La industria de los alimentos,
tanto los procesados, como los, digamos, “naturales”, está controlada a nivel
mundial por un puñado de gigantescas compañías controlan la producción y
distribución de lo que comemos y esconden celosamente muchos hechos que
mostrarían cuan dañinos son a la salud la mayoría de los productos que
prácticamente “fabrican”, como si fueran televisiones o cámaras. El daño tan
enorme que ha provocado, y seguirá provocando, la industria alimentaria en todo
el mundo con sus industrializadoras y monopolistas prácticas tanto a la
economía, como al metabolismo de las plantas y animales que “fabrica” y al medio
ambiente también se traduce en un grave daño a la salud, debido a las
alteraciones fisiológicas que induce la descontrolada ingesta de carbohidratos y
grasas saturadas.
Por Adán Salgado Andrade (*) - EcoPortal.net
A pesar de que vivimos en un mundo tan controlado mediáticamente, en el cual la
verdadera y objetiva información fluye a cuentagotas, hay trabajos de
productores independientes que tratan de mostrarnos los hechos tal cual, claro,
con sus limitaciones, pues es muy difícil acceder a secretos tan celosamente
guardados por las grandes corporaciones y los gobiernos, sus dóciles cómplices.
En este caso, la industria de los alimentos, tanto los procesados, como los,
digamos, “naturales”, está tan controlada, que sólo un puñado de gigantescas
compañías controlan a nivel mundial la producción y distribución de lo que nos
comemos, las cuales esconden celosamente muchos hechos que mostrarían cuan
dañinos son a la salud la mayoría de los productos que prácticamente “fabrican”,
como si fueran televisiones o cámaras.
Contraviniendo esa tendencia mediática, presencié hace poco un notable trabajo
que muestra las terribles verdades que, como dije, nos oculta justo la
“industria de la alimentación”. Me refiero a la cinta “Comida S A” (Food Inc.
título en inglés), controvertido documental del realizador Robert Kenner, que ha
sido muy polémica, tanto por lo que en ella muestra, como porque ha sido blanco
de fuertes críticas, sobre todo por parte de las corporaciones agroalimentarias
que allí se exponen y critican. Ya había un antecedente que también criticaba el
tipo de dieta a que dichas corporaciones nos han tratado de acostumbrar, con
mucho éxito, por desgracia. Se trata de “Superengórdame” (Super size me!, título
en inglés), documental en el que su realizador, Morgan Spurlock, se somete a una
infame dieta durante seis meses de fast food (hamburguesas, hot dogs, pollo
frito, papas fritas, refrescos) elaboradas por corporaciones tales como McDonald’s,
KFC, Burger King… que casi le provoca un infarto por el altísimo nivel de
colesterol que contenía su sangre y de otras tóxicas sustancias que tanta
descontrolada ingesta de grasas saturadas y carbohidratos, principales
componentes de la “comida rápida”, había saturado su organismo.
Spurlock muestra muy convincentemente cómo las grandes corporaciones manipulan
la información de las etiquetas del contenido nutrimental para mostrar que sus
productos son “muy saludables”, cuando la realidad es que la así llamada dieta
occidental está aumentando dramáticamente los porcentajes de personas obesas, de
desnutrición, de problemas cardiovasculares, de ataques al corazón y, muy
especialmente, de diabetes, ya que en Estados Unidos, las personas nacidas a
partir del 2002, una de cada tres, contraerá algún tipo de diabetes en alguna
etapa de su vida, en tanto que entre las llamadas “minorías raciales”
estadounidenses, la tendencia será de dos por cada tres.
