odas son "quejas" y súplicas contra Netanyahu y los "duros" del Estado judío:
Obama y el lobby "liberal" USA les piden "reflexión", la UE, con su
emisaria, la británica Catherine Ashton visitando Tel Aviv, pide "conversaciones de paz" urgentes antes
de que estalle la región, y la ONU, con el títere sionista Ban Ki Moon, solicita
que "dialoguen" con los palestinos para descomprimir la olla a punto de
explotar.
Netanyahu, nada. Inflexible, no escucha, no sabe, no contesta. En una decisión
inédita, los halcones israelíes le pegaron un portazo en la cara a la
administración gelatinosa de Obama y resolvieron solo dialogar consigo mismos y
con sus aliados "ultraduros" del Pentágono, Wall Street y el Complejo
Militar Industrial.
Como
dicen los expertos: Sin enemigo estratégico con quien combatir, la primera
potencia imperial del capitalismo trasnacionalizado se desangra en una imparable
guerra interna entre "derecha" e "izquierda". Una intra-guerra entre
sionistas, gente del mismo palo, con una "visión política" enfrentada
respecto a qué hacer con el problema central: Irán y el "eje del mal".
La
cuestión divide las aguas y precipita un proceso de "incierto desenlace",
como dice
The Washington Post,
más cercano a los halcones militaristas que a la
Casa Blanca.
Obama, caído en desgracia en las encuestas, fracasado en todas las líneas de
aplicación de su gestión, obligado a exterminar población sobrante con la
"guerra contraterrorista" en Asia y África, con su clientela "progre" y
pacifista en desbandada, acusado de "traidor" a sus promesas por su propio
sector, tildado de inútil y de "amigo de terroristas" por el lobby de
"derecha", tampoco sabe muy bien que ómnibus hay que tomar para llegar a
destino.
Y,
políticamente, Obama y Netanyahu parecen los extremos que no se tocan.
El
objetivo de Obama pasa prioritariamente por reconstituir la imagen
"progresista y democrática" de su política interior y exterior, que le
posibilite ganar las legislativas de noviembre donde los demócratas pueden
perder la mayoría en las dos cámaras del Congreso. Situación que lo
pondría definitivamente al borde del colapso. Es más, los republicanos (es vox
populi) ya le tienen encarpetado un juicio político por "incapaz" y
"peligroso".
Obama, un asesino serial de población sobrante, igual que Bush y todos los
presidentes norteamericanos, quiere utilizar Medio Oriente, en especial la
crisis palestina, para convertirse en un gladiador de la "paz", como si
en vez de ser gerente de la primera potencia imperial, fuera el presidente de
Zambia.
Obama tiene un solo objetivo: ganar las elecciones y mantenerse rutilante en su
marketing discursivo de la "democracia y los derechos humanos", aunque la
mitad de su tiempo lo emplee firmando órdenes de masacres militares en Asia,
Africa y Medio Oriente.
Esta
demagogia política de "doble rasero", compartida por el lobby sionista "liberal"
que lo acompaña en la Casa Blanca, lo llevó a un farsesco "enfrentamiento" con
sus patrones de la oligarquía bancaria de Wall Street, con planteos absurdos y
demagogos de "cobrarle impuestos" al sionismo financiero.
Ahora
ese fervor lo trasladó a la agenda del Medio Oriente, donde coquetea y se hace
el "dialoguista de la paz", allí donde-según los halcones- sólo existe el
dialogo de las balas.
La
administración "progre" de Obama, que preside el Imperio para el sionismo
capitalista, del cual Israel es la "madre patria", ahora resulta que quiebra la
barrera del sonido criticando y "condenando" a los halcones militaristas que
siguen su ruta con su objetivo principal: terminar militarmente con Irán y la
resistencia armada contra el Estado de Israel.
En resumen, Obama y la línea
"liberal" quieren parar la política "derechista" de los asentamientos, aislar
a los sectores "extremos" (judíos e islámicos) convocar a nuevas
"negociaciones de paz", como una estrategia política de "dividir para reinar".
