egún este artículo del 3 de enero, en los dos últimos años el número de
persona sin ingresos se ha triplicado en Nevada, duplicado en Florida y Nueva
York, y aumentado casi un 90% en Minnesota y Utah. En el condado de Wayne,
Michigan (que incluye Detroit, donde la mitad de la población está en paro o
subempleada) uno de cada 25 residentes afirma tener ingresos sólo en bonos de
comida. En Yakima County, Washington, la cifra es uno de cada 17 residentes.
Estas cifras revelan la vasta escala del sufrimiento humano en Estados Unidos
mientras empieza la nueva década y señalan la falacia de hablar de
“recuperación” económica. Los seis millones de personas en hogares que carecen
de ingresos (que incluyen a 1.2 millones de niños) equivalen a toda la población
de Indiana o Massachusetts, o a la suma de las poblaciones de Los Angeles,
Filadelfia y Boston.
Esta catástrofe social pone de relieve la indiferencia de la administración
Obama, que no ha hecho prácticamente nada para proporcionar ayuda a aquellas
personas que han perdido sus empleos, hogares y medios de vida, a pesar de que
no escatima gastos para apuntalar a la elite financiera y financiar sus actuales
guerras.
La cantidad de personas que carecen de ingresos ha estado ascendiendo desde
1996, cuando el presidente demócrata Bill Clinton y el Congreso republicano
pusieron fin a la asistencia social como un derecho universal, un estatuto del
que el programa de ayuda federal había disfrutado desde su inicio en la década
de 1930. Prometiendo el “final del ciclo de dependencia”, demócratas y
republicanos impusieron los limites de la duración de una vida a los beneficios,
redujeron drásticamente la cuantía de las ayudas e impusieron restrictivas
“condiciones laborales” y otros requisitos para conceder más ayudas.
A pesar de la creciente necesidad de ayuda Obama se ha opuesto a toda
financiación adicional para lo que queda del programa de asistencia social,
llamado Ayuda Temporal para Familias Necesitadas. El Times informó que
desde su momento de auge, las personas inscritas en la asistencia social han
descendido casi un 75%.
“Muchas de las personas que en las pasadas recesiones recibieron ayuda en
efectivo ahora no la reciben”, informó a World Socialist Web Site Judy
Putnam, portavoz de la Liga de Michigan para los Servicios Humanos. “Sólo un
tercio de los niños del Estado que viven en la pobreza reciben ayuda en efectivo
en comparación con los dos tercios de antes de la ‘reforma de la asistencia
social' en 1996. Los habitantes de Michigan son muy dependientes de los bonos de
comida”.
Con unas ayudas a los parados que sólo abarcan a la mitad de las personas en
paro, los bonos de comida (que proporcionan una media de 1 dólar por comida por
persona o unos 100 dólares por persona al mes para individuos o familias que
ganan hasta el 130% del umbral oficial de pobreza) se han convertido en una red
de salvación de último recurso. Una cifra récord de 36 millones de personas (una
de cada ocho adultos y uno de cada cuatro niños) depende ahora del programa de
bonos de comida. El Programa conjunto federal-estatal de Asistencia a la
Nutrición Suplementaria (SNAP, en sus siglas en inglés) se está ampliando
actualmente a 20.000 personas al día, pero se calcula que todavía abarca
solamente a dos tercios de las personas que deberían recibirlo.
Un estudio anterior del Times mostraba que había más de 200 condados
estadounidenses en los que el uso de bonos de comida se disparó en al menos dos
terceras partes, incluyendo en el Condado de Riverside, California, la mayor
parte del gran Phoenix y Las Vegas, un anillo de los barrios de las afueras de
Atlanta y un tramo de 150 millas al sudoeste de Florida desde Bradenton hasta
los Everglades. El estudio descubrió que hay más de 800 condados en los que los
bonos de comida alimentan a una tercera parte del total de los niños.