Esas cifras dan idea de los dramáticos problemas de salud que se enfrentarán no
sólo allí, sino en todo el mundo, de seguir consintiendo los dóciles gobiernos
el que las corporaciones agroindustriales y alimenticias sigan haciendo de las
suyas (en México, a pesar de que recientemente se cuestionó la venta de
productos chatarra en las escuelas, causantes de gordura y diabetes entre los
niños, como refrescos y golosinas endulzadas con alto contenido de fructuosa de
maíz, sustancia que en altos niveles ocasiona, además, huesos quebradizos,
frituras de maíz o de trigo, pastelillos super endulzados… al final las empresas
que los distribuyen, tales como Coca-Cola, Bimbo, Pepsi-Cola, General Foods…
ganaron la batalla legal, alegando que no es lo mismo el contenido calorífico de
lo que se vende que la masa calórica… o sea, que eso es porque los niños comen
más de una bolsa de, digamos, papas fritas, y que por eso engordaban y tenían
problemas de salud. O sea, emplearon el estúpido argumento de que “poco veneno
no mata”).
Y si de alguna manera el documental de Spurlock da una mediana idea del poder de
las corporaciones y de las condiciones físicas por las cuales son preparados los
alimentos que se comercializan casi por todos lados, el trabajo de Kenner es más
específico justamente en la forma en que la producción agroalimentaria se ha
convertido prácticamente en una industria en serie, en la cual sistemas
fordistas de producción se emplean para “fabricar” millones de toneladas
diariamente de productos cárnicos, cereales y vegetales y que muchos no cumplen
con los estándares sanitarios requeridos debido, justamente, a la velocidad con
que deben de ser obtenidos y puestos en el mercado… sobre todo en los anaqueles
de tiendas de autoservicio, como Wal-Mart, muy aparentemente limpios y
saludables, sin que el consumidor realmente sepa lo que muchas veces hay detrás
de ese, por ejemplo, “higiénicamente” empaquetado kilogramo de bisteces de res o
de puerco o cortes de pollo.
De hecho, así abre la cinta, con un recorrido por la sección de carnes y
lácticos de un supermercado cualquiera… el que puede ser el que tengamos a unas
cuantas calles de nuestro hogar. Pero enseguida saltan a la pantalla escenas de
una “fábrica” de gallinas, perteneciente al conglomerado Perdue Farms, en donde
pollitos son maltratados duramente al pasar por bandas sin fin, cual si fueran
muñecos de peluche, y con rudeza trabajadores los van manipulando para
certificar que sólo los “perfectos” salgan de las bandas hacia las granjas
subcontratadas por la empresa (escenas similares también se habían mostrado ya
en el documental “Baraka”, producido por el estadounidense Ron Fricke en el año
de 1992, que no fue exhibido en México, sino hasta una muestra cinematográfica
del 2003).
Esos polluelos son luego llevados a dichas granjas, en las cuales, bajo
insalubres condiciones, se hacinan a cientos de aves en gallineros totalmente
cerrados (dice la empresa que así se garantiza un mejor “crecimiento” de las
pobres aves), alimentándolas con comida enriquecida llena de muchas hormonas y
carbohidratos, con tal de que las aves crezcan lo antes posible. Así, se logra
en unos 52 días que cada ave tenga un crecimiento mayor al que es el normal, que
requiere de unos 72 días. Cada gallina, a pesar del menor número de días de
engorda, pesa casi 40% más. Así, las aves resultantes son gordos fenómenos,
muchos de los cuales, difícilmente pueden sostenerse de pie, mucho menos
aletear. Pero además las condiciones, como dije, son totalmente insalubres, pues
las aves deben de respirar en un ambiente cerrado, inhalando el olor del
engordante alimento, combinado con sus excrementos y todo lo que implica ser
tratadas como objetos inanimados, y no como seres vivos.
Según la única persona que se atrevió a dar su testimonio para el documental, la
granjera Carole Morison, es tal el hacinamiento, que diariamente debe de recoger
de diez a quince pollos muertos por sofocación y otros problemas y enfermedades
provocados por crecer en ese ambiente saturado e insalubre (además Morison
declaró que la empresa ha implementado una muy desventajosa “estrategia de
negocios”, bajo la cual, además de estar permanentemente endeudados los
granjeros que firman contratos para engordar gallinas con Perdue, obtienen
magras ganancias en relación al crédito invertido. A todos se les obliga a
cumplir con una cuota de producción, por debajo de la cual, se les paga menos o
se les rescinde el contrato.
