La
primer ley histórica del capitalismo es la preservación de la rentabilidad
(base de la concentración de riqueza en pocas manos), aún durante las crisis.
De
manera tal que, cuando estallan las crisis de "sobreproducción" (por
recesión y achicamiento de demanda) el sistema aplica su clásica fórmula
para preservar la rentabilidad vendiendo y produciendo menos: Achicamiento de
costos.
En esa
receta de "achicar costos" sobresalen claramente, en primera línea, los
laborales (de las empresas) y los sociales (del Estado) para
compensar la falta de ventas y de recaudación fiscal.
En consecuencia
(y como ya está probado históricamente): Las empresas mantienen
sus rentabilidades, sube la recesión, sube la desocupación, cae el consumo,
y se expande la pobreza y la exclusión social.
De
acuerdo a la OIT, en 2009 unas 50 millones de personas en todo el mundo
podrían perder sus trabajos debido a la crisis económica. Multiplicado por
una "familia tipo" (cuatro personas por despedido) esto implica que alrededor de
200 millones de personas serían afectadas por la desocupación en el curso de
este año.
Hay una estimación -alimentada por
números oficiales- que expresa que la presente crisis recesiva global va a arrojar
(como consecuencia de los despidos y del achicamiento del consumo) a más de
1000 millones de personas a la pobreza y a la marginalidad.
Los
analistas y periodistas del sistema se preocupan por las pérdidas
empresariales y por los efectos de la crisis en los países centrales, obviando
que la crisis más aguda del consumo y de la desocupación, tanto en EEUU
como en Europa, la sufren los empleados y obreros de baja calificación que están
conformando un peligroso bolsón masivo de protestas y conflictos sociales.
Las masas asalariadas (la fuerza
laboral mayoritaria) y los sectores más desposeídos de la sociedad (los pobres
estructurales) pagan el grueso de la crisis capitalista por medio de los
ajustes sociales, despidos, suspensiones, reducción de salarios, supresión de
beneficios sociales, abolición de indemnización por despidos, reducción de
aportes patronales, etc.
En este escenario, hay un "costo
laboral" y un "costo social" de la crisis capitalista que pagan los
asalariados y las mayorías más desposeídas.
Refiriéndose al "costo laboral",
señala Jorge Altamira: "La resultante (de la crisis) ha sido una fenomenal
intensificación del trabajo del personal que siguió ocupado. Otro aspecto es
la reducción directa de los salarios, o la reducción de la jornada
laboral acompañada por una reducción mayor de los sueldos".
"La cifra
oficial de desempleo en EEUU -añade Altamira- es del 10% de la población activa, unos
veinte millones de trabajadores, pero cuando se añade a las personas que han
dejado de buscar trabajo, a las que están obligadas a trabajar menos y
a la población carcelaria -el porcentaje se eleva a los veinte puntos, o sea a cuarenta millones de desempleados".
"Otro
elemento fundamental es el recorte en los aportes patronales a la cobertura
de salud, que forma parte del llamado "costo laboral", el número de personas
sin protección médica ha crecido en forma impresionante", concluye.
Pero, al "costo laboral" que señala
Altamira, hay que agregar el "costo social" que pagan los asalariados y
pobres a través de las quitas impositivas al salario y a los impuestos que
gravan el consumo de alimentos y productos esenciales para la supervivencia.
Las masa más desprotegida y los
asalariados "cautivos" pagan la crisis de tres maneras:
1) A través de las
cargas fiscales a los salarios (que se le descuentan compulsivamente de
su sueldo),
2) a través de los impuestos al consumo (que paga en el momento que
compra alimentos o productos gravados para el consumidor),
3) A través de los despidos o reducciones de salarios, o de los
"ajustes" del Estado con reducción de planes sociales y baja de los
aportes patronales.
La masa asalariada
(mayoritaria y peor paga) y los pobres, son a su vez los mayores perjudicados por la
utilización fraudulenta (estafa con el Estado capitalista) de fondos de
impuestos públicos para salvar a empresas privadas, ya que no cuentan con
los recursos (ahorros y medios capitalistas de supervivencia) de las clases
altas o medias altas.
En este cuadro, los ocupados
pagan los "rescates capitalistas" con su salario y con lo que consumen, mientras que los
desocupados y marginados sociales lo hacen a través de los pocos
productos que puedan puedan adquirir para su supervivencia inmediata.