Cualquiera que piense que habrá
algún cambio significativo en el statu quo de Israel-Palestina sufre de
ilusiones engañosas múltiples. El gobierno israelí está totalmente empeñado en
oponerse a la creación de un Estado palestino, aunque fuera un débil Estado
palestino, y esta visión tiene el respaldo de una vasta mayoría de judíos
israelíes.
Por Immanuel Wallerstein - La Jornada, México
Los
líderes palestinos están más divididos. Pero incluso los más acomodaticios no
tienen la voluntad siquiera de considerar cualquier cosa menos que un Estado
basado en sus fronteras de 1967, con Jerusalén Oriental como su capital. El
resto del mundo no podría convencer ni a uno ni a otro de ceder un ápice. A esto
se llama estancamiento.
La cuestión es, ¿quién gana y quién
pierde con un estancamiento? La elite política israelí parece convencida de que
ganará algo. Hay un grupo muy grande, resueltamente irredento, que consideraría
que un acuerdo de paz es un verdadero desastre. Los israelíes siempre han
pensado que si se plantan en sus talones, eventualmente el resto del mundo
(incluidos aun los árabes palestinos) se rendirá ante lo que ellos llaman
realidades en el terreno.
Esta política ha funcionado hasta ahora por largo tiempo. Así que, ¿por qué
cambiarla? No importa que un creciente coro de partidarios amistosos les
advierta e que el clima político del mundo está cambiando y que el cambio no
favorece a los israelíes. Ellos señalan que la única alternativa a una solución
con dos estados es la solución con un Estado, y que en un Estado único los
judíos serían muy pronto una minoría en la población. En este caso, si hay un
sufragio universal, el Estado no puede ser ya un Estado judío. Y si el sufragio
se niega a los que no son judíos, el Estado no puede considerarse, ni
remotamente, democrático.
Apenas el mes pasado, un partidario amistoso muy bien conocido, Thomas L.
Friedman, escribió un artículo de opinión en el New York Times que causó gran
agitación. Titulado "Manejando ebrio por Jerusalén", regañó al vicepresidente
estadounidense, Joseph Biden, por no irse de inmediato de Israel cuando su
llegada fue recibida por el insultante anuncio de un nuevo proyecto judío de
viviendas en Jerusalén Oriental. Friedman dijo que Biden debió haber dicho a los
israelíes: Amigos, no dejen que sus amigos manejen borrachos. Y ahora mismo
ustedes manejan ebrios.
Otro partidario amistoso, Leslie H. Gelb, publicó un blog titulado Israel juega
con fuego. En éste predijo: A los líderes israelíes no les va a gustar el
desenlace de su pequeña bofetada de poder (a Biden).
Así que, ¿por qué no hizo Biden lo que Friedman sugiere? Hay dos clases de
respuesta. Una la dio Uri Avnery, uno de los pocos israelíes que es consistente
en sus críticas a las posiciones de su gobierno en estos asuntos. Él dijo que el
gobierno israelí volvió a escupir en la cara de Estados Unidos. Y cerró su
artículo con el viejo dicho: Cuando escupes en la cara de un débil, él finge que
está lloviendo. ¿Se aplica esto al presidente del país más poderoso del mundo?
El segundo tipo de respuesta es hablar de las realidades de la política
estadounidense. Obama, como los presidentes antes que él, ya no ha hecho nada
serio, excepto reiterar el respaldo eterno hacia Israel, aunque muchos israelíes
piensan que las pocas aperturas que ha tenido hacia los árabes (como su discurso
en El Cairo) son ya demasiado. Hace poco, el cuñado del primer ministro israelí
estuvo en la radio del ejército israelí acusando a Obama de antisemita por ese
discurso.
El gobierno estadounidense no se empeña en hacer mucho, y nunca lo ha hecho,
porque la línea dura en pro del respaldo a Israel es muy extensa en Estados
Unidos. No es meramente la fuerza de lo que es un grupo de cabildeo importante y
agresivo proisraelí, el American Israel Public Affairs Committee (AIPAC). No es
porque la derecha cristiana haya adoptado una posición demasiado prosionista. Es
porque los más importantes políticos demócratas están profundamente
comprometidos con ese respaldo y porque Obama tiene suficientes problemas con
muchos políticos demócratas como para no estar ansioso de luchar contra ellos en
otro frente más.
¿Continuará el gobierno estadounidense con esta política? El respaldo a Israel
se ha caído seriamente en Europa occidental durante los últimos 10 años debido a
la obstinación, la insensibilidad y la opresividad de la conducta israelí hacia
los árabes palestinos –más notablemente, pero no sólo, en Gaza. Las posiciones
de línea dura en pro de un respaldo a Israel se han debilitado también entre
segmentos significativos de la población judía en Estados Unidos. Pero ahora
parece haber una nueva fuente de crítica.
Marc Perry reveló en un artículo en Foreign Policy que, el 16 de enero, un
equipo de oficiales de alto rango del Comando Central estadunidense o Centcom
(responsable del Medio Oriente) informó al jefe del Estado Mayor Conjunto,
almirante Michael Mullen, de las preocupaciones del general David Petraeus,
cabeza del Centcom, con respecto al estancamiento israelí-palestino. Parece que
Petraeus y sus oficiales han estado recibiendo de todos los líderes árabes con
quienes se reúne consistentemente un mensaje crítico. Parece que Petraeus
concluyó: Estados Unidos no sólo era visto débil, sino que su postura militar en
la región se estaba debilitando. En resumen, el estancamiento estaba lastimando
los esfuerzos militares en Iraq y Afganistán.
La conclusión de Perry fue entonces: hay varios grupos de cabildeo muy poderosos
en Washington –la National Rifle Association, la American Medical Association,
los abogados y, por supuesto, AIPAC. Pero ningún grupo de cabildeo es tan
importante ni tan poderoso como los militares estadounidenses. Así que Petraeus
le estaba advirtiendo a Mullen: La relación de Estados Unidos con Israel es
importante, pero no tan importante como las vidas de los soldados
estadounidenses.
Dado que Petraeus fue puesto en el cargo por George W. Bush y es visto por la
derecha estadounidense como un rudo de línea dura en cuanto al papel militar de
Estados Unidos en Medio Oriente, no pueden acusarlo de haberse vendido.
La intransigencia israelí ha sido eficaz en el corto plazo. Pero es suicida en
el mediano plazo –como Friedman y Gelb apuntaban implícitamente, y como subraya
Petraeus. Aquellos israelíes de línea dura han estado listos para denunciar a
cualquiera que no los respalde 101 por ciento. Pero si piensan que puedan ganar
llamando a Friedman y a Gelb judíos que se autoodian o calificando a Petraeus de
antisemita, están más engañados de lo que yo pensaba. Gelb terminaba su blog
advirtiendo: No es éste el momento de que los líderes de Israel prueben la
profundidad y la estabilidad del respaldo de Estados Unidos hacia su país.
Netanyahu fue a Washington a ver si podía apaciguar al presidente Obama. Parece
que no lo logró.
El mundo se mueve inexorable hacia una solución con un solo Estado (como en
Sudáfrica), sin importar si esto es sabio o no, o si el gobierno estadounidense
está preparado o no para asumir una verdadera línea dura con los israelíes, o si
el liderazgo israelí considera esto remotamente aceptable.
Traducción: Ramón Vera Herrera