También se les obliga constantemente a realizar “mejoras”, a costa, claro, del
bolsillo de los granjeros, y si no las hacen, también es pretexto para
terminación de contrato. En un testimonio de Morison dirigido al procurador
general de justicia de EU y al procurador del Departamento de Agricultura,
fechado el 30 de diciembre de 2009, denuncia que Perdue le exigía unas “mejoras”
por $150,000 dólares que, además de aumentar su ya abultada deuda, no se
justificaban, ni elevarían la producción de la granja de ella, y por rehusarse,
la empresa finiquitó el contrato, dejando a la granjera a su suerte, con deudas,
infraestructura que ya no habrá de emplear y todo lo que ello implique. Se da
como ejemplo en la cinta que alguien que se endeuda con 500,000 dólares en un
año, apenas ganará ridículos 18,000 dólares, menos del 4% del préstamo
invertido).
Pero esa masiva producción de aves, como dije, obedece a la imposición de la
dieta occidental, que exige millones de ellas para ser sacrificadas y llenar los
anaqueles de supermercados, de franquicias de fast food de pollo frito,
hamburguesas… Perdue Farms tiene ventas anuales superiores a los 4600 millones
de dólares (mdd), lo que significa que debe de procesar millones de pollos en
canal para satisfacer a una hambrienta sociedad a la que cada vez se habitúa más
a la mencionada dieta occidental. Eso son casi treinta millones de kilogramos de
aves muertas ¡listas para cocinar! (está en tercer lugar, luego de Pilgrim’s
Pride, segundo sitio, que produce 73.9 millones de kilogramos anualmente, y de
Tyson, primer lugar en la producción de pollos para cocinar, quien procesa más
de 74 millones de kilogramos por año).
Y lo mismo sucede con otros animales, tales como reses o cerdos, a los que las
prácticas de “industrializar y serializar” su producción, también tratan como
inanimadas mercancías a las que se sacrifica sin el más mínimo remordimiento y
luego se procesa para su pronta venta. Una escena verdaderamente gore, es la que
una cámara escondida en un anónimo trabajador que aceptó participar en el filme,
se presenta y que toma lugar en el mayor rastro del mundo, el perteneciente a la
empresa Smithfield Foods, ubicado en Tar Heel, en el estado de Carolina del
Norte, el mayor matadero de reses en el mundo (Smithfield tiene ventas anuales
por 11,000 mdd, posee 51,000 trabajadores por todo el mundo, opera en nueve
países y produce anualmente casi 1500 millones de kilogramos de carne de cerdo y
700 millones de kilogramos de carne de res).
Como se deben de procesar unas ¡dos mil reses por hora!, ya no se toma esa
empresa la tarea de sacrificarlas individualmente con, por ejemplo, una pistola
eléctrica aplicada a la nuca del animal, sino que se meten varias reses en una
especie de cámara de torturas en donde se cierran las puertas y ejercen una
brutal presión sobre los indefensos animales, quienes mueren en cuestión de
segundos por compresión de sus cuerpos (realmente es una escena que crispa).
Luego de unos instantes, las asesinas compuertas son separadas y asesinados
animales van cayendo inermes sobre un piso lleno de su sangre y sus orines,
expulsados por el miedo que experimentan en los pocos segundos que están
muriendo. Y ya luego los casi 4000 empleados con que cuenta la planta se
encargan de limpiar y desollar a las reses para hacer de ellas canales que se
empacarán como distintos productos cárnicos o se venderán a otras empacadoras.
También, como Perdue, Smithfiled subcontrata granjas que crían y engordan muy
rápidamente a los animales (tanto reses como cerdos son procesados por la
empresa), bajo condiciones en extremo insalubres, conviviendo todo el tiempo con
sus heces, sus orines, comida putrefacta y lodosa, agua estancada… que han dado
lugar a la generación de parásitos, tales como el E-Coli 0157-H7, una variedad
del parásito entérico escherichia coli, que provoca hemorragias intestinales y
daños renales, sobre todo en niños y adultos mayores, más sensibles a sus
dañinos efectos. Lo peor es que como se les administran a los animales varios
antibióticos supuestamente para combatir posibles enfermedades, esa cepa de E-Coli
ya ha adquirido inmunidad casi a todos los antibióticos conocidos.
