¿Puede
ser detenida la fragancia envolvente de la revolución del jazmín que ha
penetrado los cuatro rincones del mundo árabe y aguarda propagarse a todos los
confines del planeta mediante la "gran revolución del desempleo" de jóvenes y
mujeres del siglo 21? La extática revolución del jazmín lleva dos triunfos: uno
apoteósico en Egipto y otro simbólico en Túnez, la cuna de la revuelta árabe de
inicios del siglo 21.
No todo es fragancia en el despliegue de la revolución del jazmín cuando
Libia, mediante una vigorosa contraofensiva, ha sitiado sus efluvios en las
afueras de Bengasi, cuyos rebeldes contestatarios fueron enviados ingenuamente
al matadero por la perfidia de la OTAN.
El sector duro de Arabia Saudita –que no comulga con las ideas reformistas
del príncipe Al-Waleed Bin Talal expuestas en The New York Times (ver
Bajo la Lupa, 13/3/11)–, a la cabeza de un contingente de las seis
petromonarquías del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) –con la tácita
bendición de Estados Unidos, que expele toda su hipocresía "democrática" a
la luz del día–, interviene en Bahrein con el fin de detener sus emanaciones
libertarias.
En vísperas de la trascendental sucesión monárquica en Arabia Saudita, que
afectará la correlación de fuerzas tanto en el superestratégico golfo Pérsico
como en los mundos árabe e islámico, su sector intransigente optó por cruzar
riesgosamente el Rubicón para intentar detener la revuelta de Bahrein, sede de
la quinta flota de Estados Unidos y uno de los principales centros financieros
de Medio Oriente.
El Rubicón lo constituye el "puente Rey Fahd", de 24 kilómetros, que
vincula la región oriental chiíta del reino wahabita (entre 15 y 30 por ciento
de la población mayoritariamente sunita, según quien realice el conteo) –la
principal producción y reserva de petróleo del mundo–, a la isla de Bahrein (750
kilómetros, un poco mayor a Cozumel), que cuenta con una población chiíta
mayoritaria (75 por ciento), gobernada por una minoría dinástica de sunitas
desde hace más de 200 años.
La "intervención" de Arabia Saudita, a solicitud del monarca de Bahrein,
donde se ha decretado una emergencia de tres meses, ha sido condenada como "
invasión" por Irán y de "ocupación foránea" por el principal partido
opositor Wafaq (chiíta) de la isla, mientras Jay Carney, simpático portavoz de
Obama, se desvive en demostrar bizantinamente que el despliegue militar "no es
una invasión" (Reuters, 14/3/11). ¿Qué será entonces?
El problema de Estados Unidos, carente de una política consistentemente
comprensiva y congruente, es que ya se quedó sin discurso con dos retóricas
diametralmente opuestas en Libia y Bahrein ante el mismo aroma del jazmín que
desea convertir de forma perversa en mefitismo, de acuerdo con sus egoístas
intereses unilaterales que colisionan con la evolución democrática de los
pueblos árabes, a los que había confinado a la catatonia durante medio siglo
para controlar las principales reservas de hidrocarburos del planeta.
No parece que Irán acuda, by the time being, a la defensa militar de
sus correligionarios chiítas en Bahrein, quienes aún no han podido ser sometidos
por los tanques sunitas del CCG, cuyos efectivos ascienden a 3 mil 500 (más de
tres veces lo publicitado), según Debka (15/3/11), presunto portavoz del
vilipendiado Mossad.
Dos días antes de la "intervención" del CCG, fraguada en medio del
desvío de la atención mundial debido al postsunami en Japón, nada menos
que Bob Gates, secretario saliente del Pentágono, había visitado la
superestratégica isla.
El portal propagandístico texano-israelí Stratfor (14/3/11) se ha
consagrado a amarrar navajas entre sunitas y chiítas y, más que nada, a
abultar el espantapájaros de "la amenaza iraní" a lo largo y ancho del
golfo Pérsico y la península arábiga: "los países del CCG han resuelto,
con el apuntalamiento de Estados Unidos, confrontar a Irán en Bahrein".
Stratfor, una oda a la desinformación global, asevera que la "
respuesta de Irán" se escenificará en Qatif, oasis costero chiíta en la
provincia oriental de Arabia Saudita, muy cerca de Ras Tanura, donde se
producen 5 millones de barriles al día (la mayor del mundo).
Ha quedado claro que los megaespeculadores de Wall Street y la City (ver
Bajo la Lupa, 2 y 9/3/11) buscan un precio mínimo de 200 dólares el barril,
de aquí al verano, y cuyo designio pasaría por el incendio de la ciudad
chiíta de Qatif en Arabia Saudita, lo cual detecta impecablemente un
editorial de The Financial Times (14/3/11): las tropas sauditas en
Bahrein "representan una escalada que empuja al movimiento masivo de
reformas en los brazos de los revolucionarios. Es también un error de juicio
y un fracaso de los nervios que podrían sentenciar al Golfo a un conflicto
interminable, independientemente del resultado en Bahrein en el corto plazo".
El editorial británico –portavoz de la globalización neoliberal–
considera mera "sofistería política" la propuesta del CCG de adoptar
una zona de exclusión para "intervenir" (sic) en la "guerra civil"
en Libia cuando la "política occidental se ha vuelto cínica e incompetente".
A su juicio, la "intervención saudita levanta la puja" y "garantiza
la radicalización" de los reformistas, además de "invitar a Irán y a
sus aliados" (v.gr Hezbolá) a inmiscuirse en los asuntos de la
península arábiga.
En su reunión ministerial, el G-8, cada vez más castrado y castrante, no
pudo ponerse de acuerdo sobre la zona de exclusión celestial en Libia (por
cierto, una medida ya muy tardía), mientras se pronunciaba por la "
transición democrática" en Bahrein (BBC, 15/3/11). ¿Cómo puede operar tal
"transición" cuando Estados Unidos, líder del G-8, ha tolerado la "
intervención" del CCG?
El portal israelí Debka (15/3/11), en la misma frecuencia de su
correligionario Stratfor, apuesta a "la potencial (sic) colisión
militar entre Arabia Saudita e Irán sobre Bahrein". Por cierto, el
rotativo hebreo Haaretz (15/3/11) alardea que la embajadora de
Bahrein en Estados Unidos, Houda Ezra Ebrahim Nonoo, sea "judía".
Hay que tomar con sumo cuidado la declaración farisaica de Estados Unidos
de que "no existe solución militar" en Bahrein (Reuters, 15/3/11).
Hillary Mann Leverett, anterior funcionario del Consejo de Seguridad
Nacional y del Departamento de Estado, aduce que "la esencia misma de la
política del poder en Medio Oriente está cambiando del poder-duro militar,
donde Estados Unidos tiene la ventaja, al poder-blando, donde la República
Islámica de Irán y sus aliados tienen la ventaja"(Al Jazeera, 15/3/11).
Sería un grave error de juicio que Irán contrarreste militarmente la
neurosis bélica del CCG, que huyó hacia delante con su "intervención"
que parece, primero, prevenir el derrocamiento de la frágil monarquía de
Bahrein y, luego, pretende modular gradualmente las inevitables reformas y
la evolución libertaria de la isla, bajo la batuta de Estados Unidos, que
busca preservar su importante base militar.
Descontando una exterminación improbable de chiítas, Irán no corre prisa
cuando tiene ganada la partida "democrática"–perdón, "demográfica"–
en Bahrein.