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La muerte regresa en silencio a Irak

 
 

 (IAR Noticias) 12-Mayo-2010

Los asesinos esperaron a que el jeque Abdul Yalil Al-Fehdawi saliera de su domicilio a las 7:30 de la mañana para acercarse. Debían saber que los guardaespaldas del religioso no iban armados porque se aproximaron a pie al coche y dispararon contra los tres ocupantes de forma sucesiva.

Por Javier Espinosa - El Mundo, España

Según Hassan Yusef, uno de los guardias de la mezquita donde predicaba el clérigo suní –sita al costado de su vivienda- todo ocurrió muy deprisa. En su opinión, los pistoleros actuaron como profesionales. Muy poca gente se apercibió de lo ocurrido porque los homicidas usaron silenciadores. Fehdawi recibió un tiro en la cabeza, otro en el cuello y un más en el pecho.

“La oración del viernes está dominada por la tristeza por el asesinato del jeque Abdul Yalil Al-Fehdawi. Despedimos a un héroe y un sabio de la religión islámica”, se lee en alguna de las múltiples pancartas que aparecen colgadas por los muros del barrio de Ameriya.

Al igual que Yusef, todos los habitantes del suburbio de Bagdad con los que habló este medio de comunicación no consiguen explicarse como los homicidas pudieron eludir los innumerables controles y patrullas militares que jalonan el enclave. Ni tampoco como consiguieran abandonarlo, ya que se encuentra rodeado por un muro y sólo se puede entrar o salir por una única carretera controlada por el ejército.

El empleado del recinto religioso no quiere hacer señalamientos pero sus palabras son más que explícitas. “Hace 5 días teníamos un puesto militar cerca de la residencia y de pronto lo quitaron. Dos días después apareció un oficial haciendo fotos de la mezquita. Le pregunté que por qué lo hacía y me respondió que por motivos de seguridad. El jeque volvió a Irak hace sólo dos meses porque había recibido muchas amenazas de muerte”, declara.

Imad Saleh Abuad, un residente de 50 años del mismo arrabal, se muestra menos reticente al hablar. “Los asesinos quieren que el país vuelva a la guerra sectaria. Todos estos problemas sólo tienen un origen: Irán”, asegura.

El ataque que acabó con la vida del popular vicepresidente del Consejo de Sabios Religiosos de Irak el pasado día 5 su suma a la multiplicación de sucesos similares que se están registrando en los últimos meses en el país árabe y que se han acentuado tras las elecciones de marzo, recuperando para algunos el espectro de los años más terribles de la guerra civil (2005-2007).

Un fantasma que se ve alentado también por la multiplicación de atentados devastadores dirigidos contra la mayoría chía –un comportamiento que ya se registró a lo largo de todo el año 2004- como los que acaecieron este lunes en las localidades sureñas de Hilla o Suweirah.

Los primeros signos del posible regreso de los “escuadrones de la muerte” se remontan ya al mes de enero, cuando un grupo de sicarios ejecutó a cuatro personas en el barrio suní de Adamiya. Los testigos dijeron que siete personas vestidas con abrigos negros habían irrumpido en la sede de una ONG local. También usaron silenciadores. “Los asesinatos organizados regresan a Bagdad”, titulaba en aquellas fechas el matutino Azzman, el principal diario iraquí.

En la morgue de Bagdad –el mejor enclave para comprobar la situación de la capital iraquí- un doctor que no quiso ser identificado confirmó la reaparición de los cadáveres de personas asesinadas “por motivos políticos”. El facultativo reconoció que todavía no se puede efectuar un paralelismo con los días más aciagos de la guerra, cuando recibían entre 50 y 100 cuerpos al día. Ahora se trata de un goteo que según él comenzó antes de las elecciones de marzo. “Son 2 ó 3 cadáveres al día. Lo máximo fueron 12. Justo el día después de que se anunciaran los resultados de los comicios”, dice.