Como reses o cerdos son procesados tan rápidamente, ni siquiera se les lava a
muchos y así se van al matadero en donde se les recibe con mugre, lodo, heces y
todo en sus pieles, lo que va contaminando severamente las instalaciones de los
rastros, así como, en consecuencia, a la carne empacada “higiénicamente”. Pero
además, no sólo se van las infecciones y los parásitos en la carne empacada,
sino que también las granjas en donde se crían a los millones de animales que se
procesan cada año (denominadas muy convenientemente CAFOS, Confined Animal
Feeding Operations), se han convertido en verdaderos focos de infección. Texas,
por ejemplo, la tierra del fallido George Bush, que es en donde abundan los
CAFOS, se ha transformado en esos sitios en una enorme cloaca, en donde los
acuíferos locales están tan contaminados con heces animales, que más de 50,000
partículas coliformes, e incluso millones, son contenidas por cada 100
milímetros del vital líquido. Alrededor de ¡127 millones de toneladas de
estiércol son producidas anualmente en Texas!, lo que da un promedio por tejano
de 18 kilogramos de heces de vacas o cerdos… muy duro record, ¿no creen?
(simultáneamente publico otro artículo titulado “Fabricas de animales,
enfermedades en serie”, en el cual comento otros de los graves riesgos que
conlleva el manejo industrial de los animales).
En México, para variar, resulta que Smithfield tiene establecidas varias granjas
para cría de animales, bajo la razón social “Granjas Carrol”, las cuales
tuvieron que ver algo con la sobre exagerada epidemia de influenza que el año
pasado, 2009, se presentó en el país (de acuerdo con mis investigaciones
periodísticas, más que las causantes de la influenza porcina, como al principio
se le llamó a dicha enfermedad, esas granjas lo que sí mostraron era que por
tantos antibióticos administrados a los cerdos para “combatir” infecciones,
habían sólo logrado que cepas muy resistentes a infinidad de antibióticos y
sustancias químicas, como el MARS, se esparcieran junto con la carne de los
cerdos, así como con la contaminación de las tierras y los acuíferos locales
debido a la masiva producción de animales. Ver mi artículo “Detrás de la
influenza: grandes ganancias y las superbacterias).
Pero por si fuera poco, se comete otra infamia más en ese rastro. Resulta que la
empresa contrata a decenas de ilegales, muchas veces, los únicos trabajadores
que se atreven a laborar en condiciones tan insalubres y peligrosas, sobre todo
cuando tienen que ver con la serie de cortes que son practicados a los cadáveres
de los animales. A todos se les infectan las uñas, como consecuencia de que
deben de tratar a animales sucios, con heces y lodo impregnado de millones de
bacterias, además de otras enfermedades de la piel, intestinales y respiratorias
y algunos se mutilan dedos o se provocan heridas graves en manos o brazos. Pero
como la empresa pretende mostrar que actúa legalmente, conforme a las leyes de
inmigración, de tanto en tanto, aparenta “denunciar” a trabajadores
indocumentados. Y en efecto así lo hace, pero sólo a unos cuantos. Como tiene
habitaciones para sus empleados, cuando llega la policía migratoria, sólo le
señala una o dos de dichas habitaciones, en donde hay durmiendo algunos
indocumentados, pero nada más, pues pareciera que se cumple con una cuota, con
tal de aparentar, como dije, “legalidad”, que la empresa no emplea a ilegales y
los denuncia si llegan a sus instalaciones. Normalmente se deshace de aquellos
trabajadores a los que les debe varias semanas de sueldo o a los que sufren de
alguna enfermedad y ya no son tan productivos. A ese nivel de bajeza y falta de
escrúpulos llegan tales corporaciones, con tal de ahorrarse varios dólares o
tener por algunos días trabajadores, sin pagarles, a los que luego se denuncia,
con tal de ahorrarse sus salarios (eso es lo que ha permitido el que no se
cuente todavía con una ley para legalizar a los inmigrantes, que evite
injusticias como las mencionadas o que se les persiga como criminales, como se
va proceder cuando entre en acción la ley anti-inmigrantes del racista estado de
Arizona).