A finales del año pasado varios investigadores de la Universidad Washington
de St. Louis publicaron un estudio en el que demostraban que el 50% de todos los
niños y el 90% de los niños afroamericanos recibirán bonos de comida en algún
momento de su vida antes de cumplir 20 años. “Para muchos niños estadounidenses
los años de infancia en vez de ser una época de seguridad son una época de
confusión económica, de riesgos y de momentos difíciles”, afirmó Mark Rank,
médico y uno de los autores del informe.
El informe del Times del 3 de enero se centraba en Florida, donde el
número de personas que no tienen más ingresos que los bonos de comida se ha
duplicado en dos años y más que triplicado a lo largo de la costa sudeste, donde
el boom inmobiliario se convirtió en un desbarajuste de casas embargadas y
abandonadas. Según datos estatales, las personas sin ingresos fueron divididas
entre familias con niños e individuos. Entre los afectados también había mezcla
racial (aproximadamente un 42% blancos, 32% negros y 22% latinos), en la que los
blancos eran el segmento que crecía más rápidamente durante la recesión.
Esta caída en la indigencia ha afectado a amplias capas de la población. El
artículo del Times cita a una madre de mediana edad de dos niños, Isabel
Bermudez, que se trasladó desde un proyecto de viviendas en Bronx a vender casas
en Florida. Llegó a tener unos ingresos con seis cifras, una casa con piscina e
inversiones; perdió su empleo, su casa y se quedó sin subsidio de paro. Los
únicos ingresos de Isabel Bermudez ahora son 320 dólares al mes en bonos de
comida. “Pasé de ganar 180.000 dólares a depender de los bonos de comida”,
declaró al periódico y añadió que sin ese programa no podría alimentar a sus
hijos.
El aumento de la dependencia de exiguas prestaciones de bonos de comida
expone la ausencia de algo que se pueda llamar con propiedad una red de
seguridad social en Estados Unidos. La situación no hará sino empeorar ya que
tanto demócratas como republicanos se preparan para rebajar drásticamente lo que
queda de programas financiados con dinero público para pagar el multitrillonario
rescate de Wall Street y la expansión de las acciones militares estadounidenses
por todo el mundo.
El tema del Discurso sobre el Estado de la Unión de Obama (que se espera para
principios del mes próximo) será la reducción del déficit a largo plazo y una
mayor demanda al pueblo estadounidense de que reduzca su consumo. La Casa Blanca
está respaldando una comisión bipartita para recomendar recortes fundamentales
de los programas sociales básicos junto con tasas regresivas al consumo, y el
director de presupuesto de Obama, Peter Orszag, ha afirmado que la
administración tomará medidas para reducir el déficit en su próximo presupuesto
que se presentará en febrero. Estas acciones arrojaran a la pobreza a millones
de personas más.
La crisis social a la que se enfrenta la clase trabajadora (graves niveles de
paro, desahucios, aumento del hambre, de la pobreza y de las personas sin hogar)
es la expresión más gráfica del fracaso del capitalismo, un sistema económico
que beneficia a unos pocos ricos a expensas de la vasta mayoría de la población.
En medio de este empeoramiento de la situación para la clase trabajadora se
ha informado la semana pasada de que los tres bancos principales (Goldman Sachs,
JPMorgan Chase y Morgan Stanley) recibirán decenas de miles de millones de
dinero público con el Programa de Ayuda a Activos con Problemas, que entregará
49.500 millones de dólares en bonos de dinero y asignaciones de bonos. En total
se calcula que los bancos estadounidenses contarán con 200.000 millones en
compensaciones totales.
La administración Obama continúa y está acelerando la transferencia de
riqueza desde la clase trabajadora a aquellas personas responsables de haber
precipitado el peor colapso económico desde la Gran Depresión.
Casi un año después de su toma de posesión el presidente Obama ha demostrado
que no es más que una herramienta de la oligarquía financiera. El propio futuro
de la clase trabajadora depende del desarrollo de un movimiento socialista de
masas contra esta administración, los dos partidos de los grandes negocios y el
sistema del beneficio que defienden.