Esto es, fortalecer las líneas
"democráticas" internas contra los ayatolas, contra Hamás y Hezbolá, y contra
las organizaciones armadas islámicas que plantean una "guerra a muerte"
contra el Estado judío en todos los frentes.
La
olla estalló cuando el gerente negro le impartió una "orden" a Netanyahu y a los
halcones: Detener la política de asentamientos y llamar a "negociación"
con todo el mundo: Con Irán, con los palestinos, con los sirios y con
todos los "terroristas" que le tiran cohetes a las ciudades israelíes de la
frontera.
La
situación colmó el vaso: Netanyahu y los halcones se plantaron y le dijeron a
Obama y a sus "emisarios", ustedes negocien que nosotros nos preparamos para
el ataque. El vice de Obama, Joe Biden, y la secretaria de Estado, Hillary
Clinton, sufrieron desplantes y humillaciones increíbles en sus viajes a Tel
Aviv.
Y no
se trata de Israel, sino de una proyección de lo que está sucediendo en las más
altas esferas del poder sionista en EEUU.
La
llamada "crisis" entre EEUU e Israel generada por el anuncio de la
construcción de 1.600 viviendas en Jerusalén Oriental, realizado durante la
visita del vicepresidente Joe Biden a Tel Aviv, dividió a las organizaciones
judías en Washington y puso al descubierto las posiciones divergentes que
tienen para enfrentar el "problema iraní".
La más poderosa organización sionista a nivel mundial, AIPAC (American Israeli
Public Affairs Committee), criticó y repudió enérgicamente la dura reacción del
gobierno de Obama frente al anuncio de "recolonización" de Netanyahu señalando
que "todo es una distracción para no lidiar con el programa nuclear iraní".
Por
su parte, "J. Street", una organización judía "progresista", dedicada a promover
el diálogo entre israelíes y palestinos, apoyó a la administración Obama bajo el
argumento de que sus críticas a Netanyahu habían sido "comprensibles" y
adecuadas".
En
un duro comunicado, AIPAC exigió que Obama adopte inmediatamente medidas para
"desactivar la tensión con el Estado Judío". Mientras que el presidente de
la Anti-Difamation League, Abraham Foxman, dijo que estaba "atónito y
sorprendido por el tono del gobierno de Obama".
Este
apoyo interno envalentonó a Netanyahu y a los halcones, tanto en
Washington como en Tel Aviv.
El
miércoles, el premier israelí Benjamin Netanyahu reiteró por décima vez su
intención irrenunciable de llevar adelante los asentamientos, mientras el
Departamento de Estado controlado por Obama pedía una "explicación
oficial".
Barack
Obama es un "infiltrado comunista", protege a Al Qaeda y negocia con los
"terroristas islámicos", es la idea que resume los "dossier"
conspirativos que circulan por las usinas de los republicanos y la ultraderecha
conservadora sionista de EEUU.
Para los halcones de Tel Aviv y
Washington, el desarrollo del poder económico- nuclear-militar de Irán es
directamente proporcional a una amenaza a la existencia del Estado de Israel
y a la supervivencia de los intereses capital-imperialistas-militares de EEUU y
del eje sionista en la región del Medio Oriente.
En ese escenario, la crisis con Obama,
la guerra interna del lobby sionista, está tocando extremos
inconcebibles, y ningún analista podría proyectar sus emergentes inmediatos en
el peligroso polvorín militar de Medio Oriente.
La variable de ajuste, como siempre,
es la ojiva que puede producir el plan nuclear iraní.
En definitiva, el "estado de la ojiva
iraní", es el que define la hora señalada del agendado ataque militar judío a
las usinas de Teherán.
Un hecho "consumado" que podría
terminar de un plumazo con Obama y el lobby "progresista" en la Casa Blanca.
(*) Manuel Freytas es periodista, investigador,
analista de estructuras del poder, especialista en inteligencia y comunicación
estratégica. Es uno de los autores más difundidos y referenciados en la Web.
Ver sus trabajos en
Google y en
IAR Noticias