Otras acaparadoras agroindustrias son mencionadas igualmente. Cargill, Conagra,
Monsanto y Tyson, también ocupan un destacable lugar como las corporaciones que
controlan más del 80% del mercado mundial de la producción de productos
agroindustriales, así como de alimentos procesados.
Por ejemplo las ventas de Conagra Foods, gigante estadounidense de alimentos
procesados, durante el 2009 ascendieron a la nada despreciable suma de 12731 mdd,
que le proporcionaron ganancias brutas por 2841 mdd. O sea que, muy a pesar de
la presente crisis, le ha ido muy bien a esta compañía, sobre todo por el
encarecimiento de los alimentos que desde hace dos años también está afectando a
la economía mundial (los corredores de bolsa, que son los expertos en aconsejar
a la gente en dónde invertir y en dónde no, recomiendan muy encarecidamente
comprar acciones de las corporaciones alimentarias, pues son las que más
dividendos están dejando).
Además Conagra tiene negocios extras, simulados como “obras filantrópicas o
“fundaciones”. Tiene una fundación cuyo lema es “Nutrámonos hoy para florecer
mañana”, según se puede leer en su sitio oficial (conagrafoods.com), la cual,
como se sabe, es un excelente modo de deducir impuestos a través de supuestos
programas filantrópicos, además de una velada manera de aumentar las ventas de
sus productos, muchos de los cuales se harán pasar como adecuadas alternativas
nutricionales para las personas hambrientas. Sólo por ilustrar su estrategia
publicitaria, más que campaña filantrópica, se jacta la empresa de que durante
varios años ha donado comida nutritiva a personas hambrientas, pero lo ha hecho
con sus productos más conocidos como Snack Pack, que es un muy azucarado pudín,
Peter Pan, que no es más que química crema de cacahuate, Healthy Choice, una
línea de supuesta “nutritiva” comida procesada, como pastas de sabores, Marie
Callender, también línea de alimentos congelados, muy vastos en harinas y
calorías, Orville Redenbacher, que son engordantes frituras, Hunts, que es su
línea de muy procesados purés y salsas de jitomate, Chef Boyardee, que son
pastas enlatadas o para “cocinarse” en horno de microondas, Ro*Tel, que son
jitomates picados y procesados que, asegura la empresa, “son mejores que
jitomates naturales”, ¡háganme favor!, David, que son simples pepitas empacadas
o Egg Beaters, que son huevos procesados –de hecho, este producto en particular
se creó para que se pudieran aprovechar tantos huevos que se quiebran durante su
empaque y manejo–, que nada más se destapa el envase, se vierten en el sartén y
listo, nada de molestos cascarones, además de que, también presume la empresa,
no contienen el colesterol ni la grasa de las yemas de huevo naturales –lo cual
es mentira, pues recientes estudios han demostrado que el huevo contiene bajos
niveles de colesterol–, pero se cuida de decir la cantidad de sustancias
químicas que ese y todos sus productos chatarra y fast food contienen. Así, más
que caritativas donaciones, sus campañas en realidad pueden verse como
estrategias publicitarias para aumentar sus ventas. Incluso no siempre dona,
sino que a veces se ofrecen “nutritivos paquetes” a los niños en sus escuelas a
muy “módicos precios”.
Tyson Foods Inc. es otra de las empresas mostradas en la cinta, la cual también
es un gigante de los alimentos “naturales” y semiprocesados, la cual en el año
2009 tuvo ventas por nada menos que 26700 millones de dólares. Esta compañía
estadounidense que tiene sus cuarteles generales en Springdale, Arkansas, es la
segunda compañía más grande productora de alimentos en el mundo, la mayor
procesadora de carne y una de las 100 mayores empresas de EU, de acuerdo con la
revista Fortune (esta elitista publicación se encarga de promocionar la fama de
las mayores corporaciones y empresas del mundo. Pero no sólo eso, sino también
resalta a los hombres más ricos, y este año y el pasado ha colocado al capo caro
Quintero como uno de esos millonarios, con mil millones de dólares de ¿¡bien
ganada!? fortuna).