Mohannad Maaruf ha pasado todos estos años al costado del funesto edificio enfrascado en la estremecedora tarea de lavar los despojos humanos que llegaban hasta el depósito de cadáveres, siguiendo la tradición musulmana. Por eso él también es un “experto” a la hora de interpretar la situación en las calles de la capital iraquí. “Hacía casi un año que no veíamos este tipo de asesinatos, pero ahora están llegando más muertos. La mayoría asesinados con pistolas con silenciadores”, observa.

En febrero, a pocos días de las elecciones parlamentarias de marzo, Azzaman alertaba sobre este “nuevo tipo de violencia que el país no había visto antes” en referencia al recurso a las armas con silenciadores. “Los silenciadores han inculcado el terror y el miedo en Bagdad”, escribía el periódico.

La psicosis que se está extendiendo principalmente por los barrios suníes de la capital se ha visto acentuada ante la incipiente reaparición de los “camisas negras” del clérigo chía Muktada al-Sadr, que tan triste fama adquirieron durante las razzias sectarias de los últimos años. Los integrantes del llamado Ejército del Mehdi volvieron a las calles tras el brutal atentado del 23 de abril en Ciudad Sadr, el principal bastión del movimiento sadarista en Bagdad, que dejó decenas de muertos. Esa misma jornada el propio Muktada al Sadr –que se encuentra completando sus estudios religiosos en Irán- emitió un comunicado en el que pedía a los “creyentes” que se unieran a las fuerzas de seguridad “para defender las mezquitas, los mercados, las casas y las ciudades”.

El principal portavoz de Al-Sadr, Saleh al Obeidi, confirmó la reactivación del Ejército del Mehdi que según él ha experimentado una profunda remodelación desde que se apartó de la atención pública tras el último alzamiento del 2008. Ahora, dice, sus militantes más selectos se agrupan en lo que llama “Brigada del Día Prometido”. “Nuestro proyecto no es sectario. Sólo queremos ayudar a las fuerzas de seguridad, porque están infiltradas por baazistas (alusión al Partido Baaz del antiguo régimen) y debilitadas por la corrupción. No han sido capaces de defender al pueblo y por eso pretendemos asistir en esta tarea”, manifestó.

El viernes pasado los acólitos del Mehdi embutidos en sus característicos uniformes oscuros –pero sin portar armas- eran los encargados de controlar los accesos al rezo de esa simbólica jornada para los musulmanes. La policía vigilaba en las inmediaciones. Algunos de los seguidores de Al Sadr aparecieron cubiertos con sábanas blancas en la espalda, un gesto que pretende recordar algo que ya hizo el padre de Muktada –Mohamed Sadeq al-Sadr- en las jornadas previas a su asesinatos a manos de los sicarios de Sadam Hussein. “Quiere decir que estamos listos para morir”, reconoció Ali Abdul Rahman. “El Ejército del Mehdi ha vuelto porque la policía está llena de ‘wahabíes’ (extremistas suníes)”, añadió.

Para Abu Adel Attabi, otro feligrés de 70 años presente en la prédica, tras las explosiones de abril “la gente del Mehdi está en todas partes. Es el ejército del pueblo y no como los policías, que están controlados por los partidos y algunos son terroristas”.

El escenario iraquí dista mucho de ser el mismo que sumió al país en una orgía de sangre a partir del 2005. Pero la dialéctica a la que recurren sus habitantes sigue siendo la misma. También en el 2005 unas elecciones, las primeras de la supuesta democracia, azuzaron el odio sectario. Ahora, la incertidumbre generada por los últimos comicios está resucitando la memoria más lúgubre de esta atribulada nación. “Si (Nuri) Al-Maliki (el actual primer ministro) se aferra a su cargo y no deja que gobierne (Iyad) Allawi (el líder del bloque que obtuvo más escaños en los recientes sufragios) volveremos a la guerra sectaria”, concluye Imad Saleh Abuad en Ameriya.
 

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