El martes,
corrió nuevamente la sangre. En uno de los puntos convergentes de lo que los
estrategas militares israelíes denominan la "triple guerra". Un potencial
teatro de operaciones en tres frentes simultáneos: Irán, Gaza y Líbano, a los
que podría incorporarse Siria.
El Consejo
de Seguridad de la ONU se reunió de urgencia el martes para tratar el
intercambio de fuego entre los ejércitos de Israel y Líbano en la frontera entre
ambos países, en el que murieron cuatro libaneses y un militar israelí, según la
información oficial del organismo.
"El
subsecretario general de la ONU para Operaciones de Paz, Alain Le Roy, se reunió
con los miembros del Consejo para informarles del enfrentamiento",
explicó en una conferencia de prensa el portavoz del organismo, Martin Nesirky.
El Gobierno del Líbano, que ocupa en la actualidad uno de los 10 puestos no
permanentes del Consejo de Seguridad, llamó a la comunidad internacional para
que presione a Israel para que respete la resolución 1701 que puso fin
hace cuatro años los bombardeos ininterrumpidos de 30 días sobre poblaciones
civiles de Líbano.
Las
autoridades israelíes consideran que el choque representa "una flagrante
violación" de esa resolución adoptada por el Consejo en agosto de 2006, que
ordenó el refuerzo de la Fuerza Interina de la ONU en el Líbano (FINUL) para
supervisar el cese de las hostilidades.
Por su
parte, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, pidió "contención" a los
Gobiernos de Israel y Líbano tras el grave enfrentamiento armado en la frontera
de ambos países.
Ban solicitó a los dos bandos "la máxima contención" y que colaboren con la
Fuerza Interina de la ONU en el Líbano (FINUL) para "consolidar la
restauración de la calma" en la zona donde se produjo el intercambio de
fuego.
El
12 de julio de 2006 Israel lanzó una operación militar a alta escala en Líbano
(ataques aéreos masivos complementados, luego, por una invasión terrestre de
infantería y blindados que fracasaron en su guerra asimétrica contra la
guerrilla de Hezbolá que les cobró la incursión con la baja de 160 soldados
israelíes.
Con total impunidad, y con el total
silencio de la ONU, Israel ejecutó 30 días de bombardeos consecutivos, con 1400
libaneses muertos, entre ellos mujeres y niños, 5000 heridos, y que dejó a
Líbano con su economía destruida, su infraestructura devastada, y en catástrofe
humanitaria.
Los
enfrentamientos del martes volvieron a recrean y a exacerbar un "clima de
guerra" latente en toda la región, cuyo desenlace parece estar marcado por
el desarrollo del programa nuclear iraní.
Señales de la
"triple guerra
Desde las
operaciones de exterminio militar en Líbano (y tangencialmente en Gaza) de Julio
y agosto de 2006, el alto mando israelí, sus servicios de inteligencia,
actualizan constantemente los "fundamentos" de operaciones planificadas
contra Gaza, los búnkeres de Hezbolá y las usinas nucleares de Teherán.
Estos
objetivos (casi explícitos) parecen marcar la agenda del alto mando militar
judío que en mayo de 2009 realizó ejercicios militares en gran escala con
simulación de una guerra regional y de una Intifada.
Los mandos
militares israelíes se manejan con la hipótesis de un potencial
teatro de operaciones en tres frentes simultáneos: Irán, Gaza y Líbano, a los
que podría incorporarse Siria.
El eje
dominante, el meridiano que marca las fronteras de la guerra, es el
desarrollo del plan nuclear iraní y su capacidad de fabricar una bomba nuclear.
En mayo de 2009, y en un hecho
inusual, la Casa Blanca de Obama advirtió a Tel Aviv que no lo "sorprenda"
con un ataque militar unilateral e inconsulto, a las usinas nucleares iraníes.
Desde el gobierno ultrasionista
israelí -según la prensa judía- se asegura que no se pedirá permiso para
lanzar un bombardeo si se detecta que el régimen de Teherán planea lanzar
misiles contra el territorio israelí.