Tyson cuenta con 107000 empleados en más de 300 filiales que posee en todo el
mundo. Vende cortes de carne de res, cerdo y pollo a supermercados y menudistas,
a distribuidores de alimentos procesados y a múltiples cadenas de compañías de
la llamada comida rápida (fast food), tales como KFC, Taco Bell, Mc Donald’s,
Burger King, Wendy’s, Wal-Mart, Coger, Costco, IGA, Beef’s O’Brady’s, entre
muchas otras. Pero también procesa alimentos y cuenta con una gran variedad de
productos de cárnicos ya elaborados que “sólo tiene que calentarse en el
microondas”. Y por si fuera poco es la compañía que surte a todas las prisiones
en Estados Unidos, país en donde es un gran negocio la custodia de prisioneros
para las cárceles, la mayoría de las cuales son ya privadas. Se calcula que el
número de internos crece a razón de 13% anualmente, así que tener a un
delincuente en la cárcel es muy lucrativo pues el gobierno paga en promedio
30,000 dólares por año por cada uno (es mucho más caro que tener a un niño en la
escuela, pues éste cuesta 3000 dólares solamente, pero no le parece tan
importante eso a los estadounidenses, quienes han preferido que crezcan el
número de cárceles en relación con las escuelas. Pew Charitable Trusts,
organización no gubernamental, estima que el crecimiento del negocio de las
prisiones privadas entre el 2006 y el 2011 les costará en impuestos a los
estadounidenses alrededor de 27500 mdd, así que a Tyson también le seguirá yendo
muy bien en ese rubro).
Esta masiva entrega de productos cárnicos implica también una producción masiva.
Cada semana, sus 54 plantas procesadoras de pollos establecidas en EU procesan
42.5 millones de gallinas, las 13 que procesan ganado, matan 171000 reses y las
6 que producen carne de cerdo, matan casi 348000 marranos, así que se requieren
también prácticas industriales para ello. Y al igual que las formas tan
inhumanas de criar pollos que practica la empresa Perdue Farms mencionada
arriba, Tyson obliga a los granjeros que le quieren entrar a ese negocio a
hacinar en gallineros de 12 metros por 120 metros a 24,000 aves, las que
permanecen a obscuras en un espacio de 0.065 metros cuadrados, suficiente para
que quepan sentadas sobre su propio excremento durante siete a ocho semanas (el
excremento sólo se limpia cada 18 meses). A diario de 10 a 15 pollos mueren
tanto de asfixia, como porque son atacados por otras aves. Obviamente que tales
granjas son una fuente constante de contaminación fecal y otros contaminantes
que ensucian gravemente tierras, ríos y acuíferos.
Sin embargo, de las varias veces que Tyson ha sido demandada, en realidad pocas
veces han surtido acción legal dichas demandas, lo que prueba que tan
consecuente es el gobierno con sus grandes empresas, a pesar de que sus
prácticas dañen el medio ambiente u ocasionen otros problemas. Y al igual que
Smithfield, Tyson contrata muchísimos ilegales, a los cuales les paga en
promedio 30% menos salario que a los trabajadores legales, además de que les
ofrece menos o ninguna prestación (esto demuestra hasta qué nivel le son útiles
a la economía estadounidense los tan vilipendiados ilegales, que al seguir
siendo tan estigmatizados y perseguidos, lo único que se consigue es que sean
cada vez más baratos y dóciles).
