asta donde me da la memoria, en algún momento de su presidencia
de ocho años, Bill Clinton, el presidente vivo más popular de Estados Unidos
(EU), sentenció que el futuro de la política exterior de su país se centraba en
ser el primum inter pares (el primero entre iguales): el orquestador
incuestionable de la gobernación global, al unísono y sincronía de otros actores
de primer nivel.
Todavía el BRIC no ascendía los primeros escalones de la geoeconomía global
ni la dupla Cheney-Baby Bush (en ese orden), aleccionada miserablemente
por los súperhal- cones neoconservadores straussianos, sucumbía en el
aborrecible cuan suicida unilateralismo, ni se empantanaba humillantemente en
dos guerras "directas" (Afganistán e Irak) ni perdía tres guerras "
indirectas" por interpósitos aliados –una con Georgia aplastada por el
despertar del oso ruso y dos con Israel contra los libaneses chiítas de Hezbolá
y los sunnitas palestinos de Hamas–, que en su conjunto aceleraron la caída
libre de la otrora superpotencia unipolar.
Tras una década cataclísmica Bill Clinton se ha percatado que su ilusión se
ha esfumado de los sueños más optimistas cuando el mundo va que vuela al caótico
reordenamiento multipolar, tesis nodal de nuestro próximo libro El Híbrido
Mundo Multipolar.
EU no pudo ser ni será el primum inter pares, sino un actor
distinguido muy venido a menos (similar al declive de Gran Bretaña) del nuevo
orden "hexapolar" global: el decadente EU, lo que quede de la Unión Europea
y el fulgurante BRIC cuatripartita (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China).
Con todo el respeto que me merece Japón (con la mayor deuda del mundo en
proporción a su PIB y la erosión interna de una apabullante demografía de la
tercera edad), no lo veo en la configuración del nuevo orden "hexapo- lar"
–con todo y sus cifras todavía honorables (tercera economía global, tercera
reserva de divisas estancada desde hace mucho, un yen todavía sin implosionar y
artificialmente sobrevaluado, su doble prodigio satelital y robótico, etcétera)
que son más un efecto de "cola" estadística que de la realidad depurada, ya
no se diga de sus tendencias geopolíticas desfavorables en el futuro.
El geopolítólogo sudamericano Carlos A. Pereyra Mele con quien
acabo de establecer un intercambio fecundo de ideas, me alertó generosamente
sobre un artículo de la agencia rusa en español Ria Novosti (2/10/10), que
expone que Bill Clinton, durante la séptima edición del foro Estrategia Europea
de Yalta (YES, por su siglas en inglés) "sugiere a EU prepararse para la
pérdida del dominio global" ante "el rápido desarrollo de economías
emergentes como China e India".
Por alguna razón, sicológicamente inhibitoria, a cierto tipo de políticos de
EU se les dificulta evidenciar en el nuevo orden multipolar al resplandeciente
bloque cuatripartita del BRIC que prefieren reducir a la disminuida
representación dual de China e India.
A nuestros amigos de Ré-seau Voltaire (Voltairenet.org; 2/10/10) tampoco se
les podía escapar el canto del cisne emitido en Yalta por Bill Clinton, que ha
sido escamoteado por el neototalitarismo multimediático global que controla
colectivamente las mentes valetudinarias, ya no se diga a la fauna de
wikipedistas, (s) ociólogos y contadores del paleolítico inferior.
No nos vamos a pelear ahora (ni lo deseamos) con Bill Clinton –menos con su
esposa, la energética cuan inteligente Hillary–, pero lo proferido por el
carismático ex presidente conlleva a una alta redefinición de la geoestrategia
que será sopesada minuciosamente por los principales actores del planeta quienes
deberán ajustar su mira en consecuencia (con la segura excepción de los
catatónicos teólogos neoliberales de México).
La versión española de la agencia rusa RIA Novosti difundió únicamente la
"confesión de partes" de Bill Clinton, como aduce Pereyra Mele.
Renace el reduccionismo de la cosmogonía economicista de Bill Clinton –quizá
a ello se deba que no tome en cuenta el poderío nuclear de Rusia ni el
posicionamiento biosférico de Brasil– quien basa sus realistas asertos en que en
el futuro nada distante "la economía superior" de China e India –más que
los deseos unilaterales de EU– influirá "en adquirir un mayor poderío militar".
Cabe recordar que a Bill Clinton le correspondió, estadística y
cronológicamente, el final del auge unipolar de EU, que desde 1998 –dos años
antes del epílogo de su gestión– ya había evidenciado su profunda vulnerabilidad
con la quiebra de la correduría LTCM.
Después de una década catastrófica del desempeño global de EU, el horizonte
de su política exterior se ha reducido dramáticamente a un wishful thinking
(deseo anhelable) de Bill Clinton: "Quisiera que, una vez perdido el dominio,
aún fuésemos influyentes en el sentido positivo".
El ex presidente se confinó a manifestar que su intención radicaba en tender
"puentes de amistad" entre EU y otros países.
El problema nodal reside en que países como Irán, que sueñan (hasta donde
hemos percibido in situ) con restablecer fructíferas relaciones con EU,
sean exorcizados tanto por los atavismos incoercibles de la burocracia
militarista de Washington como por el poderoso cabildeo sionista que lubrica
obscenamente al Congreso y a los carentes de sindéresis.
Nadie está exigiendo que EU –primigeniamente un país consustancialmente
fundamentalista WASP (evangelista blanco anglosajón)–, se convierta al
integrismo islámico chiíta. Pero es notorio que haber apoyado a ciegas el
unilateralismo irredentista de la monoteocracia fascista y el uniracismo de
Israel (ver: Gideon Levy, "La República Judía de Israel", Haaretz
(10/10/10) ha encajonado asfixiantemente a EU y lo ha aislado funestamente de la
mayoría de los habitantes del planeta.
El ex presidente recomendó que EU debe renunciar a algunos privilegios
actuales para seguir adelante: "Temprano o tarde, cualquier sistema alcanza un
punto en que prefiere preservar las cosas como están en vez de evolucionar (...)
Necesitamos coraje para cambiar una vida muy confortable a fin de que nuestros
hijos y nietos vivan en un mundo que aún cambia para mejor".
Bill ha de pensar ya en sus futuros nietos cuando en fechas recientes su
única hija Chelsea acaba de contraer matrimonio.
Pereyra Mele enfatiza correctamente que fue en Yalta –ciudad de
Ucrania en la candente península de Crimea– “donde en 1945 Stalin, por un lado,
y Roosevelt y Churchill, por el otro, se dividieron el mundo en "zonas de
influencia, dando principio a un mundo bipolar y a la guerra fría que duró hasta
1991".
Fue esta vez en Yalta desde donde Bill Clinton emitió el canto de cisne de la
decadencia de la otrora superpotencia unipolar.
Que en la coyuntura unipolar clintoniana de hace 10 años EU fungiera como el
primum inter pares no nos indisponía absolutamente; al contrario: se
requería de un líder global y ningún país lo suplía como ese.
Hoy la coyuntura global ha variado dramáticamente con el descenso del G-7 y
el ascenso del BRIC ¡Too little, too late, Bill!.