Mientras
tanto, y en varios frentes simultáneos abiertos, se producen crecientes
operaciones cruzadas de acción psicológica intimidatoria entre Tel Aviv, Teherán
y Damasco, y reuniones constantes de alto nivel en Washington y Tel Aviv.
Todo hace
presagiar según analistas árabes, judíos y estadounidenses un desenlace militar
en tres frentes activado por la plana mayor israelí que busca -según su propia
definición- desactivar la capacidad nuclear de Irán antes de que consiga
la bomba, impedir que Hezbolá siga incrementando sus arsenales militares en
Líbano y que Hamás vuelva a solidificarse en Gaza.
Por medio
de advertencias constantes, el estado mayor israelí -como señala The Washington
Post- lanza señales claras de que está dispuesto a lanzar un "hecho
consumado" (operaciones simultáneas y sincronizadas) contra el eje Irán,
Siria-Libano-Gaza, para implicar a Washington en el conflicto.
El general de brigada Alon Friedman,
jefe adjunto del Mando Norte de Israel, aseguró al diario The Times que
la paz de los últimos tres años en Medio Oriente podría "explotar en
cualquier momento".
Sus preocupaciones, aclaró, se deben
en parte a las amenazas de Hezbolá. En agosto pasado, el jeque Hassan Nasralá,
líder de la milicia, advirtió que si los suburbios meridionales de Beirut fueran
bombardeados como lo fueron en la última guerra, se contraatacaría contra Tel
Aviv, la mayor ciudad israelí.
La verdadera razón de su
preocupación, según el general Friedman, se centra en que si Israel iniciara
operaciones militares contra las instalaciones nucleares de Irán, es probable
que el primero en reaccionar sería Hezbolá, en Líbano.
"Hezbolá, no sólo ha reemplazado su
armamento, también ha mejorado sus misiles", dijo por su parte Danny Ayalon, el
viceprimerministro de Relaciones Exteriores israelí. "Ellos se están jactando
de que pueden golpear Tel Aviv", añadió.
Según informes oficiales de Israel,
la ONU, y el propio líder de Hezbolá, la organización chií tendría acumulados
alrededor de 40.000 cohetes y misiles (de distintos alcances) y preparadas sus
fuerzas terrestres para golpear a Tel Aviv, así como misiles antiaéreos que
podrían contraatacar a la aviación israelí.
Si bien hay mucha acción psicológica
intimidatoria desde ambos bandos, los expertos, en general, dan credibilidad
a las advertencias de Hassan Nasralá y al rearme de Hezbolá tras el
bombardeo israelí a Libano en el 2006.
Informes occidentales coinciden en
que Hezbolá inició un proceso de rearme acelerado y de capacitación militar
desde el final de la masacre israelí de 2006. Aunque la formación básica se
enseña en los campamentos situados en las montañas que flanquean el valle de
Bekaa, los cursos de especialización se realizan en Irán.
De acuerdo con The Washington
Post, cientos de combatientes de Hezbolá han viajado a Irán desde 2006
para obtener entrenamiento y más información sobre fabricación de bombas,
misiles antitanque y cohetes.
Fuentes militares cercanas a Hezbolá,
afirman que el grupo quiere aumentar el número y la eficacia de sus sistemas de
defensa aérea. Se cree que han adquirido un gran número de misiles SA18
que podrían poner en jaque a los helicópteros israelíes y aviones de vuelo bajo.
Fuentes de los servicios de
inteligencia occidentales aseguran que combatientes de Hezbolá, también están
recibiendo entrenamiento en Siria en el sistema SA8.
En este escenario de "guerra
latente", sonaron los cañonazos del martes en la imprecisa y difusa frontera de
Israel con Líbano.
