por haber participado de las protestas pacíficas.
"Las cosas empeoran, tanto en cantidad como en calidad", según Toby Jones,
experto en países del Golfo para la estadounidense Universidad Rutgers. "Parece
que a todos los niveles –desde denuncias de torturas hasta informes de arrestos
masivos—el régimen no sólo ha continuado con la represión, sino que la ha
intensificado".
"Aunque la justifica señalando que restaura la ley y el orden, lo que parece
hacer es una venganza. Esa es la única forma de explicar la gravedad de la
situación", añadió.
Sin embargo, en la Casa Blanca prevalece el silencio, lo que para muchos
observadores sugiere que Obama consiente, si no respalda, lo que está
ocurriendo.
Esta impresión se fortaleció cuando el secretario de Defensa, Robert Gates,
visitó Arabia Saudita la semana pasada en un aparente esfuerzo por reparar los
lazos diplomáticos, afectados por el apoyo de Washington a la expulsión del
presidente egipcio Hosni Mubarak en febrero y su oposición inicial al despliegue
el 14 de marzo de unos 1.500 soldados sauditas y emiratíes en Bahrein con la
intención de apoyar al régimen del rey Hamad bin Isa Al-Khalifa.
Tras una reunión con el rey Abdalá de Arabia Saudita, Gates señaló por primera
vez tener "evidencia de que los iraníes intentaban explotar la situación en
Bahrein".
Esta declaración contrastó abiertamente con su rechazo durante su última visita
al Golfo (tres días antes de que se adoptara la ley marcial en Bahrein) a las
acusaciones de Riyadh y Manama de que Teherán estaba detrás de las protestas
chiitas.
Además, cuando se le preguntó si había hablado con el rey Abdalá sobre la
presencia de tropas sauditas en territorio bahreiní, Gates respondió con un
seco: "No". El jefe del Pentágono también aseguró que Washington no tenía
intenciones de mudar su base naval de Bahrein, sede de la Quinta Flota.
El silencio de Washington sobre la represión en Bahrein parece motivado por dos
consideraciones estratégicas: mantener su base y otras instalaciones militares
en el pequeño reino y preservar las buenas relaciones con Arabia Saudita, que
claramente ve a las protestas pro-democráticas allí como parte de una lucha con
Irán por la hegemonía regional.
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