Cargill sale también a relucir en la cinta de Food Inc., pues además de que
igualmente practica la, digamos, fabricación de animales, como Tyson o Perdue,
sus monopolizadoras estrategias han logrado que acapare alrededor de un tercio
de la comercialización mundial de granos. Tan es así, que a partir del año 2008,
que han comenzado a subir vertiginosamente los precios de los alimentos, dicha
empresa ha visto multiplicarse en muy buenos porcentajes sus ganancias. Sobre
todo le está entrando al gran negocio que son los llamados biocombustibles, una
insensatez tecnológica, ya que se están empleando alimentos, como maíz o soya,
para producir nada menos que combustibles para los engullidores autos, en vista
de que los combustibles fósiles están acabándose cada vez más rápido de lo que
se pensaba. Y eso, el que buena parte de cereales producidos en el mundo se
vayan a dedicar a hacer gasolinas, en parte explica por qué han subido tanto sus
precios y seguirán haciéndolo.
La otra razón es que pocas empresas, justo como las que aquí mencionamos, con
sus acaparadoras prácticas controlan a su libre albedrío el precio de los
alimentos en todo el mundo, digamos que al hambrearnos, nos dejan a su merced
(Ver mi artículo Biocombustibles, imposición transgénica, no alternativa
ecológica). Los ingresos de Cargill dan una buena idea del poder que tiene esa
empresa: sus ventas en el año 2009 se estiman en $116,600 mdd, de los cuales
obtuvo ganancias netas por $3300 mdd (2.83%, muy baja tasa de ganancia,
tendencia que en general presenta el capitalismo salvaje, de que a pesar de sus
monopolios y acaparamientos, no logra revertir esa decreciente situación). Es
responsable del 25% de las exportaciones estadounidenses de granos, cuenta con
160,000 empleados en 1100 instalaciones ubicadas en 67 países y produce el 22%
de la carne consumida en EU. Sus plantas en Argentina son las mayores
exportadoras de carne de res que cualquier otra, al igual que sus plantas en
Tailandia, que son las que más exportan pollo. Y por si fuera poco, todos los
restaurantes de Mc Donald’s emplean huevos producidos por Cargill. La empresa ha
resultado siempre ser muy oportunista, sin importar que viole ciertas éticas de
conducta o comportamiento. Como dije antes, se ha beneficiado bastante del
control que tiene sobre buena parte de la producción de granos en todo el mundo
para controlar y subir los precios a su antojo. Y en su historia, así lo ha
hecho.
Por ejemplo, durante la primera guerra mundial, sus ganancias subieron
constantemente durante los cuatro años del conflicto, ya que era prácticamente
la única compañía que seguía surtiendo alimentos. Lo mismo hizo durante la
segunda guerra mundial, cuando tuvo contratos exclusivos con la marina
estadounidense, para surtirle la alimentación de sus tropas, además de que
también le construyó barcos (sí, hasta en esos negocios se metió, con tal de
ganar mucho). Pero acorde con su arrogancia (como es una empresa familiar, el
despotismo con que se comportan sus dueños, también se manifiesta en sus
prácticas empresariales), manifestó su desacuerdo con la cinta, sobre todo
expresando que si todos los alimentos se obtuvieran orgánicamente, se
requerirían el triple de tierras de las que actualmente se emplean para fabricar
alimentos.
Otra compañía en la cual se hace mucho énfasis, además de que se demuestra el
poder tan enorme que tiene tanto económica, como política y judicialmente, es
Monsanto, la cual produce cultivos transgénicos, o sea, que son plantas
modificadas desde sus genes, introduciéndoles materiales genéticos de otros
organismos, con tal de proporcionarles, dice la compañía, “mejoras” (¡esto es
jugar a ser un Dios!). En particular, uno de sus cultivos, la soya transgénica
bautizada como Roundup Ready, es la que prácticamente se siembra en todos los
EU, desplazando a la natural, debido justo a las prácticas monopólicas que dicha
corporación ejerce, en muy alegre contubernio con el gobierno (pero además el
monocultivo a gran escala de esa soya transgénica implica fuertes daños
ambientales, ya que se usan millones de litros de glifosato, el muy tóxico
herbicida que se le aplica a dicha soya, el que además de estar contaminando
tierras, ríos y acuíferos en gran escala, está haciendo resistentes a malezas
que ya no se matan con dicho veneno y entonces la “solución” para Monsanto es
“crear” otra nueva soya transgénica, pero ahora “resistente” al dicamba,
sustancia aún mucho más tóxica que el mencionado glifosato. Ese grave problema
ya está sucediendo en Argentina, en donde casi el 100% de la soya cultivada es
la de Monsanto).