El fracaso de
Israel en Líbano
Israel planificó en detalle el ataque
aéreo y la invasión terrestre a Líbano en 2006, pero no tenía en claro qué hacer ante la
respuesta defensiva y desconcertante, primero, y la ofensiva, luego, de Hezbolá
sobre sus ciudades, que le causó un golpe psicológico del cual no se pudo
reponer.
Hezbolá ensayó con
éxito un plan defensivo y de contraataque basado en la sorpresa y en la
clandestinidad de sus combatientes, a punto tal, que la aviación israelí
destruyó, virtualmente demolió sus estructuras visibles, pero no pudo destruir
su estructura subterránea planificada y construida durante años como estrategia
defensiva frente a un ataque masivo de Israel.
Más que un costo
militar, las operaciones de Hezbolá le impusieron a la potencia militar israelí
un costo moral, político y psicológico que el alto mando judío no supo
resolver.
Como había dicho en pleno ataque a
gran escala un general israelí citado por medios árabes: "peleábamos contra
fantasmas que habitan debajo de la tierra".
Desde el punto de
vista estratégico militar, el error de Israel fue el ataque sin previsión de
la defensa y del contraataque, y el acierto de Hezbolá fue la preparación y
la planificación táctica y estratégica de la defensa, en detalle, adelantándose
a los movimientos de un ataque a "gran escala" de la potencia militar israelí.
Hezbolá funciona
celularmente a partir de unidades descentralizadas (nunca se sabe donde está el
cerebro, el mando central) lo cual hace imposible un golpe devastador a su
estructura de comando.
También impidió que
la inteligencia militar israelí precisara en detalle el plan estratégico de
defensa antes de la invasión militar del 12 de julio.
Israel planificó el ataque y la
invasión a Líbano, pero no tuvo en claro qué hacer ante la respuesta defensiva
desconcertante, primero, y la ofensiva, luego, de Hezbolá contra sus ciudades,
que le asestaron un golpe psicológico del cual no se pudo reponer.
Cada cohete Katiusha
que explotaba en las ciudades, produjera o no daños y muertos, golpeaba en el
poder de Tel Aviv, generaba presión social y política, y desgastaba con cada
segundo que pasaba el mito "Israel Potencia".
En la guerra psicológica proyectada por medios militares los costos mayores
siempre los padece la potencia superior que ataca utilizando medios militares
masivos.
Israel, como EEUU,
cuenta como principal factor de supremacía militar su poder aéreo demoledor,
Hezbolá lo anuló metiéndose bajo tierra, en túneles interconectados con
alimentos y reservas de armas y municiones.
Sus comandos podían descansar, y seleccionar un nuevo blanco de ataque, sin
padecer el acoso de los misiles y de las bombas inteligentes que pulverizaron
sus pueblos y ciudades, y asesinaron masivamente a la población libanesa.
La aviación judía (en
su objetivo de cortar rutas de abastecimiento y destruir centros logísticos y de
mando de Hezbolá) masacró a más de 1.400 libaneses, hirió a otros 5.000,
pulverizó las rutas, los puentes, los pueblos de Líbano, arrasó con barrios
enteros de Beirut, pero los combatientes de Hezbolá con sus estructuras
subterráneas quedaron en pie y emergían a la superficie para asestar golpes
mortales a la infantería y a los blindados judíos.
Una vez establecida
la tregua, y por su particular estructura de organización, los combatientes de
Hezbolá emergieron a la superficie y se confundieron con la población civil
de la cual forman parte y donde desarrollan una actividad como cualquier
ciudadano.
Abajo, en la
clandestinidad, en la profundidad de los sistemas de túneles ocultos, quedaron
protegidos los RPG-29, los fusiles Kalashnicov, y todos su arsenal
armamentístico y logístico preparado durante años para resistir los ataques y
las invasiones de Israel.
Ahora parece jugarse
un nuevo capítulo con Hezbolá, la organización de topos de la resistencia
libanesa que terminó con el mito "Israel Potencia" y les hizo morder el polvo de
la derrota a los generales sionistas de Tel Aviv.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador,
analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.
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