La crisis del euro y la situación de
las economías de la eurozona son uno de los principales ejes de la reunión de
ministros de Finanzas y presidentes de los bancos centrales del Grupo de los 20
(G-20), que comienza este viernes 4 en Busán, Corea del Sur.
Por Marcelo Justo - BBC
La
moneda única europea ha registrado su cotización más baja en años y varias de
los país se encuentran agobiados por altos niveles de deuda y déficit, además de
un bajo nivel de crecimiento.
Los últimos datos no son alentadores ni para la zona del euro ni para el resto
del mundo, que todavía lucha por consolidar incipientes señales de recuperación
económica.
De ahí la preocupación del G-20, que concentra el 90% del producto bruto global
y es consciente del escollo que representa una eurozona paralizada para el
crecimiento mundial.
En medio de esta crisis, se han alzado voces que vaticinan el fin de la divisa
europea. La canciller federal de Alemania, Angela Merkel, ha advertido que el
futuro mismo de la Unión Europea (UE) está en entredicho.
Una cosa está clara: el euro hoy se parece a un enfermo bajo tratamiento médico.
Recuperación del euro
La actual crisis se centra en torno de los PIIGs (Portugal, Irlanda, Italia,
Grecia y España), que han anunciado fuertes ajustes económicos en las últimas
semanas.
Si bien el impacto inicial de los recortes será seguramente negativo en el corto
plazo, el objetivo del plan es que, con un poco de tiempo para recuperar la
confianza de los mercados y la actividad económica, se saneen las finanzas
públicas y se vuelva a crecer.
Grecia es el caso clave. Si con su programa de austeridad logra superar los
serios problemas que tiene (déficit fiscal del 13%, deuda pública superior a su
Producto Interno Bruto, PIB), se evitará el efecto contagio sobre los otros
PIIGs.
Mucho más que la economía griega, que representa un 2,4% del PIB de la eurozona,
la posibilidad de "contagio" a otros países ha estado detrás de la turbulencia
que vive el euro.
En la década de los años 90, Suecia logró salir de una crisis que también
parecía terminal gracias a una serie de medidas que dieron resultado.
Larga convalescencia
En este segundo escenario, la
intervención conjunta de las naciones de la eurozona, el Banco Central Europeo y
el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como las medidas adoptadas por los
PIIGs, consiguen controlar el déficit fiscal sin ahogar el crecimiento, pero no
logran solucionar una serie de problemas estructurales.
En este caso, la zona del euro podría recuperar la estabilidad, pero tendría una
expansión económica anémica por muchos años.
Algo similar le ha ocurrido a Japón desde principios de los años 90.
Permanente debilidad
Éste es un escenario de fuertes turbulencias económicas, políticas y sociales.
Los programas de ajuste de los PIGGs tienen un fuerte impacto recesivo, que
afecta la recaudación fiscal y por tanto profundiza el déficit fiscal.
Grecia, que tiene el horizonte de vencimientos de deuda más complicado de los
PIIGs, se ve obligado a recibir más ayuda y termina reestructurando su deuda.
Los otros PIIGs quedan entre la espada y la pared: algunos se inclinan por
seguir el camino griego (Portugal es el primer candidato) y otros sobreviven
como pueden. Los bancos europeos, muy expuestos a la deuda soberana de los PIGGs,
quedan también fuertemente afectados por la crisis.
A pesar de la recesión y la turbulencia, el euro se mantiene por el altísimo
costo que tendría abandonar la moneda común europea.
El ejemplo del pasado es lo que ocurrió con Argentina y el sistema de
convertibilidad -que ataba el peso al dólar- en 2001.
Muerte y disolución
Es el paso siguiente: las consecuencias políticas y sociales de la crisis son de
tal intensidad que podrían provocar la salida de uno, varios o todos los
miembros del euro.
En el caso de los PIIGs, esto les permitiría recuperar la competitividad con una
moneda propia (devaluándola podrían estimular la exportación), pero al mismo
tiempo tendrían que lidiar con una deuda mucho más alta (si Grecia vuelve al
dragma, por ejemplo, sus compromisos financieros seguirán siendo en euros o
dólares, con lo que necesitará recaudar mucho más en su divisa nacional para
pagarlos).
Una posibilidad es que el euro sobreviva con los países del Norte (Alemania,
Francia y otros), con Italia y España como posibles acompañantes. Pero la moneda
europea como lo conocemos hoy en día no existirá.
En este escenario habrá que ver si el vaticinio de Angela Merkel sobre el
devastador impacto que la muerte del euro podría tener sobre la UE era un
recurso político para movilizar a los reticentes a ayudar a Grecia o una
perpicaz evaluación de la realidad.