En alusión a gran poder de Monsanto, se da cuenta en la cinta de un juicio que
la empresa emprendió contra un granjero, Maurice Parr, quien poseía una de las
únicas seis máquinas que quedan en ese país para limpiar granos, quien
justamente limpiaba los granos de los granjeros que sembraban la soya
transgénica. Como la compañía alegó que “su” soya transgénica “está patentada”
(como si hubiera sido una cámara fotográfica, por ejemplo, en lo que valdría
preguntarse, ¿¡de cuándo acá el simple hombre puede inventar y patentar a la
naturaleza!?), se le obligó al pobre granjero a desistir de sus “criminales
prácticas” de limpiar la semilla de la soya transgénica, so pena de cobrarle
altísima multa y mandarlo a la cárcel (eso hizo con un pobre granjero
canadiense, cuyos cultivos se contaminaron accidentalmente con maíz transgénico
de Monsanto, en un caso que la empresa sigue alegando que el hombre lo había
hecho a propósito). Lo peor de todo, se queja el granjero en una parte, es que
la empresa sabía todo sobre él, a quiénes les limpiaba la semilla, cuánto les
cobraba, dónde vivía él, cuánto valía su máquina, qué compraba… ¡sí, el poder de
esas grandes corporaciones, con la ayuda del gobierno, claro, es ilimitado!
Y, bueno, el daño tan enorme que ha provocado, y seguirá provocando, la
industria alimentaria en EU y en todo el mundo con sus industrializadoras,
monopolistas prácticas, tanto al medio ambiente, así como a la economía, el
metabolismo de las plantas y animales que “fabrica” y al medio ambiente también
se traduce, como dije antes, en un grave daño a la salud, debido a las
alteraciones fisiológicas que induce tan descontrolada ingesta de carbohidratos
y grasas saturadas.
En la cinta se evidencia dicha situación cuando una parte se concentra en
mostrar a una familia de migrantes, padre, madre y dos hijos, que ganan lo
suficiente para irla llevando, o sea, apenas subsisten con los magros sueldos
que reciben. Absorbidos por sus tareas y ocupaciones, al final de la jornada,
acuden a una sucursal de comida rápida, en la que compran seis paquetes de
hamburguesas con papas y un refresco de más de dos litros por menos de diez
dólares todo y esa es su comida de casi todos los días. La madre es entrevistada
y se queja de que su marido es diabético y debería de seguir una dieta de
alimentos saludables (no engordantes, pues), además de que tiene que tomar un
par de costosos medicamentos, pero que con lo que ganan, pues no pueden darse el
lujo de comprar alimentos naturales, como vegetales frescos, ya que si van al
supermercado a adquirir una lechuga, por ejemplo, ésta vale casi siete dólares,
poco menos de lo que les cuestan las hamburguesas y el refresco mencionados
antes. Y como sus medicamentos le cuestan uno 170 dólares y el otro más o menos
lo mismo, la mujer lamenta que no puedan hacer a veces ninguna de las dos cosas,
o sea, ni comprar medicina o seguir la dieta y que ello tenga la consecuencia de
que su marido pueda empeorar en su salud, que se quede ciego y no pudiera seguir
trabajando como chofer, que es a lo que se dedica.
Como ese caso, hay millones, no sólo en EU, sino por todo el mundo, que la
engordante, poco nutritiva dieta occidental ha ocasionado, pero es algo que a
las grandes corporaciones “alimentarias” las tiene sin cuidado. Seguirán matando
y procesando millones de animales (pollos, cerdos y reses) y cultivando millones
de toneladas de granos y uno que otro tubérculo (maíz, trigo, soya, papa) a
diario, guiadas por un lema que podría ser: “al mundo engordemos, enfermemos y
contaminemos y de las consecuencias no nos preocupemos”.
(*) Adán Salgado Andrade, mexicano, profesor de la
UNAM.